RemiCCs: El primer concurso de Creative Commons en Ecuador

“Los grandes artistas copian,
los genios ̶r̶o̶b̶a̶n̶ crean a partir del licenciamiento abierto”.
P̶a̶b̶l̶o̶ ̶P̶i̶c̶a̶s̶s̶o̶
Creative Commons

 

El día de ayer, Creative Commons Ecuador lanzó su concurso de escritura y artes visuales «RemiCCs», edición 2018. Un experimento de cultura libre para transformar una obra original en docenas de obras derivadas. Su sitio web menciona: «Queremos que copies, adaptes, mezcles, transformes, perviertas, ilustres, cambies. En otras palabras, que crees libremente.»

Todo esto es posible gracias a las licencias Creative Commons. El cuento “Nunca toques las galletas” del escritor ecuatoriano Ney Yépez Cortés, es una obra libre que usa una licencia CC-BY 4.0 Internacional. En otras palabras, mientras cites el autor y esta licencia, puedes darle cualquier uso a su obra. Cualquiera. El que se te ocurra.

¿Cómo?

La  lógica del concurso es muy sencilla (aquí las bases para que estés al tanto de todos los detalles):

1. Lee el cuento

La obra de Ney será la base para nuestro concurso. Deberás producir una obra que se derive o inspire en ella. Lee el cuento”Nunca toques las galletas” y piensa en todas las cosas que podrías hacer con ello (precuelas, secuelas, spin-offs, finales alternativos, adaptaciones, arreglos u otras modificaciones).

2. Escoge tu categoría

Existen dos categorías:

  • Escritura
  • Artes visuales

Cada participante puede enviar una sola obra por categoría. Sin embargo, puedes participar en ambas categorías.

3. Elige un pseudónimo

Nuestro concurso tiene un proceso de doble ciego. Los participantes no saben quiénes conforman el jurado y los jueces tampoco deben saber quién envía cada obra.

4. Crea tu obra

Recuerda cumplir con todos los requerimientos de formato que se indican en las bases del concurso.

5. Escoge una licencia Creative Commons para tu obra

Creative Commons quiere que realmente pienses qué licencia es la que más te conviene y también le interesa aprender sobre las necesidades de artistas y creadores. En el formulario de envío, tendrás recursos adecuados que te permitirán escoger la mejor licencia.

6. Envía tu obra

Si ya tienes todo listo, puedes enviar tu obra a través del siguiente formulario:

https://goo.gl/forms/yVDFAa0hgdM0HHic2

¿Cuánto?

Los premios son los siguientes:

Primer lugar: $150
Segundo lugar: $50
Tercer lugar: $25

¿Cuándo?

  • Envíos de obra: hasta la media noche del 30 de septiembre de 2018;
  • Publicación del nombren de integrantes del jurado:  1 de octubre 2018;
  • Anuncio de finalistas: 11 de octubre de 2018;
  • Premiación: 18 de octubre de 2018.

Les invito a seguir las redes sociales de CC Ecuador para que estén al día de todos sus actualizaciones: TwitterFacebook e Instagram.

El despido

Era miércoles cuando recibí una llamada del departamento de recursos humanos. Me querían ver de forma urgente y no pensaban soltar un ápice sobre el tema de la reunión. Ocupado con tres clases de dos horas en un mismo día, les dije que no.

—Hoy no puede ser.
—Entonces mañana… a primera hora

Aunque estuve al día siguiente, la directora no me pudo atender. Le llamó el rector. Pasé más de una hora esperando y me fui. Me fui en un gesto opuesto al «no nos llame, nosotros le llamaremos». Me fui con ingenuidad, pensando que, tal vez, se trataba de algo en lo que les podía ser útil.

En ese entonces rondaba por la universidad una carta escrita por empleados descontentos donde se hablaba de promesas rotas, despidos injustificados y decisiones arbitrarias. «Todo puede ser fácilmente refutado», me había dicho el rector días antes, en una de esas charlas casi informales que manteníamos por Whatsapp. Podría tratarse de eso y tal vez algún pedido se había canalizado a través del departamento de talento humano.

En la tarde volvieron a llamar; me solicitaron cordialmente que baje y les respondí con una diplomacia prístina. El casual «ya vuelvo» me acompañó al cerrar la puerta de la oficina. Bajé las gradas, tanteé las llaves, encendí el auto rojo de mi padre y bajé las quince cuadras que separan el campus occidental del edificio patrimonial. Mostré el carnet de docente no titular y me asignaron un puesto… Fue entonces cuando me di cuenta que, inconscientemente, lo había procesado: «No vas a pelear con la persona que te despida», me dije. Inhalé (pero no profundamente sino más a modo de tartamudeo) y bajé del auto. Caminé hasta encontrar asiento.

Hay escenas icónicas que se bastan en silencio: Una hoja siendo arrastrada en un escritorio que se detiene para alinearse entre dos sillas opuestas. La firma al pie. En escenas como estas, el intercambio de palabras adorna la sentencia.

—Creo que usted sabe por qué está aquí.
—La verdad no tengo idea porque estoy aquí.
—¿Usted no tuvo una pelea con su decano?

No realmente, tuvimos un intercambio (también por Whatsapp) hace cosa de seis meses. La última vez que lo vi firmó un documento donde apoyaba un proyecto de investigación multicéntrico llamado Global Surg. Como investigador principal, requería de apoyo institucional ante un comité de ética y el ministerio de salud. Esa fue la última vez que lo vi. Ese no pudo ser el incidente. De hecho, una «pelea» sólo podía referirse al día en que le dije por mensaje que no soy su asistente. Carta a García: le falté el respeto porque «jefe es jefe». Mi versión: me faltó el respeto al condicionar mi asistencia a un evento porque quería que le diera haciendo su presentación para un evento. Una pelea con el decano, la única.

La directora de talento humano, me dio un abrazo; me dijo que no sabía que era una persona tan joven (con claro pesar) y que estaba segura que encontraría otro camino. Le agradecí de corazón, a pesar de la tensión entre las costillas. Me aproximé a la puerta y fue entonces cuando Naimin me hizo una pregunta muy personal. Durante nuestra corta reunión ella estuvo atando cabos sobre mi identidad hasta que finalmente descubrió quién era. «Soy la mamá de Gabriela», me dijo. Gabriela, la mejor amiga de Fer, mi antigua novia. Conozco su casa, conversé con sus hijas y ellas le hablaron de mí. «Ya sé quien eres. Eras un excelente estudiante». Me marché con un saco de bendiciones.

Camino a la oficina (tenía que recoger las cosas), gente de la universidad me empezó a preguntar sobre «mi renuncia». Sincero como soy les envié una foto de mi despido y les compartí todas las explicaciones que supieron darme: cero. Recogí mi teclado, los dibujos de mis estudiantes y me largué.

Cumbre Creative Commons 2018: Celebrando el acceso abierto al conocimiento

La Cumbre de Creative Commons es una reunión anual que celebra la cultura de compartir y ofrece un espacio para que las comunidades abiertas desarrollen colectivamente un procomún vibrante y utilizable; impulsado por la colaboración y la gratitud. La Cumbre Global CC 2018 tuvo lugar del 13 al 15 de abril de 2018, en Toronto. Y tuvo como hilo conductor a la red Creative Commons: la nueva estructura participativa del movimiento.

Me encantó la cumbre. Las charlas y sesiones me recordaron que hay una nueva forma de involucrarte con tu comunidad en la era digital. Tuve la oportunidad de saludar al profesor Lawrence Lessig, fundador de Creative Commons, entablar conversación con Katherine Maher, directora de Wikimedia y aprender de Ruth Okediji, co-directora del Berkman Klein Center de Harvard. Pasión, empoderamiento e inclusión fueron el centro de todas las conversaciones en el Hotel Delta de Toronto. Durante estos tres días, abracé a personas de todo el mundo, aprendí con ellas, para ellas, a través de ellas. Es una experiencia que definitivamente quiero repetir en Lisboa, en 2019.

Mi charla, “Mapeo e involucramiento de las stakeholders: Implementación de políticas para los Comunes”, informó a los defensores y miembros de las organizaciones de la sociedad civil sobre cómo generar cambios en sus propias comunidades. Estoy realmente agradecido por poder compartir con aquellos que lo necesitan y aprecian más. También aprendí sobre las nuevas herramientas desarrolladas por CC para sus miembros.

La nueva red global

La transformación de CC empezó hace algunos años cuando decidieron dejar atrás su modelo de instituciones afiliadas (para adaptar y adoptar sus licencias en cada país) y transformarse en un movimiento de gente que procura compartir. Con este fin, se han dado una serie de cambios:

  • Creative Commons ahora alojará el sitio web de cada capítulo. En algunos meses, estaremos en ec.creativecommons.org < transformaré esto en hiperenlace cuando esto pase;
  • Todos los miembros deberán inscribirse en un sitio web, con la ayuda de otras dos personas de la red (espero escribir otro texto con indicaciones más claras en pocos días);
  • Cada país tendrá un líder nacional y un representante antes CC Global: Estamos reclutando ¡Escríbenos!
  • Finalmente, ahora toda la comunicación de CC se ha centralizado en Slack, cuando estés adentro, busca el canal de cc-ecuador (te van a pedir llenar un formulario, llénalo en español sin problema).

Más pronto les informaremos de nuevas actividades, no olviden suscribirse al blog en la esquina superior derecha.

Un abrazo,

Andrés Delgado-Ron
National Lead (en proceso de aplicación)

Foto de portada: Calú, disfrutando de su primera nevada.

Originalmente publicado en ccecuador.org bajo licencia CC-BY-SA

Once

Extraer sus prendas del bulto de ropa sin planchar le alegraba el día a Joaquín. Su madre, Cleotilda, no era para nada severa. Una travesura de estas no sólo le sacaría una sonrisa sino que además la transformaría en vocera de los encantos de su hijo. Joaquín asomaría derrapando por el piso de la cocina, en medias color miel y adoptaría la posición del goleador estrella que espera el tiro penal. Corrió con los pantalones en la mano y se lanzó a la cama. Dio vuelta al primer rebote y empezó a entubarse en unos pantalones de tela que usaba para las ceremonias de la escuela.

Eran las once cuando Cleotilda puso las cebollas en la olla de la sopa. Tras secarse un poco de los aromas calientes que ahora exudaba, trató de devolver el moco-lágrima a la parte alta de la nariz. Eran cebollas paiteñas, no perlas, lo que explicaba el lagrimeo algo excesivo.  A los tres minutos, vio como su niño ensuciaba sus medias limpias en esa baldosa llena de excremento de recetas con una sonrisa que le daba a entender travesura. Verlo a Joaquín con su pantalón lleno de arrugas le pareció tan tierno. Lo reprendió como uno reprende a su cachorro favorito. Le dijo lo lindo que estaba, trató de alisar la tela pasándole la mano encima un par de veces y le dio un beso.

Ilustración por Andrea Proaño Muñoz bajo licencia CC-BY-NC-ND

Primer plano

ilustracion Andrea Proaño Muñoz

Ilustración por Andrea Proaño Muñoz bajo licencia CC-BY-NC-ND

Joaquín pregunta al abuelo por qué escribe. El niño de pelo lizo y castaño, de tez tosca y seca —pequeño y sucio como cualquier perro de la calle— interroga sin pensar demasiado. No es curiosidad real, sus palabras están cerca del tercer «por qué» a cualquier otra cosa que se cruce por su camino. Joaquín simplemente pregunta.

Braulio, por otro lado, es abuelo. Cada sílaba funciona en su vida como un atizador que hurga en un fuego que no está extinto pero requiere de ese tipo de atenciones para mantener la llama. Braulio, de quien se ha dicho ya que es abuelo, responde internamente la pregunta con imágenes evocadas que tardan un poco en ordenarse. Viejo como es él, prefiere las metáforas. En minutos, seguramente, tendremos una expresión verbal.

Joaquín, mientras tanto, ha perdido un poco de interés. A sus ocho años, pregunta por aburrimiento. No es que tenga curiosidad intelectual, pero las preguntas fastidian y hacen que la gente se levante del asiento, le proponga una conversación para eludirse y ocasionalmente producen unos cambios de ánimo que resultan casi siempre divertidos, o melancólicos. En todo caso, es para salir de la rutina.

Braulio se ha dado cuenta que, desde hace algunos segundos, ve al rostro del muchacho en tonos amarillos de atardecer, el resto de su cuerpo es absoluta sombra. El horizonte, que únicamente se observa a la izquierda de la cara, tiene un fondo rojo que se funde con la oscuridad al acabar la escena. Que eso puede ser pintado, sí, pero a un acrílico le haría falta el trino, totalmente desubicado, de un pajarillo que canta al amanecer. El niño, además, se ha transformado en imagen pictórica, conectando así con un público más amplio, y mantiene fija la mirada en Braulio, con iris que centellan. El blanco de sus ojos (el único blanco en todo el cuadro) son el centro de la escena. Escena que ahora mismo intentará explicar al niño que lo mira con una curiosidad diferente a la del por qué.

Braulio hace una pausa, se da cuenta que tal vez pudo haber hecho cine. A esta edad, su nieto le hace caer en cuenta que el ahora oficio de escritor tal vez se deba a un escaso presupuesto. Lo que al inicio fue una idea vaga, lo trastorna. Se siente un idiota por no haber caído en cuenta que su primera elección, en un entorno más burgués, hubiera sido el cine. La escena que acaba de construir en su cabeza es prueba clara de ello. El énfasis en la iluminación, el plano, los colores, la música… todo eso lo atrapa.

Joaquín encoge la nuca mientras se inclina hacia su abuelo, sin quitarle los ojos de encima. Braulio reacciona al gesto y sus miradas se encuentran. Momento incómodo. El abuelo sacude la cabeza y vuelve pronto a la realidad. Se da cuenta que una corriente de cosas han pasado por su cabeza y que ir río arriba es un lujo que no puede darse a segundos de haber descubierto una nueva vocación. Braulio dirá que es para el guión de una película y Joaquín sale alegre a patear su pelota en el patio de tierra.