Desde que soy niño tuve algunas frustraciones con la bicicleta. La primera fue cuando me robaron mi primaxi roja (de la que estaba muy orgulloso), la segunda ser el más inútil de los primos al usarla, otra más actual es escuchar historias sobre las aventuras que tuvieron de las que yo no tengo memoria. Obviamente, no estaba ahí. No poder bajar más de una grada y más recientemente la más grande de las frustraciones era no usarla.
Hace más de cuatro años me había comprado una bicicleta verde en el megamaxi con una total falta de criterio, al querer mezclar mi curiosidad por aprender trucos como los que hacen en el parque La Carolina y tener una bici de montaña, terminé comprando una cosa verde que no servía para ninguna de las dos cosas.
No fue hasta hace unos pocos meses cuando mi tío me regaló su bicicleta que empecé a desempolvar mis rodillas, aquí otro reconocimiento a la incansable labor de tantos otros ciclistas capitalinos y ecuatorianos porque de no ser por el sistema BiciQ tampoco me hubiera engolosinado tanto.
Ahora he ido al trabajo y casi regresado a mi casa en bici. Me he paseado por el ciclopaseo muy seguido, he venido desde la tribuna del sur a la cruz del papa, me he llenado de lodo en el Metropolitano y hoy pedaleé 10 kilómetros en el chaquiñan de Cumbayá. Ahora si manejo el auto, pienso cuál es la mejor línea (ups) me emocionan las irregularidades porque siento que las voy a saltar, espero con ansias que vuelva a tener la oportunidad de ciclear cada día porque simplemente soy feliz.
¡Ir en bici es genial!