Hoy estaba caminando por el parque y descubrí estos lentes, los vidrios miraban al suelo. La última persona con la que me topé camino allá fue un anciano y esto me hizo pensar que tal vez él, o algún contemporáneo suyo, olvidó los lentes en el parque. Todo —la banca, el desgaste del cristalino, la desmemoria, la soledad— fue un profundo testimonio de lo que nos hace la vejez. Se me escapó el aire en un suspiro. Me senté al borde imaginando cómo el viejo (un yo futuro) se quitaba los lentes y los abandonaba involuntariamente. Experimenté eso opuesto al saudade.