Soledad crónica

Hermeneútica: El arte de analizar un discurso y obtener un significado diferente al que intentaba transmitirse originalmente.

Libre mercado: Sistema de intercambio voluntario donde los recursos maximizan su productividad.
Libre mercado: Ubicar a los empleados más eficientes en las empresas donde producen más
Libre mercado: Despojar a los ciudadanos de primera clase de raíces para que puedan mudarse de ciudad en cuanto se requiera.
Libre mercado: Soledad.

En 2010, fui estudiante de intercambio. La UTE me envió durante dos meses a Albuquerque para que practique en el área de emergencias del Hospital de Nuevo México y asista a unos cuantos seminarios. El piso tenía dos médicos residentes nuevos. Los habían seleccionado de entre cuatrocientos candidatos. Al finalizar uno de mis turnos nocturnos, fui a cambiarme la ropa y encontré a uno de ellos observando una foto en la contratapa del casillero. Su mujer y su hijo. El bebé era muy pequeño aún (tenía menos de dos años) y con ella hablaba una vez al día. Recuerdo haber pensado «que miserable debe ser una vida así». Al regresar a Quito, llevé esa lección como recuerdo para mi familia. Todos compartieron mi compasión. No vale la pena separarse de los seres queridos y respirar nostalgia cada día.

En junio de este año, mi familia me despidió en el Aeropuerto Internacional Sucre. Se habían acabado mis vacaciones de verano. A mis espaldas: «Esta vez [irse] se le hizo más duro». «Sí me di cuenta». Creo que no me importó derramar lágrimas en el despegue. En el avión, todo el mundo está en su propio rollo y si bien pueden sentir compasión por ti, es un sentimiento pasajero en el que no vale la pena invertir mucho porque, después de todo, cada uno tiene un destino distinto. Las universidades internacionales se parecen bastante a los vuelos de avión. La gran mayoría viene de diferentes países y pocos saben dónde quieren establecerse después de la graduación. La amabilidad es necesaria pero desechable.

¿Qué expectativas tenías antes de venir a Green College? Le pregunté hoy a una amiga. Le preocupaba no encajar.  ¿Yo? «Nunca me imaginé que la gente iba a estar ocupada», le dije. Miro al vacío. Pensé que los canadienses me iban a encontrar interesante. En otras palabras, pensé que me iban a querer. Le digo que me tengo que ir. Mi compañero de piso no está y lo que menos tengo es ganas de estar sólo en mi cuarto. Cuando se nos da a escoger entre el dolor físico o el aislamiento, los mamíferos sociales elegimos lo primero. Por eso los desvelos en malas posiciones haciendo swap, scroll y clic. Por eso el tabaco, el alcohol y la amplia gama de psicotrópicos. Por eso las compras compulsivas. Por eso escribir a altas horas de la noche.

El mes pasado tuve una fuerte infección. Luego no pude contener el dolor de espalda, forcé mis músculos y casi me rompo el cuello. De repente, un dolor en la canilla me sugiere una enfermedad crónica. Cualquier pretexto es bueno para sentirse miserable. Como es costumbre, tomo un bus de primer mundo y pago con mi tarjeta subsidiada que me da viajes ilimitados. Me bajo en una de las paradas y camino en calles impecables. Entro a una pizzería que cumple todas las regulaciones. Me dan un excelente servicio y me pido dos rebanadas. Saco el celular y le escribo a mi familia en whatsapp (el último mensaje es de hace dos días), «¿Qué hacen?» Esto, lo uno, lo otro. No sé para qué les pregunté. No quiero sus respuestas, más bien me hace faltan sus abrazos. El teléfono sigue zumbando. Abro Safari y escribo lo que realmente está causando todos mis males: «CHRONIC LONELINESS». Clic.

El segundo resultado es un artículo de Fortune: «La soledad crónica es una epidemia moderna».

Los seres humanos no fueron diseñados para ser criaturas solitarias. Evolucionamos para sobrevivir en tribus; La necesidad de interactuar está profundamente arraigada en nuestro código genético. Tanto es así, dice John Cacioppo, que la ausencia de conexión social desencadena las mismas alarmas primitivas como el hambre, la sed y el dolor físico.

Soledad —dice el científico citado— es cuando lo que esperas de tus relaciones con la gente no es lo que te llega. En dosis cortas está bien, es como el dolor. Una señal para saber qué algo debe hacerse. La cronicidad de estar aislado es distinto. «Si querían aislarte de un grupo, lo más seguro es que lo hicieran hiriéndote o matándote, entonces el cerebro entra en estado de autopreservación». La corteza visual se vuelve más activa y el área responsable de la empatía se inhibe. «Es mejor no hacer amigos y sobrevivir por ahora. Si alguien trata de ser tu amigo, puede que se trate de un traidor».  Como pueden deducir, la soledad no está diseñada para ser crónica. Es una señal de alerta para que otros acudan en tu socorro. Pero en un avión a nadie le importa que te sientas sólo, sin importar qué tan largo sea el vuelo.

La soledad te hace sentir terrible. Es malo para la salud mental: el bienestar disminuye, los síntomas depresivos aumentan, aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos mentales y afectivos. También es malo para la salud física. En un meta-análisis de 3 millones de personas (…) la soledad aumentó las probabilidades de muerte temprana en un 26%.

No estoy enfermo, me siento sólo. Me he sentido sólo por mucho tiempo. Mi cuerpo reacciona como si algo me quisiera matar. Si no está allá afuera (vivo en uno de los países más seguros del mundo), debe venir de adentro. Cualquier dolor es un mal signo, cualquier cansancio es falta de respiración. Las pocas amistades que tengo no pueden ser confiables. Hay un límite que no pueden rebasar. Tengo una pelea rutinaria cada noche para cansarme lo suficiente y poder dormir en relativa paz.

Sé que no soy el único. Cuando tuve ansiedad le pregunté a todo el mundo. Hay ciertas cosas que no merecen reservarse. La mayoría de estudiantes pasa por cosas similares y lo han normalizado. Ellos tienen un objetivo más grande que es construir una carrera pero «cuando tú estás de ida yo ya estoy de regreso». La soledad es necia, dice John Cacioppo, pero de alguna manera hay que salir del hueco.  El truco, dice el experto, es «entender lo que la soledad está haciendo —escribir esto es ese primer paso— y tratar de corregir el comportamiento que fomenta.»

«Trate de ser más agradecido, más positivo, más perspicaz».  Voy al espejo y le sonrío. «El que te mata soy yo».

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