Sociedad civil y gobernanza de Internet en Ecuador: 2013-2015

Esta es la primera de dos entregas que tratan el tema de Limitaciones de la sociedad civil en la gobernanza de Internet en Ecuador

El día 24 de mayo al medio día, se realizó el foro “Regulación de Internet & Derechos Digitales en Ecuador”, organizado por el Colegio de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco. La idea, según nos comentaron a los panelistas, era realizar una reflexión académica al respecto, por lo cual la visión de actores de la sociedad civil les resultaba indispensable (si bien asistí como co-fundador de Apertura Radical, me invitaron básicamente por las reflexiones que comparto en este blog y redes sociales). También participaron como panelistas Alfredo Velazco, de Usuarios Digitales y Daniela Viteri, representante ecuatoriana en el Observatorio de la Juventud de Gobernanza en Internet. Pese a que la USFQ realizará una publicación que detalla nuestras ponencias, voy a escribir acá —en un lenguaje menos cargado— lo que fue mi presentación.

El punto fue discutir los límites que hemos encontrado las personas —no empresas o el Estado— al trabajar por la defensa de derechos humanos en Internet en Ecuador. Para ello dividí a mi presentación en cuatro secciones: qué características tienen los grupos de sociedad civil acá, cómo operan, qué alcanzan a hacer con las circunstancias en las que se desenvuelven, y qué les resulta demasiado difícil.

¿Cuál sociedad civil?

Para realizar un análisis de las circunstancias en las que opera la sociedad civil, decidí escoger un periodo de tiempo de dos años (que va de agosto de 2013 a julio de 2015) y estudiar tres escenarios en los que la sociedad civil se había involucrado decididamente en el ejercicio de gobernanza de Internet. Estos se describen a continuación:

  1. Eliminación del artículo 474 del Código Orgánico Integral Penal (Nov. 2013): La aprobación de un nuevo código penal a fines de 2013, motivó la formación del colectivo #InternetLibre, el cual logró exitosamente eliminar el artículo 474 que, entre otras cosas, que los usuarios accedamos a ser filmados mientras usamos Internet. Adicionalmente, la idea era que los intermediarios, como el dueño de un cibercafé o algún amigo que te de la clave del WiFi de su casa, tengan un registro de todas las páginas web que visitemos por un período mínimo de seis meses. #InternetLibre, formado por una serie de organizaciones privadas, públicas y del tercer sector —entes privados sin fines de lucro—detuvo esto.
  2. Organización del Primer Encuentra Nacional de Gobernanza de Internet (Nov. 2014): Realizado en CIESPAL, el encuentro buscó marcar la agenda de la gobernanza de internet en el país basándose “en el principio de interés público y en un enfoque de derechos humanos a través de un proceso participativo, abierto e inclusivo”. Se realizó un análisis preliminar de la situación de Internet en Ecuador y acogió a expertos nacionales e internacionales para discutirlo.
  3. Pronunciamiento en Defensa de la Privacidad en Ecuador (Jul. 2015): Se dio como respuesta a la filtración de documentos privados de Hacking Team. Esta empresa— cuyo malware infecta computadoras, laptops y celulares con el fin de acceder a toda la información (almacenada y en tiempo real)— mantenía vínculos con la Secretaría de Inteligencia de Ecuador. Y poco después, se conoció que algunos de los targets del software usado por esta empresa, eran políticos y activistas. En Ecuador, esto es ilegal e inconstitucional, lo cual motivó un fuerte pronunciamiento por parte de la sociedad civil. Ninguna de las ocho peticiones realizadas por las organizaciones fue acogida.

Realicé una lista con las organizaciones que participaron en a menos dos de estos escenarios y excluí a las organizaciones que pertenecían al sector empresarial o al Estado. La lista que obtuve fue la siguiente:

Organizaciones de sociedad civil involucradas en la defensa de derechos humanos en internet entre agosto de 2013 y julio de 2015

Organizaciones de sociedad civil involucradas en actividades de defensa de DDHH en Internet entre agosto de 2013 y julio de 2015

 

Las instituciones a la izquierda (aquí en azul) son aquellas que cuentan con una personalidad jurídica, y las de la derecha aquellas que carecen de la misma. Creative Commons Ecuador y el colectivo Central Dogma, se dedican principalmente acceso al conocimiento y la promoción de la cultura libre. Radialistas trabaja en la “democratización de las comunicaciones, especialmente de la radio, desde las perspectivas de género y ciudadanía”. Infodesarrollo trabaja principalmente en la reducción de las brechas digitales y ASLE se dedica a la promoción y adopción del software libre en Ecuador. Apertura Radical trabaja también en esto último, en la promoción de hardware abierto y en la defensa de derechos humanos en la red. Finalmente, Usuarios Digitales trabaja por el “libre ejercicio de nuestros derechos en plataformas digitales”. Estas dos últimas (en verde), son aquellas organizaciones que se dedican principalmente a la defensa de derechos humanos en Internet, ambos carecían de una figura jurídica durante el periodo de estudio siendo principalmente una presencia en la red.1

En la región, casi todos los países cuentan con al menos una organización de sociedad civil —constituida jurídicamente— que se dedica a la defensa de derechos humanos en la red. Existen organizaciones internacionales que brindan apoyo financiero y técnico a estas organizaciones, lo que les ha ayudado a florecer en toda Sudamérica. Venezuela, Bolivia, Ecuador y Uruguay son la excepción. Este último es el único reconocido por la unidad de inteligencia de The Economist como una democracia completa (“full democracy“) y quizá eso explique porque la ausencia de una organización fuerte de sociedad civil que trabaje temas de Internet. Los otros tres países—Venezuela, Ecuador y Bolivia— tienen gobiernos con una ideología política muy parecida dominada por un fuerte poder ejecutivo, lo que sugiere una especie de correlación que merece ser estudiada.

Organizaciones de sociedad civil que trabajan en DDHH en Internet en América Latina

Organizaciones de sociedad civil que trabajan en DDHH en Internet en América Latina

 

¿Cómo se explica la ausencia de organizaciones de sociedad civil en la defensa de derechos humanos en Internet en el país? Pues de manera similar a la que se explica en otros sectores: Trámites dificultosos que pueden tomar años, falta de seguridad jurídica —causada por los decretos presidenciales 16 y 739—, la obligación de las ONG a trabajar en una política de gobierno (toda organización debe adherirse a una de los principios del plan nacional del buen vivir) y de adscribirse a algún ministerio —usualmente aquel al que deben vigilar y observar. Finalmente, la polarización de la política genera dificultades para organizaciones que deben trabajar pensando más allá de las ideologías. El momento en que las organización toman una posición respecto a un tema específico, tienden a ser clasificadas por los actores políticos y la opinión pública dentro de un “bando”, el oficialismo o la oposición. Esto genera una estigmatización de las organizaciones que amenaza su capacidad de generar un diálogo adecuado en temas que usualmente ya son difíciles de explicar. Finalmente, este tipo de organizaciones de sociedad civil, al no involucrarse con la provisión de servicios, dependen casi siempre de donaciones por parte de actores privados internacionales, y eso en el país ha sido usado como una herramienta de deslegitimación por parte del poder ejecutivo.

¿Qué mecanismos usa la sociedad civil?

Creemos que podemos cambiar las cosas explicando detalladamente cómo funcionan a la gente, ofreciendo propuestas y amplificando nuestras voces. Para ello, requerimos en un primer instante consultar con expertos en ley, política pública y tecnología. Estos diálogos se llevan de una manera bastante informal dada las circunstancias en las que operamos. A partir de esto, creamos propuestas específicas (“fiscalice”, “derogue”, “establezca”, “exija”, “cree”, etc.) usualmente dirigidas al Estado en su papel de garante de derechos, aunque ocasionalmente se pueden también dirigir a la empresa privada. Cuando se tiene una línea clara de acción se producen manifiestos, pronunciamientos, peticiones en línea, boletines de prensa. Finalmente, si esto se ha hecho bien, mediante manifestaciones y lobbying, se logra hablar con quienes toman las decisiones. Muchas veces, el éxito o fracaso de las propuestas de sociedad civil, depende de la presión que puedan ejercer estos dos úlitmos elementos que funcionan a manera de policía bueno y policía malo: el cabilldeo y las manifestaciones, respectivamente.

¿Qué NO puede hacer la sociedad civil?

Debido a las limitaciones arriba mencionadas, muchos de los voluntarios (pues ese es el Estado de prácticamente todos aquellos que trabajan en la defensa de DDHH en internet en Ecuador) no pueden realizar una serie de acciones que es deseable y común en otros países de la región:

  • Trabajar a tiempo completo en la defensa de DDHH en Internet.
  • Trabajar estableciendo una agenda propia y no sólo respondiendo a problemas de coyuntura.
  • Realizar estudios a nivel nacional (similares a los que se realizan en otros países) sobre cuestiones específicas como el estado de la privacidad en el país, o el marco regulatorio sobre el anonimato.
  • Recibir financiamiento. Aunque se hace, se lo realiza en asociación con otras organizaciones que sí pueden manejar legalmente los fondos.
  • Tomar acciones legales, que a veces son el único recurso frente a un potencial abuso de poder de parte de actores privados o estatales.

Notas al pie de página

1Tras dos años de iniciar el proceso, a Usuarios Digitales finalmente se le otorgó su personalidad jurídica en agosto de 2015.

Viaje Quito-Tena-Shandia

Hoy salimos temprano de Quito para visitar a mi abuelo. Paramos para desayunar en medio de la carretera donde nos recibieron tres perros sin raza. Una de ellos, la matriarca, era muy cariñosa. Puede que ese sea su estilo de conseguir comida, pero de ser el caso la tenía más que merecida. Entramos al paradero, uno de los tantos escondites donde la familia de alguien ofrece la comida más rica y barata que el dinero puede comprar. En la sierra, por el frío, uno procura sentarse lejos de la puerta pero cerca del sol; lo cual convierte a alguna de las esquinas en el lugar más apropiado para comer. 

Pedimos seco de pollo, caldo de gallina, un jugo y un café. A mi padre no le gusta comer mucho cuando maneja pero yo, que solo tengo pocos días para disfrutar de Ecuador, busco el mejor plato en todo lugar. Conversamos bastante, seguramente fue mi mami la que nos alegró la mañana. Ella habla más que mi hermana, mi padre, yo, o todos juntos. Conversamos de su primo, y de cuando colgó uvas compradas en el mercado en sus viñedos para sorprender a las visitas. Todo le salió bien hasta que mi prima terminó con uno de los hilos en su mano y la gente estalló en risas. Por una especie de efecto dominó, aún hoy nos reímos de eso. Nos peleamos por las servilletas y finalmente mi papá pide la cuenta. Me levanté para curiosear entre las golosinas y terminé comprando un tubo de chicles; luego todos nos acercamos al mesón. Vemos una piedra para moler ají. Les cuento lo rico que es el ají de la Fabi, quien me contó la infidencia de las uvas. Todos la elogiamos y entre tanta buena opinión no me dejaron decir “y ha sido de Pujilí ¿no?”.


Nos subimos al peugeot crema de ocho asientos en tres filas y volvemos a la misma carretera que recorrimos hace diecisiete años, y cuando Abdalá ganó las elecciones presidenciales, y cuando llevamos a mi abuelo a esa ciudad. La misma carretera que pisamos cada que podemos. Mi mami pone un disco en la radio que me recuerda que Paramore existe. Después de detenernos momentaneamente en la gasolinera para aflojar la presión en las vejigas, nos dirigimos a Baeza y, uno por uno, empezamos a retirarnos las cobijas serranas. Mi mamá y mi hermana se deshacen de su saco, mi padre no para de secarse la frente con una mini toalla blanca y yo abro el cierre que sostiene a las bastas de mis pantalones. Ya cómodo me quedo dormido. 

Despierto en un bache en plena troncal amazónica. Algun falla tenía que haber en todo ese concreto. Pocos kilómetros después, en la vía Tena-Puyo, mi papá toma un desvío que nos acomoda en el centro de la capital de Napo. Tres canciones después estábamos descargando las compras para la tía y ubicándonos en la sala. Siempre en el sillón que mejor acomode al cansancio. El abuelo ya no camina solo, su memoria no ve más allá de la generación que le sigue (o sea que se acuerda de papá). Mi hermana, mi primo y yo nos sabemos desconocidos en ese sitio. Él sabe que está viejo, pregunta quiénes somos y le toca creernos. Finge interés, esconde preocupación. Mi tía, quien le atiende cada día, nos mira con pena y desespero. En unos años…

Afuera de la casa están royendo los guatusos. Se paran en dos patas para masticar las papas que acabamos de lanzar. Logramos avistar una de las dos crías. Galo, el esposo de mi tía, nos cuenta que ya tienen una semana. La comida proviene de su terreno, un predio de cinco mil metros cuadrados ubicados cerca de Shandia. 


Tras pasar por un centro de salud y una escuela bilingüe (“y pronto va a ser una escuela del milenio” agrega mi tía), llegamos a la propiedad. Atravesamos un puente improvisado con troncos —que nos protegen de lo que a futuro será una linda fosa— y nos vemos rodeados de flora verde. Miramelinda, hierba luisa, árbol luisa, piña, yuca… me acuerdo de mi amigo manaba (“es que la tierra te da, loco”). A unos tres metros del piso está una mano de oritos. Tras unos cuantos machetazos, los oritos empiezan a caer en un ángulo algo predecible. Agarrar el tallo en la caída es, precisamente, el arte de cosechar oritos. La sabia de la planta se riega a raudales, pregunto si el tronco se come. Me hacen una mueca —es feo— “eso sólo se toma cuando te muerde una serpiente para contrarrestar el veneno, hasta llegar al hospital”.

Guardamos la cosecha en el baúl y seguimos a la playa del río. De camino al Jatinyaku, uno cruza el puente “que hizo el presidente después de una marejada”. El paso de la estructura colgante está cubierto por un techo de (creo) palma y en el piso se leen una serie de letras mayúsculas que escaparon a la horizontalidad del castellano: SHANDIA PULMON LIMPIO. El ocaso está cerca y las gallinas se empiezan a acomodar en los árboles, llegamos a la playa que es arena pura y tomamos fotos, ahí nos damos cuenta que el celular no tiene señal. Ya hicimos todo lo planificado pero no quiero irme. Vuelco al atardecer, respiro un aire que jamás volverá a mi Quito. Me pierdo en lo que miro y se me escapa un “no me quiero ir”. Para esto, no tengo palabras.

Ciclear de noche en Quito

Vancouver es una ciudad grandiosa, pero demasiado organizada. Las salidas grupales en bicicleta a las que asistí estaban organizadas por la cocina de bicicletas del campus —le dicen así porque se preparan nuevas bicis a partir de repuestos usados todo el tiempo— y para asistir uno tenía que llegar temprano y firmar la hoja de descargo de responsabilidad (en Canadá toda actividad grupal conlleva firmar algún tipo de formulario). Bordeábamos la playa y llegábamos hasta Stanley Park, donde todas las ciclas tienen que seguir una sola dirección, nos dábamos la vuelta de rigor y, finalmente, volvíamos al punto de origen.

bicicleta tacuri

A pesar de que era interesante, yo extrañaba mi Tacuri hecha a la medida (acá está el enlace por si quieren comprarse una) y las cicleadas nocturnas quiteñas que todos los lunes organizaba —del pretérito imperfecto “esos manes ya no hacen salidas nunca”— CER Promotora de Ciclismo.

Las ciudades se transforman en la noche y rutinariamente uno no las disfruta porque, en capitales como la nuestra, la noche está para moverse de punto a punto. La transición es un mal necesario que toca aguantarse exceptuando una que otra fecha como la noche de fin de año —donde la otra mitad del país también se viste de mujer— o el desfile de halloween en el día del escudo nacional, con los monigotes gigantes en la avenida Amazonas.

Las salidas nocturnas en bici te dejan volverte parte de una urbe nocturna, uno va más rápido que esa sensación de inseguridad que produce ser ciudadano de un país donde más de la mitad de la gente ha sido víctima de un asalto, o tiene un familiar a quien algo le han robado.  Las veintiún marchas de tu velocípedo opacan ese miedo pero, al mismo tiempo, la velocidad no es tanta como para no disfrutar de los detalles de las calles, aceras, hidrantes, ventanas, locales, perros, prostitutas, brujos, comerciantes, estudiantes, mochilas, afiches, carros, parques, luces, monumentos y un largo etcétera.

Por eso, me emocioné mucho cuando me enteré que otro colectivo llamado Ciudad en bici retomó la actividad de salir cada lunes en dos ruedas para ver la ciudad. A pesar de que no es lo mismo que andar con los desaforados de Cicleadas El Rey, estos paseos permiten recorrer Quito en un entorno seguro para todos los que saben pedalear. Caro (creo que es ella la que escribe) dice en el blog de ciudad en bici que:

El fin de estas cicleadas es tener un espacio donde pueda venir todo tipo de gente, principiantes, profesionales, mujeres, niños abuelitos, absolutamente todos porque lo que nos interesa es que la gente pierda el miedo de andar en bici por la ciudad y que lo importante no es la rapidez en la que te mueves si no que aprendas a disfrutar de moverte sobre dos ruedas.

Y es verdad, no nos dejaban ir muy rápido, o saltar sobre las aceras y siempre habían guías en las partes frontal y posterior. Las personas se ubicaban en un carril en la calle, usualmente en parejas. Con este tipo de formación, los automóviles ven una especie de desfile y prefieren ir por el carril anexo sin causar mayor complicación. El grupo es liderado por mujeres y tener lideresas casi siempre cambia la dinámica para bien, ellas son mejores para predicar con el ejemplo, comunicarse de manera abierta y transparente, admitir errores y sacar lo mejor de los demás (según los resultados de Ketchum Leadership Communication Monitor, una encuesta realizada a más de 6.500 personas en todo el mundo). Aunque, para ser sinceros, yo le vi a Laurita trepándose a la vereda antes de que me diga que no lo haga porque hay que respetar al peatón. Bueno, el asunto es que en Quito existe un entorno seguro para salir a ciclear los lunes en las noches y sería bueno que vayan a hacer la prueba con amigos y familia. Las chicas empiezan a dar instrucciones en el parque Gabriela Mistral cada lunes a las siete de la noche y salen después de unos veinte minutos.

Quizá el único pero es que después de hacer los recorridos toca regresar a la casa y, a menos que haya una buena cantidad de gente, a veces toca hacerlo sólo. Y a muchas personas no les gusta y por eso les aviso para ver si se ponen de acuerdo con alguien de su barrio o sino pregunten en el grupo por personas que vivan cerca de ustedes. Tengo la suerte de tener un vecino igual de adicto a la bici que yo y usualmente nos acompañamos en la cuesta.

El lunes que pasó yo ya me estaba despidiendo con un “nos vemos la próxima semana” cuando Laurita nos cortó con un “el miércoles escuelita de bike polo, verán”. Resulta que estas chicas no sólo se reúnen los lunes, sino que dos días después van al parque La Carolina (cerca de las canchas sintéticas) a practicar polo en bici. Si no tienen idea de qué es eso, pues sabrán exactamente cómo me sentí cuando me dijeron que vaya a la escuelita. Lo más cercano al polo en mi vida son las camisetas con el logo del señor en caballo sosteniendo un mazo parecido a palo de golf, pero resulta que es bastante divertido.

Al comienzo (y es que yo sólo he jugado esto tres veces) duelen muchísimo las muñecas y es difícil mantener el equilibrio, pero al poco tiempo el cuerpo se va acostumbrando y uno empieza a ver al mallet (el taco que sirve para pegar a la bola) como ayuda y no estorbo.  Es especialmente útil cuando uno tiene que dar retro porque la bola se queda en las esquinas o porque toca cubrir el arco con las llantas de la bicicleta para que el otro equipo no te haga el quinto gol, que es como pierdes el partido. Eso o estar abajo en el marcador cuando se acabe el tiempo reglamentario de treinta minutos —nosotros sólo jugamos diez.

Las otras reglas son: no tocar el piso con los pies, jamás; hacer goles con el extremo fino del mallet y, tras hacer un gol, esperar en tu mitad hasta que el otro equipo cruce a tu cancha. Bueno, las dos últimas reglas pueden esperar un poco durante las primeras clases porque el 90% de tu energía se irá en dos cosas: tratar de alcanzar la bola y no caerte de la bicicleta. Si les interesó, pueden chequear cuando será la próxima clase en la página de facebook de la liga femenina de bike polo Ecuador. A veces hacen vaca para comprar pizza, así que llevarán sueltos, casco y bastante agua.

La pregunta para conversaciones casuales, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de una publicación que Aaron escribió en su blog cuando tenía 19 años.

Uno de los rompecabezas menos importantes en la vida estadounidense es qué preguntar a la gente en las fiestas, de tal manera que uno llegue a conocerlos.

“¿Cómo estás?” es, por supuesto, una mera formalidad. Sólo la persona más afligida daría honestamente una respuesta negativa.

“¿A qué te dedicas?” es algo ofensivo. En primer lugar, realmente significa “¿qué ocupación tienes?” y, por lo tanto, implica que haces poco fuera de tu ocupación. En segundo lugar, implica que la ocupación de alguien es el hecho más relevante acerca de su vida. En tercer lugar, rara vez conduce a una investigación más útil. Ya que sólo a partir de un puñado de ocupaciones, podrás decir algo relativamente relevante, pero incluso esto, sin duda, será un poco molesto u ofensivo. (“Oh sí, siempre pensé en estudiar historia”).

“¿De dónde eres?” es aún menos fructífera.

“¿Cuál es tu especialidad?” (en el caso de estudiantes universitarios) se vuelve amarga cuando, como sucede trágicamente en la mayoría de los casos, los estudiantes no sienten verdadera pasión por su especialización.

“¿Qué libro has leído recientemente?” hará que la mayoría deestadounidenses que no leen se autoinmolen o, en el mejor de los casos, obtendrás únicamente un confuso resumen improvisado de un libro al azar.

“¿Qué cosa interesante has aprendido recientemente?” pone a la persona en la mira y conduce inevitablemente a titubeos y posteriormente a algo que no es para nada interesante.

Propongo que, en cambio, preguntemos “¿qué has estado pensando últimamente?” En primer lugar, la pregunta es extremadamente abierta. La respuesta podría ser un libro, una película, una relación, una clase, un trabajo, un hobby, etc. Incluso mejor, será el que sea más interesante de entre éstos en ese momento. En segundo lugar, envía el mensaje de que pensar, y pensar sobre pensar, es una actividad fundamental del ser humano y, por lo tanto, la estimula. En tercer lugar, es más fácil de responder, ya que por su naturaleza está preguntando lo que ya está en la mente de la persona. En cuarto lugar, es probable que conduzca a un diálogo productivo, ya que pueden discutir juntos sobre el tema y, ojalá, progresar en ello. En quinto lugar, es muy probable que la respuesta sea novedosa. A diferencia de los libros y ocupaciones, los pensamientos de la gente parecen tener una variedad sin fin. En sexto lugar, ayuda a capturar la esencia de una persona. Un trabajo puede ser forzado por las circunstancias y origen, pero nuestros pensamientos son verdaderamente nuestros. No puedo pensar en una mejor manera de juzgar rápidamente lo que una persona es en realidad.

En este contexto, uno puede darse cuenta que “¿en qué has estado trabajando últimamente?” es claramente inferior, aunque similar.

Así que, ¿en qué has estado pensando últimamente?


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.

La intencionalidad del mal, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de la publicación que Aaron escribió en su blog cuando tenía 18 años.

Cuando niños, somos alimentados con una dieta constante de cómics (y ahora, películas basadas en ellos) en los que héroes valientes salvan al planeta de la gente mala. Prácticamente se ha convertido en sabiduría convencional que, en este tipo de historias, la línea entre el bien y el mal es equívocamente demasiado clara –el mundo tiene más matices, se nos dice–, pero este no es realmente el problema con estas historias. El problema es que los malos saben que son malos.

Y la gente realmente crece pensando que las cosas funcionan así: la gente mala hace cosas malas intencionalmente. Pero esto no sucede. Nadie piensa que está haciendo mal –tal vez porque simplemente es imposible ser mal intencionado, tal vez porque es más fácil y más eficaz convencerte a ti mismo de que eres bueno– sino que cada gran villano ha tenido alguna justificación para explicar por qué lo que estaba haciendo era bueno. Todo el mundo piensa ser bueno.

Y si ese es el caso, entonces la intencionalidad en realidad no importa. No es ninguna defensa decir (para tomar un ejemplo famoso reciente) que los banqueros de Nueva York “sólo estaban haciendo su trabajo”, convencidos de que estaban ayudando a los pobres o algo, porque todo el mundo piensa que “sólo está haciendo su trabajo”; Eichmann pensó que sólo estaba haciendo su trabajo.1

Eichmann, por supuesto, es el ejemplo correcto, ya que es precisamente la obra de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal, la que es ampliamente citada por esta tesis. Eichmann, como casi todos los terroristas y asesinos, era para nuestros estándares un tipo perfectamente normal y saludable, haciendo cosas que, él creía, eran perfectamente razonables.

Y si ese tipo normal pudo hacerlo, nosotros también podemos. Y si bien se podría argumentar quien es peor –ellos o nosotros– es un juego inútil, ya que nosotros somos responsables por nuestras acciones. Y mirando alrededor, abundan los crímenes monstruosos que hemos cometido.

Así que la próxima vez que se menciones uno a alguien y te responda “sí, pero lo hizo con una buena intención” explícales que no es excusa; las únicas personas que no tienen buenas intenciones son personajes de cómics.

Nota del traductor

1 Otto Adolf Eichmann fue un teniente coronel de las SS nazi. Fue el responsable directo del genocidio sistemático de la población judía europea durante la Segunda Guerra Mundial.


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.