Reseña: El chico que pudo cambiar el mundo—Las obras de Aaron Swartz

Cuatro meses atrás compré The Boy Who Could Change the World: The Writings of Aaron Swartz. Quise prestárselo a un amigo y no pude; el libro estaba protegido por DRM. El Digital Rights Management hace imposible leer una obra fuera de un kindle. Esto era claramente una traición al legado de Aaron.

Envié un correo. La gente que había contribuido al libro respondió. «Si Aaron estuviera vivo, denunciaría esto en voz alta y le diría a la gente que no compre el libro», dijo Cory Doctorow. «Estoy 100% de acuerdo con este punto crítico», secundó Lessig (fundador de Creative Commons y excandidato presidencial en Estados Unidos). Cuatro días más tarde inició el proceso para eliminar el DRM de los escritos de Aaron. En dos semanas, todas las tiendas ofertaban su libro sin poner el famoso candado digital. Todo gracias a un correo.

Según Aaron, no puedes medir tu legado en función de lo que has hecho. En cambio, debes preguntarte cómo serían las cosas de no haber hecho nada. Así pensaba Aaron. Te inducía a actuar porque necesitas hacerlo para responder a esa pregunta; es la única opción. Actuar a pesar de no conocer el resultado. Actuar porque «fracasar es lo que casi siempre hacemos. La única manera de mejorar es tratar de hacer cosas que van un poco más allá [aunque eso signifique] que vas a fracasar algunas veces».

Aaron estaba siempre trabajando en lo que creía que debía trabajar, independientemente de la ley. «Arengó a otros a cruzar lo que él creía era una línea injusta. Y la cruzó él también». Cuando lo recuerdan, sus amigos hablan de su «Aaron interior»: él hubiera dicho esto, él hubiera hecho esto otro. Pueden darse ese lujo porque Aaron hablaba de forma clara y siempre actuaba según sus convicciones.

Su libro retrata este personaje, mientras explora la educación, la propaganda, los medios de comunicación y la política. Si lees The Boy Who Could Change the World: The Writings of Aaron Swartz prepárate… Vas a conversar con ese niño interior que siempre te negaste a escuchar, aunque supiste que siempre tuvo razón. Vas a arrepentirte de haberte rendido al explicar tus rebeldías porque no encontraste palabras, pues ahora las hallarás. Finalmente, reúne coraje porque aprenderás cosas que no podrás desaprender. Y una vez que las sepas, dejar de actuar es traicionar el legado del niño que pudo cambiar al mundo.

¿Por qué mueren los héroes?

Contar historias es una tarea sin respuestas fijas. Ahí se nos queda corta la ciencia porque lo lógico, lo eficiente, lo ético y lo necesario rara vez son la misma cosa. Para contar la historia de la Tierra, por ejemplo, uno puede empezar ignorando o no la existencia de «x» creador, y eso le resultaría ofensivo a una gran cantidad de personas. Uno puede dividir la historia según la complejidad de los organismos que han habitado la tierra e implicar que la culminación de ese procesos somos nosotros. El antropocentrismo puede acabar con la humanidad, su historia y el mundo tal cuál lo conocemos, o no. Es inevitable errar y, por ello, escribir siempre es un aprendizaje, una aventura y un ejercicio de toma de decisiones. Es posicionarse frente al mundo y viceversa.

Las biografías, a menudo, se dividen en periodos temporales pero ¿cómo decidir lo que marca la ruptura entre un capítulo y el siguiente? Voces y silencios, ese es mi experimento. Hay retazos de vida en los que se mira para admirar. Para muchos, la fascinación es impersonal, hacia el  universo, o la existencia pero otros tantos escogen admirar a alguien más. Todos tenemos héroes que se incrustan como el elemento principal en las secciones de la vida. Madre, Padre o jugador de fútbol. Una mujer astronauta, un idealista loco, un artista que nos deja sin palabras. Son los héroes y heroínas los que nos impulsan a avanzar en la vida.

Recuerdo al menos cuatro de los míos. Los dos primeros eran figuras místicas con capacidades de trascender la realidad. De alguna manera, la posibilidad de que hay lecciones ocultas a la experiencia humana que han sido reveladas sólo a unos pocos siempre atrajo mi atención. Pero no es la búsqueda de secretos o poder lo que me condujo allá, sino la búsqueda de virtud. Yo no sé dónde uno encuentra esas verdades, pero sé dónde se buscan: libros. Cómo toda belleza, más de una persona la quiere describir y aunque en el arte se aceptan interpretaciones contrapuestas, la fe no acepta competencia. Eventualmente esos héroes, como tales, murieron para mí empero mucho de lo que me inspiraron vivirá conmigo el resto de mis días.

El otro par de héroes —lástima que todos sean varones— son un tanto diferentes, uno sigue vivo pero ya no me provoca mayor cosa. El que murió recién, en cambio, me hace pensar en tantas cosas que se deben realizar. Es más fácil pensar en mártires de hace dos mil años, porque uno no se da cuenta de cuán duro es entender el tipo de trato que el mundo le puede dar a la gente que admiras más, pero a mi fecha de nacimiento y a la de Aaron apenas las separa cuatro meses. Cuando recomiendo a otras personas ver «The Internet’s Own Boy» les digo «así el mundo trata a personas como yo». No es que no lo admire, pero tengo miedo de querer ser como él.

Uno no tiene héroes todo el tiempo. Si esas voces en nuestra cabeza son los héroes de nuestras vidas, luego están los silencios. Esos momentos donde perdemos fe en las personas y la vida. No tener la capacidad de contemplación inspiradora, que Sócrates y Siddharta describen como la posesión más valiosa es un vacío que marca también. Y son esos días donde se acumula un poco de cinismo justo a lado de la desesperanza. Donde nos volvemos más apropiados a la Sodoma que antes no nos merecía. ¿En qué punto uno acumula demasiado como para no volver a creer? ¿Cuáles son las cosas que hacen que los humanos queramos recuperar la fe en alguien o algo? ¿Se puede dar dosificadamente?

«Mi consejo para un joven escritor —dice Maurice Sendak— es que trabaje con aquello de lo que está hecho, y con eso quiero decir que no debemos temer trabajar con las cosas que nos fascinaron cuando estábamos en nuestra [época] más impresionable».  Muchos dicen que ojos que no ven, corazón que no siente (o como dicen los gringos «ignorance is bliss»), pero quizá sea tiempo de cuestionarnos qué tipo de información necesitamos. Si el conocimiento trae poder, que sea el poder de ser impresionado.