David es uno de mis mejores amigos, y en ellos uno encuentra ciertas mutaciones de uno mismo, alteregos que expresan adecuadamente lo que a uno no le tiene ocupado en cierto momento. A David no hay nada que le produzca más rechazo que la expresión «voluntad política». Sus palabras más o menos fueron estas:
¡Como que uno tuviera que esperar a que esos ■■■■■■■■■■ se les diera la ganar de hacer algo! ¿Por qué, ■■■■■■?
Eso es lo que sucede cuando tenemos una democracia representativa, las personas llegan a puestos de poder con una tarea de dar diciendo nuestra opinión, o luchar por nuestra conveniencia para que así, entre luchas de poder, se llegue a un consenso que ayude al bien de la mayoría. Esta es una visión bastante simple y reduccionista pero, por ahora, la mantendré así por el bien del argumento. Lo irónico de esto es que para ser electo se necesitan votos, y para tener esos votos se necesitan costosas campañas y para las campañas se necesita dinero, si se hacen gastos directos como fue el caso de Álvaro Noboa o alianzas con sectores estratégicos, que es algo mucho más común, es otra cosa. ¿Qué sucede después con todos esos compromisos previos? No sabemos, lo que sí sabemos es que después de las elecciones, la gente que termina en el poder está usualmente asociada a círculos bien posicionados económicamente.
En el gráfico de abajo, que pertenece a la distribución de la riqueza financiera en los Estados Unidos en miembros del congreso y el senado, vemos que la gran mayoría (en verde claro y oscuro) pertenece al 10% más rico. Sólo el 15% de los miembros de la cámara de representantes y del senado pertenecen al 90% más pobre.
Debido a que volver a ser elegido siempre es una opción, puesto que incluso en países donde se limita el número de veces que uno puede acceder a cierto puesto de poder es posible ser nombrado en un alto cargo por un «aliado», es comprensible que no se quiera afectar a los grupos económicos que uno realmente representa. En Estados Unidos, donde es mucho más descarado el cabildeo, incluso se ha sugerido que los congresistas usen uniformes similares a los usados en los deportes, con los logos de los auspiciantes claramente expuestos (esto, por supuesto, fue una broma).
¿Es esto así de malo realmente? ¿Es probable que las personas en los puestos de poder representen a quienes las financian en lugar de a quienes las eligen? En el recuadro de abajo podemos ver una gráfica que muestra el crecimiento de ingresos, es decir cuánto se lleva al bolsillo la gente, durante tiempos de expansión económica, entre 1949 y 2012. En celeste se representa al 90% más pobre, que hasta 1979 se benefició en su mayoría de los ciclos de expansión económica o «crecimiento», pero desde entonces vemos como el 10% más rico (en azul) ha sido el que más se ha beneficiado de estos ciclos, al punto que en el período de 2009 a 2012, el 90% más pobre incluso disminuyó sus ingresos durante la etapa de «crecimiento», quizá esa es la razón de que el 72% de estadounidenses sienta que la recesión sigue presente.
¿Qué tan diferentes son los sistemas de democracia representativa alrededor del mundo? ¿Estamos blindados contra el cabildeo de poderosos empresarios aquí en el país? ¿Qué sucedería si nos fijáramos en el crecimiento económico de quienes detentan la mayor cantidad de riqueza en el país? ¿Cómo va avanzando la desigualdad en Ecuador en los últimos años? Una pista: no son respuestas alentadoras.
Acá un cuento para niños al respecto, cortesía de Radialistas: