ELECCIONES ECUADOR: Yo tampoco sé por quién votar

El día de hoy leí el artículo de Cristina Vera «Por qué resulta imposible votar por Guillermo Lasso» y recordé el fangoso terreno en el que estamos pisando. En este punto toda la gente que no quiere ver cuatro años más de abuso de poder de Alianza PAIS (grupo donde me incluyo), queremos creer que Lasso es «bueno» porque está segundo y eso eliminaría cualquier conflicto ético al votar. Pero la vida nunca es tan sencilla. Aquí quiero tocar un par de puntos importantes que creo deben estar en su cabeza el próximo 19 de febrero.

¿Estamos votando por un candidato o por la posibilidad de que haya segunda vuelta?

Lo cierto es que no sabemos. Ese temor proviene en gran parte de lo que sucedió en la última elección presidencial cuando Rafael Correa derrotó a Guillermo Lasso en una sola vuelta. El escenario de entonces es distinto al actual, pero no tanto. Si bien es cierto que Lenin parte con menos ventaja respecto a los otros candidatos, la ventaja es todavía significativa. Si tomamos los resultados de CEDATOS, por ejemplo, Lenin Moreno parte con 13 puntos de ventaja (necesita 10 para ganar en primera vuelta) sobre Lasso y el 38% de los votos válidos (necesita 40% para ganar en primera vuelta). Aunque es probable que la popularidad de Lenin Moreno haya disminuido tras las filtraciones de Odebretch, Ecuador Transparente, los reportajes de diario expreso sobre las coimas en CAMINOSCA y los videos de Carlos Pareja Yanuzelli. Uno sólo puede especular. Los escándalos de Twitter no necesariamente reflejan la opinión de la mayoría de votantes.

A eso hay que sumarle que hay una gran cantidad de ecuatorianos indecisos de frente a las elecciones. Es un poco incómodo decirlo pero es verdad que tener segunda vuelta no está asegurado aún, y frente a eso lo único claro es que lo inteligente para aquellos que no quieren que gane Alianza PAIS, es asegurar esa segunda vuelta.

¿Qué se puede hacer?

Votar por Lasso no es la única forma de ayudar a que haya segunda vuelta. Para las personas que se sienten incómodas con esta acción quedan otras opciones. La primera es realizar un voto protesta. Es decir, votar por un candidato que defienda sus principios a pesar de que no tenga todas las posibilidades de ganar. Lo segundo que se puede hacer es ayudar a los indecisos. Esto ayuda a disminuir el porcentaje de votos no válidos. Cuando la gente no vota por un candidato específicamente, las brechas entre el primero y el segundo se hacen más grandes. La Avena Cómica hizo un video muy bueno al respecto, el cual dejo al final de este artículo. Lo cierto es que, a menos que un tercer candidato. Votar por el candidato que más se acerque a tu opinión envía un mensaje a quien sea que gane sobre los que tú quieres y obliga a los candidatos a realizar ciertas concesiones para obtener apoyo en la segunda vuelta.

Recordemos que este año todas las encuestas fallaron en predecir la intención de voto en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y en el referéndum sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Si las encuestas siguen funcionando como el año anterior, puede que incluso haya otro candidato que no sea Lasso en segunda vuelta. Dalo le apuesta a eso, pero lo cierto es que esos países tienen otros sistemas de votación voluntaria y eso hace una gran diferencia.

¿No estamos ayudando a Lasso a llegar segundo de todas maneras?

Sí, sin embargo eso no quiere decir que no haya diferencias. Antes que nada hay que asumir que no existe un voto en el cuál no apoyes tácitamente a Moreno o Lasso. No te puedas librar de esa responsabilidad. Si votas nulo o blanco, estás ayudando a Lenin Moreno. Si votas por otros candidatos, también estás ayudando a Guillermo Lasso (o a quien sea que esté segundo, parece ser Lasso).

¿Cuál es tu verdadera elección? Le está dando un mensaje a Guillermo Lasso. Le puedes decir «yo te apoyo ciegamente porque odio a Alianza Pais y todo lo que han hecho en estos diez años y quien sea es mejor que Lenin» o puedes decirle «¿Sabes? Yo no estoy de acuerdo con tu plan de gobierno y puede que vote o no por ti en la segunda vuelta». Eso lo obligará a tranzar con otros partidos políticos y movimientos sociales y, tal vez, moderar su postura. En otras palabras, te estás ayudando a ti. Pero no hay que olvidarse que al hacerlo se incrementa también la diferencia entre el primero y el segundo candidato.

¿Me debo contentar con que gane Lasso?

Yo creo que no. La clase dirigente siempre tiene intereses distintos a los de los que votamos. Y muy rara vez encontrarán un candidato al cuál hay que dejarle nomás hacer las cosas. La postura de Lasso contra el feminismo, por ejemplo, es muy problemática. Lasso ha declarado ser liberal pero cuando le preguntaron sobre las recomendaciones de Naciones Unidas sobre los derechos a la mujer él dijo que a ratos habrá que escuchar a las Naciones Unidas y a ratos no. En un tono muy similar al que Correa nos tiene acostumbrados. Claro, un gobierno siempre tendrá discrecionalidad en su política interna, y así debe ser en casi todo, menos en tema de derechos humanos. Ese no es el único punto en el que discrepo con Lasso, pero lo menciono porque la agenda política y económica estará en todos los medios. Espero que reflexionemos un poco sobre los candidatos que ejercerían control sobre la presidencia y los apoyemos en la asamblea.

DISCLAIMER o ¿Y POR QUÉ NO HABLO DE APOYAR A LENIN MORENO?

Porque me es imposible. No puedo. Hay muchísimas razones. Se me ocurren el trato inhumano que han sufrido las comunidades indígenas a manos de este gobierno, el haber vendido el petróleo de los años venideros para gastarse la plata en este gobierno, y tantas otras cosas. Pero lo que de verdad me impide apoyar a Alianza Pais (pese a que tengo amigos en el partido, que han trabajado duro y con buenas intenciones, obteniendo buenos resultados y de estar estudiando con una beca en el exterior gracias al gobierno) es la persecución de la que he sido víctima.

Alianza Pais es incorregible y lo experimente cuando participé del debate público sobre el espionaje político que realizaba la SENAIN. Ese día, esta gente hizo lo posible para intimidarme. Para conseguir mi correo le escribieron a mi hermana, que no sabía lo que sucedía. Difundieron información falsa sobre mí, diciendo que trabajo en la SENAIN. Amenazaron a la familia de otros activistas usando mi nombre. Y llamaron a la SENESCYT a pedir que cancelen mi beca. El escándalo de la SENAIN no fue el inicio de una reforma interna de la Secretaría de Inteligencia sino el pretexto para iniciar una persecución contra otros. Meses después llegaron cartas de la fiscalía a manos de los productores de programas de televisión que hablaron del tema y a los entrevistados. Rommy Vallejo sigue cumpliendo sus funciones pese a que quiso usar su poder político para negarme la oportunidad de estudiar en el exterior. Los asambleístas «de izquierda» como Maria Augusta Calle, Ximena Ponce, entre otros, no hicieron nada al respecto (aunque en otras ocasiones solicitaron nuestra asistencia como activistas para convencer a sus compañeros asambleístas de cambiar artículos de ley).

Alianza Pais ha hecho cosas buenas, es verdad, pero ¿a qué costo? Al costo de usar su poder contra mí, y otros que piensan de forma similar. No quiero votar por ellos. Peor ahora que Lenin Moreno ha demostrado lo mucho que se deja manipular ahora en tiempos de campaña. Si alguien me aprecia, no vote por Alianza Pais, porque fue y será vota por autorizar que la SECOM y la SENAIN investiguen a gente con opinión propia, a que nos insulten desde el anonimato y usen los recursos más bajos (el miedo a hacer daño a nuestra familia) para callarnos.

Lessig: boicotear el sistema desde la oficina oval

Un abogado de esos que cambian el mundo rechazó la propuesta de un amigo de venir a Ecuador, le dijo —off-the-record— que él nunca bajaba del paralelo 35 norte, porque le gustaba pelear “donde el capitalismo toma sus decisiones y no donde come tierra y chupa sangre”. Tómense un tiempo para digerir eso. Lo que estaba diciendo es que nuestras democracias eran un simulacro porque lo que mandaba realmente era el dinero.

“Oye, país rico, préstame plata”

“No hay problema amigo del tercer mundo, pero necesito que me hagas un favor”.

Nuestra política económica —así como la de la mayoría de países en vías de desarrollo— se ha visto maniatada de siempre por exigencias del mundo exterior. En el caso de Estados Unidos, fueron las exigencias del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, las que quebraron nuestras economías en épocas de boom petrolero, bananero, cacaotero… o al menos así nos gusta pensar. Nos daban plata pero teníamos que buscarnos la vida y pagar por acceso a la salud, a la educación, a las carreteras y por eso botamos a Lucio —les exijo también un poco de corresponsabilidad—. Luego vino Correa y la expansión del “estado de bienestar”: Ecuador decidía en qué gastar pero para hacerlo tuvo que embargar lo que las generaciones futuras debían heredar. China no tiene aquí empresas que se beneficien de la privatización así que la condición requerida fueron nuestros recursos —a un precio barato— que ellos necesitaban para poderse desarrollar.

Hay variantes, pero en países pequeños, son estas presiones exteriores las que determinan el quehacer de la política local. Hace poco firmamos un acuerdo comercial de libre comercio con la Unión Europea, gracias al cual nos quedamos prácticamente sin política fiscal. Y esto no es nada porque, mientras escribo, Estados Unidos negocia con decenas de países tres tratados secretos —TTP, TTIP & TISA— que atarán de manos a la economía mundial. Déjenme decir eso de otra manera: Las corporaciones de Estados Unidos están negociando en secreto con representantes de 34 países el futuro de la educación, de la medicina, de la propiedad intelectual, del poder del Estado sobre las empresas y los países firmantes en conjunto comprenden dos tercios del producto interno bruto global.

Hablar de política económica extranjera es hablar de política local, pero es lo que en el fútbol ecuatoriano correspondería a la “serie A”.

A eso se enfrentó recientemente el exministro griego, Yanis Varoufakis, cuando el titular alemán de Finanzas —y líder de facto de la política económica europea—, Wolfgang Schäuble, le dijo que unas elecciones “no podían obligar a un cambio de política” y que debía aplicar la receta que la Unión Europea tenía ya prescrita para Grecia.

«Deberíamos haber entregado el poder, como habíamos dicho que haríamos, a quienes pueden mirar en los ojos a la gente y decir lo que nosotros no podemos: ‘El acuerdo es duro, pero se puede cumplir de tal manera que haya espacio para la esperanza de que podemos recuperarnos y superar la catástrofe humanitaria’”, dijo Varoufakis tras ser obligado a renunciar a su cargo, por presiones directas de la Comisión Europea. La “receta” sigue siendo aplicada en Grecia a pesar de que un referéndum realizado en julio de este año indicaba que 61% de la población se le opuso.

“Deberíamos haber entregado el poder”, esa frase del exministro griego marcó la frontera entre lo que es y lo que debe ser.

El 35% de las exportaciones ecuatorianas van a Estados Unidos y parte de nuestro financiamiento proviene, otra vez, del FMI y bancos gringos privados como Goldman Sachs. El antiimperialismo nos duró lo que el financiamiento alterno y ahora nos va a tocar —a los de a pie— clasificar de alguna manera a esa “serie A”.

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A finales de 2013, el 96% de los estadounidenses consideraba importante “reducir la influencia del dinero en la política”, pero el 91% no creía que fuese posible. En cierta manera, Estados Unidos es el microcosmos en el que se refleja la gobernanza mundial —que está fuera del alcance de nuestros conceptos vagos de derecha e izquierda—. Sin importar tu partido político, ser un candidato electo en ese país, implica seguir un camino que tiene un estricto control corporativo: “Contratas a unos consultores muy costosos. Ellos hablan con donantes con mucho dinero. Acudes a los ejecutivos de las grandes empresas y los persuades para que piensen que te gustan las mismas cosas que a ellos; y el resultado es que la mayoría de gente en el congreso es muy amigable con los negocios y está financiada por las corporaciones”. RIP Aaron Swartz.

Ciertamente se trata de un problema que la mayoría de candidatos están dispuestos a ignorar. Y para que suficiente gente te escuche, tienes que escalar unos cuantos peldaños que, de paso, van sepultando deseos legítimos de cambio social. En Ecuador esto no es muy diferente, para acceder al fondo partidista, tienes que haber logrado un porcentaje de firmas o votos significativo —el 0.5% del padrón electoral— ergo tienes que haber usado medios cooptados por corporaciones privadas o por el Estado; en otras palabras ser candidato es haberle vendido un poco de alma al diablo.

Así que Lawrence Lessig —inserte aquí la descripción más cool que se le ocurra sobre el fundador del movimiento de cultura libre y de las licencias Creative Commons— decidió que para cambiar el sistema, tiene que reunir mucho dinero, pero que esté libre de condicionamientos, no strings attached. Hizo lo que todo chico desesperado y con pocos recursos hubiera hecho en ese momento: lanzar una petición en línea. Este abogado y académico, fundador del Centro para el Internet y la Sociedad en la propia Universidad de Stanford, pretende financiar su campaña para presidente de Estados Unidos con lo que sea que la gente le pueda dar en Internet.

Lo segundo en su lista fue quitarle el copyright a su oferta. “Esto no se trata de un candidato sino de una idea”, dice su página web. Si encuentran alguien con más posibilidades que Lessig, lo pondrán de candidato porque, sin importar quien se siente en la oficina oval, el objetivo es un referéndum nacional para modificar la constitución y divorciar finalmente al dinero de la política, y así eliminar las ciudadanías de segunda categoría y que todos puedan acceder al poder político real.

La tercera cosa importante, es que quien sea que acepte la candidatura deberá también firmar una carta de renuncia. «Deberíamos haber entregado el poder». El momento en que se haga efectiva la propuesta, el presidente dimite y su vicepresidente asumirá las riendas con un congreso libre de deuda corporativa pero con una enorme deuda moral. Así, suponemos, se quiere espantar a la gente que quiera aprovecharse de esta plataforma para llegar al poder. Las ideas—reza el eslogan pop—son a prueba de balas.

Finalmente, la estrategia: se podía hablar de política seriamente sin hablar de la falla estructural en el sistema de representatividad, hasta hoy. Cada cuatro años, las cadenas televisivas y radiales de las empresas que financian las campañas de ambos partidos, los presentaban sin esperar sobresalto alguno. En esta ocasión, sin embargo, uno de los candidatos —el candidato-referéndum, como Lessig se ha denominado— será quien realice las preguntas incómodas, para que este se convierta en un asunto que nadie pueda ignorar: ¿Cómo se puede lograr una ley sobre el cambio climático o límites sensatos a las armas sin lidiar con el lobby corporativo en la elección de representantes? ¿Cómo reformar Wall Street, sin hacer frente a cómo actualmente financian las campañas? ¿Cómo, sino divorciando al Estado y al dinero, se puede hacer frente a las empresas aseguradoras?

Esta fue la estrategia aplicada por el senador Eugene McCarthy en las elecciones de 1967 para sacar a la luz el tema de la guerra de Vietnam. McCarthy no ganó, pero su tema se convirtió en uno que ningún otro candidato pudo ignorar.

No olvides activar los subtítulos dentro del video

Si Lessig consigue el financiamiento adecuado, se centrará en los Estados donde tienen lugar las primeras elecciones primarias presidenciales: Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur. Si logra juntar 1% en tres encuestas nacionales en las semanas previas, aparecerá junto a los otros candidatos demócratas para los debates presidenciales televisados a nivel internacional. “Lo que queremos hacer es construir una vía para que la gente más progresista, más activista sea elegida en el Congreso para que puedan empezar a producir un cambio social real”, diría Swartz.

Rafael Correa siempre ha dicho —y por ende todos sus fans y Alianza País piensan igual— que Estados Unidos es una gran nación, pero que el problema son las decisiones de su gobierno. Y todos sabemos que lo que sea que ellos decidan incidirá en la realpolitik de nuestro país. Si entregamos el control de ese timón a la gente que, como nosotros, sufre el despotismo de un puñado de corporaciones, si flexibilizamos su sistema para que más razón y menos fuerza puedan estar en la oficina oval, nuestra política económica podría cambiar radicalmente. Y esta es la idea que les quiero presentar: es tiempo de hacerle barras —quizá con dólares (resulta que sólo puedes donar a la campaña si eres estadounidense o un residente permanente en Estados Unidos)— al candidato que lo puede lograr.

Seamos realistas, Internet puede ganar las elecciones de Estados Unidos. Internet puede lograr que, de hoy en adelante, el congreso del país con el mayor ejército del mundo esté en las manos de la gente de Estados Unidos y no de las corporaciones que ganan dinero con la guerra. Podemos detener la escalada en la protección absurda y deshonesta de la propiedad intelectual. Podemos lograr que las negociaciones sobre los dos tercios del producto interno bruto mundial sean transparentes —y que no sea sólo Wikileaks quien empuje para que se publique ese texto— y que ese mismo país deje de ser el único sin adherirse al protocolo de Kyoto sobre el cambio climático propuesto por su exvicepresidente. Podemos cambiar el mundo o, en palabras de Jacob Appelbaum, “la utopía es imposible [y] todo aquel que no es un utópico es un idiota”. No seas un idiota.