Indefensión

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¿Cómo se sentirían ustedes si un hombre inteligente de repente se transforma en un monstruo? Si esa faceta macabra está fuera de su control y las defensas a mano son inútiles porque no hay nada que supere su uso de la fuerza —y no lo digo en el sentido Jedi—. La palabra que ustedes buscan es impotencia, miedo, desesperanza. Resumido en cuatro sílabas, lo que tienes es indefensión.

Imaginen que se encuentran caminando en son de protesta, como cuando te ponen una mala nota aunque tienes todas las respuestas correctas. Vas caminando a hacer un reclamo y, de repente, te ves rodeado por cinco guardias que amenazan no solo con castigarte sino con dejarte sin carrera —sin familia, sin país—. Imagina que se hace justicia y empiezan a investigar a los guardias pero, al poco tiempo, dejan la decisión final a uno de ellos; ese es el caso de Manuela Picq.

Imagina que tu delito sea izar la bandera frente a la policía que custodia una marcha. No importa de donde seas, teniendo sesenta y un años ¿qué es lo peor que te puede pasar? Pero alguien más piensa que eres importante —una líder— y esa persona no te va a aguantar. Te golpean, te apresan, tu edad y los moretones hacen que la policía te deba llevar al hospital, te diagnostican trombosis venosa y recomiendan reposo absoluto. Tu familia pelea con la autoridad para que no te cambien de ciudad, te llaman a una audiencia y luego la adelantan una semana para que no puedas descansar. Es es el caso de Margoth Escobar.

¿Te indigna? ¿Quieres transmitir tu ira frente a este abuso como los demás? Usas tu cuenta de twitter y opinas, porque además eres periodista y, como dijo Orwell, «periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas». Pero tu empleador piensa que tus opiniones afectan la imagen del diario y El Comercio apenas cambió de dueño, bajo la vigilancia de gente poderosa del Estado. Si quieres quejarte ya no podrás trabajar. Ese es el caso de Martín Pallares.

Asustado, te escondes en tu casa. Como otros, has hablado y seguro también te quieren atrapar. Un volcán explota, el presidente se manda un decreto que le permite usar la fuerza militar, espiar en conversaciones ajenas y entrar en las casas de los demás. Escribe con letras grandes que esto se usará «exclusivamente en la medida y proporción necesarias para enfrentar la emergencia» en todo el territorio nacional. Te hace tragar sus palabras, y luego te va a visitar.

Quisiera que se equivoquen un poco los que dicen que el pasado no volverá. Yo no viví la época de Febrés Cordero y esto es lo más funesto que he vivido hasta hoy.