ORLANDO: Lo que nunca debió suceder – por @fuzzlaw
Esta es una traducción de una serie de los tuits de @fuzzlaw respecto al tema.
Soy una lesbiana que está envejeciendo, así que simplemente voy a sacar esto de mi sistema: pequeños, todos ustedes que tienen 35 años o menos, esto no les debía suceder.
La generación que nos precedió tumbó un muro: un muro de piedra. Visibilidad inicial. Pararse con orgullo. Exponerse. Sufrieron las consecuencias. Reacción. Violencia. El incendio provocado en UpStairs Lounge, en Nueva Orleans. Los disparos de armas de fuego en lugares donde se atrevían a reunirse. Entonces, el SIDA apareció y devastó a la comunidad. Reagan y los suyos se rieron de nuestro sufrimiento. Cerraron filas. Cuidándose unos a otros. Tendimos a los moribundos y enterramos a los muertos. Hay una razón por la qué la mayoría de líderes homosexuales en los sesenta fueron mujeres. Fíjense el genocidio por debajo de los datos demográficos.
Luego, a mediados de los 90, llegaron los fármacos antirretrovirales. Nuestros hombres comenzaron a sobrevivir. Empezamos a florecer, a ponernos de pie, a sobresalir con más fuerza. Aquí y allá, hemos luchado por el matrimonio ‘gay’. La gente empezó a manifestarse. Melissa. K. D. George. Ellen. Cada uno fue impactante y reafirmaba la vida. Disfrutando de nuestra vida recién descubierta y abierta, la muerte de Matthew Shepard nos cortó hasta la médula. Fue hace 18 años. 1998.
Como comunidad, iniciamos una pelea. Por supuesto que no. Nosotros no sobrevivimos el SIDA para esto. Nos movilizamos. Flexionamos nuestros músculos. El cambio llegó. Por cada paso que avanzábamos, había un contragolpe pero empujamos y empujamos. Y ya no habían tragedias como las de Upstairs Lounges, o Matthew Shepard. Ganamos. Hemos ganado el derecho a contraer matrimonio, a tener nuestros derechos laborales protegidos, para vivir como ciudadanos. Las peleas siguen, por supuesto, pero estábamos ganando.
Entonces ocurrió en Pulse, 50 muertos, 50 heridos. Bebés. Niños. Aquellos por los que tanto luchamos, para protegerlos de las retaliaciones. La reacción que todos nosotros conocíamos muy bien, pero que la generación post Matthew Shepard nunca ha conocido. Nunca quisimos que sepan sobre esto. Nunca quisimos que experimenten esto. Es por eso que luchamos y luchamos, tan duro. Sí, es por nuestra generación, pero en realidad… es para ti. Para nosotros, esta violencia… no es algo inesperado. Sabemos que es posible. La hemos visto. Pero todos ustedes… maldita sea, nunca tuvieron que preocuparse por ello, no colectivamente. Nunca quisimos esto para ustedes. Pensamos que los habíamos protegido. Pero… está claro, el pasado ni siquiera es pasado.
Bienvenido a ser LGBTQ*. Hay gente que nos quiere muertos. Y eso no es una exageración. Y no son sólo los fanáticos con armas de fuego. Son los políticos que nos sacrifican en el altar de la retórica de odio para ganar puntos políticos. Son las iglesias que no nos ordenan como sacerdotes, que no hacen ceremonias para nosotros, que insisten en continuar «amando al pecador y odiando al pecado». Es la pelea sin sentido sobre quién puede utilizar qué baños. La incapacidad de los miembros del Congreso para decir que las personas que murieron eran LGBTQ. Son las familias que hechan a los adolescentes LGBTQ a la calle en lugar de sólamente amarlos. Las escuelas que los expulsan. Es cada abusivo que se burla de un muchacho afeminado y acosa a una chica masculina. Todo hombre que le dice a una lesbiana que sólo necesita el «pene correcto».
Se impregna en nuestra sociedad. Es mucho mejor de lo que era, sin embargo, sigue siendo tan horrible. Es por eso que nuestra generación siguió luchando, y mantiene la lucha. Pero es hora de que nuestra generación enseñe a la próxima. Bienvenido a la lucha por sus vidas, niños. Estamos con ustedes. Le guiaremos. Les enseñaremos todo lo que sabemos. Vamos a estar en la primera línea hasta que puedas hacerlo. Vamos a ser la carne de cañón. Tú no estás solo. Pero el enfoque de entorno-universitario-creando-cambio-hippie-todo-está-bien-todo-el-mundo-tiene-que-asentir-a-lo-que-decimos no es la realidad.
El mundo no es un lugar seguro, y sólo se pone más seguro cuando se lucha como en el infierno por ello. No nos dieron los espacios que tenemos. Es una pelea. Así que prepárate. Lee tu historia. Habla con tus ancianos. Escucha y aprende. Y aparece, te necesitamos. Tu energía e ideas. Todavía nos gustaría tomar una bala por ti, literalmente, y en sentido figurado. Sencillamente, no se suponía que ustedes tomaran una bala para nosotros. Descansen en paz, sobrinos míos, hijos e hijas en Orlando. Siento mucho que no los hayamos protegido.
Nota del traductor
*LGBTQ se refiere a lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y queers.
El tango explicado por Borges
Resulta que antes de salir yo de viaje, mi papá me dijo que use nomás la tarjeta adicional que tengo a mi nombre si encuentro algo barato. Por «algo» se refería a zapatos y por «barato» a un par a precio de libre mercado sin tanto impuesto. Así que andaba yo, consciente de que frente a las necesidades uno puede hacer el sacrificio de ir de compras cuando me tope con dos pares.
Porque el tango, amigos, no lo bailan uno sino dos.
Así pues, me hice de este ejemplar que no es sino un dictado, apenas imperfecto, de cuatro conferencias secuenciales que brindara Borges. Como se trata de conferencias —él diría charlas—, el estilo narrativo que tienen las páginas le invitan a uno a imaginar la voz: cadencia, paciencia y edad. Es con esa voz, que al principio me parecía la de Galeano pero luego me di cuenta de que es más grave y elegante, que uno lee «el tango».
Pero no hay tango sin historia —y no hay historia sin época, escenario y personajes. Entonces lo que bien podría estar en una enciclopedia termina en manos de una de las personas más diestras que Latinoamérica haya jamás tenido. Diestra en letras. Letras de novelas, poemas y, como no, tangos. Borges relata etnográficamente, demostrando cómo desde la literatura se hace la historia.
Así que con estos mismos zapatos viejos que ando puesto, me di una vuelta por las «casas malas» de Buenos Aires del Sur. Desde allí, se dice, el tango surgió como un baile que era marginado por su origen oscuro, porque lo bailaban mujeres alegres y compadritos.
Y como ecuatoriano tras la crisis bancaria, el tango se fue a Europa y encontró el éxito —llegando a las cortes y a San Petersburgo. Y hablo del migrante porque luego el tango volvió, enaltecido, para convertirse en el orgullo de esa nueva patria. Los argentinos, dice Borges, eran aspirantes a parisinos. Hablaban francés o fingían hablarlo. «Por eso nos inventamos lo de latinoamericanos», para no decir España. Y el tango fue la manera en que el mundo, y París, reconocieron a Argentina.
De este libro, que todavía no acabo, he extraído tres citas de las que quisiera acordarme por siempre (pero como sé que no lo haré, las escribo con la esperanza de que me las recuerden):
- «Todos nosotros llevamos nuestra humilde vida y además llevamos otra vida, imaginaria»;
- «El miedo existe en imaginarse cosas malas antes que ocurran»;
- «Pero más lindo es imaginar, y creo que siempre debemos optar por la explicación más estética».
Las gafas
Hoy estaba caminando por el parque y descubrí estos lentes, los vidrios miraban al suelo. La última persona con la que me topé camino allá fue un anciano y esto me hizo pensar que tal vez él, o algún contemporáneo suyo, olvidó los lentes en el parque. Todo —la banca, el desgaste del cristalino, la desmemoria, la soledad— fue un profundo testimonio de lo que nos hace la vejez. Se me escapó el aire en un suspiro. Me senté al borde imaginando cómo el viejo (un yo futuro) se quitaba los lentes y los abandonaba involuntariamente. Experimenté eso opuesto al saudade.
Reflexiones sobre el caso de Jacob Appelbaum
Para todos quienes no saben quién es Jacob, o en qué problemas ha estado últimamente, lo siento. Esta publicación no fue pensada para ustedes y no pienso hacer justicia a todo ese contexto con una entrada en este blog. No podría.
i-o-e-r-r-o-r. Buscar.
La última semana ha sido dura e intensa. Desde el inicio, me pareció que esto no iba a ser sencillo porque me encontraba en el dilema Doctorow: ver enfrentadas las posiciones de dos personas absolutamente respetables en el mundo digital no comercial, enfrentadas. Shari Steele, con toda su trayectoría en EFF enfrentada al mismo Jacob Appelbaum, el hacker que apareció en lugar de Julian Assange en HOPE, el hacker que ayudo a descubrir el espionaje a Angela Merkel, el hacker al que Snowden confió un set de documentos, el hacker.
¿El problema? Shari anunciaba que Jacob ya no trabajaría en Tor Project debido a varias denuncias de «maltrato sexual» dentro de la compañía. Lo escribía Shari, no cualquier empleador sino Shari. E hice lo que nunca, me quedé callado porque no sabía qué pensar. Sin embargo, algo dentro de mí me decía que las acusaciones eran ciertas. Y es ese algo de lo que quiero hablar.
Apenas salió la noticia, la comunidad se dividió. Uno lo sentía en las posiciones apasionadas de la gente que hablaba sobre el tema. «@ioerror: Brother, ven a vivir en Ecuador, acá estarás más tranquilo», «tú sabes cómo son de exagerados con lo de acoso sexual», vs. «¡cómo le puedes dar RT a esa mierda!», «obviamente las acusaciones son de verdad». Más o menos maduras, pero la gente poco a poco se iba posicionando en un bando y, en ambos casos, se han presentado cosas que te permiten zanjar el tema a tu favor.
Se metió [no se quién en] Wikileaks a decir «miren, las acusaciones contra Jake son una coartada» y en realidad que algunas lo eran. No obstante, al momento ha quedado claro que varias personas sí han sido víctimas de abusos por parte de Jake. Acá están dos testigos de una propuesta sexual en medio de una reunión de trabajo. Luego una amenaza de violación. Una pareja hablando de su encuentro sexual con Jacob y de cómo no se detuvo después de pronunciar su safeword. Para quienes no lo saben, en el sexo BDSM, estas palabras son usadas como alarma para señalar que uno no soporta más. Es similar a un luchador golpeando la lona, o al entrenador botando la toalla en el cuadrilátero.
Eso lo sabemos ahora. Sin embargo, en los momentos iniciales esto parecía tener el potencial de ser una cosa totalmente inventada. Y se puede ser totalmente convincente al decir que fue una trampa. Pero, ¿saben qué me hizo pensar siempre en las víctimas? Mi propia maldad. A menudo se dice que no importa lo terrible que haya sido una persona, siempre hay bondad en ella. Pero lo mismo es cierto para palabras totalmente opuestas. Sin importar qué tan buena sea una persona, eso no le exime de tener momentos de maldad.
Creo que la mayoría de nosotros, como lo hizo Appelbaum, estamos dispuestos a reconocer que —aunque somos buenos— podemos herir a otros «sin querer», pero es mucho más difícil aceptar que puedes ser increíblemente positivo para la sociedad al tiempo que un verdadero demonio en la vida de alguien que conoces. Los otros sí, pero ¿yo? Jamás. Y Jacob entraba en la categoría de «yo» para mucha gente que lo conocía, pues era —es— un héroe, la aspiración de en qué quieren convertirse.
La mayoría de nosotros hemos crecido en una religión, o una cultura, que nos dice que podemos ser buenos o malos. Olvídate de eso y repite después de mí: soy bueno y malo. Jacob es bueno y malo. Y la ética en la vida no es el resultado de sumar y restar tus impactos en la vida de otros. La ética no puede ser jamás tan cínica como la economía. Ese dualismo habrá de coexistir.
Por eso me resulta [REDACTED] esa respuesta liderada por Renata Ávila, que dice «Jake nunca ha sido mala con nosotras» y habla de solidaridad con Appelbaum frente a un «ataque unilateral coordinado». Esto se lee mal especialmente considerando que no aclaran a quiénes se refieren cuando hablan del tal ataque ¿a los medios de comunicación? ¿a las víctimas? ¿a todo? Claro que hay puntos válidos, pero coexisten con argumentos falaces en un mismo comunicado, y se ve mal. Se ve mal porque estas víctimas necesitan a las mujeres fuertes y defensoras de los derechos humanos como modelos para crecer. Si regresas a ver a estas personas por ayuda y ellas están haciendo «un acto solidario» con su agresor, parece que todo está perdido.
«Oye, te puede o no haber violado, pero Jake no es tan malo, eh. Están siendo injustos con él. Lo que te hayan hecho no justifica todo lo que le está pasando. Pobrecito». Lo siento. No adscribo.