EXPECTATIVA
Tenía bastante expectativa sobre el estreno de TAYOS. La película se anunciaba como un largometraje documental y, obviamente, fue rodada en una geografía poco recorrida pero muy presente en el pensamiento del Ecuador: la cueva de los Tayos, nombrada de esa manera por los pájaros que en ella habitan. Para ir a los Tayos uno necesita superar el esfuerzo mínimo del turista que acude a una agencia de viajes y dice «deme dos». El descenso a las cuevas implica un viaje de algunos días, equipamiento, guía y entrenamiento. Si algo ha permitido que crezcan los mitos alrededor de Los Tayos es precisamente su inaccesibilidad. Muchas veces el «tenías que estar ahí» acompaña al «no puedes probar que no es verdad». Por eso, el documental me resultaba tan necesario, porque uno puede, aunque sea de forma anacrónica y digital, desplazarse hacia un espacio que permita pasar de la hipótesis a la afirmación.
Antes del documental, había escuchado, como una gran mayoría de gente, relatos sobre las expediciones a la cueva. Uno crece con esos mitos de que en los setenta la CIA vino y se llevó todo lo que pudo. En ese botín caben tanto el ADN de las diecinueve y más etnias que habitan el país como las planchas de oro que se escondían en las cuevas.1 Es que en la duda cabe todo, y eso incluye los relatos de seres de otros planetas, seres de nuestro planeta pero que viven bajo la superficie, o ni arriba ni abajo sino en otro plano. Eso son los Tayos, un amplificador del tinte esotérico que vende en las librerías de nuestro país.
Pero Tayos es, necesariamente, más que eso. Al estar escondido en un lugar tan hostil y lejano, ha podido preservar también la verdadera historia, el golpear de los ríos, la formación de capas sedimentarias, ¿restos arqueológicos? ¿fośiles? Un laberinto enorme con espacios altos como edificios. Arañas, pájaros, estalactitas, en fin, historia natural viva.
REALIDAD
Desde un punto de vista espacial, el documental no es capaz de transmitir adecuadamente las dimensiones del espacio que se explora ni la ubicación del espectador en un momento determinado. Un mapa antiguo en dos dimensiones es utilizado para guiarte durante el film. Está bien tener bajo el presupuesto y tal, pero no hubiera estado mal bocetear en una servilleta la tercera dimensión para saber si estamos subiendo o bajando. Si la cámara que visitamos es de techo alto o bajo, si existe o no una conexión con la superficie o, por el contrario, es posible caer hacia nuevos espacios en la parte inferior. Es difícil estar ahí porque la filmación recorre el espacio de la misma manera en que se hacen las grabaciones de bajo presupuesto para películas de terror.
Desde un punto de vista histórico, el documental es flojo. Es como un deber de los estudiantes que copian de la Wikipedia pero no leen las referencias al pie. Es exactamente eso. No hace falta un gran esfuerzo para reunir información alrededor de un tema y presentarla. Lo que requiere esfuerzo, es ser críticos y presentar un juicio de valor. El documental, en este sentido, guarda la personalidad de su director Miguel Garzón, la cual se evidencia en dos momentos. Primero, cuando está entrevistándose con una de las personas que estuvo en la expedición que descendió a las cuevas con Neil Amstrong. Durante esa entrevista se señala la existencia de un video que documenta dicha expedición, el cuál aparece en formato VHS y digital. Eso es todo lo que sabremos sobre dicho video en el documental, que existe, pero esas imágenes no fueron ni presentadas, ni descritas en TAYOS. Segundo, cuando Garzón acude a su experiencia personal para explicar la divergencia de interpretaciones sobre las cuevas. Habla de su experiencia en una práctica de yoga donde tras realizar los ejercicios respiratorios, se sentía distinto y veía todo blanco. Claro, es conocido que la hiperventilación produce alteraciones visuales y cambio en la percepción del entorno debido a la alteración del pH sanguíneo pero, hey, eso no es tan emocionante como para la escena final de un documental.
La historia natural de las cuevas, también es retaceada en el documental. Hay que reconocer que sí existe trabajo para explicar qué son y cómo se formaron las cuevas, pero quizá todo hubiera mejorado con (1) animación o (2) comparación de las cuevas con lugares similares. Uno queda fascinado al aprender que los ríos recorren el interior de las cuevas, y que lo han hecho por siglos. Sin embargo, la ausencia de un escenario espacial y la ausencia de conexión de las cuevas con el entorno circundante, hace difícil conectar los puntos donde, claramente, hay potencial para enseñar. ¿Otra deuda? La población de los alrededores, no hay explicación de sus mitos fundacionales, de cómo se conectan con la cueva más allá de las experiencias de dos o tres personas en la expedición.
Lineal, lineal, lineal.
Nota al pie
[1] Entre el asesinato a Roldos yTorrijos y la lluvia de patentes con materiales propios de nuestra región, a uno le queda la duda, y es precisamente esa duda la que le da de comer a Telesur y Russia Today.