No importa mucho cómo, el asunto es que me di cuenta que tenía una oportunidad única y la estaba desperdiciando. Tenía a mi lado al presidente de la república y pensé: ¿Qué debo decirle? Siempre criticas a la gente por tener la oportunidad de haber dicho algo importante y haberse perdido en el momento.
— Señor presidente, hay algo que quería decirle.
— Sí dígame — me responde mientras me adelanta con paso acelerado.
— Espere, me gustaría — le digo mientras lo tomo del brazo — que fuéramos por este lugar más tranquilo, porque lo que le quiero decir es importante.
El presidente accede mientras camina lentamente con esa frente arrugada que caracteriza a sus momentos de seriedad. Claro que es muy serio lo que le tengo que decir, cualquier cosa que le diga al presidente debe ser seria, el problema es que ahora mismo no se me ocurre nada. Tengo que pensar rápido ¿por dónde empezar? ¿qué es lo que podría llamar su atención y conducir a lo que realmente le quiero decir?
— Señor, la gente está muy molesta — empiezo a balbucear no muy seguro de lo que realmente le quiero decir, no puedo decir TOTALITARISMO, perdería mi oportunidad — le molesta mucho todos los impuestos.
— Pero…
— Yo sé que el Estado está justamente para eso, pero la gente no lo sabe, pero creo que debería…
De repente, me despierto. Un poco molesto por darme cuenta que mi genio creativo más profundo no pudo articular adecuadamente en el momento preciso, pero también burlándome un poco de lo ingenuo que puede parecer pensar que él no sabía que estaba siendo impopular, que las medidas que estaba tomando se veían desastrosas. De repente, me invade otro pensamiento, como si el sueño no hubiera terminado.
El presidente anuncia por cadena nacional que ha reflexionado y concluido que en un país en democracia no se puede tomar decisiones que afectarán a todas las personas desde una oficina cerrada. «Haremos una consulta popular, a pesar de los costos que esto representa, para preguntar a la gente sobre la explotación del campo ITT, en la consulta también preguntaremos sobre la enmienda constitucional, para que todas y todos los ecuatorianos se manifiesten sobre el futuro de la patria»,
Fue bonito imaginar por un momento que el presidente pedía a sus equipos de trabajo que realizaran una explicación detallada y en lenguaje sencillo sobre los retos que enfrenta la economía ecuatoriana y lo que lo impulsó a explotar el ITT. Y entonces, cuando quise pensar una analogía para las reformas constitucionales me reí de mí mismo ¿en qué cabeza cabe que alguien que propone reelección indefinida, centralización del presupuesto, entre tantas otras cosas, pensaría en una consulta popular? José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, dijo que las reformas propuestas «facilitarían que el gobierno aplique restricciones arbitrarias a medios de comunicación y utilice habitualmente a militares en operativos de seguridad pública, y al mismo tiempo dificultarían que los ciudadanos puedan presentar denuncias judiciales en casos de abusos».
Quise describir mi experiencia inmediatamente, me contuve… ¿Era ilegal? Con el reciente aprobado código penal se tipificaban como delitos insultos en redes sociales ¿cómo lo iba a tomar el presidente? Bueno, seguramente no lo leería. Pero claramente señaló ayer que quien lo llame fascista debe probarlo sino ¿vas preso? Y lo que estoy escribiendo ¿podría ser considerado como una acusación de intento de una dictadura blanda institucionalizada? Censura previa.
Si yo pienso así ¿qué pensarán los periodistas? Eso explica porque las salas de redacción ahora tienen igual número de editores que de abogados.
Me asusto de ese miedo. Me horroriza la posibilidad de que eso sea permanente. Escribo.