Mamá, soy adicto

El regalo más memorable de toda mi vida fue el Nintendo que recibí a los seis años, cinco meses y veintidós días de haber nacido. Ningún regalo ha logrado sorprenderme y emocionarme tanto al mismo tiempo. Mis juegos favoritos eran Super Mario, Circus, Mario Bros, Galaga y el “juego de las motos” que claramente necesita un mejor departamento de marketing. No tenía los “casetes” que todo el mundo soplaba porque todos los juegos estaban integrados en la memoria del sistema. Y aunque no diría que fue mi primer vicio, si era una de esas cosas que costaba dejar a un lado.

A los trece años, recibí algo bastante parecido, un emulador de Sega Génesis en formato CD. Amaba tanto Gunstar Heroes, Sonic 2 y 3, Earthworm Jim, entre tantos otros. Pero si caí presa de un juego en específico, fue “Dr. Robotnik’s Mean Bean Machine”, el hijo no reconocido de Tetris y Candy Crush. La idea del juego era hacer desaparecer unas bolas de colores con ojos que venían de a dos. Podías reposicionarlos para que apunten hacia cualquier punto cardinal y tenías que ser consciente de que, a diferencia de tetris, las piezas se separaban por efecto de la gravedad. Las bolas desaparecían si al menos cuatro de ellas estaban en contacto. Tiene otros elementos más, pero esa es la esencia del juego. Minbin fue mi primer vicio real. Llegar al último nivel fue un reto verdadero al que le acompañaron muchas tardes de intentos de mi ñaña y míos, de dar y darse ánimo, mientras intercambias unos cuantos “¡Ya, me toca!”

Y cuando digo vicio, lo digo en el sentido literal. Podía decirme a mí mismo: “Mí mismo, ya no vas a jugar este juego”. Me echaba unos tantos manojos de agua fría, borraba los accesos directos y ponía el CD lejos de mi alcance. Pero obviamente eso no duraba demasiado. Creo que incluso lo rescaté del basurero del estudio un par de veces.

Nuestra computadora se encontraba en el estudio, que era más bien un anexo improvisado con ventanas bastante desubicadas. En otras palabras, era frío. Mis manos tampoco son muy buenas manejando la circulación. En mi familia circulan los genes de la enfermedad de Raynaud y es común que el frío nos atorre los dedos. Sea cual sea la causa, un día estaba jugando minbin y me sentí tenso. Me obligué a cerrar el juego porque temblaba como si hubiera tomado siete tazas de café. Como si se tratara de una película, puse el CD entre mis dedos y empecé a juntarlos hasta que la tensión hizo que esa cosa se partiera por la mitad. En retrospectiva, agradezco que hubiera tenido un vicio tan tangible, no tener idea de dónde conseguir una copia o saber de la existencia del juego en línea en una época en la que todavía se secuestraba la línea telefónica de la casa para acceder al internet.

Mi vicio más reciente es mi celular. He tenido semanas donde el promedio de tiempo en pantalla rebasa las siete horas. Honestamente no sé cómo puedo pasar tanto tiempo allí. No voy tanto al baño y tengo una jornada laboral de tiempo completo. Pero uso el celular para arrullarme, para ver qué ropa ponerme, para escoger la música que suena o reconocerla. Con o sin notificaciones, me da curiosidad si tengo nuevas tareas en el trabajo o si me han llegado revisiones de los artículos científicos que he sometido hace meses o años. Quiero estar al día en los estados, me emociona que alguien me escriba, y si llego a dar click en un corto de YouTube o un Reel de Instagram, podemos despedirnos de que se hagan las tareas domésticas.

Borras las aplicaciones no me funciona. Los temporizadores tienen el sí flojo y el no negociable. No me gusta darle mi teléfono a otra persona y tengo todas las excusas para conservarlo a mi lado. Muchas aplicaciones me piden autenticar a través de un mensaje, una llamada, o una aplicación específica—incluyendo la universidad donde trabajo. Extraño a mis amigos y familia todos los días, aunque jamás nos escribamos, y esa es la única pseudo-relación que tengo con ellos. Si es que salgo, siempre puedo atender cualquier requerimiento desde el teléfono. Así pago las facturas, así me entero que tengo que pagarlas. Hago compras, agendo reuniones, escucho podcasts. Estoy tan metido en el ecosistema de Apple que de ley se daña algo si decido dejar de usarlo. Paso tanto tiempo en el teléfono que mi cuello se está desviando paulatinamente a uno de los lados. Mi escápula izquierda está a punto de salir volando. Tengo tanta expectativa que me estoy olvidando que hacer que las cosas pasen es una opción a cuando ya nada pasa, o que pasen tantas cosas y uno sienta nada.

CAT S22 Flip Design & Build

Hace una semana me compré el hijo no reconocido de un smartphone y un dumb-phone, el CAT S22 Flip. Revisé cada una de mis aplicaciones instaladas para asegurarme de no perder nada, respaldé mis fotos, desactivé iMessage y borré mi cuenta. Mi nuevo flip phone tiene un teclado físico y una pantalla táctil demasiado grande para mis dedos. Aguanta Whatsapp pero se traba si uso una dirección nueva en Google Maps, tiene Uber pero me esconde el código que tengo que darle al chofer. Tiene un slot para memoria micro SD pero cuando la conecto no puedo transferir los archivos y aplicaciones. De seguro es mi culpa porque borré muchos archivos del sistema operativo porque usaban mucha batería. También instalé un teclado T9 para poder escribir letras a la antigua: a, espacio, jkl, a, espacio, a, mn, t, ghi, abajo, g, tu, a. La época en la que compraba paquetes de dos mil mensajes al mes fue una de las mejores etapas de mi vida.

El primer día sin mi iPhone mini 12 fue interesante porque mi cerebro se olvidaba de lo que hice y buscaba el celular cada cuarenta minutos. Viendo tele, acostado en la cama, incluso en medio de una conversación trivial. ¿Quién me puede culpar? La vida no fue diseñada para satisfacerme y los momentos de entretenimiento están distribuidos mediocremente. El segundo día fue más interesante. Dejé de percibir la falta de estimulación como soledad y desinterés ajeno. Recuperé un poco de autonomía, leo y escribo un poco más y dibujo más sesudamente, reemplazando escenas con guiones gráficos. También estoy insoportable y malgenio. Los vicios están ahí para ayudarnos a lidiar con dolores y desesperanzas. Así que también hay más de eso.

En fin, quería compartirles un poco de mi experiencia. Sé que mi tiempo en pantalla está muy por arriba del promedio así que no creo que esto le sirva particularmente a nadie, pero los vicios son todos parecidos. Si quieren aprender más del tema (y entienden inglés), les recomiendo unos cuantos episodios para darles perspectiva y herramientas:

Hablando de eso, creo que lo peor viene después de la segunda semana y hay que aguantarse al menos un mes, pero idealmente un año ¡Deséenme suerte!

Ottawa, 10 de agosto de 2024

Desperté a preparar huevos revueltos en el sartén de acero. Las mitades desiguales de cinco cascarones terminaron en el compostaje porque estaba demasiado dormido para recordar qué iba dónde cuando rompí el primer huevo. Seis claras y siete yemas—uno vino con sorpresa. Sal, pimienta, y un par de cebollines picados. Todo al tazón. Batir, batir, batir. Lanzar agua al sartén. Ver las gotas bailar. Secar el sartén. Hechar aceite, hechar los huevos. Amarcar al crío porque está triste ya que mamá se comió sus masmelos. Encontrar un par de chicles. Reemplazar los masmelos.

Alice me pide jugar a una cosa. Le doy gusto. Quiere jugar otra vez. Le digo que nos vamos al parque con la esperanza de encontrar otros niños con los que ella pueda jugar. Llevo mi mat para poder hacer mi rutina de fisioterapia. Nos terminamos divirtiendo. Mamá llama. Trae un traje de baño. Nos quedamos en el parque unas cuántas horas. Leo self-made man. Compramos papas fritas, coca cola y jerky beef para mí. Gomitas y papas fritas sabor a salsa de tomate para Alice. Jerky beef picante para Andrea. Nos olvidamos de almorzar.

Vamos al mercado por frutas en las bicis. Andre tiene una canasta así que ella va a cargar las compras. Hoy apenas y pongo atención a lo que voy a comprar porque encontré un mango en los estantes de la tienda. El mango aparentemente viene de Israel. Es el mango más hermoso que he visto en toda mi vida. Le digo a la tendedera “voy a pagar esto”, ella entiendo que debí haber usado el verbo “comer” y me da una servilleta. No sé que hubiera echo sin esa servilleta.

Horas más tarde en el parque—efectivamente volvimos—una amiga política se alegra de que como mangos “en público”. En parte por sus raíces caribeñas y en parte por un molesto episodio con un ex-esposo que no veía eso con muy buenos ojos. “Claro que como mangos en público”. Le digo “amiga política” porque no sé que términos debemos usar los padres para referirnos a los padres de los amigos de tu hijo. Creo que amiga política es una buena idea.

Regreso a casa a las cinco porque mi cuerpo sí se acordó que no almorcé. Que bueno es tener comida hecha en casa. Después de leer otro rato, decidí ir al centro comercial a comprar una chompa para lluvia. De camino hablo con una amiga sobre lo decadente del modelo adulto canadiense (palabras suyas, no mías). Consigo una chaqueta semi impermeable de UNIQLO (¿cómo pronuncian eso ustedes?) Pago, quito la etiqueta y me la pongo. Hago una llamada desde mi teléfono nuevo tras confirmar un compromiso previo. Empiezo a caminar hacia el parque.

Soy un niño esperando a su mamá en la fila del supermercado otra vez. Estoy a punto de ser el primero en la fila y voy a tener que decir que soy cinco personas. Cuatro adultos y un niño, pero en ese instante la verdad es que era solo yo. The Tavern es un bar al aire libre que es medianamente popular casi todos los días, pero hoy hay fuegos artificiales y conseguir una mesa es complicado. Mis cálculos fueron correctos y estoy a punto de conseguir mesa a quince minutos de que empiece el espectáculo. Diez minutos antes, somos tres. Llego al comienzo de la fila. Se cae el cielo. ¿Les mencioné que este es un bar al aire libre? La gente se recoge bajo las pocas sombrillas disponibles como pétalos que se cierran al final del día. Todas las mesas están libres pero nadie sabe qué está disponible. Somos cinco, ninguno tiene paraguas. Improvisamos un plan b y nos vamos para casa.

Soy el único que va a pie y llego a casa antes que nadie, pero el resto no tarda en llegar. Les ayudo a subir las bicis, “no se preocupen, igual voy a secar el piso”. Aparentemente nadie tiene hambre, pero siempre cae bien un café con chocolate. Saco los platos limpios del lavaplatos, Beatriz se ofrece de voluntaria para llenarlo de platos sucios. Conversamos de nuestra última semana. Preparo el tablero de ajedrez, evado un gambito Smith-Morra. Gano con las piezas negras. Alice quiere jugar. Está cada vez más perspicaz. El día se acaba. Nada extraordinario, pero cuando voy a darle las buenas noches, siento que realmente lo disfruté. Le pido que me recuerde este día en el futuro porque estoy viejo y voy a olvidarlo. Me dice que ella también, que tome nota. Creo que es un buen día para revivir a mi blog.

Figuring

Hace unos días compré Figuring de Maria Popova. Cuando pienso en ella pienso en una fuente tipográfica muy cómoda y en el color amarillo. Su viejo blog, brain pickings, me acompañó por años. Un maridaje super fresco entre ciencia y poesía. Entradas cortas, entre una y tres páginas. Creo que tampoco hubiera tolerado algo más extenso porque de lo bueno poco.

Ser adulto en pleno derecho implica darse los gustos que uno no tuvo de niño. Así que me compré sus libros. El primero sobre una babosa hermafrodita (como todas las babosas) con situs inverso (como casi ninguna). El segundo se llama Figuring. No tenía idea de qué se trataba el libro. Supongo que tengo algo de fe ciega y eso habla bien del mundo.

Muy al estilo del blog, Figuring reseña poéticamente historias de hombres y mujeres de ciencia. Siendo estas últimas más interesantes, sea porque surgieron en adversidad o por decisión, convicción y esmero de la autora. Popova se vale de reseñas históricas y visitas a museos, pero sobre todo de cartas. Cuanta falta hacen ls cartas.

En las primeras cien páginas, Virginia Wolff reflexiona sobre el daño que le ha hecho la fotografía a las letras porque la gente admira los sombreros de los autores sin haber leído al menos uno de sus libros. Vivimos en su Apocalipsis.

Cómo el feminismo ha obligado al padre narcisista a parecer más amable

El narcisismo es un trastorno de personalidad caracterizado por un patrón de grandiosidad, una necesidad constante de admiración y una falta de empatía. La figura del padre narcisista ha sido un tema de interés considerable en la literatura de psicología y autoayuda debido a los efectos perjudiciales que puede tener en la dinámica familiar y en el desarrollo de los hijos. En las últimas décadas, los cambios culturales y el feminismo han tenido un profundo impacto en la sociedad, desafiando los roles de género tradicionales y abogando por relaciones más equitativas y respetuosas. Este cambio social también ha influenciado la forma en que se manifiesta el narcisismo en un contexto familiar, especialmente en lo que se refiere a los padres.

  1. Redefinición de la autoridad: Los movimientos feministas y los cambios culturales han contribuido a una redefinición de los roles de género y de la autoridad en el hogar. Antes, el padre solía ser considerado la máxima autoridad. Los padres narcisistas, con su necesidad de control y admiración, podrían haberse apoyado fuertemente en este modelo. Sin embargo, a medida que estas normas tradicionales han sido desafiadas, los padres narcisistas pueden haber tenido que encontrar nuevas formas de mantener su control y su sentido de importancia. Esto podría manifestarse en formas más sutiles de manipulación, como la manipulación emocional o el gaslighting (hacer que alguien dude de su propia percepción de la realidad). Antiguamente, estos comportamientos podrían haber sido menos reconocidos y por lo tanto, más abiertos.
  2. Mayor énfasis en la emoción: La sociedad actual da gran valor a la empatía, la conexión emocional y la inteligencia emocional en las relaciones. Esta tendencia puede poner en evidencia la falta de empatía característica de los narcisistas. Para adaptarse, los padres narcisistas pueden desarrollar lo que se conoce como “falsedad emocional”, es decir, fingir emociones para dar la impresión de empatía y conexión emocional. Esto puede ser especialmente confuso y dañino para los hijos, ya que puede ser difícil discernir la autenticidad de estas emociones.
  3. Mayor participación en la crianza de los hijos: Las normas actuales de la sociedad resaltan la importancia de que los padres se involucren activamente en la crianza de los hijos. Para los padres narcisistas, esto puede ser visto como una oportunidad para recibir más atención y admiración. Podrían intentar controlar y dominar la vida de sus hijos, utilizando sus logros como una forma de realzar su propio ego. Actualmente, esto podría implicar publicar constantemente sobre los logros de sus hijos (para reflejar bien sobre ellos mismos) o retratar una imagen de “familia perfecta”. Este tipo de comportamiento no habría sido posible en el pasado.
  4. Tolerancia cero al abuso: El aumento de la conciencia social sobre el abuso ha llevado a una menor tolerancia hacia comportamientos abusivos. Los padres narcisistas pueden verse obligados a adaptar su comportamiento en consecuencia, posiblemente ocultando o disfrazando sus acciones abusivas para evitar la crítica y el rechazo social. Esto podría no haber sido tan común, por ejemplo, en los años 60, cuando los roles de género eran más rígidos y la inteligencia emocional no se valoraba tanto en los hombres.
  5. Valoración de la independencia: El énfasis en la independencia y el desarrollo personal puede ser amenazante para los padres narcisistas, quienes buscan controlar y dominar. Como respuesta, pueden intentar sofisticar sus tácticas de manipulación para mantener el control y la dependencia de sus hijos. Dada la creciente conciencia de los comportamientos tóxicos y abusivos, algunos padres narcisistas pueden haber aprendido a ser más sutiles en su manipulación. Pueden utilizar tácticas como el gaslighting

En la década de 1960, en un entorno machista, un padre narcisista podría haber exhibido comportamientos que reflejaban las normas culturales de ese tiempo, así como los rasgos típicos del narcisismo. Aquí hay algunas maneras en que podría haberse manifestado esto:

  • Autoridad indiscutible: En una sociedad que valoraba y reforzaba la autoridad patriarcal, un padre narcisista probablemente habría asumido el papel de jefe de familia indiscutible. Podría haber demandado obediencia absoluta y respeto de su esposa e hijos.
  • Machismo: En un entorno machista, el padre narcisista podría haber inflado su propia importancia y masculinidad, a menudo a expensas de otros. Este comportamiento puede haber sido reforzado por las normas culturales de ese tiempo.
  • Falta de empatía: Aunque la falta de empatía es un rasgo fundamental del narcisismo, en una sociedad que no esperaba o fomentaba la empatía y la expresión emocional en los hombres, esta falta de empatía podría haber sido aún más pronunciada.
  • Control y dominio: Los padres narcisistas suelen buscar controlar a aquellos que los rodean. En una sociedad machista, un padre narcisista podría haber controlado a su familia mediante la toma de decisiones unilateral, dictando cómo debían comportarse, pensar y sentir.
  • Valoración de los logros: Los padres narcisistas a menudo valoran a los demás, incluidos sus hijos, en función de sus logros. En un entorno machista, podría haber impulsado a sus hijos, particularmente a los hijos varones, a sobresalir y tener éxito como una forma de realzar su propio estatus.
  • Desprecio por la debilidad: En un entorno machista, cualquier signo de debilidad o vulnerabilidad puede ser despreciado. Un padre narcisista puede haber reprimido estos aspectos en sí mismo y en sus hijos, fomentando un ambiente de dureza emocional.
  • Abuso emocional y físico: En una época en la que el abuso era menos entendido y a menudo ignorado, un padre narcisista puede haber utilizado tácticas abusivas abierta y frecuentemente para mantener el control y la autoridad.

Estas son generalizaciones y los comportamientos individuales pueden haber variado ampliamente.

Guía de superpoderes humanos

¿Sabías que cada uno de nosotros podría tener un superpoder oculto? No hablo de volar por los cielos como Superman o de trepar paredes como Spiderman. Hablo de capacidades humanas reales que, en circunstancias especiales, pueden equiparar y hasta superar las proezas de los superhéroes que conocemos y amamos.

Imagínate ser capaz de recordar con claridad cristalina cada libro que has leído, cada conversación que has tenido, cada detalle de cada día, como los droides de Star Wars. O piensa en la posibilidad de ser capaz de “ver” el mundo a tu alrededor sin utilizar tus ojos, usando un sentido similar al ‘Radar Sense’ de Daredevil.

Estos no son meros trucos de la ciencia ficción o fantasías de las páginas de un cómic, son habilidades que personas reales poseen. Sí, los superpoderes existen, y están más cerca de lo que piensas. En este artículo, te invitamos a un viaje fascinante a través de las asombrosas capacidades humanas que desafían lo que creíamos posible y nos hacen preguntarnos: ¿somos todos un poco superhumanos?

Tocar el sonido

Cuando el peligro acecha y el estrés se intensifica, el cuerpo humano responde con una alquimia sorprendente. Se dispara la “respuesta de lucha o huida”, una cascada de reacciones bioquímicas que agudiza nuestros sentidos, nos inunda con adrenalina, acelera el ritmo cardíaco y disminuye la percepción del dolor. En estos momentos de intensidad extrema, experimentamos el mundo con una claridad y velocidad asombrosas, como si nuestros sentidos se hubieran despertado a un nivel sobrehumano.

Sin embargo, algunas personas excepcionales parecen vivir en este estado de conciencia agudizada todo el tiempo. Poseen lo que se conoce como “hipersensibilidad”, una amplificación natural de los sentidos que hace que el mundo se muestre en colores más brillantes, sonidos más resonantes y olores más intensos. Para ellos, la vida se vive a través de una lente de aumento sensorial.

En el reino del gusto, uno de estos individuos excepcionales es Francois Chartier. Este sommelier canadiense, autor del revelador libro “Taste Buds and Molecules”, posee un paladar tan refinado que ha logrado mapear las interacciones moleculares entre distintos alimentos y vinos. Su extraordinaria capacidad para discernir sabores y aromas ha revolucionado el mundo de la gastronomía y la sommellerie.

Cuando hablamos de la audición, nos encontramos con la inigualable Evelyn Glennie. Esta galardonada percusionista británica, a pesar de ser sorda, ha cultivado una sensibilidad táctil fenomenal que le permite “escuchar” los sonidos a través de las vibraciones que siente en su cuerpo. Su asombrosa adaptación sensorial la ha catapultado a una exitosa carrera como músico profesional, demostrando que los límites de nuestros sentidos son solo tan restringidos como permitamos que sean.

Leer la mente el corazón

En el mundo de los superpoderes humanos, la hiperempatía es posiblemente una de las más fascinantes y enigmáticas. Aquellos con hiperempatía poseen una capacidad extraordinaria para sintonizar con las emociones, sentimientos y experiencias de los demás, a menudo al punto de sentir estas emociones ellos mismos. Es como si tuvieran una conexión invisible y profundamente arraigada con las personas que les rodean, permitiéndoles experimentar el mundo a través de los ojos, los corazones y las mentes de los demás.

Un ejemplo viviente de esta asombrosa capacidad es la del Dr. Joel Salinas, un neurólogo y psiquiatra de la Escuela de Medicina de Harvard. Salinas tiene una condición llamada sinestesia de espejo táctil, una forma de hiperempatía que le permite sentir físicamente las sensaciones de los demás. Cuando ve a alguien ser tocado, siente el toque en su propio cuerpo; cuando ve a alguien sufrir, siente su dolor. Aunque esta habilidad ha presentado desafíos, también ha fortalecido su conexión con sus pacientes, permitiéndole entenderlos y atenderlos de manera más profunda y empática.

En el mundo de la ficción, la hiperempatía se asemeja a las habilidades del personaje de Star Trek, Deanna Troi, una empatática que puede percibir las emociones de los demás. Sin embargo, en la vida real, la hiperempatía no se trata simplemente de “leer” emociones: es una experiencia profunda y a menudo física de compartir las alegrías, los dolores, las esperanzas y los miedos de los demás.

Un dato curioso y científico: estudios recientes en neurociencia han sugerido que todos podemos tener una capacidad innata para la empatía, gracias a las neuronas espejo. Estas células cerebrales se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando observamos a alguien más realizar la misma acción. Se cree que estas neuronas nos ayudan a entender y compartir las emociones y experiencias de los demás. En las personas con hiperempatía, se teoriza que estas neuronas espejo podrían estar funcionando a una velocidad superior a la media, creando una sensibilidad emocional intensificada.

¿Batman o Daredevil?

Imagina poder ‘ver’ a través de los sonidos, en una forma similar a como lo hacen los murciélagos o los delfines. Este es el extraordinario superpoder de la ecolocalización humana. Algunas personas, en particular aquellas con discapacidades visuales, han perfeccionado la habilidad de interpretar los ecos de los sonidos que producen (como clics con la lengua) para navegar por su entorno. Un ejemplo notable es Daniel Kish, quien, a pesar de ser ciego desde la infancia, utiliza la ecolocalización para navegar el mundo. La habilidad más impresionante de Daniel Kish con la ecolocalización, posiblemente, sea su capacidad para montar en bicicleta en medio del tráfico de la ciudad. A pesar de la ausencia de vista, Kish puede detectar autos, árboles, edificios y otros obstáculos simplemente interpretando los ecos de los clics que hace con su lengua. Esta habilidad le permite navegar con confianza y precisión a través de entornos urbanos ocupados, un logro que pocos podrían imaginar.

Su destreza es tan asombrosa que ha llevado a algunas comparaciones con Daredevil, el superhéroe de los cómics de Marvel que, a pesar de su ceguera, lucha contra el crimen en la ciudad gracias a sus otros sentidos agudizados. Sin embargo, a diferencia de Daredevil, las habilidades de Kish no provienen de un accidente químico sino de años de práctica y adaptación a su entorno. La historia de Kish es una prueba viviente de cómo la adaptabilidad humana puede superar incluso los desafíos más difíciles, y cómo a veces, en la vida real, no necesitamos superpoderes para convertirnos en héroes.

¿Inteligencia artificial para humanos? No es lo que estás pensando

La ciencia ha demostrado que el cerebro humano es una entidad increíblemente adaptable y moldeable, un fenómeno conocido como plasticidad cerebral. Esta plasticidad es lo que nos permite aprender y adaptarnos a nuevas situaciones y habilidades. Aunque todos poseemos este asombroso “superpoder”, los científicos han descubierto formas de inducir y acelerar esta capacidad de adaptación, dando lugar a habilidades que podríamos considerar como “superpoderes”.

Un ejemplo de este tipo de habilidades inducidas es el uso de la estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS). La tDCS es una técnica de neuroestimulación no invasiva en la que se aplica una corriente eléctrica de baja intensidad al cuero cabelludo para aumentar la actividad cerebral. Esta técnica se ha utilizado experimentalmente para mejorar habilidades como la memoria, la concentración y el aprendizaje de nuevas habilidades, e incluso para aliviar los síntomas de ciertas condiciones neurológicas.

En el Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad College London, por ejemplo, se realizó un estudio en el que se utilizó tDCS para mejorar la capacidad de los participantes para aprender un nuevo código de morse. Los resultados mostraron que aquellos que recibieron la tDCS aprendieron el código de morse significativamente más rápido que aquellos que no la recibieron. Estas técnicas parecen sacadas de una película de ciencia ficción, recordándonos al Profesor Xavier de los X-Men, quien utiliza una máquina llamada Cerebro para potenciar sus habilidades psíquicas. Pero, a diferencia de la ciencia ficción, estas técnicas están basadas en la ciencia real y tienen un potencial considerable para mejorar nuestras habilidades y cambiar nuestras vidas de maneras que antes solo podíamos imaginar.

De manera similar, en la Universidad de Wisconsin-Madison, los científicos han estado experimentando con una técnica llamada estimulación magnética transcraneal (TMS) para aumentar la creatividad. Los participantes que recibieron TMS mostraron una mayor capacidad para resolver problemas de manera creativa en comparación con los participantes del grupo de control. Intrigantemente, la estimulación transcraneal por corriente directa no solo tiene el poder de mejorar nuestras habilidades, sino también de inhibirlas. En el mismo estudio del código morse, los investigadores descubrieron que podían ralentizar el proceso de aprendizaje ajustando la corriente en una dirección diferente. Esto nos lleva a reflexionar, en tono juguetón, que si bien algunos pueden usar estas técnicas para convertirse en ‘superhéroes’ cognitivos, otros, con intenciones más perversas, podrían emplearlas para sembrar el caos, al estilo de los ‘supervillanos’ en las historias de cómic.