El 13 de mayo la Electronic Frontier Foundation lanzaba este tuit:
[Hoy @ggreenwald publicó más de 100 páginas de nuevos documentos de Snowden detallando el alcance y la profundidad del espionaje de la NSA] Y una semana después me tienen aquí reportando la historia que «Sin Lugar Donde Esconderse» llevó al mundo. La verdad pensé que se trataban de 100 páginas de revelaciones pero al entrar y toparme con que se trataba de un libro, tuve el impulso de comprarlo. Mi software no me lo permitió, así que empecé a leer la parte que amazon ofrecía gratuitamente. Mientras se descargaba revisé las reseñas:
«Son las 4 de la mañana y acabo de terminar de leer el libro en una sola sentada, la descarga Kindle de un libro que sólo quería ojear porque pensé que ya sabía la historia completa. Lo que me convenció fue encontrar encontrar el coraje y la decencia de este denunciante y de los pocos periodistas valientes…»
¡Uf! Parece que va a estar bueno, no recordaba cuando fue la última vez que me acabé un libro en una sola sentada. El hombre no mentía, apenas comencé a leer fluí como no lo había hecho en años, la historia era atractiva, estaba bien escrita, me permitía identificarme y definitivamente generaba esa ansiedad de saber más.
La obra está dividida en cinco capítulos. Los dos primeros relatan las comunicaciones entre Edward Snowden, responsable de filtrar documentación secreta de la NSA y Glenn Greenwald, el periodista que publicó sus historias en The Guardian, uno de los diarios más importantes del planeta. A través de ellas el autor supo transmitir al héroe moderno, un muchacho de 29 años trabajando para una multinacional, que abandonó el colegio para sumergirse en el mundo de las computadoras. «La gente en última instancia nos conoce no por aquello que decimos creer, sino por las acciones que cometemos en función de esas creencias». Edward tiene los atributos que jamás quiero dejar morir: integridad, inteligencia, perspectiva, empatía, coraje, determinación y desapego.
Al leer sobre los primeros correos electrónicos, los intentos fallidos y casi nulos del hacker por contactar a uno de los pocos periodistas que le ofrecían suficientes garantías para arriesgar su vida. La tensión por haber usado skype para prácticamente avisar a la NSA sobre lo que estaba a punto de suceder. El viaje a Hong Kong, el aparecimiento de la prensa en busca del desconocido y la separación que te deja con una sensación de alivio/ansiedad, uno no puede dejar de sentirse cómplice de una causa justa. TODO está ahí.
Quisiera decir que el tercer capítulo habla de como Fidel Narváez, en un acto valiente, emitió un salvoconducto de refugiando a Snowden sin autorización del gobierno para que él pueda viajar a Rusia donde nos encontramos con más intrigas y revelaciones, pero en realidad esta tercera parte nos introduce en los programas de vigilancia de la NSA y en su política de «recolectarlo todo». Greenwald, haciendo uso de los documentos filtrados, muestra como la NSA se ha aliado con otros gobiernos (especialmente Canadá, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y Australia) y corporaciones para vigilar a prácticamente cada ser humano del planeta. Facebook, Google, Apple, Microsoft, Cisco, IBM, Dell… todos son parte de una gran red que colabora con la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos para poner en jaque a nuestra privacidad con el pretexto de «protegernos» del terrorismo.
El espionaje a la UNICEF, la extracción de documentación que los países utilizaban como minutas para las negociaciones de tratados comerciales, la intercepción de equipos comprados dentro y fuera de Estados Unidos para la inserción de hardware malware (dispositivos que sustraen información desde tu equipo), espionaje económico descarado y un largo etcétera, muestran claramente que proteger nunca fue el objetivo real. A diferencia de los dos primeros, este capítulo no tiene tanta fluidez y más bien semeja una colección de ensayos sobre los alcances y objetivos de la NSA.
Los dos últimos capítulos retoman un estilo narrativo mucho más amigable y exponen lo que ha sido el trabajo de Greenwald previo a las revelaciones de Snowden, los grandes daños de la vigilancia masiva sobre la población, los peligros de la autocensura, la «prevención» de cualquier forma de disidencia y la degradación que ha sufrido el periodismo en los últimos años. Quizás el evento más impactante que uno puede encontrar sobre el tema en el libro es la irrupción de la GHCQ en las oficinas de The Guardian en Londres, la exigencia (bajo amenaza de prisión) de entregar la documentación que fue confiada en sus manos bajo acuerdos y condiciones que garantizaban la correcta diseminación del mensaje y el truculento desenlace donde se destruyó el disco duro que contenía esta información con taladros bajo la supervisión de estos agentes.
Mucho de lo que leí me estremecía, uno puede encontrar muchos paralelos entre las conductas de intimidación usadas en Estados Unidos y las encontradas en los gobiernos de Latinoamérica. La criminalización del periodismo y el uso desmedido e ilegal de fuerzas militares para esparcir algo más perverso que la violencia: el miedo. Duele reconocer eso asociado a lo que muchos consideran causas justas, pero si algo hizo este libro conmigo es recordarme donde pertenezco. Como dice Glenn:
«Son los seres humanos en conjunto, y no un pequeño número de élites trabajando en secreto, quienes pueden decidir el tipo de mundo en el que queremos vivir. Promover la capacidad humana de razonar y tomar decisiones: ese es el propósito de denunciar, del activismo y del periodismo político. Y eso es lo que está sucediendo ahora, gracias a las revelaciones de Edward Snowden».
No siento que le puedo hacer justicia al libro describiendo unas pocas partes, ni pienso que sentirme cómplice baste en esta ocasión. Esta noche decidiré mis acciones para el mundo que quiero crear, por las cosas que quiero que existan. Hoy no las escribiré, las guardaré en un rincón íntimo, secreto, sagrado.