No sé como terminé leyendo “The Others Within Us: Internal Family Systems, Porous Mind, and Spirit Possession” de Robert Falconer. A pesar de que empecé por la primera página, se sintió como haber atrapado una película a medio desarrollo después de haber estado pasando de un canal a otro. De repente, me encontré en medio de una psicoterapia donde el psicólogo está hablando con las personas que habitan dentro de su paciente. Como si hubieran visto la película Intensamente de Pixar y se lo hubieran tomado demasiado en serio.
Voy a retomar el tema de que las personas tienen identidades fragmentadas más adelante porque ese no es el tema principal del libro. Como expliqué anteriormente, parecía que llegué cuando la trama ya estaba bastante desarrollada. El tema del libro eran “unattached burdens”. Si bien no hay una traducción literal apropiada, algo cercano sería “cargas desprendidas”. Volviendo a la trama de intensamente, una carga desprendida sería como un personaje oscuro que de repente aparece junto a Alegría, Tristeza, Temor, Desagrado y Furia, que está dentro de Riley, pero no es realmente parte de ella. Usando lenguaje más mundano, esta gente esta “poseída”. Un espíritu se le metió en algún momento de su vida y está tratando de hacerle la vida imposible.
¿Debo seguir leyendo este libro? Una parte de mí me dice que no, que la persona que lo escribe puede estar reportando cosas que dice su paciente, pero su paciente simplemente tiene problemas percibiendo la realidad. Tal vez lo mejor sería que esas personas sigan su proceso, pero no hay una lección real en ello. Pero otra parte de mí sigue, tal vez por curiosidad mórbida. Robert Falconer tiene un par de buenos argumentos para persuadirme. Primero, el empirismo radical: si nos dedicamos menos a preguntarnos si esto es real, y actuamos como si lo fuera, podemos hacer terapia y deshacernos de esta carga. Estos pacientes son extremadamente difíciles y, por alguna razón, cuando logran deshacerse de esa cosa que se metió dentro de ellos, mejoran. Segundo, su método funciona mejor que los exorcismos. Claro, puede ser que ustedes crean que la posesión no sucedió en primer lugar, pero sea cierto o no, las personas que dicen estar poseídas enfrentan mucho estigma por parte de los sistemas de apoyo familiar e incluso religioso. Si uno puede quitarle al “poseído” la idea de estar poseído, no veo porque no aprender sobre ello.
¿Cómo se saca al espíritu maligno? La versión corta es la siguiente. Primero, le preguntas si es parte de la persona. Tras muchas tácticas de evasión, eventualmente responderán que no. No sabemos porque no pueden mentir al respecto, pero parece ser que es el caso. Luego que ha admitido que no es parte de la persona, te fijas a qué parte de las personas está atada. Por ejemplo, puede ser que haya convencido a Tristeza de que las otras partes de Riley le quieren hacer daño, así que le dice que le dará fuerza, Tristeza tiene miedo de que la parte mala se vaya. Entonces tienes que ganarte la confianza de Tristeza. Una vez que has convencido a las partes de que ya no necesitan al cucaracho, lo envuelves en luz y le dices alguna de estas cosas (o todas):
- Ya no te puedes quedar aquí, puedes irte hacia la luz o volver a la obscuridad.
- Te han dicho que la luz te hace daño, pero es mentira,
- Toca la luz solo un poco y te vas a dar cuenta de cómo se siente
- Mira dentro de ti y verás que encuentras un poco de luz
- Hay guías y manos que están dispuestos a ayudarte, si quieres puedes ir con ellos.
Falconer nos recuerda constantemente que no es muy importante entender porqué estas cosas funcionan, sino que lo hacen. Y hace bien en recordarlo porque muchas veces me sentí tentado a dejar de leer su libro. La mayoría de cargas eventualmente van hacia la luz, pero unas cuantas regresan a la oscuridad. ¿Qué pasa con los pacientes? A decir del autor, mejoran de forma importante, porque son mejoras que se sostienen durante meses o años. Es el tipo de desenlaces que uno busca en los ensayos clínicos cuando uno estudia si las terapias realmente funcionan. Otra parte significativa de esta terapia es que frecuentemente ocurre en pacientes difíciles. Pacientes que han pasado por traumas que te rompen el alma y que, a veces, se han encargado de romperle el alma a alguien más. Quizá eso es lo que te obliga a dejar de trivializar el tema.
Las descripciones de Falconer me recordaron un poco a los libros y relatos de niños que son reclutados como soldados desde muy pequeños, y que terminan cometiendo las mismas atrocidades de las que fueron víctimas o que tuvieron que atestiguar frente a sus ojos, contra sus familias. Esos niños soldados estaban tan rotos que se drogaban constantemente para enmudecer al dolor, y su conciencia está tan apagada que bien podrían pasar por zombies caminando por la Tierra. ¿Cómo se meten esas cosas en el cuerpo? Pues no sabemos, parece que a veces sucede cuando la gente está inconsciente, como cuando se ha sometido a una operación y le han aplicado anestesia general. Pero más comúnmente, son durante momentos tan dolorosos que la mente trata de escaparse: se disocia.
Después de exponer sus casos, Falconer hace una revisión histórica de fenómenos similares desde una diversidad de perspectivas teóricas y culturales. Yo diría que cubre un espectro extremadamente amplio, pero lo hace de manera un poco caótica. Es imposible negar que estudió el fenómeno, pero no diría que me siento listo para explicarle a alguien de manera ordenada cómo abordar el tema. Al final, uno puede sentirse libre de admitir que, en efecto, la posesión es común a la gran mayoría de culturas, que hay posesiones “malas” y posesiones “buenas” a los que usualmente Falconer se refiere como guías. De hecho, después de mandar a los espíritus chocarreros a la luz, es común que indique a sus pacientes que puede invitar a guías para “reemplazar” a la carga desprendida. Otro tipo de posesión “buena” y mejor reconocida en la cultura en la que yo me críe es, por ejemplo, la posesión por parte del espíritu santo. Las posesiones “buenas” sin embargo, suelen ser de carácter temporal en la mayoría de casos.
El asunto, a la final del día, es que sean posesiones buenas o malas, cualquiera de estos casos implica que somos “porosos”. Esto no me parece deschavetado y he compartido un poco de porqué en algunas publicaciones anteriores. La explicación de Falconer sobre este último punto es, a mi parecer, bastante débil. Al final del día, el problema es la incapacidad de diferenciar entre lo que somos y lo que no. No nuestra, porque al final del día podemos decidir con qué quedarnos, Por ejemplo, todos podemos preguntarnos cosas como ¿soy yo esa necesidad enfermiza de que todo esté limpio o fue un hábito que no es realmente quien soy? La pregunta más difícil es convencer al resto de que, en efecto ese no soy yo, que solo estaba poseído por el demonio de la pulcritud y que se fue después de que me hicieron una terapia de exorcismo moderno que es menos violenta que los exorcismos de la iglesia.
¿Tengo espíritus guías o solo me disocié también de mis partes buenas? Un estudio reciente, por ejemplo, trató de hablar con el mismo espíritu a través de mediums distintos. Al comparar respuestas, los autores concluyeron que los mediums probablemente tienen una forma de disociación de personalidad no patológica (por acá el estudio). También concluyeron que solo pueden asegurar eso de los mediums que estudiaron y no de todos aquellos que dicen serlo. Al final del día, creo que me quedo con dos lecciones importantes. Una, el empiricismo radical es útil. No podemos negar que sabemos menos de la experiencia interna de un “paciente psiquiátrico” a pesar de saber más de lo que supuestamente es objetivamente normal. Y creo que Enara García y Xabier Barandiarán hacen un trabajo excelente explicándolo aquí. Y dos, es útil cuestionar a los “otros dentro de nosotros”. Tristemente, lo único que realmente compartimos es el mundo objetivo y compartir, en mi ética, es algo intrínseco a todo espíritu benévolo.