¿Por qué mueren los héroes?

Contar historias es una tarea sin respuestas fijas. Ahí se nos queda corta la ciencia porque lo lógico, lo eficiente, lo ético y lo necesario rara vez son la misma cosa. Para contar la historia de la Tierra, por ejemplo, uno puede empezar ignorando o no la existencia de «x» creador, y eso le resultaría ofensivo a una gran cantidad de personas. Uno puede dividir la historia según la complejidad de los organismos que han habitado la tierra e implicar que la culminación de ese procesos somos nosotros. El antropocentrismo puede acabar con la humanidad, su historia y el mundo tal cuál lo conocemos, o no. Es inevitable errar y, por ello, escribir siempre es un aprendizaje, una aventura y un ejercicio de toma de decisiones. Es posicionarse frente al mundo y viceversa.

Las biografías, a menudo, se dividen en periodos temporales pero ¿cómo decidir lo que marca la ruptura entre un capítulo y el siguiente? Voces y silencios, ese es mi experimento. Hay retazos de vida en los que se mira para admirar. Para muchos, la fascinación es impersonal, hacia el  universo, o la existencia pero otros tantos escogen admirar a alguien más. Todos tenemos héroes que se incrustan como el elemento principal en las secciones de la vida. Madre, Padre o jugador de fútbol. Una mujer astronauta, un idealista loco, un artista que nos deja sin palabras. Son los héroes y heroínas los que nos impulsan a avanzar en la vida.

Recuerdo al menos cuatro de los míos. Los dos primeros eran figuras místicas con capacidades de trascender la realidad. De alguna manera, la posibilidad de que hay lecciones ocultas a la experiencia humana que han sido reveladas sólo a unos pocos siempre atrajo mi atención. Pero no es la búsqueda de secretos o poder lo que me condujo allá, sino la búsqueda de virtud. Yo no sé dónde uno encuentra esas verdades, pero sé dónde se buscan: libros. Cómo toda belleza, más de una persona la quiere describir y aunque en el arte se aceptan interpretaciones contrapuestas, la fe no acepta competencia. Eventualmente esos héroes, como tales, murieron para mí empero mucho de lo que me inspiraron vivirá conmigo el resto de mis días.

El otro par de héroes —lástima que todos sean varones— son un tanto diferentes, uno sigue vivo pero ya no me provoca mayor cosa. El que murió recién, en cambio, me hace pensar en tantas cosas que se deben realizar. Es más fácil pensar en mártires de hace dos mil años, porque uno no se da cuenta de cuán duro es entender el tipo de trato que el mundo le puede dar a la gente que admiras más, pero a mi fecha de nacimiento y a la de Aaron apenas las separa cuatro meses. Cuando recomiendo a otras personas ver «The Internet’s Own Boy» les digo «así el mundo trata a personas como yo». No es que no lo admire, pero tengo miedo de querer ser como él.

Uno no tiene héroes todo el tiempo. Si esas voces en nuestra cabeza son los héroes de nuestras vidas, luego están los silencios. Esos momentos donde perdemos fe en las personas y la vida. No tener la capacidad de contemplación inspiradora, que Sócrates y Siddharta describen como la posesión más valiosa es un vacío que marca también. Y son esos días donde se acumula un poco de cinismo justo a lado de la desesperanza. Donde nos volvemos más apropiados a la Sodoma que antes no nos merecía. ¿En qué punto uno acumula demasiado como para no volver a creer? ¿Cuáles son las cosas que hacen que los humanos queramos recuperar la fe en alguien o algo? ¿Se puede dar dosificadamente?

«Mi consejo para un joven escritor —dice Maurice Sendak— es que trabaje con aquello de lo que está hecho, y con eso quiero decir que no debemos temer trabajar con las cosas que nos fascinaron cuando estábamos en nuestra [época] más impresionable».  Muchos dicen que ojos que no ven, corazón que no siente (o como dicen los gringos «ignorance is bliss»), pero quizá sea tiempo de cuestionarnos qué tipo de información necesitamos. Si el conocimiento trae poder, que sea el poder de ser impresionado.

La Evolución & El Poder del Asombro

Nuestra historia es una de desarrollo exponencial, después del big bang a la materia le tomó mucho tiempo para organizarse en átomos, posteriormente en compuestos químicos un poco más complejos y no se diga en planetas. Las galaxias demoran en estabilizarse y de ahí que en épocas tempranas, cuando todavía abundan cuerpos pequeños, son frecuentes los impactos sobre otros cuerpos celestes. La formación de la vida no acaeció sino hasta después de varios miles de millones de años cuando las atmósferas generaron el ambiente adecuado, ese es el primer hito que observamos en el siguiente gráfico.

La aparición de vida multicelular tomó otros 2400 millones de años, pero la explosión cámbrica, que es la aparición de animales macroscópicos (visibles para el ojo humano) tomó menos de la tercera parte del tiempo, aunque aparentemente supone un proceso mucho más complejo. Podemos seguir el gráfico y observar que tras la aparición de los homínidos todo ha ido muy rápido. Hubo más cambios en los últimos cien años que en los anteriores mil millones.

Si hay una lección que aprender de aquí es que los procesos complejos tardan cada vez menos en realizarse, hoy tenemos revoluciones en el campo de la ‘levitación’ cuántica, en la impresión de órganos, en robots que eliminan virus que antes nos resultaban imposibles de curar. ¿Por qué hemos avanzado tan rápidamente?

Aparentemente todo depende de la cantidad de información que se pueda reunir en un momento dado, los ácidos nucleicos, como el ADN, permiten almacenar cierta cantidad de información, pero pronto nuestro cerebro superó, y no con poco, a los bits que se podían almacenar y procesar. El momento en que esto sucedió la evolución dejó de ser un fenómeno biológico y se transformó en uno epigenético, es decir dependiente de su entorno. A finales del siglo pasado la aparición de los ordenadores ha demostrado que esta evolución exponencial no se detiene. Hoy en día una mayoría significativa de personas tiene acceso a internet y en mucho menos tiempo del predicho por la mayoría de científicos que piensan de forma lineal. El internet permite no solo acceso a información sino que le brinda latencia a la misma, una conversación puede retomarse meses después de haber sido iniciada y una idea lanzada al aire puede ser atrapada desde el otro lado del mundo e innovar completamente un microambiente determinado.

La cultura tiene mucho que ver con este flujo de información, antes del 2003 todas las obras licenciadas tenían derechos de autor, lo que restringía bastante su acceso y limitaba las posibilidades de una idea. En el 2003 nace Creative Commons y en solo 7 años más de 400 millones de obras son registradas como patrimonio de todos los seres humanos (esta publicación y todas las del blog también son parte de ellas).

Amo la ciencia y creo firmemente que encierra la clave para generar homeostasis en el organismo humano, una familia de 7000 millones de personas, es además el camino para generar una sana convivencia con el resto del planeta y para dar un paso en nuestro entendimiento de lo desconocido. Veo la necesidad de que otros se enamoren de esta forma de pensar, que aprovechen estos conocimientos y apliquen directamente sus herramientas (la tecnología).

La cultura se ha convertido en el ADN de nuestra sociedad, por denominarla de alguna manera, es la matriz a partir de la cual emergen las realidades y literalmente ¡podemos participar de la evolución!  Compartir información es clave y de cara al futuro la divulgación científica es esencial, pero como dice Peter Joseph «podemos decirle a la gente información técnica durante todo el día y algo lo absorberá… pero el arte tiene una manera misteriosa de entrar furtivamente detrás de los valores de la gente y sembrar las semillas de nuevas ideas»·

Lo mejor que uno puede hacer para cambiar la perspectiva de la gente y conectarla con este proceso es informarse continuamente sobre nuevas posibilidades que retan el status quo, que lo vuelven obsoleto sin luchar con él, asombrarse ante tales cosas y compartirlas de una manera sincera, siempre revisando tus fuentes, siempre citándolas, porque lo más importante no es ser un fin, sino un puente entre aquellos que te rodean y las grandes posibilidades que encierra el futuro.

Espiritualidad

«La oración no es un pedido, es un anhelo del alma.
Es la aceptación de nuestra debilidad. En una oración es mejor tener
un corazón sin palabras, que palabras sin corazón»

– Mahatma Gandhi

Cuando me encontraba en el colegio San Gabriel, una institución emblemática de mi ciudad y conocida por haber protagonizado el milagro de la virgen que lloró, yo era una persona creyente y devota. No me importaba asistir a misa (eso venía por descontado en nuestras actividades) pero sí tener un claro conocimiento de las escrituras y tener una relación cercana con Dios.

Mis padres empezaron a frecuentar un grupo de oración y a menudo pedían mi explicación o consejo respecto a una cosa u otra. Fue además un soporte para todos nosotros pues uno de nuestros familiares más queridos había fallecido recientemente producto de un cáncer de pulmón.  Estas reuniones eran lindas, la gente era amable y uno no podía evitar sentirse acogido y al mismo tiempo asombrado ante los testimonios que daba la gente.

Poco después las clases de Filosofía me brindaron una perspectiva distinta sobre la comprensión del universo, disfruté mucho esas lecciones… Sentí que mi cerebro compartió la evolución del pensamiento humano conforme iba repasando históricamente como los pensadores habían reestructurando la visión que teníamos del mundo. Me vi enfrentado a otras versiones, especialmente de ciertas culturas orientales, de la fábula bíblica; así como a nuevas definiciones de la espiritualidad misma. Hoy en día mantengo cierta empatía con la forma tibetana de budismo y su práctica de compasión activa, no violencia y ecología.

No obstante, esta sensación de que existía algo superior persistía. Con el afán de aprender sobre lo que se vendía como una medicina holística que no daña al cuerpo, decidí explorar ciertas terapias alternativas y, llevado por la malla curricular del instituto donde me tocó, terminé estudiando hasta ufología y «artes» adivinatorias. Se podría decir que entiendo bastante de sanación energética, algo de medicina china y muy bien de astrología. Recalco que, cuando menciono esto, me refiero a que entiendo la «lógica» que presentan dentro de su propio contexto, pero que no por ello las afirmo como valederas. He estado presente en canalizaciones de espíritus, curaciones, limpias… lamentablemente nunca pude ver un endemoniado o un exorcismo.

Siempre tuve un interés en ayudar a otras personas. Habiendo atestiguado y asimilado todo esto aún me sentía incompleto, eso sin mencionar que había cierta presión social porque haga algo decente con mi vida, así pues empecé mi carrera de medicina.

Al comienzo me emocioné muchísimo porque podía explicar cosas que antes no entendía, como la información se transformaba en energía y como un impulso desencadenaba una reacción dentro de la célula, parecía que todo calzaba y lo recalco: parecía. Mientras más me adentraba en los detalles de la fisiología humana, de la física, había cada vez más disonancias entre aquello que «aprendí» y como realmente funcionaban las cosas. Recordé las enseñanzas de mi vida pre universitaria y renació el leve escepticismo que tenía respecto a todo lo que me decían. Siempre dudé, pero a falta de una explicación mejor mi cerebro no tuvo otra opción que aceptar. Ahora tenía argumentos más claros y sencillos a muchos  de los fenómenos que antes me parecieron extraños.

La naturaleza es increíble, si bien ya no era algo sobrenatural, el momento que uno repara en las minuciosidades de nuestro mundo y en el proceso que ha tenido que llevar a cabo para descubrirlas, no puede uno dejar de maravillarse y asombrarse.

«¿Sabe señora porque duele tanto el parto? Es por la evolución. Mire, lo que pasa es que en el momento que empezamos a caminar erguidos, nuestras caderas tuvieron que estrecharse y debido a ello todos los seres humanos nacemos prematuros, nuestro cerebro no termina de desarrollarse hasta los dos años de edad y es debido a este fenómeno que muchos de los estímulos los recibimos antes de que el cerebro sea lo suficientemente maduro, aunque estemos fuera del útero».

La ciencia es sencillamente increíble y hermosa, pero la espiritualidad aún tenía ese algo que me llamaba la atención. En mi imaginación ese otro mundo era una especie de mezcla de pasado, presente y futuro; donde la sabiduría de todos los tiempos convivía, donde se encontraba una armonía perfecta. La gente cuando reza, está en sesiones espiritistas o cosas similares siempre menciona recibir mensajes que clarifican cosas, que parecen provenir de algo que escapaba a su intuición. Durante épocas inestables de mi vida yo fui aconsejado y se habían hecho varias predicciones acerca de mi futuro y de personas cercanas. Muchas de estas no se cumplieron, algunas sí.

Hubo una pausa en mi vida respecto a esta búsqueda espiritual, estaba muy enfocado y ocupado con mis estudios y todo hubiera seguido así sino fuera porque me pasó algo similar a cuando a empecé mi carrera universitaria. En el 2009 tuve la oportunidad de ver uno de los documentales de Peter Joseph explicando esencialmente de dónde viene y hacia donde va el dinero. Jamás en la vida me lo habían explicado, renacieron mis inquietudes de niño, mis ganas de explicar a la gente, mi profundo deseo de acabar con pobreza de la gente, pero no fue hasta que pasaron los minutos y escuché a Jacque Fresco hablar de este término que muchas veces estuvo en mi cabeza que algo hizo clic en mí: Economía Basada en Recursos.

Me quedé atónito frente a su explicación de los problemas sociales y ante la sencillez de las soluciones propuestas. Como en medicina, resultaba que esta explicación era mucho más sencilla. No era el karma de la gente, ni la ley de la atracción, no era culpa de sus pecados sino que las explicaciones para el sufrimiento, la desigualdad humana, la pobreza, la guerra al fin tenían sentido. Aún siento la emoción de encontrar una respuesta a una pregunta que parecía haberse perdido. La ciencia iluminó mi vida una vez más.

De repente los mensajes espirituales ya no eran lo mismo, ya no estaban llenos de sabiduría sino de proyecciones personales, de repente parecía que los seres humanos habían creado algo que tenía más sentido. Hace poco le decía a una amiga que en esa época me pareció que lo mejor que podían hacer esos espíritus (en caso de existir) era encarnar y ayudar en esta transición, en la aplicación del método científico hacia el bienestar social.

Había más respuestas de las que hubiera imaginado. Descubrí gente alrededor de todo el planeta actuando por un mundo mejor. Empecé a conectarme con esa gente en formas que no puedo describir exactamente, a veces simplemente compartiendo esa sensación de asombro, viendo que alguien se atrevió a pensar distinto, quedando impactado por videos de Jason Silva, enamorado de la pasión de Mark Boyle, envidiando la tenacidad de Marcin Jakubowski, emulando la genialidad de Federico Pistono, charlando con Ben McLeish o Seth Lievense. Lo que pasó sencilamente es que después de muchos años, una vez más me sentí parte de un diálogo global, me sentí incluido, comprendido y acogido.

He pasado mucho tiempo tratando de entender que significa exactamente la espiritualidad, varias personas han demandado que en cierta forma, no debería olvidarla y lo que concluí después de pensar mucho en ello es que aquello que denominamos espiritualidad se compone de dos cosas:

  1. El asombro, la capacidad de quedar impactado por algo, de estar atónito frente a aquello que vivimos.
  2. La necesidad de pertenencia, de sentirse incluido dentro de algo más grande, de estar en armonía con aquello más elevado.

Descubrí entonces que esa espiritualidad jamás se perdió en mí, solo mutó…

Mi capacidad de asombro se alineó con las explicaciones de las 4.000 generaciones que me precedieron y que crearon ese hermoso conjunto de conocimientos que denominamos ciencia, de entender porque los seres humanos sentimos esa necesidad de ayudarnos, de como podemos cultivar la felicidad, dañar menos al ambiente, proveer energía limpia, entender la dinámica del espacio, explorar otros planetas, arreglar esos fallos que el universo dejó en nosotros a modo de enfermedades congénitas, de concentrar más energía en un micro procesador que en todo el sol.

La tecnología es un mecanismo liberador de recursos y como tal puedo explícitamente aportar a mejorar la vida de otras personas y al fin siento que pertenezco a un grupo de gente que no me conoce, que tal vez no habla mi idioma, pero que día a día se esfuerza por conectar, crear, maximizar beneficios, disminuir impacto. Al parecer nos encontramos de camino a algo que sí merece el nombre de civilización. La gente está empezando a conversar de ello cada día más. Siento que esto es contagioso y no puedo dejar de sentir alegría por todo esto que está pasando y quiero/necesito de cualquier manera que sea posible SER PARTE de ese cambio que quiero ver en el mundo.

De repente entiendo a los muertos también, me hablan a través de sus libros, sus palabras resuenan en mis sueños, siento que me conecto con el porvenir y lo predigo porque como dice Peter Diamandis la mejor forma de predecir el futuro es crearlo. Y toda esa espiritualidad termina con un nuevo significado donde vivo el aquí y el ahora. Donde no solo tengo una relación emocional con mi planeta, sino que lo entiendo, donde otros seres humanos son mi familia y donde TÚ eres parte del plan.

El futuro está aún por escribirse, espero hayas traído tu lápiz.