Esa, que nunca tuvo que leer esto, para cambiar…

De repente estuve encerrando preguntándome porque la ansiedad de mi pensamiento de hacerse a la alegría, de mi corazón de teñirse rojo tristeza y, cuando te quedas sin pretexto para defender a la persona que quieres amar. Debes dejar que el silencio la defienda. Pero no es nada compasivo.

Cuando piensa (esa otra) que no sabe que es lo que quiere contigo, que tiene miedo de que un te quiero sea mentira, y una necesidad patológica de no oírlo, solamente sentirlo, y el querer es propio… Y yo me preguntaba día a día, que hacer, ¿Seguir la resistencia pacífica que recomendó Gandhi? Al fin y al cabo, los corazones sinceros pliegan por ella, y las almas necias nunca terminan de entenderla. Las personas correctas se quedarán con nosotros si somos beneplácitos, pero hallarle el gusto no me agrada. Si boca tengo y tú tapas tus orejas… ¡Déjate de ceras! Camina despacio, pero camina conmigo suelta la mano y deja que roce con la mía, no me mires así con esa soledad que quieres mantener, después de nosotros hay soledad, siempre, pero con dulzura y paz, porque esa segunda persona del plural que somos vos y yo, hacemos más que hijos, más que encuentros furtivos, hacemos una historia que hoy, tiene un gran espacio en blanco que necesito llenes, no con tus palabras, no con tus actos, no con pensamientos, que son pedazos que al fin y al cabo serán un mal bacheado en el camino, quiero los llenes con tu más sincera intención, inamovible, eterna.

Quisiera que fueras esa, que nunca tuvo que leer esto, para cambiar…