Hola madre, ¿cómo vas? Acá en Ottawa se está acabando el invierno y cada día tenemos cada vez más horas de sol. Si uno se distrae puede imaginarse que estamos en un clima normal como el de casa, pero al acercarme a la ventana, todavía puedo ver un poco de nieve enterrando la parte baja de nuestras bicicletas. Esperemos que en las próximas dos semanas esas moléculas de agua empiecen a separarse primero en gotas y luego en gases, para poder ir a visitar los campos de tulipanes que Holanda envía cada año.
Como te comenté en mi última carta, a fines del año pasado empecé a buscar información experimental sobre la tal «visión remota». Primero te voy a explicar qué es esto de la visión remota, cómo se hacen estos experimentos y luego te cuento qué es lo que encontré al revisar la evidencia.
¿Qué es la visión remota?
Hay una larga historia atrás de este término que no voy a abordar aquí, pero en resumen es una supuesta capacidad de ver cosas en la mente que no puedes ver con tus ojos, escuchar con tus orejas, o inferir a través de la lógica. Los investigadores actuales usan un término un poco más específico que es «transmisión anómala de información». Usualmente las personas necesitan un espacio tranquilo, apagar el cerebro y prepararse para recibir información en un estado entre dormido y despierto. No te concentras para ver, más bien estás en este estado parecido a cuando te olvidas una palabra y estás a punto de acordarte y la tienes «en la punta de la lengua».
¿Cómo se hacen experimentos de visión remota?
Tal vez un ejemplo sea más fácil de entender. El experimento sería algo así. Tú eres la persona que va a recibir información y te enviamos a un cuarto aislado. Por ejemplo, el antiguo cuarto de mi abuelo Isaac. Yo te digo que alguien va a seleccionar un objeto y tú tienes que generar pistas sobre este objeto: principalmente dibujos y palabras. Y que lo hagas de tres a cuatro de la tarde.
Antes de empezar el experimento, le llamo a mi hermana a la sala —que es un lugar que no puedes ver o escuchar— y le pido que seleccione un objeto al azar: un rompecabezas de madera, un ramo de flores o un cuadro. Tú no sabes qué objeto seleccionamos ni de qué manera (tal vez le diga que vaya y compre algo en la tienda). Al mismo tiempo, nosotros no sabemos qué dibujaste o escribiste entre las tres y las cuatro de la tarde.
Una tercera persona, digamos el Jorge, evalúa tu dibujo. Si es que el dibujo corresponde al objeto, eso quiere decir que hubo un acierto. Como esto es un poco subjetivo, es común que se seleccionen una serie de objetos como «controles» y se le pida al juez que ordene los objetos según cuál se parezca más al dibujo. Y es un acierto si el primero objeto es el que se supone que debas adivinar. Y así se hacen las matemáticas para calcular si realmente viste algo o fue el simple azar.
Este es un protocolo básico y se ha refinado mucho desde los estudios iniciales, pero creo que te da la idea general de cómo los científicos evalúan el tema.
¿Qué dice la evidencia?
La exploración científica de un tema no es tan diferente que buscar información en google. La diferencia radica principalmente en que uno busca información en bibliotecas especializadas que filtran todo lo que no sean artículos o libros científicos, aunque siempre existe la posibilidad de que se filtren publicaciones de baja calidad.
La búsqueda es el primer paso. Cualquiera puede crear una revista científica con relativamente pocos recursos y paciencia. Así que revistas emergentes usualmente se colan dentro de los resultados de búsqueda y uno debe saber reconocer entre una investigación sólida, un mal primer intento o incluso a veces el fraude. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de encontrar investigaciones excelentes en revistas pequeñas o investigaciones muy malas en revistas excelentes, como Nature or Science.
Una forma de ahorrarse todo este trabajo es buscar una revisión sistemática sobre el tema. En otras palabras, si alguien más ya se dio el trabajo de leer todo sobre un tema, uno puede leer directamente un «resumen científico» de «toda» la evidencia que existe sobre un tema en específico. Yo he escrito y publicado algunos de estos resúmenes sobre otros temas. Por ejemplo, esta revisión sistemática sobre terapia de conversión de género y sexualidad, que publiqué el mes pasado.
Una revisión no necesariamente es buena, también puede estar plagada de defectos. De hecho, mi publicación más citada al momento fue una revisión de revisiones sistemáticas sobre los efectos de los entornos urbanos en la salud mental. Este tipo de trabajo te permite familiarizarte con el tipo de cosas que debe hacer un equipo de revisores sistemáticos para producir un resumen de alta calidad.
Dejo todo esto como antecedente porque decidí buscar revisiones sistemáticas sobre visión remota. Para mi buena suerte, el primer resultado fue este borrador que analiza la evidencia publicada entre 1974 y 2022. Estos borradores o «pre-prints» aún necesitan ser revisados por otras personas antes de ser publicados. Sin embargo, uno puede acceder a estas versiones tempranas con ojo crítico. Luego encontré que esta revisión se había ya publicado en una revista no muy conocida, lo cual honestamente me apena.
No entendí mucho del lenguaje que el artículo usaba durante mi primera leída. Pero los artículos siempre están sintetizados en sus tables y dibujos. En el corazón de las revisiones sistemáticas, están los diagramas de flujo, que te dicen cuántos estudios se han encontrado (36 en este caso) y un gráfico de bosque, donde uno puede observar el efecto estadístico de cada estudio.
Usualmente tienen una línea en la mitad, que representa una línea de partida arbitraria que el experimento debe superar. Por ejemplo, en nuestro experimento en casa, hay cuatro objetos. Entonces la probabilidad de que Jorge seleccione tu dibujo con el objeto siempre va a ser de al menos uno en cuatro (1/4) o 25%. En este caso, usaríamos ese 25% como la línea puntiaguda.
El cuadrado se ubica donde cae el porcentaje de aciertos respecto a esa línea. Los experimentos con pocos intentos se representan con cuadrados pequeños y viceversa. También calculamos un par de «brazos» para cada experimento. Estos brazos son nuestra estimación del rango de aciertos que tendríamos si repitiéramos este experimento. Por eso, un experimento «funciona» si ambos brazos del experimento pasan más allá de esa línea. Si tu experimento tiene pocos intentos, tienes menos certeza de cuál es el valor real del experimento, por eso los cuadrados más pequeños tienen brazos más largos.

Al final del gráfico, se hace una línea horizontal y por debajo se pone una «suma estadística» de todos los estudios existentes. Básicamente pretendemos que los 36 experimentos fueron uno solo y calculamos un nuevo resultado. A eso le decimos meta-análisis. Y este en particular mostraba que los experimentos de ver «más allá de lo evidente» obtenían muy buenos resultados, mucho más allá de lo que se espera gracias al azar.
En este punto de la historia, empecé a descargar algunos de los artículos originales. Estaba casi seguro que iba a encontrar fallas metodológicas obvias que explicaban un porcentaje alto de aciertos. En estos casos, el meta-análisis no es otra cosa que una suma de errores. Lo que me llamó la atención no fueron los cálculos estadísticos, para nada. Era la cantidad de aciertos exactos que muchos de estos artículos tenían, que hacían que la estadística parezca totalmente inútil. Por ejemplo, el dibujo de cometa en este artículo.

Una caja de Pandora se abrió el momento que leí sobre este y otros estudios, no porque existiera la transmisión anómala de información sino por lo que eso implicaba.
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