Cosas que he descubierto esta semana

  • Si comes únicamente óreos, doritos, o cualquier otra comida chatarra (pero mantienes las calorías totales por debajo de tus necesidades diarias) bajas de peso y mejoras hasta el colesterol (fuente).
  • Dato relacionado: si comes muy pocas calorías, duermes mejor, pero también está difícil levantarse.
  • Puedes averiguar la especie de una planta tomándole una foto, subiéndola a Google Photos y haciendo clic el ícono de Google Lens.
  • Arreglar la mala postura de la espalda es mucho más fácil si te enfocas en contraer los abdominales, en lugar de enfocarte en hacer para atrás los hombros.
  • La dieta y el ejercicio tienen un impacto inmediato en la apariencia. No es cuestión de semanas o meses, es cuestión de días.
  • El «cucu» de los relojes viene de un pájaro que, de hecho, dice «cucu».
  • Los pelícanos bostezan su columna a través del pico.
  • Hay cerca de 800 adultos en mi residencia (y unos centenares de niños).
  • Los pancakes de banano y huevo son muy endebles.
  • El yogurt griego sabe a queso, pero con manzana pasa.
  • El índice de masa corporal tiene limitaciones severas. Es mejor medir el porcentaje de grasa corporal.
  • Finge ser chef mezclando paprika, polvo de ajo, sal y pimienta.
  • Hay una App que se llama «Eat This Much» donde metes calorías y te dan recetas para todo el día.
  • Apple Pay sirve para no andar cargando las tarjetas.
  • Aparentemente, las listas con viñetas reciben buena calificación de legibilidad en wordpress.

Páginas pendientes para la pandemia

Traje muy pocos libros de Ecuador. Esas cosas pesan. Durante el 2019, leí 41 libros, pero no era realista mantener ese ritmo durante un doctorado. Así que empaqué un puñado de libros. Libros que empecé a leer poco antes de venir y me gustaron:

  • La analfabeta que era una genio de los números, por Jonas Jonasson; y
  • Las ventajas de ser invisible, por Stephen Chobsky.

El primero es extremadamente entretenido, pero olvidable. Es como ver Forest Gump. No sé decirlo mejor. Iba a buen ritmo, pero mi ñaña me recomendó el libro de Chobsky y hace rato quería entrarle al género epistolar. Creo que hice bien: sentí que el libro nos conectaba en medio de la distancia y el trajín. Es el único libro en estas viñetas que he acabado de leer.

También traje libros que empecé pero dejé a medias (de esos que avanzas tan poco que sencillamente toca empezar de nuevo):

  • Radiance of Tomorrow, por Ishmael Beah (traduje algo de él para este blog);
  • De vidas ajenas, por Emanuel Carrère;
  • Stardust, por Neil Gaiman (edición inglesa); y
  • Bailando en la oscuridad, por Karl Over Knausgård.

El último libro es gordo, pero bueno. Creo que me entretendrá por largo tiempo. Lo compré cuando me di cuenta que los libros obesos tienen algo interesante. Ninguna editorial quiere arriesgarse a imprimir algo tan largo, a menos que sea bueno (excepto los editores de Murakami). Así que un libro gordo casi siempre es buen material, pero además, es barato. Por alguna razón, la gente evita las lecturas largas, así que terminan en la sección de descuento.. Usando un criterio similar, compré varios libros  que tienen entre seiscientas y mil páginas:

  • Portátil, una compilación de relatos, ensayos y material inédito de David Foster Wallace;
  • Relatos de William Faulkner; y
  • Guerra y Paz, por León Tolstói.

Finalmente, dos clásicos:

  • Antología personal, por Jorge Luis Borges.
  • Farenheit 451, por Ray Bradbury (después de Crónicas marcianas, debía leer otra de sus obras).

Como estoy de vacaciones —lo que realmente significa que trabajo siete horas al día, de lunes a viernes—, finalmente volví a agarrar mis libros. Todavía no he entrado en la zona que me permite fantasear, así que sigo en el género de no ficción. He leído las historias de un hombre que escapa de Corea del Norte (Un río en la oscuridad, por Masaji Ishikawa) y una colección de cartas entre Neil deGrass Tyson y sus fans (Letters from an Astrophysicist). Recomendaría el primero sobre el segundo, cualquier día.

En fin, hoy he decidido volver a mi lista de libros importados y retomar De vidas ajenas, un relato sobre el tsunami que golpeó el sudeste asiático en 2004. Lo hago porque leer la experiencia humana durante las tragedias me sana. Como sana un implante coclear a los niños que nacen sin haber podido escuchar. Nada para curar la desesperanza y la apatía como algunas dosis de realidad.

Esparcimiento

Volví a escribir. Tengo que. Soy de esas personas que necesita escribir para entenderse y encerrar a su locura en algunos cuantos caracteres. Escribo desde mi pequeño estudio en Vancouver, realmente es un dent, un armario desde donde se oyen los altoparlantes que se prenden todos los días a las cinco de la tarde. Enrique Iglesias, Juanes, Don Omar, sospecho que quien organiza esto es algún latino. Los vecinos salen al patio de su casa y ven a los demás desde la distancia. Bailan in situ, es una fiesta extraña con unos cuantos desobedientes a los que ya me he acostumbrado. Esto, y las clases, son las pocas cosas que me quedan de rutina.

También estoy encerrado. Salimos una vez por semana a hacer las compras y se siente extraño. La presencia de otras personas nos pone alertas y evitamos cualquier lugar aglomerado. La tienda donde nos abastecemos es pequeña, así que no es posible mantener una distancia de dos metros, pero todos tratan. Llevamos mascarilla y ropa pesada (porque afuera hace frío). Al llegar, dejamos todo en la bodega para que cualquier posible virus se pudra por cinco días. Es un ciclo de desinfección barato, pero que no sirve para todo.

Alcohol para las manos, alcohol para las fundas, alcohol para los cartones, agua caliente y espuma para las frutas y los vegetales, quedarle viendo chueco a los zapatos. Dejar la ropa en una bolsa, cinco días. No voy a usar esa ropa en cinco días. Nos vamos a reencontrar como viejos amigos que se dan un abrazo porque son los amigos que nos quedan, a los que podemos ver de frente, oler y tocar. El resto se ha transformado en una llamada, un video. Como reemplazar el amor con algo parecido al porno. Igual de insatisfactorio.

Escribo, como les decía, para volver a poner en orden mi cabeza. Porque tengo obligaciones, deberes, examenes, un jefe; pero parece que todo eso es una vida fingida y me gustaría poder dedicarme a cazar virus o algo. Hacer paquetes para los soldados de guerra en una fábrica super moderna, dirigir el centro de operaciones para el rastreo de nuevos casos con mis google glasses. Debe ser el efecto de ver tanta película.

En todo caso, disculpen que repita tanto, escribo para decirles que mi vida está trastornada. Se siente falsa. Y bueno, toda la vida he sabido que era una farsa, pero era fácil seguir la corriente cuando todos los demás fingían conmigo y nos felicitábamos por logros estúpidos y nos enrolábamos en aventuras nuevas que suponían alejarse de unas personas y acercarse a otras, porque era eso (y no cualquier otra cosa que inventábamos) lo que hacía la vida interesante. Ahora que no tengo que fingir, me cuesta mentirme a mí mismo. Soy pésimo con eso. Lo he sido siempre, pero ya no hay quien me ayude.

Posiblemente estoy deprimido, no es para menos. Hay noticias de muerte, escenas de muerte, temor de muerte. Una gran cantidad de personas que no saben que las quiero están en los hospitales, a veces con trajes, a veces expuestos. Me cuentan que le intubaron al tutor, que se murió «la licen», que tenía treinta años. Suben hashtags desesperados de #QuédateEnCasa y se toman fotos con gafas y mascarilla, ¿por qué seremos tan sensibles al miedo detrás de las pupilas?

Es un escenario de guerra sin bombas. De rumores. Con sensación de ya vienen. Ana Frank. Lo único en lo que puedo pensar es en Ana Frank y el diario vivir de una niña encerrada en una caja de pocos metros. Ana Frank debe pasar el semestre, seguir en clases, algún día graduarse. Todos sabemos como termina eso.

 

Diciembre, 2019

Hola mamá,

Estoy en la última semana del primer cuatrimestre de clases. Acabo de tomar un segundo aire porque ayer (durante todo el día) y hoy hasta hace pocas horas, sentí que ya no daba más. Tú sabes que no es la primera vez que me siento así; es mi tercer invierno en Vancouver. Aunque este año hizo mucho más sol que en 2015, estos días apenas vi el sol. Tuve muchísimas tareas y ya entrega todo en cuatro de mis cinco materias, pero falta la más difícil y tengo que enfocarme durante unos pocos días más.

Como digo, es mi segundo aire y siento que vuelvo a tener un poco de energía. Por eso te escribo, que esté sentado escribiendo es buena señal. Cuando estoy derrotado, apenas hablo. Me siento como «poca margarina en demasiado pan», como diría el tío Bilbo en la película Lord of the Rings. Y así estaba. Te cuento que todo va bastante bien, por ahora. A menudo, Andre y yo nos detenemos a reflexionar sobre lo afortunados que somos. Así que sí, estamos bien, pero estas son épocas en que los extraño más intensamente. Me encantaría estar en casa, salir a tomar un café y leer un libro, ¡un libro que no sea de epidemiología o teoría de investigación!

Bueno, mi último deber lo entrego el trece. Hasta entonces, no habrá mucho que contar. Lo que te digo es que disfruto aprender estadística aplicada a la investigación: siempre quise aprender y poder analizar bases de datos. ¡Al fin puedo analizar bases de datos sin googlear tanto! También disfruto el trabajo, a veces no hago mis deberes a tiempo por trabajar. En fin, parece que mañana va a salir el sol unas pocas horas. Fingers crossed!

Un beso,

Andrés

¡Candidato, candidato!

¡Hola mamá!

¿Te acuerdas que te conté de que iba mi doctorado? Bueno, ahora resulta que todo eso tiene que esperar. La primera parte de un doctorado consiste en pasar de ser un estudiante a ser un candidato a doctor. La diferencia está en que para ser candidato no me basta con hacer campañas y reunir firmas (¿indignante, verdad?), sino que tengo que pasar algunos exámenes. Específicamente, los exámenes de las materias obligatorias para todo doctorante.

Este examen ocurre algún momento durante el segundo año y es conocido como examen comprehensivo o comprehensive examination. Pero como aquí en la Universidad todo el mundo está ocupado y no tiene tiempo para decir palabras completas, les dicen simplemente Comp’s. En mi caso, tengo que saber de estadística, epidemiología e investigación. Según nos explicaron, el examen dura una semana y cada día de la semana te prueban en algo distinto. Algunas veces son preguntas (como en cualquier otra prueba), pero también hay ejercicios más complejos como elaborar una propuesta de investigación a partir de unos pocos datos desperdigados ese rato.

Nuestros compañeros de años pasados dicen que nos olvidemos por un rato de investigar y nos enfoquemos en estudiar bien para los Comp’s. Ahora mismo, por ejemplo, tengo cuatro materias obligatorias:

  • Estadística
  • Epidemiología
  • Métodos de investigación (pero con un nombre más extravagante); y
  • Seminario de doctorado —que es donde nos dan consejos sobre la carrera y donde me vine a enterar de esto—.

Además estoy inscrito en la clase que dicta mi supervisor: «salud pública, transporte y los ambientes construidos». Así que estoy bastante ocupado.

No obstante, creo que lo peor ya pasó. Las ocupaciones de mudarme de un país a otro se sienten cada vez menos y he tomado ritmo durante los últimos días. Hoy, por primera vez, me senté en una clase y sentí que le puse toda mi atención; sin pensar en ningún pendiente para ese o el próximo día. Fue bonito, me sentí el estudiante de siempre (a los años).

Espero que ahora que todo está más sereno, pueda empezar a adelantarme a las clases como era mi costumbre para poder también trabajar un poco, aunque creo que me equivoqué al coger cinco materias en lugar de cuatro. En todo caso, esto no durará más allá de enero, después pienso tomar menos materias para hacer mejor uso de mi tiempo.

Reportando desde Vancouver.

Tu hijo,

Andrés.