Mis momentos favoritos de AVATAR: LA LEYENDA DE AANG

La cultura oriental me ha fascinado desde que yo era muy pequeño. Me imagino que tiene algo que ver con que mi papá es un sempiterno fan de Bruce Lee. Cuando se estrenaban sus películas, él hacía fila por horas en los viejos cines de Quito y se quedaba en la sala todo el día para repetir las escenas de artes marciales una y otra vez —esto es impensable para las nuevas generaciones pero hubo un tiempo donde te podías quedar en el cine todo el tiempo que quisieras. Bruce Lee, quien no sólo actuaba en sus películas sino que también ocasionalmente escribía el guión y dirigía las escenas (véase su obra maestra el regreso del dragón), popularizó el cine oriental en Occidente. Y esas películas trajeron algo que acá en la civilización moderna es escaso: misticismo.

Bruce-Lee

Aprender todas las destrezas pero no usarlas. Pelear sólo cuando sea el último recurso. Hay ciertas virtudes que uno inevitablemente iba atando a las túnicas azafrán con que se visten los monjes y a sus cabezas rapadas. El estereotipo fue asentándose aún más en los pliegues de mi cerebro cuando leí las novelas de Lobsang Rampa. A pesar de que las novelas de Cyril Henry Hoskin (el verdadero nombre del autor) han sido reconocidas como un fraude, yo me aproximé a sus libros como un católico se aproxima a la biblia. Las pausadas y alegres descripciones de los paisajes del Tibet y la profunda humanidad de los personajes hicieron que leyera cada uno de los pasajes de estos textos de carácter fantástico autobiográfico con la misma emoción que una bebé descubriendo la relación entre el interruptor y el foco.

Si ustedes le preguntan a un cristiano si realmente cree que hubo una serpiente hablándole a la primera mujer, una gran mayoría les dirá que no. Sin embargo, su fe continuará inquebrantable porque, en el fondo, ellos saben que Dios existe, lo han sentido actuando en sus vidas, incluso cuando no lo pueden definir o explicar. Pues lo mismo me sucedía con el misticismo tibetano, los detalles en el desarrollo de el tercer ojo, por ejemplo, resultan irrelevantes frente a la cosmovisión tibetana que está expresada en esa y otras obras de Rampa. Si alguien quiere explorar estos temas desde una visión menos ahistórica, le recomiendo leer las montañas de Buda del historiador y antropólogo Javier Moro.

Aang, el protagonista de Avatar: the last airbender comparte estos mismos elementos. Es el último miembro de una tribu de nómadas que se crían en templos, creen en la reencarnación, respetan a todas las criaturas vivientes y no usan la violencia, salvo en casos absolutamente necesarios. Incluso enfrentado a difíciles circunstancias, Aang repugna la idea del asesinato. Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, los creadores de la serie, han reconocido que «el budismo y el taoísmo han sido una de nuestras grandes inspiraciones para la concepción sobre el Avatar» (les recomiendo que sigan los blogs de DiMartino y Knoietzko). De hecho, los monjes determinaron que Aang era la reencarnación del Avatar haciéndolo escoger cuatro juguetes entre cientos de réplicas idénticas —un método utilizado, junto con otros signos para determinar la identidad del Dalai Lama en su nueva reencarnación.

En el universo del Avatar existen cuatro naciones, una por cada elemento. Aang es miembro de la nación del Aire, sus compañeros de viaje, Sokka y Katara, son miembros de la tribu agua. Su villano, Zuko, es el príncipe desterrado de la nación del Fuego —que al comenzar la serie han construido un imperio sometiendo a todas las otras naciones— y Toph, otra de las protagonistas es parte del reino Tierra. Así como los miembros de los nómadas Aire contienen elementos del budismo tibetano, cada uno de los elementos tiene características que le hacen propias y, si no has visto la serie, te recomiendo que lo hagas primero. Está disponible en todo Internet en español latino (basta buscar en Google) y también la pueden ver en Netflix. Aquí les dejo el trailer:

(A continuación, voy a describir mis momentos favoritos de la serie así que si no quieren enterarse de la trama, es mejor que dejen de leer en este momento).

Los mejores momentos de la serie

1) Cuando Aang se encuentra sobre el león-tortuga gigante: Antes de enfrentarse al Señor del Fuego, Aang se encuentra confundido porque piensa que matar a su enemigo significa traicionar las enseñanzas de los monjes: toda vida es sagrada y, como tal, debe ser respetada. Durante la noche, termina nadando sonámbulo hasta una isla donde empieza a meditar para hablar con sus vidas pasadas. Aang siente que ninguno de sus predecesores entiende el predicamento en el que se encuentra hasta que habla con otra maestra aire, Avatar Yangchen. «Los monjes me enseñaron que debo separarme del mundo para que mi espíritu sea libre». Yangchen le dice que muchos nómadas aire se han separado del mundo y alcanzado la iluminación espiritual «pero el avatar jamás podrá hacerlo porque su único deber es con el mundo (…) tu deber te obliga a sacrificar tus propias necesidades espirituales y hacer lo que sea necesario para proteger el mundo», le dice.

Este momento es esencial porque simboliza la realidad humana de frente a la espiritualidad. Sin la muerte, nuestra propia existencia es interdepediente del mundo que conocemos, las personas que amamos, y la justicia que estos merecen. Si bien uno puede encontrar felicidad, y sobretodo paz, al apartarse de los apegos —esa es la base de la doctrina budista— ese nirvana es insignificante si el mundo está aún en sufrimiento. No puede haber iluminación individual.

2) Cuando Zuko se enfrenta a su padre: Durante el eclipse solar, una pequeña armada comandada por Aang se dirige a la capital de la nación del fuego para acabar con Ozai. Este, habiendo sido informado, se encuentra en un búnker secreto tomando té cuando es interrumpido por su hijo Zuko. Antes de continuar, hay algo que deben saber. En el pasado, Zuko opinó en el consejo de guerra de su padre en contra de unos generales. Fue retado a duelo y acepto, pero cuando se encontraba en el ring descubrió que no enfrentaría al general, sino a su padre. Ozai marcó a Zuko de por vida —le hizo una cicatriz en el ojo— y lo desterró. Zuko ha buscado el perdón de su padre desde ese entonces y lo consiguió porque Azula, su hermana, le dijo al padre de ambos que Zuko había matado al Avatar.

Tras enterarse de la verdad, que el Avatar estaba vivo, Ozai le ordena a Zuko que lo deje. Y entonces él responde: «eso es la otra cosa que vine a decirte, ya no voy a obedecer tus órdenes (…) Durante mucho tiempo, lo único que quise fue que me ames, que me aceptes. Pensé que lo que quería era mi honor, pero realmente sólo trataba de complacerte. A ti, mi padre, quien me desterró solo por hablar fuera de tiempo. A ti, mi padre, que me retó a un duelo cuando tenía solamente trece años. ¿Cómo puedes justificar un duelo con un niño?» «Era para enseñarte respeto» «¡Fue cruel y estuvo mal!» «Entonces no has aprendido nada» «No, lo aprendí todo».

¿Por qué este diálogo es tan importante? Primero porque representa un giro de ciento ochenta grados respecto al personaje que hasta entonces había sido la antítesis de Aang. Lo más importante, esta evolución del personaje sucede frente al señor del fuego. Ozai es más que el padre de Zuko, es la cabeza visible del imperio que existe en la Tierra, es la representación de la autoridad, el orden, la ley, el «porque las cosas siempre han sido así». Uno puede imaginar a Zuko como la representación del ser humano que quiere cambiar las cosas y fracasa porque la vida le golpea demasiado fuerte, pero que a pesar de esos golpes (o quizá por ellos) ha logrado ver más allá. El mundo no está para ser obedecido, sino para ser subvertido: «Hemos creado una era de miedo en el mundo y si no queremos que el mundo se destruya a sí mismo, necesitamos reemplazarla con una era de paz y amabilidad». Zuko deja a su padre y le dice que se unirá al Avatar y le ayudará a derrotarlo.

3) Cuando Iroh perdona a Zuko: Iroh, el tío de Zuko, ha sido su mentor durante el exilio. Ha sido, en palabras del sobrino, su «verdadero padre». Sin embargo, cuando se le presentó la oportunidad, Zuko lo traicionó para atrapar a Aang y obtener el perdón de Ozai. Iroh fue entonces capturado y encerrado en prisión. Tiempo después, tras haberse enfrentado a su padre y unido al Avatar, Zuko encuentra a su tío y le empieza a pedir perdón. Zuko expresa su arrepentimiento y vergüenza, empieza a derramar lágrimas y a decir «no sé cómo voy a recompensarte por esto —la música de fondo aumenta su intensidad— pero yo…» Iroh lo interrumpe rodeándolo con sus brazos. «¿Cómo me puedes perdonar tan fácilmente?—dice Zuko con una mirada confusa— Pensé que estarías muy enojado conmigo»

«Nunca estuve enojado contigo, estaba triste porque temía que hayas perdido tu camino» «Sí lo había perdido» «Pero lo encontraste otra vez, y lo hiciste por ti mismo, y estoy tan feliz de que hayas encontrado tu camino aquí».

Creo que la construcción de la escena, la iluminación, la música, todos contribuyen a construir una experiencia altamente emotiva que toca nuestros arrepentimientos más profundos. Esos por lo que, pensamos, no merecer perdón… pero sí.