Enseño teoría y práctica de redes sociales en la Universidad de Nueva York y soy activista del movimiento por la cultura libre; en otras palabras, es poco probable que alguien como yo censure Internet. Sin embargo, acabo de pedir a mis estudiantes que no usen computadoras portátiles, tabletas ni celulares en clase.
Llegué tarde y de mala gana a esta decisión: Doy clases sobre Internet desde 1998, y generalmente he tenido una actitud de laissez-faire hacia el uso de la tecnología en el aula. El tema de mis clases hacía que el uso de la tecnología pareciera algo orgánico, y cuando el uso de dispositivos iba bien, todo era perfecto. Además estaba el aspecto competitivo: mi trabajo es ser más interesante que cualquier posible distracción, por lo que una prohibición parecía una trampa. Por último, no quería infantilizar a mis estudiantes, que son adultos, incluso si son jóvenes: la gestión de su tiempo es su trabajo, no el mío.
A pesar de esto, los efectos de mi decisión de permitir el uso de la tecnología en clase empeoraron con el tiempo. El nivel de distracción en mis clases parecía crecer, a pesar de que era el mismo profesor y en su mayoría el mismo conjunto de temas, enseñado a un grupo de estudiantes seleccionados utilizando aproximadamente los mismos criterios cada año. El cambio parecía correlacionarse más con la creciente ubicuidad y utilidad de los dispositivos, y no con cualquier cambio en mí, en los estudiantes o en el resto de la interacción en el aula.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que pedir a todos que guarden sus dispositivos por alguna buena razón, tiene el mismo efecto que dejar entrar aire fresco a la habitación. La conversación se ilumina y (más recientemente) también hay una sensación de alivio en muchos de los estudiantes. Hacer muchas tareas a la vez agota al cerebro: que alguien nos pida detenernos, puede ser recibido como un gran favor.
Así que este año, pasé de recomendar dejar de lado las laptops y celulares a requerirlo; y a agregar esto a las reglas de la clase: «Mantén la concentración. (No hay dispositivos en la clase, a menos que la tarea lo requiera)».
He aquí por qué finalmente cambié de ‘permitido a menos que se solicite’ a ‘prohibido a menos que se requiera’
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Sabemos desde hace tiempo que la multitarea empeora la calidad del trabajo cognitivo y castiga especialmente el tipo de trabajo cognitivo que hacemos a los estudiantes universitarios .
La multitarea no degrada significativamente el rendimiento inmediato pero puede tener efectos negativos a largo plazo en la «memoria declarativa» , el tipo de recuerdo que permite a las personas caracterizar y usar lo que aprendieron en estudios previos. La multitarea hace que el famoso «lo aprendí el día antes de la prueba, lo olvidé al día siguiente» tenga un efecto aún más pernicioso.
La gente a menudo comienza a realizar múltiples tareas porque creen que les ayudará a hacer más cosas; esas ganancias nunca se materializan. En cambio, la eficiencia se degrada. Pero hacer muchas cosas sí proporciona otro tipo de premio, la gratificación emocional: La multitarea integra al placer de la postergación dentro del período de trabajo. Este efecto secundario es suficiente para mantener a las personas comprometidas con la multitarea a pesar de que hacer muchas a la vez empeora lo que se proponen mejorar.
La multitarea tampoco desarrolla tu destreza de cambiar de una actividad a otra. Un estudio de Stanford concluyó que aquellas personas que están muy acostumbradas a hacer varias cosas a la vez son pésimo al elegir en qué tarea enfocarse. («Aspiran a lo irrelevante», dijo Cliff Nass, uno de los investigadores). Los multitareas a menudo piensan que son como ratas de gimnasio, aumentando su capacidad para hacer malabares con las tareas, cuando de hecho son como alcohólicos, degradando su habilidades a través del consumo excesivo.
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Las computadoras portátiles, las tabletas y los celulares empeoran progresivamente el problema; es aquí donde se libra la batalla diaria entre atención y distracción. Todo diseñador de software debe ser tan sugestivo como sea posible, a fin de competir con otros servicios similares. Este problema es especialmente grave en las redes sociales, donde la información social es inmediata y emocionalmente atractiva. La forma y el contenido de una actualización de Facebook son casi irresistibles, especialmente en comparación con el duro trabajo de clase. «Tu antiguo amante te etiquetó en una foto» vs. «La guerra de Crimea fue el primer conflicto afectado significativamente por el uso del telégrafo», ¿notan la diferencia?
Peor aún, los diseñadores de sistemas operativos viven de traficar armas para las empresas de redes sociales. Pitidos, vibraciones, notificaciones e íconos. Las interfaces actuales proporcionan una extraordinaria variedad de dispositivos que llaman la atención, con énfasis en «llaman». Los seres humanos son incapaces de ignorar información nueva y sorprendente en nuestro campo visual, un efecto que es más fuerte cuando la señal visual está ligeramente arriba y a lado del área en la que nos estamos enfocando ¿Entiendes ahora por qué la mayoría de notificaciones aparecen en la esquina superior derecha de tu pantalla?
La forma y el contenido de una actualización de Facebook puede ser casi irresistible, pero cuando se combina con una alerta visual en tu visión periférica inmediata es realmente, biológicamente, literalmente, imposible de resistir. Nuestros sistemas visuales y emocionales son más rápidos y más poderosos que nuestro intelecto; tendemos a responder automáticamente cuando cualquiera de los sistemas recibe un estímulo, no se diga ambos. Pedir a un estudiante que se mantenga concentrado mientras tiene alertas es como pedirle a un jugador de ajedrez que se concentre mientras golpeamos sus nudillos con una regla a intervalos impredecibles.
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La metáfora de Jonathan Haidt sobre el elefante y el jinete es útil aquí.En la narración de Haidt, la mente es como un elefante (las emociones) con un jinete (el intelecto) en la parte superior. El jinete puede ver y planificar el futuro, pero el elefante es mucho más poderoso. A veces el jinete y el elefante trabajan juntos (lo ideal en el aula), pero si entran en conflicto, el elefante generalmente gana.
Después de leer a Haidt, dejé de pensar en los estudiantes como personas que simplemente toman la decisión de prestar atención y comencé a pensar en ellos como personas que intentan prestar atención pero que tienen que competir con varias influencias, la mayor de las cuales es su propia propensión hacia la reacción involuntaria y emocional. Esto es aún más difícil para los jóvenes: el elefante es tan fuerte, el jinete sigue siendo un novato.
Cuando se considera a la enseñanza como una lucha compartida, la naturaleza del aula cambia. Ya no soy yo quien les exige que se concentren; somos ellos y yo trabajando juntos para defender a su precioso enfoque de distracciones externas. Tengo un aula llena de jinetes y elefantes, pero estoy tratando de enseñarles a los jinetes.
Y mientras lo hago, ¿quién está susurrando a los elefantes? Facebook, Wechat, Twitter, Instagram, Whatsapp, Snapchat, Tumblr, Pinterest… incitados por los diseñadores de Mac, iOS, Windows y Android. En el aula, soy yo en contra de un ejército brillante y bien financiado. Estos diseñadores e ingenieros tienen todos los incentivos para captar la mayor atención posible de mis estudiantes, independientemente del compromiso que esos estudiantes puedan haber tenido conmigo o con ellos mismos respecto a cumplir con las tareas.
Las computadoras no son fuentes inherentes de distracción, por supuesto. De hecho, pueden ser potentes motores de enfoque. Cualquiera que haya leído algo sobre programación, estará familiarizado con historias de personas que empiezan a programar un día y se clavan tanto en eso que pierden la noción del tiempo, olvidando comer o dormir. Pero las computadoras de estos días (donde se incluyen tabletas y celulares) han sido diseñados para distraer, porque la atención es la sustancia que hace que el consumidor navegue por Internet.
El hecho de que el hardware y el software se diseñen profesionalmente para distraer fue lo primero que me hizo querer exigir a los estudiantes (más que simplemente sugerirles) que no usen dispositivos en clase. En la actualidad, hay algunos movimientos contrarios en la industria: software que controla su pantalla para ocultar distracciones, software que le impide iniciar sesión en ciertos sitios o usar Internet, teléfonos con opciones de No molestar, pero por el momento estas son acciones de retaguardia. La industria se ha comprometido con una carrera de armamentos para llamar la atención de mis estudiantes, y si estoy en contra de Facebook y Apple, yo pierdo.
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La gota que derramó el vaso, la que me inclinó con firmeza al campo de «Sin dispositivos en clase», fue esta: las pantallas generan distracción de una manera similar al humo de segunda mano. Un documento con el título contundente La multitarea en el portátil dificulta el aprendizaje en el aula tanto para los usuarios como para los compañeros cercanos lo dice todo:
Encontramos que los participantes que realizaron múltiples tareas en una computadora portátil durante una conferencia obtuvieron una calificación más baja en una prueba en comparación con aquellos que no realizaron varias tareas, y los participantes que veían directamente a un compañero multitarea obtuvieron calificaciones más bajas en comparación con los que no. Los resultados demuestran que la multitarea en una computadora portátil representa una distracción significativa tanto para los usuarios como para sus compañeros y puede ser perjudicial para la comprensión del contenido de la clase.
Durante años vi como la investigación básica sobre la multitarea se apilaba. Para cualquiera que intente pensar profundamente (nuestro especialidad de la casa aquí en la universidad) sobre el uso del dispositivo en clase, tendía a verlo como algo negativo. Sin embargo, incluso con ese consenso, me era posible imaginar que la mejor manera de manejar la cuestión era contarles a los estudiantes acerca de la investigación, y dejar que ellos tomaran sus propias decisiones. Pero este efecto en los «pares cercanos» tritura ese razonamiento. No se debe tomar una actitud de laissez-faire cuando esta degrada la capacidad social de enfoque. Permitir el uso de la computadora portátil en clase es como permitir el uso de amplificadores de música en clase: permite que cada persona elija degradar la experiencia de quienes la rodean.
Los grupos experimentan el problema del jinete y elefante, mejor descrito por Wilfred Bion en un libro influyente aunque curiosamente escrito: Experiencias en grupos . Bion, que practicaba terapia grupal, observó cómo sus pacientes coordinaban inconscientemente sus acciones para boicotear el objetivo de la terapia. La estructura de una clase tiene esta misma tensión. Todos tienen un incentivo para que la clase sea lo más atractiva posible; aunque esto a menudo signifique esperar para hablar mientras oyes a otras personas luchar con pensamientos a medio formar; ese es el proceso por el cual la gente se las arregla para manejar el choque de ideas. Sin embargo, en contra de ese valor a largo plazo, cada miembro tiene un incentivo para no participar, aunque solo sea momentáneamente. Una mínima pérdida de concentración puede convertirse en una bola de nieve, el impulso de revisar Whatsapp rápidamente y luego guardar el teléfono, lleva a un único mensaje que necesita una respuesta en ese momento, y luego: «Espera! q mismo pasó anoche???«
Habrá gente que diga que «Los estudiantes siempre se han pasado papelitos en clase», pero las notas no contenían video y no podían llegar desde cualquier lugar del mundo a 10 megabits por segundo.
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Tengo la buena fortuna de enseñar en ciudades aprovisionadas con abundantes oportunidades para distraerse. Si yo tuviera 19 años y estuviese planeando un día ideal en Shanghai, no pondría «escucha a un viejo hablar durante una hora» en mi lista de prioridades. Sin embargo, la universidad contiene ejercicios diarios de gratificación retrasada. Discutir la cultura de la imprenta europea temprana nunca superará a cantar en el karaoke con tus amigos en una pelea directa, pero a la larga, remedar en un nivel aceptable la forma de cantar de Shakira será menos útil que entender cómo se desarrollan las revoluciones de los medios.
Cualquier persona distraída en clase no solo se pierde el contenido de la discusión, sino que también crea una sensación de que excluirse de la clase está bien y, lo que es peor, crea una neblina de distracción de segunda mano para sus compañeros. En un entorno como este, los estudiantes necesitan del apoyo de sus mejores ángeles: necesitan defensas contra incentivos poderosos a corto plazo para posponer tareas complejas y frustrantes. Ese apoyo y esas defensas no ocurren solas, y no están limitadas a elecciones individuales. Son proporcionados por la estructura social, y esa estructura es proporcionada desproporcionadamente por el profesor, especialmente durante las primeras semanas de clase.
Este es, para mí, el mayor cambio, no un cambio en las reglas, sino un cambio en cómo veo mi función. Los profesores somos tan malos al estimar lo interesantes que somos como los estudiantes al estimar su capacidad de concentración. En lugar de percibir mis acciones bajo modelos opuestos de enseñanza-aprendizaje (tanto de forma negativa: «¡concéntrate o pierde!» como positiva: «¡Déjenme atraer tu atención!»), voy a ver al enfoque del estudiante como un proceso colaborativo. Son ellos y yo creando una clase donde los estudiantes que quieren concentrarse tendrán la mejor oportunidad de lograrlo, en un mundo cada vez más hostil a ese objetivo.
Algunos de los estudiantes seguirán optando por no participar (lo que sigue siendo su prerrogativa y tendrán sus razones), pero si quiero ayudar a los que sí quieren prestar atención, he decidido que es hora de admitir que traigo marcadores y borrador a una pelea con tecnología de punta, y debo actuar en consecuencia.
Notas:
Esta traducción adaptada es una obra derivada de «Why I Just Asked My Students To Put Their Laptops Away» de Clay Shirky, originalmente publicada bajo una licencia CC-BY 4.0 Internacional.
La imagen destacada «Clay Shirky«, de Jarle Naustvik, fue compartida bajo los términos de la misma licencia.
One thought on “Clay Shirky: Por qué pido a mis estudiantes que guarden sus celulares”
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