Pensar en grande: Un manifiesto generalista, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de la publicación original en el blog de Aaron.

Nuestro mundo está lleno de fuerzas que nos empujan hacia la especificidad. Abre un periódico y está dividido en secciones o temas. Ve a la librería y se divide en categorías temáticas. Anda a la escuela y todas las clases están en materias separadas. Obtén un título y tienes que estudiar en una rama en particular. Consigue un trabajo y tienes que trabajar en una tarea exacta.

El mundo necesita especialistas, por supuesto, pero también necesita generalistas. Y vemos muy pocos de ellos. No es difícil ver por qué: trata de hacer algo grande y todo el mundo va a tratar de convencerte de lo contrario.

“Eso es imposible”, van a decir. “Haz eso y sólo te vas a volver loco”.

“Si eso funcionara, ¿no crees que alguien más lo habría hecho?”

“Con el debido respeto, ¿qué te hace ser un experto en ese tema?”

Dile a alguien que estás trabajando en una tesis acerca de la danza de apareamiento del escarabajo de África Oriental y no van a pestañear. Sería el colmo de la mala educación preguntar “¿realmente vale la pena pasar tres años en eso?”, incluso si eso es exactamente lo que estás pensando. Pero fija tu mirada un poco más alto y la gente no tiene ningún problema derribándote. “Vamos”, te dirán, frunciendo el ceño, “¿de verdad crees que vas a ser capaz de lograr algo así?”

No les hagas caso. La gente tiene miedo de la grandeza; desafía el statu quo. Pero tú no debes temer. “Busca más” debe ser tu lema; “Piensa en grande” tu mantra.

El primer paso es reconocer tu lugar en las cosas. Si estudian los hábitos de apareamiento de escarabajos, fíjate en los patrones de apareamiento más generales a los que pertenecen tus estudios, mira el panorama general de la conducta animal, pregúntate dónde encajas en la cuestión más importante sobre qué significa el que un animal se comporte. Esto es lo que quiero decir con “busca más”.

Pero si haces esto, y creo que lo harás, entonces te será difícil mantenerte satisfecho con tu proyecto sobre escarabajos. Vas a empezar a preguntarte si podrías pasar a cosas más grandes. Tal vez sólo un poco más grande al principio –el análisis de unos cuantos tipos, discutir algunas implicaciones más–, pero pronto te darás cuenta de que otros han dejado el campo libre para cosas verdaderamente grandes y podrás empezar a preguntarte por qué no están ahí, deberías reclamarlo como tuyo. A esto me refiero con “piensa en grande”.

Claro, en un primer momento va a ser alarmante morder más de lo que jamás hayas tenido para masticar. Pero el miedo pronto dará lugar a la euforia y el trabajo adicional será pagado en la notoriedad adicional, en la alegría de saber que has hecho una diferencia real. Después de todo, ¿realmente quiere pasar el resto de tu vida estudiando a los escarabajos de estiércol?


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.

La invención de la objetividad, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de la publicación original en el blog de Aaron.

Los expertos en medios de comunicación siempre están resfregándose las manos al comentar sobre cómo los presuntuosos blogueros partidistas están destruyendo la objetividad neutral en la que se fundó nuestro país (si hay algo que los expertos aman es resfregarse las manos). Si no fuera porque los diarios importantes dan a todos una visión objetiva de los hechos, insisten, la base misma de la república estaría en peligro.

Puedes criticar esta opinión por ser tonta o equivocada, y muchos lo han hecho, pero hay otro problema más con ella: es completamente ahistórica. Como Robert McChesney describe The problem of the media, la objetividad es un invento bastante reciente. En realidad la república fue fundada por pendencieros partidistas.

Cuando nuestro país fue fundado, los periódicos no eran medios neutrales, no partidistas, sino que eran productos de determinados partidos políticos. Los liberales tenían su periódico, los conservadores el suyo, y ambos atacaban a sus oponentes políticos con insultos que harían que incluso los blogueros más malhablados se ruboricen. Este comportamiento no sólo estaba permitido, era fomentado.

A menudo, escuchan a los medios de comunicación citar a Thomas Jefferson1 comentando que “si me harían decidir entre tener un gobierno sin diarios, o diarios sin gobierno, no dudaría un momento en preferir esto último”. Sin embargo, dudan al imprimir la siguiente frase: “Pero debo decir que toda persona debe recibir esos diarios, y ser capaz de leerlos”. Jefferson se refería específicamente a la subvención en la oficina de correos, proporcionada por el gobierno a la prensa partidista.

En 1794, los periódicos correspondían al 70% del tráfico de correo y el gran debate en el Congreso no era si el gobierno debía pagar por la entrega, sino cuánto de eso debía pagar. James Madison2 atacó la idea de que los editores de periódicos debieran tener que pagar un centavo para que el gobierno entregara sus publicaciones, lo calificó como “un precursor insidioso de algo peor”. Para 1832, el tráfico de diarios había aumentado y representaba el 90% de todos los envíos de correo.

De hecho, la objetividad ni siquiera fue inventada hasta la década de 1900. Antes de eso, según McChesney, “tales nociones para la prensa no habrían tenido sentido, hubieran sido impensables”. Todo el mundo asumía que el mejor sistema de noticias era uno donde todo el mundo podía decir su opinión a muy bajo costo. (Los blogs no está muy lejos de eso, ahora ¿o sí? Para que vean, ¡James Madison amaba los blogs!)

Pero a medida que la riqueza comenzó a concentrarse en la Edad Dorada y las prensa comercial comenzó a presionar al gobierno para obtener políticas más favorables, el tamaño y la potencia de la prensa más pequeña comenzó a disminuir. La prensa comercial estaba ansiosa por ser el único jugador en la ciudad, pero se dio cuenta de que si lo fuera, su partidismo flagrante tendría que desaparecer. (Nadie defendería a un periódico único en una ciudad si este estaba descaradamente sesgado). Así que decidieron insistir en que el periodismo era una profesión como cualquier otra, que la información era un trabajo apolítico, basada únicamente en criterios objetivos.

Establecieron escuelas de periodismo para capacitar a periodistas en la nueva idea. En 1900, no habían escuelas de periodismo; en 1920, las más importantes ya se estaban fortaleciendo. La separación “iglesia-estado” entre la publicidad y la presentación de información se convirtió en la doctrina oficial y la Sociedad Americana de Editores de Periódicos (ASNE) fue creada para hacerla cumplir.

Toda la base de la crítica a la prensa fue reconstruida. Ahora, en lugar de criticar a los periódicos por el sesgo de sus propietarios, los críticos de prensa tenían que centrarse en las obligaciones profesionales de sus escritores. El sesgo no se trataba del punto de vista de un documento, sino de cualquier sesgo por parte de un periodista.

Así que esa fue la línea de ataque que los críticos de prensa tomaron cuando el mundo de los weblogs3 trajo de vuelta a los vibrantes debates políticos en los que se fundó nuestro país. “¡Estos chicos están sesgados! ¡Irresponsables! ¡Entienden mal los hechos! ¡Son poco profesionales!”, se quejan. Miren, chicos. Díganle eso a James Madison.

Notas del traductor

1Thomas Jefferson fue el tercer presidente de los Estados Unidos. Se le considera uno de los Padres Fundadores de la Nación. Dfue el autor principal de la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

2James Madison fue el cuarto presidente de los Estados Unidos. Es considerado uno de los más influyentes “padres fundadores” de ese país por su contribución a la redacción de la Constitución y a la Carta de Derechos de los Estados Unidos, es apodado «El Padre de la Constitución».

3“Blog” es una contracción de web log, que traducido al español significa bitácora web.


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.

Quidditch de muggles

Tenía pensado escribir un artículo sobre la posibilidad de que el Quidditch se convierta en un deporte olímpico pero encontré varios artículos que ya hablan sobre el tema y, para serles sincero, estoy fascinado. Para quienes no lo saben el Quidditch es un deporte que apareció por primera vez en los libros de J. K. Rowling. Harry Potter es seleccionado para jugar en el equipo de Gryffindor como buscador  y su misión es perseguir una bola mágica muy pequeña para ganar 150 puntos, lo que marca el fin del partido. Mientras tanto sus seis compañeros buscan anotar goles, a diez puntos cada uno, en tres aros que cuelgan a una altura considerable y evitan ser golpeados por pelotas bludgers. Todos los jugadores juegan sobre escobas mágicas que vuelan. Si bien eso resume las posiciones y reglas del juego.

La falta de magia en el mundo real hace que todo sea más complicado. Ciento cincuenta puntos son demasiados, así que han sido reducidos a treinta. Está prohibido volar debido a que sería muy ineficiente y se han reemplazado a la mayoría de pelotas con versiones menos saltarinas. La snitch es una pelota de tenis,  la quaffle es una pelota de volleyball y se usan balones de softball en lugar de bludgers. Si bien las lógica del juego es bastante parecida, el libro de reglas de la Asociación Internacional de Quidditch —que ya va por su novena edición— tiene 187 páginas:

El quidditch es un deporte mixto de contacto con una mezcla única de elementos del rugby, quemados, lucha, fútbol americado con cintas y otros deportes. Un equipo de quidditch está conformado por siete atletas que juegan con escobas entre sus piernas todo el tiempo. Mientras el juego puede parecer caótico para el observador casual, una vez familiarizado con las reglas básicas, el quidditch es un deporte excitante de ver y mucho más de jugar [PDF].

Nótese cómo el manual señala que lo juegan atletas y no nerds. Pues si bien al inicio la gente «iba por Harry Potter y se queda por el deporte», últimamente hay jugadores que ni siquiera han leído los libros pero les encanta correr en una escoba entre las piernas. Y eso lo hace realmente interesante porque todas las cosas se deben hacer con una sola mano. Tuve la oportunidad de ver un partido de Quidditch por primera vez cuando visité la Universidad McGill,  en Montreal. Yo conversaba con el jugador snitch, ya que su rol es muy demandante (huír de doce jugadores al mismo tiempo) no está en el campo durante todo el partido. A pesar de que había unos 30 centímetros de nieve, los jugadores alinearon las pelotas en el centro del campo de juego, colocaron los aros a cada lado y esperaron el silbatazo inicial del arbitro.

El primer juego de Quidditch muggle se había iniciado casi diez años antes, organizado por Xander Manshel y Alex Benepe. Este último se convirtió en el primer comisionado de Quidditch, la asociación internacional apareció dos años después. En 2007, todos los equipos pertenecían a universidades de Estados Unidos, pero en 2012 el torneo se internacionalizó. A partir de ahí, se juega una Copa Mundial cada dos años, y el último (2014) contó con la participación de siete equipos (México, Argentina y Brasil formaron parte).

En Ecuador, existe al menos un equipo que forma parte de la Federación Internacional de Quidditch Asociado (esta en cambio parece nada más ser una página de facebook), y entrenan en Guayaquil —Eloy Alfaro y Cuenca— como preparación para la Copa América Quidditch 2016, a jugarse el 30 y 31 de enero en la capital peruana. Si van en bus, no tendrán el mismo problema que la mayoría de deportistas enfrentan al tratar de incluir sus escobas como parte del equipaje en vuelos internacionales.

La Copa Mundial de 2016 va a tener lugar en Frankfurt, Alemania. El torneo se encuentra todavía en la etapa de planificación, pero hasta el momento 25 equipos han registrado un interés en competir. Estados Unidos, Reino Unido, Noruega, México, Francia, Irlanda y Australia han confirmado la asistencia de sus planteles. Los equipos tienen que manifestar su interés por participar antes de febrero del próximo año. Fuera de las reglas que ya aplican a cada equipo, se pueden imponer otros requisitos a criterio de cada organización nacional. Para ser tenidos en consideración, los jugadores ecuatorianos deben tener 16 años de edad cumplidos para el 22 de Julio de 2016, y ser ciudadanos o haber jugado exclusivamente en Ecuador (acá la lista completa de cosas por cumplir).

Respecto a la inclusión del deporte en las Olimpiadas, las cosas se ven más negras. Aunque los fans del deporte querían que este se incluya en los próximos juegos de Londres —y parece lógico ya que por allá estudia Harry Potter—, para que un nuevo deporte se incluya se debe eliminar a otro. Adicionalmente, los nuevos deportes se evalúan en función de los siguientes parámetros: valor añadido; popularidad en la juventud; atractivo para la televisión, los medios de comunicación y el público en general; igualdad de género; impacto mínimo sobre el número de eventos y/o cuotas (tal vez por eso sea que antes del mundial la AIQ está organizando partidos de exhibición),  infraestructura, costos operativos y complejidad. Finalmente, se considera la cantidad de ingresos que genera, lo cuál puede significar un obstáculo real para este incipiente deporte.

 

 

 

 

Reseña: El chico que pudo cambiar el mundo—Las obras de Aaron Swartz

Cuatro meses atrás compré The Boy Who Could Change the World: The Writings of Aaron Swartz. Quise prestárselo a un amigo y no pude; el libro estaba protegido por DRM. El Digital Rights Management hace imposible leer una obra fuera de un kindle. Esto era claramente una traición al legado de Aaron.

Envié un correo. La gente que había contribuido al libro respondió. «Si Aaron estuviera vivo, denunciaría esto en voz alta y le diría a la gente que no compre el libro», dijo Cory Doctorow. «Estoy 100% de acuerdo con este punto crítico», secundó Lessig (fundador de Creative Commons y excandidato presidencial en Estados Unidos). Cuatro días más tarde inició el proceso para eliminar el DRM de los escritos de Aaron. En dos semanas, todas las tiendas ofertaban su libro sin poner el famoso candado digital. Todo gracias a un correo.

Según Aaron, no puedes medir tu legado en función de lo que has hecho. En cambio, debes preguntarte cómo serían las cosas de no haber hecho nada. Así pensaba Aaron. Te inducía a actuar porque necesitas hacerlo para responder a esa pregunta; es la única opción. Actuar a pesar de no conocer el resultado. Actuar porque «fracasar es lo que casi siempre hacemos. La única manera de mejorar es tratar de hacer cosas que van un poco más allá [aunque eso signifique] que vas a fracasar algunas veces».

Aaron estaba siempre trabajando en lo que creía que debía trabajar, independientemente de la ley. «Arengó a otros a cruzar lo que él creía era una línea injusta. Y la cruzó él también». Cuando lo recuerdan, sus amigos hablan de su «Aaron interior»: él hubiera dicho esto, él hubiera hecho esto otro. Pueden darse ese lujo porque Aaron hablaba de forma clara y siempre actuaba según sus convicciones.

Su libro retrata este personaje, mientras explora la educación, la propaganda, los medios de comunicación y la política. Si lees The Boy Who Could Change the World: The Writings of Aaron Swartz prepárate… Vas a conversar con ese niño interior que siempre te negaste a escuchar, aunque supiste que siempre tuvo razón. Vas a arrepentirte de haberte rendido al explicar tus rebeldías porque no encontraste palabras, pues ahora las hallarás. Finalmente, reúne coraje porque aprenderás cosas que no podrás desaprender. Y una vez que las sepas, dejar de actuar es traicionar el legado del niño que pudo cambiar al mundo.

Padres

Camilo estaba sentado a la mesa, oyó la puerta automática del garaje, su papá llegaba de la oficina. Edith, su madre, estaba llevando la ensalada al comedor y él veía como ambos aterrizaban para compartir uno de los tres momentos familiares del día. Inevitablemente, Julio dejaría algunos papeles en la mesa mientras se deshacía del saco que siempre cargaba en los hombros. Mientras tanto Edith le recordaría sobre los pendientes en la casa y empezarían un diálogo extraño con Camilo como espectador. Julio le regresaría a ver mientras su esposa le recordaba cosas que él hubiera preferido no saber y movería la cabeza de lado a lado, buscando una mirada cómplice. Edith soltaría la primera dosis de «tienes que» y luego volvería hacia la cocina enarbolando el rostro de «que conste que ya te dije». Y para eso estaba Camilo, porque se necesitan testigos en estas situaciones. Todavía un estudiante, Camilo sonrío al pensar que aunque esto pasa todos los días no había forma de estar inmunizado. Y eso era bueno porque le producía exactamente eso, una sonrisa.

Sus padres eran muy diferentes y esa contraposición se demarcaba claramente cuando se discutían las finanzas. Al terminar la universidad, Camilo abrió una cuenta de ahorros y entonces Edith y Julio sintieron la necesidad de tener una conversación con él. Este último eligió conversar sobre el tema mientras lo llevaba a una de sus entrevistas. «Ahora que vas a empezar a tener plata, la gente va a querer que les prestes dinero. Y está bien porque vos sabes cómo funciona eso, pones un interés y hasta puedes salir ganando. Pero recuerda: sólo tienes que prestar plata a alguien si sabes que cuando ves a esa persona a los ojos eres capaz de quitarle ese dinero por la fuerza». Como buen hijo de Julio, Camilo guardó silencio mientras era sermoneado. Su madre fue mucho más casual y empezó a conversar en una tarde de jueves cuando entró a dejar la ropa doblada. Para Camilo, es imposible recordar cuál fue el inicio o el fin de una conversación con su progenitora, cambia de tema tan rápido como uno pasa las publicaciones de Facebook, pero lo que se le quedó fue esto: «No le prestarás nomás plata a cualquiera, yo sólo presto a la gente a la que pudiera regalarle esa plata si me pidiera».

Sin haber experimentado tanto de la vida, pero contento con el hogar que tiene y sin mayores ambiciones, Camilo siempre prefirió el consejo de Edith. En el fondo esa era la razón por la que Julio se había casado con ella.