El origen de la No Violencia

¿Y sí todos hubiésemos sido mejores amigos? Bueno decir que todos seamos mejores amigos es bastante difícil, la gente cambia, tiene distintos intereses, los caminos que seguimos no son siempre los mismos… Separarse de un gran amigo es algo trágico pero también hay algo de hermoso en ello, incluso después de años uno mantiene cierta comprensión y una relación coherente con lo que podría virtualmente ser un desconocido.

Y un amigo no siempre es un ser humano ideal, muchas veces nos avergüenza, hace cosas ilógicas, tiene mucho que podría mejorar pero… lo conocemos, sabemos lo que ha sufrido, su situación en casa y terminamos por aceptar a fuerza de comprender. Como vemos la principal razón de que no veamos cierto comportamiento como algo que agrede es básicamente nuestra capacidad de ‘conectarnos’ con algo.

Pero ¿Cómo conectarse con esa gente que sin razón alguna entra a una tienda y empieza a disparar a otras personas? ¿Cómo entender a esos criminales que golpean hasta la inconsciencia a una mujer para abusar de ella? ¿Cómo entender a la gente que quita la vida? ¿Odias a los suicidas?

Si profundizamos este tema nos damos cuenta que no es cuestión de portarnos moralistas, entender las raíces de la violencia tiene una trascendencia enorme, es un problema de salud pública. El entender la violencia seguramente nos ayudará si no a eliminarla, al menos a disminuirla. Imagina ahora poder salir tranquilamente de tu casa por la madrugada a encontrarte con un amigo en una esquina solitaria de la ciudad… y no tener miedo ¿No vale la pena tratar?

Ser violento no es, como muchas personas piensan, una decisión racional. Es el fruto del abandono social y, específicamente, de no tener iguales a tu alrededor, relaciones simétricas donde podamos extender nuestra vida, sentirnos parte de algo más grande, protegidos -si se quiere- dentro del organismo social.

James Gilligan, quien en los últimos años nos ha brindado perspectivas hermosas y acertadas, describe en su libro «Violencia, reflexiones sobre una epidemia nacional» la fuerte influencia que puede ejercer la culpa al generar violencia, la humillación es quizás el mecanismo causal de la gran mayoría de actos que terminan por simplemente separar y herir a la familia humana. En un sentido más profundo es precisamente este sentimiento de desconexión el que nos permite tratar a otra persona como algo ajeno.

Desde el otro lado del Atlántico, Picket y Wilkinson llegan a la misma conclusión pero de una manera distinta, han realizado toda una investigación sobre las consecuencias de la desigualidad en la sociedad, y en el momento que abordan el tema de la violencia, concluyen:

Existe prácticamente un consenso en la academia en lo que respecta a la conexión entre la desigualdad y los crímenes violentos. De hecho, lo que parecería una leve reducción en la desigualdad de ingresos puede llevar a caídas tremendas en las cifras de crímenes violentos, estos hallazgos tienen implicaciones poderosas. La incertidumbre que rodea a los mecanismos de transmisión de este fenómeno son una razón adicional para apuntar directamente a la desigualdad económica.

Por definición mientras más clases sociales existan, menos relaciones simétricas tendrá una persona. La inclusión social es quizá, la clave para terminar con la violencia (es por ello que los menores incides de reincidencia se presentan en aquellos reos que se han profesionalizado en la prisión y han conseguido luego de ello calzar adecuadamente en su entorno), pero solo podemos verdaderamente hablar de inclusión cuando las barreras para participar en ella disminuyen, cuando el acceso a educación es mayor, cuando no se necesitan 20 años de estudio -en promedio- para poder vivir decentemente y si no podemos lograr que dentro de este sistema socioeconómico la gente tenga igualdad de condiciones (porque todos seríamos pobres), entonces sencillamente debemos reorganizarnos para crear un sistema diferente.

Tenemos que buscar y expresar mecanismos que generen igualdad. La expansión del internet genera igualdad, el open source crea igualdad. La profunda comprensión de que vivimos en simbiosis unos con otros es fundamental para crecer. La tecnología es un mecanismo liberador de recursos y si queremos paz en este mundo, terminaremos abrazándola en pos de la no violencia.

Espiritualidad

«La oración no es un pedido, es un anhelo del alma.
Es la aceptación de nuestra debilidad. En una oración es mejor tener
un corazón sin palabras, que palabras sin corazón»

– Mahatma Gandhi

Cuando me encontraba en el colegio San Gabriel, una institución emblemática de mi ciudad y conocida por haber protagonizado el milagro de la virgen que lloró, yo era una persona creyente y devota. No me importaba asistir a misa (eso venía por descontado en nuestras actividades) pero sí tener un claro conocimiento de las escrituras y tener una relación cercana con Dios.

Mis padres empezaron a frecuentar un grupo de oración y a menudo pedían mi explicación o consejo respecto a una cosa u otra. Fue además un soporte para todos nosotros pues uno de nuestros familiares más queridos había fallecido recientemente producto de un cáncer de pulmón.  Estas reuniones eran lindas, la gente era amable y uno no podía evitar sentirse acogido y al mismo tiempo asombrado ante los testimonios que daba la gente.

Poco después las clases de Filosofía me brindaron una perspectiva distinta sobre la comprensión del universo, disfruté mucho esas lecciones… Sentí que mi cerebro compartió la evolución del pensamiento humano conforme iba repasando históricamente como los pensadores habían reestructurando la visión que teníamos del mundo. Me vi enfrentado a otras versiones, especialmente de ciertas culturas orientales, de la fábula bíblica; así como a nuevas definiciones de la espiritualidad misma. Hoy en día mantengo cierta empatía con la forma tibetana de budismo y su práctica de compasión activa, no violencia y ecología.

No obstante, esta sensación de que existía algo superior persistía. Con el afán de aprender sobre lo que se vendía como una medicina holística que no daña al cuerpo, decidí explorar ciertas terapias alternativas y, llevado por la malla curricular del instituto donde me tocó, terminé estudiando hasta ufología y «artes» adivinatorias. Se podría decir que entiendo bastante de sanación energética, algo de medicina china y muy bien de astrología. Recalco que, cuando menciono esto, me refiero a que entiendo la «lógica» que presentan dentro de su propio contexto, pero que no por ello las afirmo como valederas. He estado presente en canalizaciones de espíritus, curaciones, limpias… lamentablemente nunca pude ver un endemoniado o un exorcismo.

Siempre tuve un interés en ayudar a otras personas. Habiendo atestiguado y asimilado todo esto aún me sentía incompleto, eso sin mencionar que había cierta presión social porque haga algo decente con mi vida, así pues empecé mi carrera de medicina.

Al comienzo me emocioné muchísimo porque podía explicar cosas que antes no entendía, como la información se transformaba en energía y como un impulso desencadenaba una reacción dentro de la célula, parecía que todo calzaba y lo recalco: parecía. Mientras más me adentraba en los detalles de la fisiología humana, de la física, había cada vez más disonancias entre aquello que «aprendí» y como realmente funcionaban las cosas. Recordé las enseñanzas de mi vida pre universitaria y renació el leve escepticismo que tenía respecto a todo lo que me decían. Siempre dudé, pero a falta de una explicación mejor mi cerebro no tuvo otra opción que aceptar. Ahora tenía argumentos más claros y sencillos a muchos  de los fenómenos que antes me parecieron extraños.

La naturaleza es increíble, si bien ya no era algo sobrenatural, el momento que uno repara en las minuciosidades de nuestro mundo y en el proceso que ha tenido que llevar a cabo para descubrirlas, no puede uno dejar de maravillarse y asombrarse.

«¿Sabe señora porque duele tanto el parto? Es por la evolución. Mire, lo que pasa es que en el momento que empezamos a caminar erguidos, nuestras caderas tuvieron que estrecharse y debido a ello todos los seres humanos nacemos prematuros, nuestro cerebro no termina de desarrollarse hasta los dos años de edad y es debido a este fenómeno que muchos de los estímulos los recibimos antes de que el cerebro sea lo suficientemente maduro, aunque estemos fuera del útero».

La ciencia es sencillamente increíble y hermosa, pero la espiritualidad aún tenía ese algo que me llamaba la atención. En mi imaginación ese otro mundo era una especie de mezcla de pasado, presente y futuro; donde la sabiduría de todos los tiempos convivía, donde se encontraba una armonía perfecta. La gente cuando reza, está en sesiones espiritistas o cosas similares siempre menciona recibir mensajes que clarifican cosas, que parecen provenir de algo que escapaba a su intuición. Durante épocas inestables de mi vida yo fui aconsejado y se habían hecho varias predicciones acerca de mi futuro y de personas cercanas. Muchas de estas no se cumplieron, algunas sí.

Hubo una pausa en mi vida respecto a esta búsqueda espiritual, estaba muy enfocado y ocupado con mis estudios y todo hubiera seguido así sino fuera porque me pasó algo similar a cuando a empecé mi carrera universitaria. En el 2009 tuve la oportunidad de ver uno de los documentales de Peter Joseph explicando esencialmente de dónde viene y hacia donde va el dinero. Jamás en la vida me lo habían explicado, renacieron mis inquietudes de niño, mis ganas de explicar a la gente, mi profundo deseo de acabar con pobreza de la gente, pero no fue hasta que pasaron los minutos y escuché a Jacque Fresco hablar de este término que muchas veces estuvo en mi cabeza que algo hizo clic en mí: Economía Basada en Recursos.

Me quedé atónito frente a su explicación de los problemas sociales y ante la sencillez de las soluciones propuestas. Como en medicina, resultaba que esta explicación era mucho más sencilla. No era el karma de la gente, ni la ley de la atracción, no era culpa de sus pecados sino que las explicaciones para el sufrimiento, la desigualdad humana, la pobreza, la guerra al fin tenían sentido. Aún siento la emoción de encontrar una respuesta a una pregunta que parecía haberse perdido. La ciencia iluminó mi vida una vez más.

De repente los mensajes espirituales ya no eran lo mismo, ya no estaban llenos de sabiduría sino de proyecciones personales, de repente parecía que los seres humanos habían creado algo que tenía más sentido. Hace poco le decía a una amiga que en esa época me pareció que lo mejor que podían hacer esos espíritus (en caso de existir) era encarnar y ayudar en esta transición, en la aplicación del método científico hacia el bienestar social.

Había más respuestas de las que hubiera imaginado. Descubrí gente alrededor de todo el planeta actuando por un mundo mejor. Empecé a conectarme con esa gente en formas que no puedo describir exactamente, a veces simplemente compartiendo esa sensación de asombro, viendo que alguien se atrevió a pensar distinto, quedando impactado por videos de Jason Silva, enamorado de la pasión de Mark Boyle, envidiando la tenacidad de Marcin Jakubowski, emulando la genialidad de Federico Pistono, charlando con Ben McLeish o Seth Lievense. Lo que pasó sencilamente es que después de muchos años, una vez más me sentí parte de un diálogo global, me sentí incluido, comprendido y acogido.

He pasado mucho tiempo tratando de entender que significa exactamente la espiritualidad, varias personas han demandado que en cierta forma, no debería olvidarla y lo que concluí después de pensar mucho en ello es que aquello que denominamos espiritualidad se compone de dos cosas:

  1. El asombro, la capacidad de quedar impactado por algo, de estar atónito frente a aquello que vivimos.
  2. La necesidad de pertenencia, de sentirse incluido dentro de algo más grande, de estar en armonía con aquello más elevado.

Descubrí entonces que esa espiritualidad jamás se perdió en mí, solo mutó…

Mi capacidad de asombro se alineó con las explicaciones de las 4.000 generaciones que me precedieron y que crearon ese hermoso conjunto de conocimientos que denominamos ciencia, de entender porque los seres humanos sentimos esa necesidad de ayudarnos, de como podemos cultivar la felicidad, dañar menos al ambiente, proveer energía limpia, entender la dinámica del espacio, explorar otros planetas, arreglar esos fallos que el universo dejó en nosotros a modo de enfermedades congénitas, de concentrar más energía en un micro procesador que en todo el sol.

La tecnología es un mecanismo liberador de recursos y como tal puedo explícitamente aportar a mejorar la vida de otras personas y al fin siento que pertenezco a un grupo de gente que no me conoce, que tal vez no habla mi idioma, pero que día a día se esfuerza por conectar, crear, maximizar beneficios, disminuir impacto. Al parecer nos encontramos de camino a algo que sí merece el nombre de civilización. La gente está empezando a conversar de ello cada día más. Siento que esto es contagioso y no puedo dejar de sentir alegría por todo esto que está pasando y quiero/necesito de cualquier manera que sea posible SER PARTE de ese cambio que quiero ver en el mundo.

De repente entiendo a los muertos también, me hablan a través de sus libros, sus palabras resuenan en mis sueños, siento que me conecto con el porvenir y lo predigo porque como dice Peter Diamandis la mejor forma de predecir el futuro es crearlo. Y toda esa espiritualidad termina con un nuevo significado donde vivo el aquí y el ahora. Donde no solo tengo una relación emocional con mi planeta, sino que lo entiendo, donde otros seres humanos son mi familia y donde TÚ eres parte del plan.

El futuro está aún por escribirse, espero hayas traído tu lápiz.

Artificial

«Primero construimos las herramientas, luego ellas nos construyen»
– Marshall McLuhan

Durante sus fases primitivas los sistemas solares están conformados por cientos de cuerpos estelares que tienen trayectorias caóticas, al menos a primera vista. Podríamos compararlos con una gran nube de polvo que poco a poco se va condensando en asteroides, planetas, estrellas. En un inicio hay mucho calor en estos cuerpos pero paulatinamente se van enfriando. Los núcleos de los planetas siguen activos pero en la corteza podemos observar un poco más de estabilidad.

Los cuerpos más grandes absorberán, por gravedad, a las ‘rocas’ más pequeñas y todas se ordenarán siguiendo las fuerzas que dominan al universo, y lo digo literalmente. Han cambiado tan poco desde entonces que basándonos en ellas hemos podido enviar droides que exploran a Marte, sondas que escasamente sobreviven a las altas temperaturas de Venus y otras que han ido más allá de los anillos de Saturno.

Algunos de estos planetas forman atmósferas, lo cual es muy importante puesto que permiten conservar componentes que en la Tierra han resultado requisito para la aparición de vida. Esto se da en un lapso que comparado con la vida humana es bastante largo; el solo hecho de que hayamos comprendido esta dinámica resulta asombrosa. No resulta irracional pensar que la Tierra vista hace mucho tiempo haya sido uno de esos áridos planetas de los cuales hoy pensamos jamás albergarán vida. Parece que intencionadamente los planetas evolucionan para crearla, pero ¿Es esa realmente la situación?

La mayoría de órbitas planetarias es inestable, menos del 3% del polvo cósmico forma estrellas, la mayoría de lugares del universo matan la vida instantáneamente (sea por calor, frío o radiación). Formar un solo organismo pluricelular tomó 3,500 millones de años pero aún así 90% de las especies que jamás hayan existido ahora se encuentran extintas debido a causas 100% naturales.

No obstante parecemos no entender la neutralidad del universo y nos gusta pretender que todo lo natural es bueno para el hombre, que somos los privilegiados del cosmos (otros dirían de la creación) y que sencillamente lo natural es bueno. De hecho tenemos centros naturistas para la gente que tiene miedo a todo lo que no lo sea, estos remedios que aseguran curar todo y no dejar efectos secundarios. Terapias alternativas que usan las fuerzas ‘autosanadoras’ del cuerpo y la energía del universo para curar -siendo que las fuerzas del universo han sido lo suficientemente ineficientes como para causar cantidad de defectos al nacimiento. ¿Qué tan real es esta paradoja de lo natural vs. lo artificial?

Es sabido de antemano que nosotros usamos medicina herbolaria desde tiempos pretéritos. Gracias a los avances de la ciencia hoy sabemos que esa medicina es bastante caprichosa cuando ingresa al cuerpo humano, unos la absorben mejor que otros, las infusiones son más o menos concentradas y las hierbas al tener tantas sustancias terminan ayudándonos en algunas cosas al mismo tiempo que nos perjudican en otras. Tras siglos de estudio fuimos capaces de aislar las sustancias químicas dentro de las plantas y averiguar la cantidad exacta necesaria para conseguir efectos terapéuticos y el límite al cual empiezan a provocarnos daño. Hemos ayudado a estos componentes a protegerse del pH del estómago para que lleguen a nuestro intestino y sean absorbidas, en algunos casos, ayudamos a que permanezcan más tiempo retrasando su eliminación por la orina.

Como si eso no bastase, cada día somos más exactos al señalar en que porcentaje una medicina sana, y comparamos entre todos los compuestos para ver cual produce menos problemas, requiere menos tomas o incluso que hábitos debemos aprender para evitar tomar estos compuestos. No existe nada de artificial en esto, de hecho hemos aprendido a ser más exactos al momento de lidiar con las amenazas de la vida, en cierta forma se parece bastante a lanzar una sonda espacial. Sin conocer y aprovechar de las leyes de la naturaleza, nos sería imposible utilizar estos compuestos que la gente denomina como artificiales.

Cuando un dispositivo invade nuestro cuerpo nos causa extrañeza, ahora mismo se trabajan en incluir en el mercado estas bombas que detectan el nivel de glucosa en la sangre y automáticamente liberan insulina para regular los disbalances que tienen los pacientes diabéticos. Si lográsemos ver de cerca como funciona una célula nos daríamos cuenta que se parece mucho a los dispositivos robóticos a los que tanto tememos. Una proteína cargando un neurotransmisor en el cerebro, otra contrayéndose para que tu ojo se mueva y siga estas letras no es más que una micro-máquina dentro de ti.

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No existe tal cosa como lo artificial, es solo cuando somos capaces de integrar cierta dinámica a nuestra rutina que algo nos parece natural, el desconocimiento de como funciona una central atómica (el sol), de como funciona un aislante en la transmisión de electricidad (como sucede en nuestras neuronas) es lo que produce esa sensación incómoda de que la tecnología es algo que escapa a las leyes del cosmos.

Los seres humanos hemos sido capaces de entender las leyes naturales y reorganizar la materia para formar máquinas que se adaptan a la existencia, es decir que funcionan. Si por un momento imaginamos al sistema solar del tamaño de una pelota de fútbol y observamos como diminutos objetos salen y circunvalan a la Tierra, jamás pensaríamos que es algo artificial, pero ¿Cuál es tu opinión de un satélite espacial? Mientras más nos aproximamos a la complejidad, más gris se torna esa frontera entre lo natural y lo ‘artificial‘. Parece que ha llegado el tiempo de deshacernos de ese concepto para abrazar a la tecnología como parte de la naturaleza y ponerla al servicio de la evolución del organismo humano y de la biósfera entera, creando sostenibilidad, eliminando la violencia.

Una nuevo consciencia está emergiendo, que ve a la Tierra como un  organismo único y entiende que un organismo en guerra consigo mismo, está condenado. Somos un planeta.

El toque del médico en tus manos

Junta a dos ingenieros y a un estudiante de medicina de Harvard, muéstrales por 10 semanas un montón de ideas acerca de cambiar el mundo de gente como Peter Diamandis, fundador del X Prize y el futurista Ray Kurzweil, pídeles que creen un proyecto en equipo que podría impactar positivamente a mil millones de personas en los próximos diez años y ¿Qué obtienes? Med Sensation [Sensación médica], un proyecto surgido del programa de estudio de posgrado de la Singularity University que tiene por objetivo hacer tu revisión en el consultorio del doctor algo más robótico.

El guante de Med Sensation, ahora en su segunda versión, está equipado con sensores que pueden detectar vibraciones, sonido y temperatura – y cuenta con un acelerómetro y un sistema de alarma para los artículos que requieren atención inmediata. «Si se aplica demasiada presión sobre el tejido examinado, el zumbador se enciende», explica el miembro del equipo Elishai Ezra.

La tercera versión vendrá con micro ultrasonidos en las yemas de los dedos de los guantes. Toda la información derivada de un examen con el guante puede ser transmitida de forma inalámbrica a un dispositivo exterior. «La idea es cuantificar el tacto», dice Ezra.

Los usos de los guantes son prácticamente infinitas: inicio de detección de cáncer de mama que puede detectar el tamaño y la ubicación exacta de un nódulo de manera que los pacientes pueden medir con mayor precisión si necesita ver a un médico, exámenes que guiados por guante pueden detectar rápidamente todo, desde un agrandamiento del hígado a los ganglios linfáticos, la evaluación fácil del dolor abdominal y alteraciones del corazón (mediante los sensores de ultrasonidos), y mucho más.

El primer objetivo del Med Sensation es llevar el guante en el marco de la educación médica, enseñar a los médicos a mejorar sus habilidades de examinación. Si eso sale bien, el equipo espera colocar el guante en las manos de los médicos. Y después de eso, el equipo quiere hacer una versión amigable para el consumidor que «permitirá a la gente a hacer un examen físico a sí mismo», según Ezra. En el futuro lleno de manos robóticas de Med Sensation, los pacientes tendrán que ir al médico mucho menos.

Cuando las ideas tienen sexo

¿Recuerdas esa incómoda sensación cuando te mandaron a callar por el simple hecho de ser pequeño? Yo sí. Aparentemente la época donde mayor plasticidad cerebral poseemos, donde mayor creatividad manifestamos, donde tenemos un nivel de genialidad que no es posible encontrar en el adulto promedio, es la época donde mueren las ilusiones por participar en la sociedad.

Eso de que el yugo se hereda -y por costumbre- no es más que un atisbo del gran problema que enfrentamos cuando queremos cooperar. Al parecer para hacer un aporte significativo al mundo en el que vivimos necesitamos cursar al menos 17 años de educación formal, haber acumulado por lo menos 8000 horas de experiencia laboral para que así, seamos tomados en serio dentro de alguna empresa innovadora (a lo mejor como asistentes) que está investigando en algo que potencialmente podría cambiar el curso de nuestra evolución.

Pasar por la escuela no significa solo aprender, así como trabajar no solo implica adquirir práctica, en el mundo de hoy también incluye ser constantemente obstaculizado al momento de desarrollar nuestra propia creatividad, de usar cualquier parte de nuestro cuerpo que no sea el hemisferio izquierdo, de escuchar al profesor que no existe otra respuesta que la suya… Nuestra psique es constantemente abusada mientras nos preparamos para ser ‘buenos profesionales’.

¿Me equivoco? Quizás… Con ustedes Apertura Radical: