Ciclear de noche en Quito

Vancouver es una ciudad grandiosa, pero demasiado organizada. Las salidas grupales en bicicleta a las que asistí estaban organizadas por la cocina de bicicletas del campus —le dicen así porque se preparan nuevas bicis a partir de repuestos usados todo el tiempo— y para asistir uno tenía que llegar temprano y firmar la hoja de descargo de responsabilidad (en Canadá toda actividad grupal conlleva firmar algún tipo de formulario). Bordeábamos la playa y llegábamos hasta Stanley Park, donde todas las ciclas tienen que seguir una sola dirección, nos dábamos la vuelta de rigor y, finalmente, volvíamos al punto de origen.

bicicleta tacuri

A pesar de que era interesante, yo extrañaba mi Tacuri hecha a la medida (acá está el enlace por si quieren comprarse una) y las cicleadas nocturnas quiteñas que todos los lunes organizaba —del pretérito imperfecto «esos manes ya no hacen salidas nunca»— CER Promotora de Ciclismo.

Las ciudades se transforman en la noche y rutinariamente uno no las disfruta porque, en capitales como la nuestra, la noche está para moverse de punto a punto. La transición es un mal necesario que toca aguantarse exceptuando una que otra fecha como la noche de fin de año —donde la otra mitad del país también se viste de mujer— o el desfile de halloween en el día del escudo nacional, con los monigotes gigantes en la avenida Amazonas.

Las salidas nocturnas en bici te dejan volverte parte de una urbe nocturna, uno va más rápido que esa sensación de inseguridad que produce ser ciudadano de un país donde más de la mitad de la gente ha sido víctima de un asalto, o tiene un familiar a quien algo le han robado.  Las veintiún marchas de tu velocípedo opacan ese miedo pero, al mismo tiempo, la velocidad no es tanta como para no disfrutar de los detalles de las calles, aceras, hidrantes, ventanas, locales, perros, prostitutas, brujos, comerciantes, estudiantes, mochilas, afiches, carros, parques, luces, monumentos y un largo etcétera.

Por eso, me emocioné mucho cuando me enteré que otro colectivo llamado Ciudad en bici retomó la actividad de salir cada lunes en dos ruedas para ver la ciudad. A pesar de que no es lo mismo que andar con los desaforados de Cicleadas El Rey, estos paseos permiten recorrer Quito en un entorno seguro para todos los que saben pedalear. Caro (creo que es ella la que escribe) dice en el blog de ciudad en bici que:

El fin de estas cicleadas es tener un espacio donde pueda venir todo tipo de gente, principiantes, profesionales, mujeres, niños abuelitos, absolutamente todos porque lo que nos interesa es que la gente pierda el miedo de andar en bici por la ciudad y que lo importante no es la rapidez en la que te mueves si no que aprendas a disfrutar de moverte sobre dos ruedas.

Y es verdad, no nos dejaban ir muy rápido, o saltar sobre las aceras y siempre habían guías en las partes frontal y posterior. Las personas se ubicaban en un carril en la calle, usualmente en parejas. Con este tipo de formación, los automóviles ven una especie de desfile y prefieren ir por el carril anexo sin causar mayor complicación. El grupo es liderado por mujeres y tener lideresas casi siempre cambia la dinámica para bien, ellas son mejores para predicar con el ejemplo, comunicarse de manera abierta y transparente, admitir errores y sacar lo mejor de los demás (según los resultados de Ketchum Leadership Communication Monitor, una encuesta realizada a más de 6.500 personas en todo el mundo). Aunque, para ser sinceros, yo le vi a Laurita trepándose a la vereda antes de que me diga que no lo haga porque hay que respetar al peatón. Bueno, el asunto es que en Quito existe un entorno seguro para salir a ciclear los lunes en las noches y sería bueno que vayan a hacer la prueba con amigos y familia. Las chicas empiezan a dar instrucciones en el parque Gabriela Mistral cada lunes a las siete de la noche y salen después de unos veinte minutos.

Quizá el único pero es que después de hacer los recorridos toca regresar a la casa y, a menos que haya una buena cantidad de gente, a veces toca hacerlo sólo. Y a muchas personas no les gusta y por eso les aviso para ver si se ponen de acuerdo con alguien de su barrio o sino pregunten en el grupo por personas que vivan cerca de ustedes. Tengo la suerte de tener un vecino igual de adicto a la bici que yo y usualmente nos acompañamos en la cuesta.

El lunes que pasó yo ya me estaba despidiendo con un «nos vemos la próxima semana» cuando Laurita nos cortó con un «el miércoles escuelita de bike polo, verán». Resulta que estas chicas no sólo se reúnen los lunes, sino que dos días después van al parque La Carolina (cerca de las canchas sintéticas) a practicar polo en bici. Si no tienen idea de qué es eso, pues sabrán exactamente cómo me sentí cuando me dijeron que vaya a la escuelita. Lo más cercano al polo en mi vida son las camisetas con el logo del señor en caballo sosteniendo un mazo parecido a palo de golf, pero resulta que es bastante divertido.

https://www.youtube.com/watch?v=BCk0XfjUiUc

Al comienzo (y es que yo sólo he jugado esto tres veces) duelen muchísimo las muñecas y es difícil mantener el equilibrio, pero al poco tiempo el cuerpo se va acostumbrando y uno empieza a ver al mallet (el taco que sirve para pegar a la bola) como ayuda y no estorbo.  Es especialmente útil cuando uno tiene que dar retro porque la bola se queda en las esquinas o porque toca cubrir el arco con las llantas de la bicicleta para que el otro equipo no te haga el quinto gol, que es como pierdes el partido. Eso o estar abajo en el marcador cuando se acabe el tiempo reglamentario de treinta minutos —nosotros sólo jugamos diez.

Las otras reglas son: no tocar el piso con los pies, jamás; hacer goles con el extremo fino del mallet y, tras hacer un gol, esperar en tu mitad hasta que el otro equipo cruce a tu cancha. Bueno, las dos últimas reglas pueden esperar un poco durante las primeras clases porque el 90% de tu energía se irá en dos cosas: tratar de alcanzar la bola y no caerte de la bicicleta. Si les interesó, pueden chequear cuando será la próxima clase en la página de facebook de la liga femenina de bike polo Ecuador. A veces hacen vaca para comprar pizza, así que llevarán sueltos, casco y bastante agua.

La pregunta para conversaciones casuales, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de una publicación que Aaron escribió en su blog cuando tenía 19 años.

Uno de los rompecabezas menos importantes en la vida estadounidense es qué preguntar a la gente en las fiestas, de tal manera que uno llegue a conocerlos.

«¿Cómo estás?» es, por supuesto, una mera formalidad. Sólo la persona más afligida daría honestamente una respuesta negativa.

«¿A qué te dedicas?» es algo ofensivo. En primer lugar, realmente significa «¿qué ocupación tienes?» y, por lo tanto, implica que haces poco fuera de tu ocupación. En segundo lugar, implica que la ocupación de alguien es el hecho más relevante acerca de su vida. En tercer lugar, rara vez conduce a una investigación más útil. Ya que sólo a partir de un puñado de ocupaciones, podrás decir algo relativamente relevante, pero incluso esto, sin duda, será un poco molesto u ofensivo. («Oh sí, siempre pensé en estudiar historia»).

«¿De dónde eres?» es aún menos fructífera.

«¿Cuál es tu especialidad?» (en el caso de estudiantes universitarios) se vuelve amarga cuando, como sucede trágicamente en la mayoría de los casos, los estudiantes no sienten verdadera pasión por su especialización.

«¿Qué libro has leído recientemente?» hará que la mayoría deestadounidenses que no leen se autoinmolen o, en el mejor de los casos, obtendrás únicamente un confuso resumen improvisado de un libro al azar.

«¿Qué cosa interesante has aprendido recientemente?» pone a la persona en la mira y conduce inevitablemente a titubeos y posteriormente a algo que no es para nada interesante.

Propongo que, en cambio, preguntemos «¿qué has estado pensando últimamente?» En primer lugar, la pregunta es extremadamente abierta. La respuesta podría ser un libro, una película, una relación, una clase, un trabajo, un hobby, etc. Incluso mejor, será el que sea más interesante de entre éstos en ese momento. En segundo lugar, envía el mensaje de que pensar, y pensar sobre pensar, es una actividad fundamental del ser humano y, por lo tanto, la estimula. En tercer lugar, es más fácil de responder, ya que por su naturaleza está preguntando lo que ya está en la mente de la persona. En cuarto lugar, es probable que conduzca a un diálogo productivo, ya que pueden discutir juntos sobre el tema y, ojalá, progresar en ello. En quinto lugar, es muy probable que la respuesta sea novedosa. A diferencia de los libros y ocupaciones, los pensamientos de la gente parecen tener una variedad sin fin. En sexto lugar, ayuda a capturar la esencia de una persona. Un trabajo puede ser forzado por las circunstancias y origen, pero nuestros pensamientos son verdaderamente nuestros. No puedo pensar en una mejor manera de juzgar rápidamente lo que una persona es en realidad.

En este contexto, uno puede darse cuenta que «¿en qué has estado trabajando últimamente?» es claramente inferior, aunque similar.

Así que, ¿en qué has estado pensando últimamente?


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.

La intencionalidad del mal, por Aaron Swartz

Traducido por Andrés Delgado de la publicación que Aaron escribió en su blog cuando tenía 18 años.

Cuando niños, somos alimentados con una dieta constante de cómics (y ahora, películas basadas en ellos) en los que héroes valientes salvan al planeta de la gente mala. Prácticamente se ha convertido en sabiduría convencional que, en este tipo de historias, la línea entre el bien y el mal es equívocamente demasiado clara –el mundo tiene más matices, se nos dice–, pero este no es realmente el problema con estas historias. El problema es que los malos saben que son malos.

Y la gente realmente crece pensando que las cosas funcionan así: la gente mala hace cosas malas intencionalmente. Pero esto no sucede. Nadie piensa que está haciendo mal –tal vez porque simplemente es imposible ser mal intencionado, tal vez porque es más fácil y más eficaz convencerte a ti mismo de que eres bueno– sino que cada gran villano ha tenido alguna justificación para explicar por qué lo que estaba haciendo era bueno. Todo el mundo piensa ser bueno.

Y si ese es el caso, entonces la intencionalidad en realidad no importa. No es ninguna defensa decir (para tomar un ejemplo famoso reciente) que los banqueros de Nueva York “sólo estaban haciendo su trabajo”, convencidos de que estaban ayudando a los pobres o algo, porque todo el mundo piensa que “sólo está haciendo su trabajo”; Eichmann pensó que sólo estaba haciendo su trabajo.1

Eichmann, por supuesto, es el ejemplo correcto, ya que es precisamente la obra de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal, la que es ampliamente citada por esta tesis. Eichmann, como casi todos los terroristas y asesinos, era para nuestros estándares un tipo perfectamente normal y saludable, haciendo cosas que, él creía, eran perfectamente razonables.

Y si ese tipo normal pudo hacerlo, nosotros también podemos. Y si bien se podría argumentar quien es peor –ellos o nosotros– es un juego inútil, ya que nosotros somos responsables por nuestras acciones. Y mirando alrededor, abundan los crímenes monstruosos que hemos cometido.

Así que la próxima vez que se menciones uno a alguien y te responda «sí, pero lo hizo con una buena intención» explícales que no es excusa; las únicas personas que no tienen buenas intenciones son personajes de cómics.

Nota del traductor

1 Otto Adolf Eichmann fue un teniente coronel de las SS nazi. Fue el responsable directo del genocidio sistemático de la población judía europea durante la Segunda Guerra Mundial.


Esta traducción está dedicada al dominio público, en memoria de Aaron.

Cómo prevenir un golpe blando

Si viven en Ecuador, habrán escuchado hablar de los golpes [de Estado] blandos. Para obtener una definición oficial —es que en Ecuador tenemos una para todo— busque entre los medios de comunicación aceptados por el presidente y su secretario de comunicación. Dice El Ciudadano que los golpes blandos son siempre así:

Primero son las campañas de miedo y desinformación, luego las denuncias de presunta corrupción, falta de libertad de expresión y la estigmatización ideológica. Se pasa a las protestas callejeras por cualquier motivo y, finalmente la desestabilización que provoca el quiebre institucional de un país.

Quisiera deconstruir este concepto pero no hace falta, Roberto Aguilar ya se ocupó de eso. Ahora más bien quiero realizar un ejercicio mental. Imaginemos por un momento que el poder es secuestrado por persona que no respeta la voluntad del pueblo. Y esa voluntad no es, como Correa piensa, haberlo elegido a él en alguna ocasión en los cuatro años pasados sino también considerar todas las decisiones pasadas de la gente. Lo que incluye la Constitución que esas personas votaron, el plan de gobierno que fue presentado, las leyes que se hubieran aprobado y que estén vigentes, y un largo etcétera que no alcanza —o no conviene— en los discursos de cada sábado. Si usted es correísta, imagine que esa persona es el enemigo favorito del presidente (usualmente Lasso). Si usted es anticorreísta ya debe saber de qué le estoy hablando.

Bueno, esa persona ha llegado al poder y sencillamente le resbalan las leyes, cree que algunos mandatos constitucionales —como los derechos de la naturaleza— son una pendejada y se niega a cumplir mandatos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como ese que dice que los pueblos indígenas tienen derecho no sólo a la consulta previa antes de cualquier megaproyecto en su territorio, sino que el Estado debe obtener su consentimiento.

Digamos, que como está sucediendo en Brasil, empiezan a borrar todo rastro de feminidad en la política—el presidente interino acaba de reemplazar a todo el gabinete por hombres blancos, y cuando le preguntaron sobre la participación de mujeres uno de sus ministros dijo que podrían ser secretarias—, decide que puede ignorar la ley y casi poner al procurador del Estado a dedo (Si quieren estar al día con lo que sucede en Brasil sigan en twitter a Bruno Bimbi).

¿Qué debería hacer la gente? ¿Esperar a que hayan nuevas elecciones? Lo digo así porque eso es lo que usualmente recomienda Rafael Correa: que sus opositores reúnan plata y firmas, formen un partido y ganen elecciones, como si la democracia consistiera en el gobierno de la mayoría y no en el respeto e inclusión de las minorías. Existen otras opciones más sensatas, como usar mecanismos de control y transparencia. Es decir, luchar con información y ayudarse en las instituciones que tienen mandatos claros y que están ahí porque en democracia siempre se ha asumido que habrá gente que quiera abusar del poder. Y por eso se lo divide:

equilibro de poderes en Estados Unidos

Ahora, supongamos que por alguna razón este mecanismo fracasa. Puede ser porque los jueces no son realmente independientes sino que están siendo presionados por el poder ejecutivo para hacer cumplir ciertas sentencias. Que en el legislativo tenga mayoría el partido de gobierno, como sucede actualmente en Ecuador; y que respondan mayormente a la voluntad de una persona. Imagínense que su villano favorito tuviera todo ese poder y anulara los mecanismos de transparencia y control social. ¿Qué debería hacer la gente?

Pues lo que le queda a las personas es denunciar las cosas, formar una opinión pública considerable para que ese poder político abusivo se vuelva inviable. En otras palabras, resistir. ¿Cómo? Denunciando. Quitando el poder a fuerza de remover el apoyo popular de quién está abusando del poder. En otras palabras, haciendo un golpe blando. Pero, por favor, recuerde que no estamos hablando de su héroe político sino de su más acérrimo enemigo.

Ahora, pensemos un poco en las palabras que se están utilizando, específicamente fijémonos en ese concepto de «golpe de Estado» y para hacerlo no vayamos muy lejos. Vamos a Wikipedia, donde nos explican el origen del término:

El concepto golpe de Estado (coup d’État) comenzó a ser empleado en Francia en el siglo XVII, para referirse a una serie de medidas violentas y repentinas tomadas por el Rey, sin respetar la legislación ni las normas morales, generalmente para deshacerse de sus enemigos, cuando el Rey mismo consideraba que eran necesarias para mantener la seguridad del Estado o el bien común. En este sentido original, el concepto era muy similar a lo que se denomina en la actualidad «autogolpe», es decir, el desplazamiento de ciertas autoridades del Estado, por parte de la autoridad suprema.

Hmmm… Algo aquí está raro. Aunque ambas definiciones terminan en un «quiebre institucional». Por definición, ningún agente que no sea parte del estado, puede dar un golpe de Estado.

El término se fue ampliando a lo largo del siglo XIX para significar la acción violenta de un componente del Estado, por ejemplo, las fuerzas armadas, con el fin de desplazar a la cabeza del mismo. El concepto se superpuso entonces, y a la vez se diferenció, del de «revolución», caracterizado sobre todo por estar principalmente organizado por civiles ajenos al Estado.

«Revolución» entonces, es un quiebre institucional producido por la sociedad civil. «Golpe de estado» por aquellos que hacen parte del poder político establecido. No pensemos, tenemos fuentes oficiales. Revisemos una vez más qué es  un golpe blando. Para entender mejor el concepto voy a traer de las joyas de los medios de comunicación oficiales: «Lo duro de los golpes blandos» publicado por Werner Vásquez Von Schoettler en El Telégrafo:

Los golpes blandos [son] una actualización de las estrategias de democratización modernizante en las periferias del capitalismo central. La teoría y práctica del golpe blando responden a la estrategia de uso de la paz, de la no violencia para movilizar a los grupos no gubernamentales contra un régimen que consideran como autoritario y/o dictatorial.

Se definirán así a los gobiernos que no promueven una liberación de los mercados, de las políticas laborales; una desregulación de los sistemas de control, es decir, de todas aquellas políticas que el capital financiero busca para expandirse por el mundo entero.

golpe blandoAparentemente los golpes blandos son un intento democratizante. Es decir, traer de establecer un régimen democrático en países donde no hay democracia. No voy a hacer cherry-picking, el autor también dice que no se trata de cualquier democracia sino de la democracia neoliberal. Pero si un político neoliberal llegara al poder democráticamente, y la gente utilizase los mismos métodos tan bien explicados por la infografía de El Telégrafo para defenderse (véase la ilustración a la derecha) ¿podríamos también hablar de un golpe blando?

¿Qué pasa cuando hay reclamos legítimos sobre abuso contra los derechos humanos y la libertad de prensa? ¿Y si a Lasso se le ocurre firmar un TLC con Estados Unidos y deja al internet hecho mierda? Si Correa, o quien le herede el cargo, decide ignorar los derechos de los indígenas shuar para construir un proyecto megaminero en el Sur-Oriente del país (busquen Tundayme en Google) ¿se puede denunciar eso? ¿Qué pasa cuando los mismos mecanismos de la economía liberal que dice estar denunciando Werner Vásquez son utilizados por partidos políticos que dicen ser de izquierda? Entonces ¿ya no se llama golpe blando sino revolución?

Veámonos también en el espejo, ¿no pueden ser esas protestas que protagonizó Correa ser llamadas golpes blandos? ¿No estaba siguiente la etapa II del diagrama de El Telégrafo el presidente en este video? ¿No fuimos todos los ecuatorianos unos fieles seguidores de las cuatro etapas cuando derrocamos a cuanto presidente se nos ponga en frente en la década anterior?

Si a la democracia, para llamarla de ese modo, tiene que ser de izquierda, ¿no va eso en contra del derecho de todo ciudadano de defender la ideología política que le de la gana? Ya saben, eso que se aprobó en la constitución de Montecristi en el 2008, y que todavía no ha sido remendado por la Asamblea.

Después de tanto pensar, he concluido que sólo hay una manera de prevenir los golpes blandos, y es eliminando democracias blandas. Si los ciudadanos de verdad pudieran incidir en la política con un sistema de control y transparencia funcional, con jueces que no hagan favoritismos políticos, con una asamblea que sí cumple la constitución y con una Corte Constitucional que no sea otra mancha más a esta falta de independencia de poderes, podríamos prevenir cualquier «golpe blando» que la gente intente. Ahora, puede ser que eso desencadene un Estado diferente, que el poder sea limitado, que las decisiones deban ser consensuadas y que el diálogo deba incluir a una mayor cantidad de actores, quizá esas pequeñas minorías que el presidente denuncia como infantiles o elitistas. ¿Eso nos conviene?

Mis momentos favoritos de AVATAR: LA LEYENDA DE AANG

La cultura oriental me ha fascinado desde que yo era muy pequeño. Me imagino que tiene algo que ver con que mi papá es un sempiterno fan de Bruce Lee. Cuando se estrenaban sus películas, él hacía fila por horas en los viejos cines de Quito y se quedaba en la sala todo el día para repetir las escenas de artes marciales una y otra vez —esto es impensable para las nuevas generaciones pero hubo un tiempo donde te podías quedar en el cine todo el tiempo que quisieras. Bruce Lee, quien no sólo actuaba en sus películas sino que también ocasionalmente escribía el guión y dirigía las escenas (véase su obra maestra el regreso del dragón), popularizó el cine oriental en Occidente. Y esas películas trajeron algo que acá en la civilización moderna es escaso: misticismo.

Bruce-Lee

Aprender todas las destrezas pero no usarlas. Pelear sólo cuando sea el último recurso. Hay ciertas virtudes que uno inevitablemente iba atando a las túnicas azafrán con que se visten los monjes y a sus cabezas rapadas. El estereotipo fue asentándose aún más en los pliegues de mi cerebro cuando leí las novelas de Lobsang Rampa. A pesar de que las novelas de Cyril Henry Hoskin (el verdadero nombre del autor) han sido reconocidas como un fraude, yo me aproximé a sus libros como un católico se aproxima a la biblia. Las pausadas y alegres descripciones de los paisajes del Tibet y la profunda humanidad de los personajes hicieron que leyera cada uno de los pasajes de estos textos de carácter fantástico autobiográfico con la misma emoción que una bebé descubriendo la relación entre el interruptor y el foco.

Si ustedes le preguntan a un cristiano si realmente cree que hubo una serpiente hablándole a la primera mujer, una gran mayoría les dirá que no. Sin embargo, su fe continuará inquebrantable porque, en el fondo, ellos saben que Dios existe, lo han sentido actuando en sus vidas, incluso cuando no lo pueden definir o explicar. Pues lo mismo me sucedía con el misticismo tibetano, los detalles en el desarrollo de el tercer ojo, por ejemplo, resultan irrelevantes frente a la cosmovisión tibetana que está expresada en esa y otras obras de Rampa. Si alguien quiere explorar estos temas desde una visión menos ahistórica, le recomiendo leer las montañas de Buda del historiador y antropólogo Javier Moro.

Aang, el protagonista de Avatar: the last airbender comparte estos mismos elementos. Es el último miembro de una tribu de nómadas que se crían en templos, creen en la reencarnación, respetan a todas las criaturas vivientes y no usan la violencia, salvo en casos absolutamente necesarios. Incluso enfrentado a difíciles circunstancias, Aang repugna la idea del asesinato. Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, los creadores de la serie, han reconocido que «el budismo y el taoísmo han sido una de nuestras grandes inspiraciones para la concepción sobre el Avatar» (les recomiendo que sigan los blogs de DiMartino y Knoietzko). De hecho, los monjes determinaron que Aang era la reencarnación del Avatar haciéndolo escoger cuatro juguetes entre cientos de réplicas idénticas —un método utilizado, junto con otros signos para determinar la identidad del Dalai Lama en su nueva reencarnación.

En el universo del Avatar existen cuatro naciones, una por cada elemento. Aang es miembro de la nación del Aire, sus compañeros de viaje, Sokka y Katara, son miembros de la tribu agua. Su villano, Zuko, es el príncipe desterrado de la nación del Fuego —que al comenzar la serie han construido un imperio sometiendo a todas las otras naciones— y Toph, otra de las protagonistas es parte del reino Tierra. Así como los miembros de los nómadas Aire contienen elementos del budismo tibetano, cada uno de los elementos tiene características que le hacen propias y, si no has visto la serie, te recomiendo que lo hagas primero. Está disponible en todo Internet en español latino (basta buscar en Google) y también la pueden ver en Netflix. Aquí les dejo el trailer:

(A continuación, voy a describir mis momentos favoritos de la serie así que si no quieren enterarse de la trama, es mejor que dejen de leer en este momento).

Los mejores momentos de la serie

1) Cuando Aang se encuentra sobre el león-tortuga gigante: Antes de enfrentarse al Señor del Fuego, Aang se encuentra confundido porque piensa que matar a su enemigo significa traicionar las enseñanzas de los monjes: toda vida es sagrada y, como tal, debe ser respetada. Durante la noche, termina nadando sonámbulo hasta una isla donde empieza a meditar para hablar con sus vidas pasadas. Aang siente que ninguno de sus predecesores entiende el predicamento en el que se encuentra hasta que habla con otra maestra aire, Avatar Yangchen. «Los monjes me enseñaron que debo separarme del mundo para que mi espíritu sea libre». Yangchen le dice que muchos nómadas aire se han separado del mundo y alcanzado la iluminación espiritual «pero el avatar jamás podrá hacerlo porque su único deber es con el mundo (…) tu deber te obliga a sacrificar tus propias necesidades espirituales y hacer lo que sea necesario para proteger el mundo», le dice.

Este momento es esencial porque simboliza la realidad humana de frente a la espiritualidad. Sin la muerte, nuestra propia existencia es interdepediente del mundo que conocemos, las personas que amamos, y la justicia que estos merecen. Si bien uno puede encontrar felicidad, y sobretodo paz, al apartarse de los apegos —esa es la base de la doctrina budista— ese nirvana es insignificante si el mundo está aún en sufrimiento. No puede haber iluminación individual.

2) Cuando Zuko se enfrenta a su padre: Durante el eclipse solar, una pequeña armada comandada por Aang se dirige a la capital de la nación del fuego para acabar con Ozai. Este, habiendo sido informado, se encuentra en un búnker secreto tomando té cuando es interrumpido por su hijo Zuko. Antes de continuar, hay algo que deben saber. En el pasado, Zuko opinó en el consejo de guerra de su padre en contra de unos generales. Fue retado a duelo y acepto, pero cuando se encontraba en el ring descubrió que no enfrentaría al general, sino a su padre. Ozai marcó a Zuko de por vida —le hizo una cicatriz en el ojo— y lo desterró. Zuko ha buscado el perdón de su padre desde ese entonces y lo consiguió porque Azula, su hermana, le dijo al padre de ambos que Zuko había matado al Avatar.

Tras enterarse de la verdad, que el Avatar estaba vivo, Ozai le ordena a Zuko que lo deje. Y entonces él responde: «eso es la otra cosa que vine a decirte, ya no voy a obedecer tus órdenes (…) Durante mucho tiempo, lo único que quise fue que me ames, que me aceptes. Pensé que lo que quería era mi honor, pero realmente sólo trataba de complacerte. A ti, mi padre, quien me desterró solo por hablar fuera de tiempo. A ti, mi padre, que me retó a un duelo cuando tenía solamente trece años. ¿Cómo puedes justificar un duelo con un niño?» «Era para enseñarte respeto» «¡Fue cruel y estuvo mal!» «Entonces no has aprendido nada» «No, lo aprendí todo».

¿Por qué este diálogo es tan importante? Primero porque representa un giro de ciento ochenta grados respecto al personaje que hasta entonces había sido la antítesis de Aang. Lo más importante, esta evolución del personaje sucede frente al señor del fuego. Ozai es más que el padre de Zuko, es la cabeza visible del imperio que existe en la Tierra, es la representación de la autoridad, el orden, la ley, el «porque las cosas siempre han sido así». Uno puede imaginar a Zuko como la representación del ser humano que quiere cambiar las cosas y fracasa porque la vida le golpea demasiado fuerte, pero que a pesar de esos golpes (o quizá por ellos) ha logrado ver más allá. El mundo no está para ser obedecido, sino para ser subvertido: «Hemos creado una era de miedo en el mundo y si no queremos que el mundo se destruya a sí mismo, necesitamos reemplazarla con una era de paz y amabilidad». Zuko deja a su padre y le dice que se unirá al Avatar y le ayudará a derrotarlo.

3) Cuando Iroh perdona a Zuko: Iroh, el tío de Zuko, ha sido su mentor durante el exilio. Ha sido, en palabras del sobrino, su «verdadero padre». Sin embargo, cuando se le presentó la oportunidad, Zuko lo traicionó para atrapar a Aang y obtener el perdón de Ozai. Iroh fue entonces capturado y encerrado en prisión. Tiempo después, tras haberse enfrentado a su padre y unido al Avatar, Zuko encuentra a su tío y le empieza a pedir perdón. Zuko expresa su arrepentimiento y vergüenza, empieza a derramar lágrimas y a decir «no sé cómo voy a recompensarte por esto —la música de fondo aumenta su intensidad— pero yo…» Iroh lo interrumpe rodeándolo con sus brazos. «¿Cómo me puedes perdonar tan fácilmente?—dice Zuko con una mirada confusa— Pensé que estarías muy enojado conmigo»

«Nunca estuve enojado contigo, estaba triste porque temía que hayas perdido tu camino» «Sí lo había perdido» «Pero lo encontraste otra vez, y lo hiciste por ti mismo, y estoy tan feliz de que hayas encontrado tu camino aquí».

Creo que la construcción de la escena, la iluminación, la música, todos contribuyen a construir una experiencia altamente emotiva que toca nuestros arrepentimientos más profundos. Esos por lo que, pensamos, no merecer perdón… pero sí.