Me llegó un correo de Somos Más. Me pide que lea un artículo de Daniel Bravo titulado «La confusión de los que están de «luto»», dice así:
Acabo de pasar con mi carro por la tribuna de los Shyris y uno de los protestantes pedía a los conductores que piten (en señal de protesta). Mientras me le acercaba, me quedó viendo y al percatarse que yo no pitaba, me hizo “yuca” y me gritó RAAATA!! Sonreí y me dije a mi mismo una vez más: Daniel, estás del lado correcto.
No he ido un sólo día a las marchas, me invitaron como a todos los servidores públicos pero no fui. Pero en todo caso tengo amigos que están en ambos «lados» y todos están en lo correcto, Daniel. Están en lo correcto porque la política democrática no es una cuestión de lateralidad, sino de acciones basadas en diálogo. El único equivocado —en ese juego de gobernarnos los unos a los otros— es el que no escucha. Mal por el que te insulta, sí. Pero también mal por el que dice que no hay «nada de que arrepentirse», el que anuncia que no se dará «ni un paso atrás». ¿Estás del lado correcto, David?
De los gritos que alcancé a escuchar, la mayoría eran insultos en contra del Presidente y en contra de los servidores públicos que ellos llaman peyorativamente: borregos o sanducheros.
A mí me hicieron una broma hoy, estábamos en el desayuno familiar por el día del padre y me preguntaron si yo iba a poner los sanduchitos. No es justo que uno tenga esa fama y, como tú, no he hecho nada para merecerla. Pero he visto que se reparten sánduches en las marchas. Fredy Lobato, quien aportaba con su diezmo político a Alianza País, lo denunció en un tuit. Su programa de radio en Radio Pública de Ecuador salió del aire esa misma semana. ¿Borrego? Nunca me lo han dicho, pero entiendo la inconformidad de la gente con sus mandantes, no necesariamente con el servidor público de a pie, sino con asambleístas que dicen estar atadas de manos por orden del presidente. Por la forma en que el Consejo Nacional Electoral y la Corte Constitucional anulan cualquier pedido de consulta popular o revocatoria, ahora que los niveles de popularidad del presidente han bajado. Por los procesos legales donde las instituciones del Estado son juez y parte, entendería si alguien que me identifique con el Estado me dice «borrego». No todos estamos en ese costal, pero habrá que demostrarlo con actos ¿no es verdad?
Actitudes como estas se repiten todos los días en las calles y en las redes sociales.
Las redes son un hervidero de violencia. Desde ambos lados —el correcto y el correcto— ha asomado gente inescrupulosa a insultar, perseguir e insultar. Seguramente lo has experimentado o conoces a alguien que lo ha hecho. A mí también me han hecho lo mismo, en una ocasión el ministro del interior quiso asociar un pedido de respetar el debido proceso que le hice con lo que le salió de la barriga. En otra ocasión, el editor del diario público financiado mediante mis impuestos me acusó de sanduchero y borrego. Estoy de acuerdo contigo en que esto no debe ser así.
Me pregunto si esos agresores conocerán a todos los 400.000 servidores públicos, incluidos a los médicos que curan sus enfermedades, a las maestras que educan a sus hijos o a los policías que protegen su integridad. Sabrán que detrás del cargo (incluido el de Presidente) está un ser humano que a pesar de todo se merece respeto. Me pregunto cómo se sentirán las hijas de Rafael Correa cuando escuchan todas las humillaciones que recibe su padre. Qué pensará la madre del Presidente cuando ve que a su hijo lo presentan como el mismísimo diablo. Cómo se sentirá él mismo cuando después de un largo día de trabajo es amenazado de muerte por redes sociales. Es eso justo?
Me parece totalmente acertado humanizar las protestas que defienden al gobierno, pero te invito a hacer lo propio con aquellos que están del otro lado. Por ejemplo, podríamos leer cómo se sintió el abogado de Derechos Humanos, Juan Pablo Albán, tras ser hostigado en uno de los enlaces ciudadanos. Podríamos escuchar lo que sintió la periodista Bethany Horne, cuando supo que la estaban investigando agentes de inteligencia sin contar con una orden judicial —como también me pasó a mí— o cuando recibió amenazas de muerte. La diferencia es que esta gente no tiene a toda la policía movilizándose tras una llamada, no tiene francotiradores que le cuiden la espalda, no puede llamar al Presidente del Consejo de la Judicatura a su gabinete de seguridad. El presidente puede sentirse mucho más tranquilo que cualquiera de estas personas aún cuando lo amenazan de muerte por esta y muchas otras razones. El respeto es una calle de doble vía.
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Gritan “borregos”, “sanducheros”, “asalariados”; denigrando la decencia de las personas sin conocerlas. Sabrán que el servicio público es una vocación de servicio; que aquí no se trabaja para llenar los bolsillos de una persona sino se trabaja para garantizar los derechos de todas y todos. O será que los insultadores tienen envidia y en el fondo quieren ser “borregos”. Tengo amigos opositores que siempre me dicen: “consígueme trabajo en el gobierno y hablo bien”. Yo siempre les respondo que se queden nomás donde están, porque aquí no queremos veleros que se muevan tal como sople el viento. Es más, algunos conocidos son opositores acérrimos y han recibido una beca completa de la SENESCYT. Que querrán, que el gobierno también les pase los exámenes?. Están confundidos.
Poner a toda la gente que exige uno o más cambios al gobierno actual en el mismo saco es ser cínico. A mí me molestan mucho las violaciones a los Derechos Humanos, me apena el futuro de nuestros tesoros naturales y me parece denigrante el control de las comunicaciones que se da por parte del Estado, pero estoy de acuerdo en las políticas de redistribución y en cierto nivel de proteccionismo, porque creo que la mano del mercado es invisible pero también inútil. No todos corren con mi suerte, me ha tocado trabajar en una institución de puertas abiertas. A personas que tienen causas similares a las mías no se le ha dado oportunidad al diálogo, se los ha insultado y calumniado, diciendo que tienen una agenda oculta con grupos de «izquierda infantil» o «extrema derecha».
La calidad moral de la gente que se ha declarado en resistencia no puede ni debe ser definida por tus amigos, sino que debe ser escuchada un caso a la vez. Lo que está sucediendo ahora mismo es el resultado de cerrar la puerta a esos pequeños diálogos. Cuando grupos pequeños que no tienen poder no tienen capacidad de negociación, suceden cosas funestas. Suceden alianzas indeseables, suceden protestas en las que sale perdiendo la gente de «ambos lados». Cuando no hay capacidad de negociación, lo extremista empieza a parecer razonable. Y entonces tienes a Lasso y a Nebot como opciones viables porque ustedes —los que piensan que toda la oposición está en el mismo saco y no vale la pena escuchar a nadie— los pusieron ahí.
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Pienso que en el mundo hay mucho egoísmo y eso es lo que están demostrando los que están de “luto”.
Egoísmo es no querer compartir el poder. El presidente dijo en el enlace ciudadano número cuatrocientos algo, en Milán, que los empresarios «lo estaban chantajeando». Sea que hayan manipulado a medios de comunicación, exagerado las leyes sobre herencias y plusvalías, el punto es que un grupo de mandantes consiguió ser escuchado por el presidente. El problema no es ese. El problema es que el gobierno ha cerrado los espacios para que sólo ese tipo de gente pueda «chantajear» al presidente, exclusivo tomador de decisiones definitivas en el país. Cuando ni el presidente debería ser quien decida todo ni los empresarios los únicos que puedan sentarse a negociar con él.
En los últimos años, en el Ecuador 1.500.000 personas salieron de la pobreza. La clase media se ha incrementado, los ricos siguen siendo ricos; pero parece que el imperativo es llevar un estilo de vida de estrella de hollywood, como si ese fuera el objetivo social. Se les olvida que vivimos en sociedad y por ende todos somos responsables de nuestro destino (algunos más que otros). Si la pobreza incrementa, proporcionalmente aumenta la violencia, la inseguridad, la contaminación del medio ambiente, el dolor. Es fácil decir “la solución es crear más riqueza”, pero de nada sirve tener más empresas si sus empleados apenas cubren sus necesidades básicas y no pueden garantizar un mejor futuro a sus hijos. Qué justicia puede haber cuando una persona hereda 1 millón de dólares y la otra persona hereda pobreza, desnutrición y subdesarrollo.
De acuerdo. También es importante cuidar puertas adentro la calidad del gasto, facilitar mecanismos para denunciar la corrupción y transparentar más al Estado, evitar la concentración de poder, entre otras cosas.
En la marcha de “protesta” que acabo de ver no estaba el pueblo porque el pueblo es sabio. Estaba un grupo de confundidos que creen que el mundo es sólo para ellos y no entienden el concepto de justicia social. Como dice un pana “por el bien de todos, primero los pobres”.
Tal vez tengas razón, pero últimamente hubo tantas protestas (sin comillas) que es imposible tener los ojos en todas, y hay pobres también.