Parte 1: Los extraterrestres

Querida Mamá,

Hace pocos días me dijiste que escriba de nuevo. He traicionado ese hábito tan bonito de escupir las cosas desde el corazón porque, la verdad, sentía que nadie me escuchaba. Muchas veces me senté frente a la computadora y abrí el editor que estoy usando ahora mismo solo para escribir unas cuantas frases, guardarlas como borrador y terminar borrando la entrada. Lo hice al menos una docena de veces. La vida fuera un poco más poética si hubieran sido bolitas de papel desperdigadas en el piso de mi cuarto, pero no, fueron tristes bits.

Me ha costado escribir porque, siendo honestos, no tenía nada importante que decir. Mi vida se ubicó lentamente en ese camino predecible en el que caemos todos los que vivimos para los demás. En parte porque es lo correcto y en parte porque existe una carencia de sentido en la forma en la que funcionamos como sociedad. Hubo momentos en los que me sentí tan apático y emocionalmente incapacitado que honestamente me pregunté si hay algo en la vida que valiese la pena vivir, fuera de los roles en el trabajo y en la casa, particularmente cuando esos roles se volvían alienantes o difíciles.

¿Sabes en qué pensé? En las supuestas naves alienígenas. Eso, me dije, es lo único que realmente suena interesante y algo que quizá despierte mi curiosidad. En Julio de 2023, el congreso de Estados Unidos tuvo una audiencia pública sobre el tema en la que el testigo principal dijo que existía «inteligencia no humana» y que durante su tiempo en el departamento de defensa tuvo conocimiento de equipos que recuperaban naves y restos de cuerpos alienígenas.

Casi un año después de la audiencia, me agarré de esa idea como el hombre despechado se agarra de la última cerveza que le queda en el refrigerador, pensando menos en encontrarme y más en perderme en el tema. Fui a Amazon y compré un libro que se llama «Inminente» (todos los libros sobre extraterrestres tienen nombres dramáticos). El libro es en parte la autobiografía de Luis Elizondo, el hijo de un guerrillero cubano que peleó primero a favor y luego en contra de Fidel Castro. ¿Te imaginas tener un papá que te enseñe a manejar armas y explosivos desde niño? Bueno, supongo que así es como terminas a cargo de Guantánamo, como oficial de contrainteligencia.

«Inminente» es un relato del detrás de cámaras de «La unidad de ovnis del Pentágono sale de las sombras y publicará algunos hallazgos» publicado en el New York Times. El libro cuenta quién estuvo ahí cuando asomaron un escuadrón de objetos desde el espacio que no solo desafiaron la física sino que parecieron jugar con los pilotos más entrenados del mundo. El libro también cuenta la reacción de los pilotos y la eventual desclasificación de los videos bajo el pretexto inicial de mostrárselo a unos pocos científicos.

Acabar el libro no fue tan diferente que vaciar esa última cerveza, estuvo bien para relajarse y disfrutar el momento, pero también me dejó un mal sabor de boca. En general, disfruté del libro, pero en medio de la historia, el señor declara que fue entrenado por la CIA para ejecutar algo que llamó «visión remota». No sé si te acuerdas de los Thundercats, pero en esa serie, Leon-o tenía una espada del augurio que le ayudaba a ver las cosas a distancia. Este señor decía que juntaba sus dedos índice y pulgar, se concentraba y veía «más allá de lo evidente».

¿Quién en sus cinco sentidos trata de darle credibilidad a los extraterrestres y sus naves escribiendo sobre un capítulo sobre tener poderes psíquicos? 

Días después de que terminé de leer el libro, su autor fue entrevistado por Amy Farrah Fowler, la novia de Sheldon, quien le dijo que leyó su libro como si hubiese sido una tesis, sin saltarse una sola oración:

Y esa entrevista estuvo entretenida y graciosa. Cuando acabó la entrevista, me llamó la atención que Amy no le preguntara sobre el tema, así que le dejé un comentario en el video: «mi problema con la visión remota es que debería ser tan fácil de demostrar, que no hace falta creer en ello». Publiqué mi comentario sacudiendo la cabeza y, obstinado como soy, empecé a buscar investigaciones sobre el tema porque quería dejar por cerrado el tema con un comentario irrefutable de por qué eso no tiene sentido.

No tenía idea de cuan equivocado estaba.

Un método infalible para validar fenómenos psíquicos: un desafío abierto a the telepathy tapes

The telepathy tapes presentó una historia intrigante sobre niños autistas no verbales que pueden leer la mente de sus padres. En palabras de Ky Dickens, creadora de este podcast, la telepatía es solo la punta del iceberg cuando se trata de las habilidades psíquicas de estos niños. Al profundizar en la historia, empiezas a encontrar testimonios de cómo, supuestamente, los niños telepáticos pueden leer la mente de personas que están lejos o incluso eventos en un futuro distante.

Una de las principales críticas es que estos niños escriben con la ayuda de alguien más, y que son los cuidadores quienes, por decirlo de alguna manera, ponen palabras en la boca de estos niños. Sin embargo, la primera temporada del podcast presenta un entramado muy complejo que no se explica por la simple ayuda de los cuidadores.

Cuerpo de evidencia

Escuché la historia, y honestamente me encantó. Hay buenas razones para creer en fenómenos psíquicos: evidencia científica. Una revisión sistemática y un meta-análisis de estudios sobre visión remota encontró que los individuos evaluados por su capacidad para percibir y describir detalles sobre un objetivo distante o no visto sin depender de la entrada sensorial o el conocimiento previo lograron una tasa de aciertos que fue un 19.3% mayor de lo esperado por azar (con un intervalo de confianza del 95%: 13.6%–25%). Esta revisión incluyó 36 estudios controlados realizados hasta diciembre de 2022.

Por supuesto, el escepticismo está justificado—y con razón. Las revisiones sistemáticas y los meta-análisis son tan sólidos como la calidad de los datos que sintetizan. Si los estudios subyacentes son defectuosos, sesgados o metodológicamente insostenibles, las conclusiones resultantes inevitablemente reflejarán esas debilidades. Los resultados agregados pueden enmascarar fallos críticos en experimentos individuales, como controles inadecuados, sesgo de publicación o interpretación subjetiva de los resultados. Esa fue mi suposición a priori cuando decidí examinar estudios individuales para evaluar su metodología y determinar si sus hallazgos se mantienen bajo escrutinio. También decidí leer trabajos que «desacreditaban» los experimentos de visión remota para «ahorrar algo de mi tiempo».

Estudios individuales

A continuación, presentaré el protocolo «promedio» para los experimentos de visión remota:

  1. Se elige o genera un conjunto de imágenes / ubicaciones / objetivos y se coloca en sobres sellados.
  2. Se asigna un número a cada uno de estos sobres.
  3. Se genera un número al azar para elegir uno de esos sobres.
  4. Una persona que no sabe qué contiene el sobre guía una sesión de visión remota y se le pide al observador remoto generar impresiones (escribir, dibujar o modelar).
  5. Un juez que no sabe cuál es el objetivo clasifica las impresiones basándose en la descripción del observador remoto.
  6. Se realiza un análisis estadístico para comprobar si el número de aciertos es significativamente diferente de lo que se esperaría por azar o algo similar.

Muestras

Antes de pasar al análisis estadístico, quiero proporcionar algunos ejemplos de objetivos e impresiones de diferentes estudios donde se describe claramente el enmascaramiento entre los pasos 1 y 4 (nota: algunos de mis favoritos):  

Técnicas de enmascaramiento Objetivo Impresión

1. Aislamiento entre el observador remoto y los seleccionadores de objetivos (visual, acústica y eléctricamente).

2. El observador remoto no sabía cómo se seleccionó el objetivo ni quién lo seleccionó.

3. El objetivo se seleccionó después de aislar al observador.

4. Los experimentadores abrieron una página del diccionario de manera arbitraria y seleccionaron la palabra de cara que podría ser dibujada. (IEEE)

5. Objetivo sellado en sobre desconocido para el observador remoto y el facilitador de la sesión.

Imagen 1 Imagen 2
1 a 5 Imagen 3 Imagen 4

1, 2, 3, 5,

6. Objetivo elegido por una persona fuera del equipo de investigación.

Imagen 5 Imagen 6

1, 2, 5.

7. Localización aleatoria a 30 minutos en coche desde el centro de investigación (de entre más de 100 ubicaciones).

Campos de tenis Imagen 7
1, 2, 5, 6 y 7 (Nature) La torre Hoover de Stanford «La zona—tengo un lugar—parece que sería la torre Hoover».
1, 2, 5, 6 y 7 Un muelle para barcos «Lo que estoy mirando es un pequeño embarcadero o muelle a lo largo de la bahía. Está en aquella dirección (señalando). Sí, veo los pequeños botes, algunas lanchas motorizadas, algunos pequeños barcos de vela…»

1, 2, 3 y 5 (JSE)

PD: Los observadores sabían que los objetivos eran rocas.

«La muestra (F) es un hermoso ejemplar de halita cristalina, que es sal, y en esta forma casi pura es prácticamente transparente (de hecho, se parece mucho al cuarzo). Tiene una hermosa división cúbica en parte de la muestra, y puedo ver a través de ella. Esta muestra fue tomada en St. Thomas, Nevada. La halita se forma a partir de capas de evaporita sedimentarias.»

RV1. «Creo que me conformaré con un trozo de cristal de algún tipo, formado por goteo y evaporación. Ubicación por estado específico: ¿Norte de Nevada?»

RV2. «Tengo la impresión de que podría ‘mirar’ a través de él. Mi superposición analítica está proporcionando muchas alternativas. Maldición, desearía que se quedara quieto. Cristal, cristal, cristal de bola, vidrio, cristal claro cristal.»

Los textos son traducciones mías. Pueden leer el original en inglés aquí.

El caso contra la visión remota

La mayoría de las críticas se han centrado en los errores que podrían haber ocurrido DESPUÉS de que se realizara el dibujo, los cuales podrían sesgar las estimaciones estadísticas. Scott y sus colegas, por ejemplo, escribieron varias notas extensas sobre cómo los jueces podrían haber recibido sugerencias indirectas acerca del objetivo correcto. Todos estos artículos tienen ese espíritu de «¡te atrapamos!«. Sin embargo, ya sea cierto o no, las sugestiones al juez no puede explicar la calidad de los resultados anteriores. Por eso he presentado algunos ejemplos en esta entrada, para que ustedes puedan verlo por sí mismos.

Ciertamente, se puede discutir la precisión de algunas estimaciones estadísticas, pero no se puede negar que al menos algunos de estos sujetos que «ven con sus ojos cerrados», por decirlo de alguna manera, están definitivamente sintonizando algo. Para una breve visión general del debate estadístico, recomiendo este video en inglés de la ex presidenta de la Asociación Estadística Americana, Jessica Utts, irónicamente etiquetada por Google como «parapsicóloga» por el simple hecho de presentar sus hallazgos.

Un nuevo paradigma científico

Lo que es interesante acerca de los hallazgos positivos sobre la visión remota es que refutan nuestras suposiciones sobre el espacio-tiempo. En uno de los experimentos, el espectador remoto identificó con precisión dos piscinas, una rectangular y una circular, cerca de un tanque de agua muy prominente, el cual no estaba en la ubicación objetivo. Sin embargo, dicho tanque había estado allí años antes de que se realizaran los experimentos. ¿Estaba el espectador remoto mirando al pasado?

El escenario alternativo, la visión remota del futuro, también ha sido ensayado. Puedes leer uno de los artículos científicos al respecto, pero si no hablas inglés, fíjate en las figuras y los pies de foto. La calidad de esos emparejamientos es muy similar a los resultados presentados anteriormente.

Mi reto a the telepathy tapes

Una de los problemas que encontramos en the telepathy tapes , particularmente de los videos que se compartieron en la página para miembros, es la presencia de señales auditivas, visuales y cinéticas por parte de los cuidadores. Sin embargo, si esta telepatía funciona de alguna manera como lo hace la visión remota—y muchas de las historias en el podcast ciertamente sugieren que estas percepciones no están limitados por el espacio-tiempo—podemos aplicar un protocolo actualizado que asuma competencia y elimine cualquier señalización potencial del presente.

Componentes

Una transmisión en vivo o cámara con sello de tiempo que muestre (1) al niño, accediendo a lo que sea que use para comunicarse, y (2) un monitor con un generador de imágenes aleatorias en una habitación separada.

Protocolo

  1. Se le explica al niño que debe acceder a la información que sus padres verán en unos minutos.
  2. El niño adivina lo que se muestra en el paso número 3. Él o ella puede usar la ayuda del cuidador de la forma que deseen. No se requiere cegado en esta etapa, los padres pueden guiar al niño tanto como quieran. Por lo tanto, se preserva el vínculo y el ambiente que se había reconocido como necesario por el podcast.
  3. Ejecutamos el generador de imágenes, números o palabras aleatorios y luego el cuidador entra en la habitación para ver la imagen.

Un juez podría juzgar si las imágenes corresponden a la respuesta en el paso número 2, pero las palabras o números seguramente revelarán coincidencias exactas sin necesidad de un juez y calcular la significancia estadística sería intrascendente.

El cerebro como máquina del tiempo

Últimamente he estado pensando en los cerebros y cómo funcionan como máquinas del tiempo. Si lo piensas bien, algunas afecciones como el Alzheimer hacen que esto sea muy evidente. En un momento estás hablando con tu tío tal como lo conoces, y unos minutos después te responde como si fueras un pariente que murió hace años. Lo ves justo frente a ti, lleno de arrugas, pero realmente no está ahí, ¿verdad? Él viajó en el espacio-tiempo a un lugar de fortalezas y luchas que tú no puedes ver. Ya sé que sabes hacia dónde voy con esto, pero si quieres verlo literalmente, te recomiendo explorar las primeras páginas de *»Arrugas»* de Paco Roca.

A menudo me pregunto acerca de esta cualidad. ¿Será que podemos apagar voluntariamente partes del cerebro para que esto pase? Hay noches en las que cierro los ojos y regreso a un rincón de la cocina en la que crecí. A sus puertas en forma de acordeón, a la mezcla de polvo y humedad que se acumulaba en los bordes superiores. La silla pegada a la estufa. Los coquillos en ese tejido de paja que colgaba del mismo clavo que el calendario. Las baldosas tomates en forma de panal, los cajones que se transformaban en gradas… Escribir esto es un Alzheimer inducido.

Pero viajar en el tiempo se siente así solo si podemos volver al futuro y comprar el billete de lotería ganador. Y entonces me pregunto si puedo vivir y revivir al mismo tiempo. Si somos capaces de sostener ambas realidades simultáneamente. Me pregunto cuánto de esto explica nuestro dolor pero también nuestra forma de sanar. Cuando uno cumple cierta edad, es casi certero que uno se ha fracturado completo en algún momento y ese contraste entre el vivir y el revivir dice tanto sobre en quién nos estamos convirtiendo.

A veces siento que mi hija es ese yo del pasado. Ahora estoy consciente de que sus dolores son mis dolores de cuando tenía su edad. Por ejemplo, cuando la veo sola en casa sin nadie con quien jugar, no siento su tristeza sino que siento la mía cuando estaba en esa misma circunstancia. En otras palabras, mi yo del pasado se da una vuelta por el presente y me da sintiendo. Cuando uno reflexiona sobre estas cosas, entiende porque los budistas dicen que el diente de león es diente de león y semilla al mismo tiempo. Tener hijos ha sido como un Alzheimer accidental en mi vida también en el buen sentido. Mi yo del pasado también era un niño lleno de esperanza, de amor, de curiosidad y me hija me ayuda tanto a revivir esos momentos.

Que extraños somos, ¿no? Un conjunto de fractales andantes en los que hay varios de nosotros viviendo al mismo tiempo, a veces en diálogo intenso, a veces buscándose uno al otro y en muchísimas ocasiones ignorándose para resistir dolores que no hemos aprendido a superar. Un reflejo en un espejo roto.

Una página a la vez: mi nuevo sitio web en GitHub

Hace algunas semanas cambié mi teléfono inteligente por un flip phone. En un par de ocasiones, he abierto mi laptop ultraligera 180% para tener algo que ver en el baño. He tenido que desempolvar archivos de diciembre de 2023 porque olvidé que el sistema operativo del iPhone era la única forma que tenía de autenticarme en GitHub y ese sitio web me pidió restablecer su confianza en mí con códigos de emergencia que apenas pude encontrar. También me ha generado un poco de ansiedad social, cuando la gente no me responde en WhatsApp, me pregunto si es porque les he dejado de responder en Instagram.

Mi tiempo en pantalla no se ha reducido en lo más mínimo. Tal vez ha aumentado. La diferencia es que ahora paso en la laptop haciendo cosas creativas. Por ejemplo, aprendí a crear un sitio web en GitHub, lo cuál es ridículamente simple pero a mí se me hizo bastante complicado. Primero, creé un sólo documento (saltándome los pasos innecesarios) y eso funcionó de maravilla. Me enamoré de la estética y me pregunté qué más podría hacer. Me metí a la galería de Quarto (el editor de documentos guapos de R). Encontré un perfil y dije «oh, que bonito», y empecé mi «plan» de solo copiar archivos.

Mi sitio web se veía como la versión barata del sitio web del señor al que le estaba copiando. Así que aplasté Ctrl+U y empecé a buscar qué líneas en su código le faltaban al mío. Así descubrí que Quarto tenía extensiones, google me dijo cómo instalarlas.

quarto add quarto-ext/fontawesome
quarto install extension schochastics/academicons

Nada. Ir al repositorio original, darse cuenta que las carpetas están en otro directorio. Cambiar de directorio en la consola, instalar otra vez las extensiones. Nada. Mientras esto pasaba, mi cerebro empezó a recordar las cosas que ignoró en el tutorial original. Abrí el historial y empecé a buscar el video de cómo crear páginas web en Quarto y fui directamente a donde mostraban el archivo yml que es el que le da toda la configuración al sitio web. Yo había hecho trampa robándome pedazos de ese código y poniéndolo directamente en la cabecera de mi archivo. Me robé más archivos del señor que tenía la página web bonita y de repente todo era peor porque ahora me pedían que instale más paquetes, que instalé y ejecute los scripts en python que también me robé y todavía no sé para que sirven.

¡Bingo! Las cosas se veían perfectas a mi computadora, tiempo de sincronizar mis archivos con el repositorio web—olvidé contarles ese paso: uno tiene que sincronizar ciertas carpetas en la computadora con carpetas en la web; algo que logré en mi tercer intento—a ver. Mozilla Firefox, nueva pestaña, teclear la URL, enter.

Su sitio web necesita un archivo index.html Vaya y lea la documentación.

Me rasqué la cabeza y, para hacerles el cuento corto, el problema es que escribí las mismas órdenes en varios sitios por eso de que me salté pasos y luego los volví a seguir, generando que los directorios creen más directorios y los archivos estén un piso más abajo de donde tenían que estar. Finalmente me di cuenta, corregí otros errores menores y subí la versión limpia a mi repositorio donde pueden ya encontrar el primer archivo de mi portafolio de análisis de datos y mi perfil donde digo que soy la última coca cola del desierto porque el señor al que le copié fue a Oxford y también era la última coca cola del desierto.

Mamá, soy adicto

El regalo más memorable de toda mi vida fue el Nintendo que recibí a los seis años, cinco meses y veintidós días de haber nacido. Ningún regalo ha logrado sorprenderme y emocionarme tanto al mismo tiempo. Mis juegos favoritos eran Super Mario, Circus, Mario Bros, Galaga y el “juego de las motos” que claramente necesita un mejor departamento de marketing. No tenía los “casetes” que todo el mundo soplaba porque todos los juegos estaban integrados en la memoria del sistema. Y aunque no diría que fue mi primer vicio, si era una de esas cosas que costaba dejar a un lado.

A los trece años, recibí algo bastante parecido, un emulador de Sega Génesis en formato CD. Amaba tanto Gunstar Heroes, Sonic 2 y 3, Earthworm Jim, entre tantos otros. Pero si caí presa de un juego en específico, fue “Dr. Robotnik’s Mean Bean Machine”, el hijo no reconocido de Tetris y Candy Crush. La idea del juego era hacer desaparecer unas bolas de colores con ojos que venían de a dos. Podías reposicionarlos para que apunten hacia cualquier punto cardinal y tenías que ser consciente de que, a diferencia de tetris, las piezas se separaban por efecto de la gravedad. Las bolas desaparecían si al menos cuatro de ellas estaban en contacto. Tiene otros elementos más, pero esa es la esencia del juego. Minbin fue mi primer vicio real. Llegar al último nivel fue un reto verdadero al que le acompañaron muchas tardes de intentos de mi ñaña y míos, de dar y darse ánimo, mientras intercambias unos cuantos «¡Ya, me toca!»

Y cuando digo vicio, lo digo en el sentido literal. Podía decirme a mí mismo: «Mí mismo, ya no vas a jugar este juego». Me echaba unos tantos manojos de agua fría, borraba los accesos directos y ponía el CD lejos de mi alcance. Pero obviamente eso no duraba demasiado. Creo que incluso lo rescaté del basurero del estudio un par de veces.

Nuestra computadora se encontraba en el estudio, que era más bien un anexo improvisado con ventanas bastante desubicadas. En otras palabras, era frío. Mis manos tampoco son muy buenas manejando la circulación. En mi familia circulan los genes de la enfermedad de Raynaud y es común que el frío nos atorre los dedos. Sea cual sea la causa, un día estaba jugando minbin y me sentí tenso. Me obligué a cerrar el juego porque temblaba como si hubiera tomado siete tazas de café. Como si se tratara de una película, puse el CD entre mis dedos y empecé a juntarlos hasta que la tensión hizo que esa cosa se partiera por la mitad. En retrospectiva, agradezco que hubiera tenido un vicio tan tangible, no tener idea de dónde conseguir una copia o saber de la existencia del juego en línea en una época en la que todavía se secuestraba la línea telefónica de la casa para acceder al internet.

Mi vicio más reciente es mi celular. He tenido semanas donde el promedio de tiempo en pantalla rebasa las siete horas. Honestamente no sé cómo puedo pasar tanto tiempo allí. No voy tanto al baño y tengo una jornada laboral de tiempo completo. Pero uso el celular para arrullarme, para ver qué ropa ponerme, para escoger la música que suena o reconocerla. Con o sin notificaciones, me da curiosidad si tengo nuevas tareas en el trabajo o si me han llegado revisiones de los artículos científicos que he sometido hace meses o años. Quiero estar al día en los estados, me emociona que alguien me escriba, y si llego a dar click en un corto de YouTube o un Reel de Instagram, podemos despedirnos de que se hagan las tareas domésticas.

Borras las aplicaciones no me funciona. Los temporizadores tienen el sí flojo y el no negociable. No me gusta darle mi teléfono a otra persona y tengo todas las excusas para conservarlo a mi lado. Muchas aplicaciones me piden autenticar a través de un mensaje, una llamada, o una aplicación específica—incluyendo la universidad donde trabajo. Extraño a mis amigos y familia todos los días, aunque jamás nos escribamos, y esa es la única pseudo-relación que tengo con ellos. Si es que salgo, siempre puedo atender cualquier requerimiento desde el teléfono. Así pago las facturas, así me entero que tengo que pagarlas. Hago compras, agendo reuniones, escucho podcasts. Estoy tan metido en el ecosistema de Apple que de ley se daña algo si decido dejar de usarlo. Paso tanto tiempo en el teléfono que mi cuello se está desviando paulatinamente a uno de los lados. Mi escápula izquierda está a punto de salir volando. Tengo tanta expectativa que me estoy olvidando que hacer que las cosas pasen es una opción a cuando ya nada pasa, o que pasen tantas cosas y uno sienta nada.

CAT S22 Flip Design & Build

Hace una semana me compré el hijo no reconocido de un smartphone y un dumb-phone, el CAT S22 Flip. Revisé cada una de mis aplicaciones instaladas para asegurarme de no perder nada, respaldé mis fotos, desactivé iMessage y borré mi cuenta. Mi nuevo flip phone tiene un teclado físico y una pantalla táctil demasiado grande para mis dedos. Aguanta Whatsapp pero se traba si uso una dirección nueva en Google Maps, tiene Uber pero me esconde el código que tengo que darle al chofer. Tiene un slot para memoria micro SD pero cuando la conecto no puedo transferir los archivos y aplicaciones. De seguro es mi culpa porque borré muchos archivos del sistema operativo porque usaban mucha batería. También instalé un teclado T9 para poder escribir letras a la antigua: a, espacio, jkl, a, espacio, a, mn, t, ghi, abajo, g, tu, a. La época en la que compraba paquetes de dos mil mensajes al mes fue una de las mejores etapas de mi vida.

El primer día sin mi iPhone mini 12 fue interesante porque mi cerebro se olvidaba de lo que hice y buscaba el celular cada cuarenta minutos. Viendo tele, acostado en la cama, incluso en medio de una conversación trivial. ¿Quién me puede culpar? La vida no fue diseñada para satisfacerme y los momentos de entretenimiento están distribuidos mediocremente. El segundo día fue más interesante. Dejé de percibir la falta de estimulación como soledad y desinterés ajeno. Recuperé un poco de autonomía, leo y escribo un poco más y dibujo más sesudamente, reemplazando escenas con guiones gráficos. También estoy insoportable y malgenio. Los vicios están ahí para ayudarnos a lidiar con dolores y desesperanzas. Así que también hay más de eso.

En fin, quería compartirles un poco de mi experiencia. Sé que mi tiempo en pantalla está muy por arriba del promedio así que no creo que esto le sirva particularmente a nadie, pero los vicios son todos parecidos. Si quieren aprender más del tema (y entienden inglés), les recomiendo unos cuantos episodios para darles perspectiva y herramientas:

Hablando de eso, creo que lo peor viene después de la segunda semana y hay que aguantarse al menos un mes, pero idealmente un año ¡Deséenme suerte!