Campus Party Quito – día 1

Aunque técnicamente el campus party Quito fue estrenado el día de ayer, las actividades, charlas, talleres y conferencias comenzaron el día de hoy. Me encantaría contarles cómo arrancaron pero lastimosamente hubo más de un problema con identificaciones, registros, tarjetas, filas y finalmente demoré más de una hora en entrar solamente con un pase que no era el mío. Hay mala organización y cierto trato displicente.

Una vez que entras es fácil olvidarse de eso, hay miles de cables de red con velocidad de 6 Gbps — o eso dice la etiqueta, el test de velocidad arroja 8.1 MB/s de bajada y 3.7 MB/s de subida — por lo pronto no me he topado con ninguna página filtrada y puedo usar TOR normalmente, incluso POND funciona bien.

La primera charla que quería escuchar era «Mitos sobre el emprendimiento social» de Michelle Carpenter pero debo confesar que me desmotivó haber llegado tarde y empezar con el mito número cuatro. Espero poder escuchar toda la charla en una siguiente ocasión. He hablado en público varias veces y personalmente pienso que escuchar una charla desde la mitad es como querer enjabonarse con la ropa puesta, el presentador diseña una experiencia que uno debe seguir de inicio a fin. El discurso ha mutado mucho, veo cada vez más presentes los temas de descentralización, seguridad y privacidad pero también hay muchísima gente usando windows mayormente para ver Facebook. Se me cruzó por la cabeza que si tengo un hijo prefiero verlo «perder el tiempo» en un videojuego que en Facebook.

Aterricé en una charla tras leer unos tuits de la cuenta oficial del campus sobre la naturaleza del dinero ¿era gente del banco central? Me acerqué a la zona de cultura digital y resulta que estaban hablando de Bitcoin.

BIT = Binary Digit > Dígito Binario
COIN = Moneda

Bitcoin es una moneda criptográfica que, a diferencia de la mayoría de monedas circulantes, no aumenta en número, solamente en valor. No es producida por bancos sino que es «minada» a través de procesadores. A diferencia del dólar, donde el respaldo de la moneda es la fe que la gente tiene en el emisor (la Reserva Federal de Estados Unidos), sus mercados, armas y política; bitcoin se basa en la confianza que la gente tiene en el algoritmo. Esa es la idea básica de todas las criptomonedas. Cada una tiene un algoritmo distinto y en eso consiste su gran diversidad.

Imagino que en el futuro hipotético donde la gente es educada, se podrán establecer nuevos programas económicos enteros a base de algoritmos. Será muy divertido tener una economía de código abierto, donde las externalidades serán muy evidentes para quien sabe programación. En ese futuro hipotético, todos deberían saber programar.

Tengo issues con bitcoin. Sobretodo porque está pésimamente distribuido (el 0,71% de los usuarios posee el 55% de los bitcoins) y porque es vendido como una utopía de grandes alcances, ciertamente tiene potencial pero tengo la percepción que todavía necesitamos más ciencia de la contracultura al respecto. Cuando inventen algo similar a bitcoin donde la capacidad de minado esté relacionado a la cantidad de ADN humano que posees, o al número de procesos neuronales en tu cerebro, a la información que aportas al desarrollo de la cultura… me está haciendo mal el campus party. En fin, es bueno imaginar.

Luego casi asistí a la conferencia de Efrén Guerrero sobre derechos humanos e Internet (siempre con mayúscula). Casi asistí porque la conexión wifi establecida mediante un iPad cayó por tres ocasiones y como la tercera es la vencida… Hubiera sido muy bueno que Efrén esté personalmente para explicar su tema :/

De camino acá, escuchaba una entrevista a Dolors Reig quien ahora mismo se encuentra en el escenario principal. Comí un combo mixto y me senté a escribir este post. A mi alrededor, sólo 2 parejas conversan y todos los demás estamos absortos en lo que pasa frente a nuestras pantallas. No obstante me he encontrado con muchos amigos por aquí. Seguiremos informando…

El miedo al bullying como vía al desarrollo

La renuncia del Secretario Nacional de Planificación y Desarrollo no fue sorpresa sino la cereza del pastel tras su disposición irrevocable del uso obligatorio del transporte público masivo para los ministros y asambleístas. En el país había una mezcla de picardía y ¿esperanza? Ahora que la gente en el poder debía pasar junto a ellos todo el tiempo. Algunos incluso viajarían los fines de semana en los buses interprovinciales, habría la oportunidad de decirles las cosas en la cara, todos los días, de clavarles la mirada cuando hayan levantado la mano sin pensarlo.

«¡Para que usen las súper-carreteras!», decía don Medardo con ironía, mientras chocaba la botella de cerveza con otros choferes en el paradero de Tandapi. El alcalde de Quito estaba preocupado,  ya tenía suficientes roces con el oficialismo como para ahora tener que ahondar esas diferencias por el servicio de trolebús o de ecovía. ¿Aumentar la seguridad sería bien percibido? ¿se quejarían del tráfico matutino? Pero nadie temblaba como los asambleístas, que pasaban de una vida con comodidades de gánster a ser uno más del pueblo. Decían tener el respaldo de la inmensa mayoría pero les aterraba la idea, el partido de gobierno analizaba la posibilidad de enviar a los afiliados como guardaespaldas encubiertos, pero luego descubrieron que aunque podían darse el lujo de hacerlo ocasionalmente, el gasto diario pronto los quebraría, aunque tuvieran el 5% del salario de sus empleados públicos.

El ministro de telecomunicaciones le solicitó en televisión pública al presidente retirar la disposición de quedarse con el 12% de las utilidades de los empleados de empresas de telecomunicaciones y casi inmediatamente el secretario del Buen Vivir pidió un reajuste del presupuesto de su cartera de Estado para mejorar el transporte público. Había miedo al bullying.

La medida había excluido al Presidente de la República y nadie sabía por qué. ¿Querían medir cuál miedo era más poderoso? ¿Necesitaban un diálogo público generado por la nueva condición socioeconómica de los transportados? Algunos ministros renunciaron, había terna de dónde elegir pero los candidatos declinaban, el gremio de conductores de autobús ofrecía postulantes en comunicados públicos que no escatimaban en ironía.

El mercado de bienes raíces cercano a las dependencias del Estado estaba en su apogeo, también florecieron las consultoras que realizaban manejo de crisis. El personal del CNE leía con resignación:

Aplicando el principio de igualdad, se ha decidido que las y los servidores públicos del Consejo Nacional Electoral también deberán usar de forma obligatoria la transportación pública masiva.

La gente pedía reelección.

Censura previa

No importa mucho cómo, el asunto es que me di cuenta que tenía una oportunidad única y la estaba desperdiciando. Tenía a mi lado al presidente de la república y pensé: ¿Qué debo decirle? Siempre criticas a la gente por tener la oportunidad de haber dicho algo importante y haberse perdido en el momento.

— Señor presidente, hay algo que quería decirle.

— Sí dígame — me responde mientras me adelanta con paso acelerado.

— Espere, me gustaría — le digo mientras lo tomo del brazo — que fuéramos por este lugar más tranquilo, porque lo que le quiero decir es importante.

El presidente accede mientras camina lentamente con esa frente arrugada que caracteriza a sus momentos de seriedad. Claro que es muy serio lo que le tengo que decir, cualquier cosa que le diga al presidente debe ser seria, el problema es que ahora mismo no se me ocurre nada. Tengo que pensar rápido ¿por dónde empezar? ¿qué es lo que podría llamar su atención y conducir a lo que realmente le quiero decir?

— Señor, la gente está muy molesta — empiezo a balbucear no muy seguro de lo que realmente le quiero decir, no puedo decir TOTALITARISMO, perdería mi oportunidad — le molesta mucho todos los impuestos.

— Pero…

— Yo sé que el Estado está justamente para eso, pero la gente no lo sabe, pero creo que debería…

De repente, me despierto. Un poco molesto por darme cuenta que mi genio creativo más profundo no pudo articular adecuadamente en el momento preciso, pero también burlándome un poco de lo ingenuo que puede parecer pensar que él no sabía que estaba siendo impopular, que las medidas que estaba tomando se veían desastrosas. De repente, me invade otro pensamiento, como si el sueño no hubiera terminado.

El presidente anuncia por cadena nacional que ha reflexionado y concluido que en un país en democracia no se puede tomar decisiones que afectarán a todas las personas desde una oficina cerrada. «Haremos una consulta popular, a pesar de los costos que esto representa, para preguntar a la gente sobre la explotación del campo ITT, en la consulta también preguntaremos sobre la enmienda constitucional, para que todas y todos los ecuatorianos se manifiesten sobre el futuro de la patria»,

Fue bonito imaginar por un momento que el presidente pedía a sus equipos de trabajo que realizaran una explicación detallada y en lenguaje sencillo sobre los retos que enfrenta la economía ecuatoriana y lo que lo impulsó a explotar el ITT. Y entonces, cuando quise pensar una analogía para las reformas constitucionales me reí de mí mismo ¿en qué cabeza cabe que alguien que propone reelección indefinida, centralización del presupuesto, entre tantas otras cosas, pensaría en una consulta popular? José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, dijo que las reformas propuestas «facilitarían que el gobierno aplique restricciones arbitrarias a medios de comunicación y utilice habitualmente a militares en operativos de seguridad pública, y al mismo tiempo dificultarían que los ciudadanos puedan presentar denuncias judiciales en casos de abusos».

Quise describir mi experiencia inmediatamente, me contuve… ¿Era ilegal? Con el reciente aprobado código penal se tipificaban como delitos insultos en redes sociales ¿cómo lo iba a tomar el presidente? Bueno, seguramente no lo leería. Pero claramente señaló ayer que quien lo llame fascista debe probarlo sino ¿vas preso? Y lo que estoy escribiendo ¿podría ser considerado como una acusación de intento de una dictadura blanda institucionalizada? Censura previa.

Si yo pienso así ¿qué pensarán los periodistas? Eso explica porque las salas de redacción ahora tienen igual número de editores que de abogados.

Me asusto de ese miedo. Me horroriza la posibilidad de que eso sea permanente. Escribo.

MicroQuito

El MicroQuito fue alguna vez un concurso de microcuentos, una iniciativa privada con fondos públicos que no sé que pasó, pero finalmente ni dijeron que se canceló ni anunciaron ganadores. Era prohibido pues, publicar los cuentos en algún lado si uno quería ganar, y yo sí quería. Aquí mis 4 submissions sin algún orden en particular:

 

Caballeros

Yo hurgando en el baúl del sótano: Trompos, piolas, canicas, una pelota nacional, dos estampillas. Con cuidado remuevo las cartas, los candelabros (dejo los pedazos de cera), una tapa de orangine y al fondo una pieza algo vetusta que huele raro. Desempolvo el poncho del abuelo… ¡Pecado! Las motas se reordenan y su fantasma me reclama que la urbe le ha subido las faldas al Pichincha.

En mis tiempos eramos más caballeros guambrito”

Pobre abuelito, si supiera que bajo esas faldas anda ahora la perforadora del túnel para el metro…

¡Ya subo mami!

Quito

Palomas de mierda, o viceversa.

El abuelito que vino del futuro quitópico

En Cruz Loma, ahí donde está ese teleférico, tenemos la estación de trenes maglev, aprovechando la gravedad y la altura uno puede viajar lejos. Tababela se usa ahora como granja de viento para dar energía a las plantas de reciclaje en Zambiza. La comida se hace en torres enormes de hidroponía, y ahí mismo la distribuyen, lo que más sale son los cevichochos… Brilla el machángara

Eso sí, no tengo plata. Ya nadie tiene, sino cómo.

Bicentenario

Y cuando desperté, el aeropuerto todavía estaba allí.

Tacos y zapatos de suela

La fiesta

¿Les ha pasado que se encuentran observando la hermosa arquitectura interior de una casa por el simple hecho de que están realmente aburridos? Así estaba yo en la fiesta de gala ofrecida por el viceministro con ocasión de la firma de un convenio suscrito en días recientes. El techo barnizado hacía juego con las lámparas de bronce, un techo alto y en capas. Las paredes eran blancas y les tocaba cuadros en proporción 1:1. Los marcos amplios, las escenas eran personas en una amena charla, usualmente sonreían, tenían vino en la mano y una mujer en el centro. ¿Así eran? Sólo recuerdo ese cuadro, era cautivador… el vestido blanco movido por el viento, el sombrero. Delante del óleo se ubicaban figuras con una elegancia menos vívida, más ceremoniosa, trajes de terno y vestidos oscuros. Tacos y zapatos de suela.

Curioso como todos parecen perfectamente cómodos con la ocasión aunque la mayoría te dice discretamente que odia este tipo de reuniones. En una esquina, junto al vicepresidente y sus primos se encuentra el germano-ecuatoriano, con barba tipo candado, gel en el cabello, y una copa de champagne en la mano. Me molesta verlo, a Rafael también, le dice «el Greenwald malo», los abogados pueden llegar a ser terribles, lo peor es que su curriculum enamora. No me quiero hacer mala sangre, sé que debe tener buenas intenciones, cuantas veces me he equivocado vehementemente.

En casa

Repaso los hechos del día, giro un poco la llave para dejar que el agua helada caiga sobre mí. El dolor de espalda me mata, la tristeza me mata, menudo suspiro. Tomo la toalla e intento sacudirme esas preocupaciones que no parecen agarrarse a ninguna idea en concreto, enciendo un cigarro.

Las preferencias arancelarias representan una gran oportunidad para…

¿Será que se lo cree? O escribieron otro boletín  por la mera obligación casi contractual de pensar lo que todo el mundo. Sigo leyendo el correo:

El impacto que tendrá sobre el empleo la no firma de este acuerdo…

¿Y la firma? ¿Y eso de que Ecuador no puede decidir qué comprar? ¿Competir con el mercado agrícola más subvencionado? ¿Dejar entrar a las semillas diseñadas con lo que sea más monopolio? Repaso la reunión, no soy el único que alteró la geometría de su rostro.

La oficina

El chuchaqui.

Nota aclaratoria: todo es ficticio, menos lo del acuerdo comercial.