Levanta tu voz – #RaiseYourVoice

Hoy 16 de octubre se celebra el Blog Action Day, una fecha donde muchos entre los que escribimos en la red discutimos una temática importante. Este año, hablaremos acerca de las persecuciones que sufrimos cuando lo hacemos, porque muchas personas que publican información ponen su vida en riesgo. Por eso la temática de este año es «levanta la voz» o #RaiseYourVoice.

Las historias de persecución a escritores, blogueros y periodistas ciudadanos pueden parecerte lejanas, pero la verdad es que están más cerca de lo que uno piensa. A más de un incauto lo han amedrentado en redes sociales por decir algo que le resultó incómodo a alguien que tiene dinero para comprar consciencias, puede que esa persona haya callado esa amenaza porque sabía que se trataba de eso. A mí me han enviado tuits donde decían que debía morir, y los denuncié y ya está. Pero también se dan los casos donde las personas realmente se asustan y deciden no quejarse una segunda vez por miedo a que esas amenazas sean más que sucias tácticas de intimidación. Y a veces me ha entrado la duda también.

Recuerdo cuando escribí en Gkillcity.com acerca del espionaje realizado por Hacking Team y cómo sus documentos vinculaban comercialmente a esta empresa con la agencia ecuatoriana de inteligencia, eso desencadenó una serie de eventos que no sólo me asustaron a mí sino también a mis editores, ellos escribieron una crónica al respecto. Ese día recibí mensajes de intimidación en italiano vía whatsapp, calumnias donde buscaban asociar mi nombre con el de la Secretaría Nacional de Inteligencia, suplantación de identidad que fue usada para amenazas a activistas que trabajaban por la misma causa y ataques cibernéticos que causaron una interrupción en mi servicio de Internet. Ese día quisieron usar a mi hermana para obtener mi dirección de correo electrónico y se hicieron llamadas para poner en riesgo mi futuro laboral. Y tengo pruebas y testigos de todas y cada una de esas cosas.

Ese día y los subsiguiente rechacé dos entrevistas en medios donde podía haber explicado más a profundidad las implicaciones de lo que pasó, ese día guardé silencio.

Está claro que mi decisión también se amparó en el gran número de gente que hizo eco de estas denuncias y gracias a los cuales puedo tener un poco más de tranquilidad en mi consciencia, pero es importante recordar que no estamos hablando de ficciones cuando recordamos que la gente está siendo intimidada y amenazada, son peligros reales que la gente tiene que llevar a cuestas, muchas veces en silencio para no implicar a sus seres queridos. Por eso es importante recordar que es deber de cada día defender los derechos de otros, porque eso es también defender los derechos propios. Por eso celebro el Blog Action Day contándoles mi historia, alzando la voz en defensa de todos aquellos que están siendo callados sin que uno siquiera se pueda enterar.

La biblioteca abierta – OpenLibrary.org

Estas vacaciones me la he pasado jugando con OpenLibrary.org, un sitio web cuyo objetivo es crear una página por cada libro existente. Al igual que en la mayoría de proyectos relacionados a la expansión del conocimiento, depende de los usuarios para llegar a los archivos más oscuros y solitarios en el planeta. La Open Library es un proyecto de nuestros amigos de Internet Archive y fue inicialmente liderado por Aaron Swartz —the internet’s own boy—. El 16 de julio de sus veintiún años, Aaron escribió en su blog:

Nuestro objetivo es la construcción de la biblioteca más grande del mundo, para luego ponerla en internet de forma libre/gratuita; y que todos la usen y editen. Los libros son el lugar al que vas cuando tienes algo que quieras compartir con el mundo —son el legado cultural de nuestro planeta. Y nunca ha habido un intento más grande para juntarlos a todos.

Aunque Internet Archive cuente con la mayor cantidad de libros digitalizados del mundo, su sitio web no es del todo atractivo para los nuevos usuarios. Si eres un lector, te puedes asustar al ver siete tipos de archivos. Si eres un autor, tal vez prefieras un lugar donde la portada se muestra claramente y desde donde la gente pueda no sólo leer sino también comprar tu libro. Open Library toma esto en cuenta y permite a los usuarios añadir cosas como el número ISBN —un identificador que permite saber dónde se vende cierta edición de un libro— lo que automáticamente crea una lista de enlaces en el perfil del libro para que tú puedas adquirirlo. También te permite añadir otros identificadores como el de Internet Archive, para que la gente pueda leer el libro en línea y, directamente desde la Open Library, descargar el libro en el formato que más le convenga. Uno puede además añadir toda la información que recopila una buena biblioteca: editorial, fecha de publicación, fecha del derecho de autor, colecciones, secuelas, tamaño, peso tablas de contenido, etc. Esta información es incluida en los catálogos que también se generan automáticamente: RDF, JSON —que es como los libros se saludan en Internet— e incluso existe un formato para crear citaciones de Wikipedia. El código fuente de OpenLibrary.org se encuentra disponible bajo una licencia de software libre.

Muchas obras que se encuentran en Open Library fueron colocadas ahí por bots —programas de software que realizan tareas automáticamente— recorriendo grandes bases de datos y extrayendo información básica sobre los libros (nombre, autor, año de publicación, número de páginas, entre otros). Muchas veces esa información está incompleta o es errada y es ahí donde los usuarios tenemos nuestro rol, nosotros podemos verificar los datos y añadir más bits a cada entrada. En mi caso, he añadido unas cuantas portadas, algunos números ISBN, tablas de contenido y, cuando ha sido posible, incluso he puesto a disposición el libro para su lectura, esto subiendo el archivo a Internet Archive y compartiendo en la Open Library su identificador.

Hubo casos en que creé el perfil de un libro absolutamente desde cero, puesto que mucha de la información que se recoge automáticamente se encuentra exclusivamente en inglés y esto puede causar que autores pequeños o independientes —especialmente los que escriben en idiomas distintos al inglés— se vean excluidos de las grandes bases de datos.

Hace tiempo traduje un libro al español y, aunque nunca tuve un ejemplar en versión digital, alguien más sí lo adquirió. Gracias a que el libro no estaba protegido por DRM y a que la licencia del libro lo permitía, esta persona pudo transformar el libro a formato ePub —un tipo de libro electrónico— y ponerlo a disposición de todos en Internet. Yo subí este archivo a Internet Archive, como lo indiqué en una publicación anterior, y el archivo fue transformado a otros seis formatos. Además se creó el lector respectivo. Cuando terminé de crear el perfil del libro —sin incluir la tabla de contenidos—, quedó así:

A los latinoamericanos nos queda mucho trabajo, pues muchos de nuestros libros no se encuentran en la biblioteca abierta y sería bueno dejar ese legado a las primeras generaciones que van a crecer conectadas, desde chicos, a Internet.

 

 

Cómo hacer archivos públicos más accesibles con Internet Archive

Acá en Ecuador, el volcán Cotopaxi ha iniciado su actividad eruptiva y mucha gente está asustada y desinformada. El gobierno, después de cerca de tres explosiones, ha anunciado hace pocos días su decisión de adquirir equipos de «alerta temprana», pese a que las primeras fumarolas aparecieron en 2002 y, en ese entonces, los expertos ya estimaban una erupción inminente en cuarenta años. Entienden el punto: no estamos preparados. Las redes han servido a los ciudadanos para compartir información durante los dos meses pasados y, pese a ello, el gobierno ha decretado una censura previa en los temas que respectan a la actividad del volcán.

El municipio ya anda repartiendo información —más vale tarde que nunca— pero cuando apareció este tuit y alguien pidió una versión digital, no estuvo tan fácil de encontrar. Ingresé a la página web del municipio de Quito y en su portada, donde debería estar toda la información sobre qué hacer, en mi caso, si erupciona el Cotopaxi, no encontré nada. La verdad es que fue mi culpa porque no esperé a ver todas las imágenes del banner, si hay información sobre qué hacer y el mapa también estaba ahí. Distraído como soy, fui directo a los siguientes enlaces:

Captura de pantalla de 2015-08-19 08-39-35Llamó mi atención el «Atlas de amenazas naturales y exposición de infraestructura DMQ» y entonces hice clic. Para mi sorpresa, inició la descarga de un archivo .rar que pesaba 91 MB. Muchas personas no saben cómo abrir este tipo de archivos comprimidos. Al inicio, Windows te da un mes gratis de WinZip —el programa que usualmente se suele usar— pero luego cobra por la licencia y los mensajes de alerta suelen confundir a la gente (a esas personas les recomiendo que mejor usen el programa de software libre 7z); en mi caso, no tenía instalado nada para abrir el programa. Lo resolví en un segundo, descomprimiendo el archivo en línea, pero si se hubiera tratado de mi madre, hubiera estado llamando al municipio porque el archivo no se abría. En áreas rurales, con un internet más lento, seguramente la conexión se habría interrumpido unas cuantas veces antes de lograr la descarga.

Al descomprimir el archivo original, aparecía un PDF de 128 MB —es un archivo muy grande—. Si se hubiera tratado de otro tipo de archivo, donde las imágenes de mapas no fueran tan importantes, el uso de herramientas en línea como smallpdf (otra herramienta en línea) habría ayudado a reducir su tamaño. No sé qué tan buena idea sea en este caso, pero es bueno dar opciones a las personas que pueden tener una conexión más lenta o no tienen tanta pericia para manejar archivos comprimidos como .zip o .rar.

Lo que el municipio podría hacer es poner el archivo a disposición de la gente pero no únicamente para descargar, sino también para poder leerlo en línea, explorar sus páginas y revisar los contenidos. Imaginen que alguien con conexión lenta demore una hora en bajar el archivo para después descubrir que no le sirve. Así que esto es lo que recomiendo:

1. Carga tus archivos a Internet Archive

  • Ingresa a https://archive.org
  • Crea una cuenta
  • Selecciona el ícono con la flecha, aparecerá una etiqueta «Upload»

Captura de pantalla de 2015-08-19 08-53-28Una vez ahí seleccionamos el archivo de nuestro interés y le damos cargar.

2. Llena todos los datos pertinentes y elige la licencia de dominio público

Si un documento ha sido creado con dinero público, lo más lógico es que este no tenga derechos de autor y se dedique al dominio público. Usualmente todas las obras quedan desprotegidas —es decir, libres— después de algunos años de la muerte del autor, pero si queremos que la obra esté libre desde el inicio, podemos usar la etiqueta CC0 de Creative Commons que produce el mismo efecto (he usado otro archivo como ejemplo):

Captura de pantalla de 2015-08-19 09-12-21

Otra buena opción es usar alguna otra licencia libre de Creative Commons. De las 6 licencias Creative Commons disponibles, solamente dos son licencias de cultura libre (CC-BY y CC-BY-SA). Que una obra de interés público sea libre es importante porque entonces pueden haber trabajos derivados, por ejemplo un podcast o un video explicando la misma información. Si no le damos libertad a nuestra obra, quienes estén interesados en hacer difusión, tendrán que pedir nuestro permiso y eso siempre retrasa el proceso de socialización. También corremos el riesgo de un mal uso de los derechos de autor —la Secretaría de Comunicación, por ejemplo, le pone copyright a todos sus contenidos y a veces lo usa para censurar mensajes críticos—.

3. Espera a la transformación de tu archivo¹

Internet Archive almacenará nuestro archivo gratuitamente en al menos dos localidades distintas, con la condición de que lo pongamos a disposición del público en general. Además, transformarán el archivo —las transformaciones varían según el formato del archivo original— a otros formatos, para que pueda ser leído en muchos dispositivos. En nuestro caso (un PDF), crearán también un libro electrónico o e-book, esto es lo que yo hice con el atlas de amenazas naturales y exposición de infraestructura del Distrito Metropolitano de Quito. Todos los formatos disponibles se pueden ver en este enlace y, desde ahí, se puede también acceder al libro electrónico. La otra ventaja de haber usado los servicio de Internet Archive, es que ahora la gente puede buscar dentro del texto del libro directamente en Internet. He realizado una búsqueda del término «Cotopaxi» y en la base de la imagen se puede ver en qué partes del libro aparece esta palabra, si uno hace clic puede ir directamente a esa parte del texto:

Captura de pantalla de 2015-08-19 09-03-56

Internet Archive crea también un audiolibro —lo que realmente sucede es que un software de text-to-speech lee en voz alta el texto—. Claro, el software por ahora lee el idioma inglés, y en este caso el resultado será tener una gringa leyendo en un acento bastante divertido nuestro libro; seguro otros idiomas se volverán disponibles con el tiempo y esto es importante para las personas con discapacidad visual.

4. Inserta el nuevo libro en tu sitio web

Aunque personalmente prefiero el enlace al libro electrónico, por todas las características que he mencionado, también se puede insertar el e-book dentro de cualquier página web, en un visor más pequeño. Para ello, selecciona en la parte superior derecha el ícono de compartir: . Te aparecerán la dirección URL del libro, la URL de la página que estás leyendo —así puedes dirigir a otros a una página específica— y también un código para insertar un marco dentro de tu página web: un iframe. Pegas el código y listo, ni siquiera tienes que decirle a la gente que usas Internet Archive, aunque sería amable de tu parte. Acá un ejemplo con un embed pequeño:

Si les gustó esta publicación compártanla, sobre todo con las instituciones públicas que tienen documentos difíciles de leer —o que los cuelgan en páginas que restringen su accesibilidad mediante las condiciones de uso o requieren software malicioso, como Adobe Flash, para ver los archivos—.

Notas al pie:

1. La transformación a otros formatos no será inmediata. Habrá un tiempo de procesamiento para el archivo, en este caso fue menor de doce horas.

Por qué hay que hablar [libremente] del volcán Cotopaxi

Artículo original publicado el 17 de agosto en Gkillcity.com

Para conocer sobre el estado del volcán Cotopaxi —dicen las autoridades gubernamentales ecuatorianas— hay que preguntarle a César Navas, el ministro coordinador de seguridad. Y a nadie más. No es seguro que él responda porque la información la dará únicamente “cuando se amerite” y solo mediante canales oficiales. La decisión se tomó después de que la mañana del viernes 14 de agosto de 2015, el Cotopaxi presentase una fuerte explosión después de trece años de inactividad: en el 2002 se reactivó y hubo fumarolas. Para asegurarse de que se cumpla con la disposición de no hablar del #VolcánCotopaxi, el presidente Rafael Correa firmó en Pimampiro —en la provincia de Imbabura, en la Sierra central— el decreto 755, con el que queda “prohibida la difusión de información no autorizada [respecto al proceso eruptivo] por cualquier medio de comunicación social, ya sea público o privado, o ya sea por redes sociales”.

Entonces, avisarle a tu familia y amigos que estás bien mediante el safety check de Facebook no está permitido, y tuitear información en tiempo real sobre un avistamiento cerca de tu área o la de algún conocido, tampoco. Esta prohibición revela que el gobierno no entiende la utilidad de las redes sociales en catástrofes.

La razón del gobierno para controlar la información es simple: en situaciones de alto riesgo, los rumores pueden causar gran conmoción y mover voluntad y recursos en falso. Por eso han establecido quién, cuándo y cómo: César Navas, cuando sea oportuno, canales oficiales del Ministerio de Seguridad. El problema es que el gobierno se equivoca cuando piensa que la realidad se crea a pluma. Ya cometió este error cuando negó el contrato de SENAIN con la empresa espía Hacking Team y cuando cambió arbitrariamente los mapas de los pueblos en aislamiento voluntario en la Amazonía. Con este decreto, los ciudadanos tenemos tres opciones: la obediencia —no decir nada sobre el volcán así estemos observando en vivo la erupción—, la evasión —como sucede en twitter donde ya han surgido tres nombres clave para el Cotopaxi y una serie de códigos para monitorizar su actividad—, y el desacato —sea por rebeldía o por desconocimientos de la disposición—. Ni en las dictaduras de Medio Oriente, donde no existe un control democrático del ejercicio de poder, las redes sociales se han podido controlar. Es ingenuo pensar que se logre en Ecuador.

Imaginemos por un momento que la Superintendencia de Comunicaciones lo intentara. Para eso, debería montar un centro de seguimiento de todas las cuentas públicas que han registrado su ubicación en redes sociales y que están circunscritas al territorio de Ecuador. También podría usar las bases de datos del Ministerio del Interior y buscar mediante un script —un programa informático simple— a todos los perfiles asociados a un número de teléfono celular. En las publicaciones de esas personas que identifique, mediante alguna herramienta de análisis de redes como Social Mention o Keyhole, buscaría palabras clave asociadas a la actividad volcánica: “Cotopaxi”, “lava”, “desastre”, “lahares” y con esa información podrían iniciar el proceso administrativo o legal para que los desobedientes dejen de publicar.

Pero, ¿qué tal si dan con un nombre que no es real? Seguramente iniciaría el juego del gato y el ratón que tardaría meses en resolverse. No es una estrategia muy inteligente. Si el gobierno se va a tomar la molestia de monitorear todo lo que Ecuador dice sobre el volcán ¿por qué no mejor hacerlo para algo más productivo como mejorar el sistema de alerta y respuesta ante emergencias? El 69% de la población estadounidense espera que las autoridades de emergencias monitoreen y reaccionen a sus publicaciones en redes sociales, según un estudio de la Cruz Roja de ese país. El gobierno ecuatoriano debería considerar que el seguimiento de datos de redes sociales en tiempo real aumenta la velocidad y la eficiencia de reacción ante desastres. Internet fue diseñado para resistir un ataque nuclear, entonces debería ser comprensible que si otros medios de comunicación fallan, las redes se conviertan en el canal óptimo para que las víctimas pidan socorro o las brigadas de auxilio coordinen sus actividades. Esto sucede en otros países y es muy efectivo.

En enero de 2010, hubo un terremoto de magnitud 7,0 en una de las zonas más pobres de nuestro continente. Haití fue golpeado con la fuerza equivalente a la explosión de doscientas mil toneladas de dinamita. Fue el sismo más grande registrado en doscientos años en ese país. Las líneas telefónicas colapsaron y Twitter, Facebook y Youtube fueron fundamentales para afrontar la crisis. Los tuits que se enviaron ese día ayudaron a los voluntarios de Open Street Map —un software colaborativo para construir mapas en línea— a documentar la catástrofe, a guardar y publicar datos sobre personas desaparecidas, y a concentrar las actividades de ayuda en las áreas más gravemente afectadas. Las personas también transformaron mensajes de texto en tuits con ubicación geográfica precisa para ayudar a quienes no tenían acceso a la red. Esta experiencia se replicó en los desastres de Fukushima y Nepal. Facebook, a través de varios juegos en línea, aceleró la recolección de donaciones. La visibilidad de las publicaciones de Internet también permitió que las personas se solidaricen con la situación de los haitianos, y esto produjo una respuesta internacional positiva a esa crisis local. Eso no hubiera sido posible hace cien años, sin Internet.

Entender cómo se transmite la información y cómo se construye la confianza entre los diferentes actores, permite a los profesionales utilizar con eficacia las redes para difundir mensajes útiles y controlar rumores, dice el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos. Luego de la explosión del Cotopaxi, Daniel Orellana, PhD en geoinformación y parte del equipo de voluntarios que mapearon Nepal, tuiteó que el mapeo colaborativo en situaciones de emergencia se coordina con las instituciones locales responsables para establecer prioridades y que además “se crean mecanismos para curar, revisar y verificar la información. Esto permite manejar de forma efectiva los rumores falsos”. Censurar las redes sociales no es práctico y es un error. La erupción de un volcán no es algo que se pueda controlar de la misma manera que una manifestación que no se quiere escuchar. Negarle a los ciudadanos mecanismos que incrementan la eficiencia de respuesta ante un desastre es una negligencia porque se comprometen vidas humanas que no se pueden recuperar.

Secreto de Estado

Finalmente, el Secretario Nacional de Inteligencia, Rommy Vallejo, compareció ante la comisión de Soberanía, Integración, Relaciones Internacionales y Seguridad Integral de la Asamblea Nacional del Ecuador. Hace dos semanas, cuando el titular de la SENAIN se excusara «motivadamente» de hacerlo, todo el mundo seguía cabreado por el escándalo sobre Hacking Team. La agencia de seguridad local fue tendencia en twitter por varios días y hasta se tuvo que pronunciar el presidente para defender a la institución que nació bajo su mandato, en el 2009. Hoy, en cambio, todos los medios le tomaron su mejor foto a Rommy, sacaron el titular respectivo, pero poco o nada se habló en redes sociales sobre el tema —y pensar que sólo el día de ayer Ecuador Transparente denunció, documentos en mano, que «SENAIN llevó a cabo espionaje sistemático a políticos y activistas«.

Otro agravante a la apatía de la gente es el desdén a la transparencia y fiscalización que debe tener el Estado. Escudándose en la Ley de Seguridad, Vallejo llegó a la Comisión sin dar la cara a periodista alguno, les cerró la puerta e inició una comparecencia reservada. No importa cuántas preguntas le hagan, él puede decidir no responder y si lo hace, lo que ahí se diga no se puede difundir. ¿Qué garantías tenemos los ciudadano de que, incluso en esas condiciones, el comportamiento deshonesto de otras agencias de inteligencia frente a los cuestionamientos de la autoridad no se vuelve a repetir? La respuesta es simple: pocas o ninguna.

Asumamos por un momento que el material publicado por Ecuador Transparente es verdadero. En este caso, estaríamos haciendo frente a dos delitos. El primero, habría sido cometido por la SENAIN al espiar a ciudadanos con motivos puramente políticos. El segundo, es el delito de publicar información «de circulación restringida», que según el Código Penal se castiga con mínimo un año de cárcel —en Ecuador, también nos hace faltan medidas legales para la protección de denunciantes o, como se les dice en inglés, whistleblowers.

A las agencias de seguridad siempre se les va a filtrar información, y la razón es simple, la entropía les juega en contra. Su tarea consiste en construir un muro perfecto, impenetrable, perecedero y que esté al día para combatir los mejores ataques de donde quiera que vengan. Los hackers e informantes internos, en cambio, sólo deben encontrar un único fallo en el sistema a través del tiempo. Por eso, parece que en todo el mundo se siguiera una misma receta en lo que respecta al manejo de información clasificada como «reservada» o «secreta» por las agencias de inteligencia.

Si la SENAIN llegara a demandar a Ecuador Transparente o a Wikileaks por publicar información de carácter secreto, la ecuación es simple: la documentación es verdadera, ergo el espionaje fue cierto; es por esto que en otros países del primer mundo, donde la corrupción también avanza más rápido, se han inventado algo para perseguir denunciantes sin afrontar el costo legal o político de haber transgredido los derechos ciudadanos: cortes secretas.

En Estados Unidos, eran cortes secretas las que debían controlar las actividades de la Agencia Nacional de Seguridad, pero nunca lo hicieron —en 35 años sólo rechazaron 11 de las 34000 solicitudes de espionaje—. Fueron cortes secretas las que llamaban a las empresas de telecomunicaciones como Lavabit para solicitar sigilosamente las claves de sus clientes. En palabras de Edward Snowden: «son jueces secretos, en cortes secretas, haciendo interpretaciones secretas de la ley». La forma perfecta de enjuiciar a los denunciantes de algún secreto de Estado, sin revelar que se ha violado la ley, es esta.

No quiero ser agorero del desastre, pero el secretismo parece ser el juego al que nos quieren someter y si no se toman medidas adecuadas a tiempo, si no se separa a la justicia del otro poder, si no aseguramos mecanismos de transparencia adecuados y dejamos que los mecanismos de fiscalización se conviertan en el maquillaje de un sistema de inteligencia que no parece estar ceñido a la ley, seguramente pronto nos llamarán a una corte sin que podamos decirle a nadie y sin ley que nos pueda defender.