Parte 4: La quinta dimensión

«En los últimos años nos estamos acercando a una teoría que sugiere que
el espacio-tiempo no es fundamental, sino que existe una estructura más profunda».

Brian Cox

¡Hola mami!

Créeme que no eres la única persona a la que le cuesta entender las cosas sobre las que estoy escribiendo. De hecho, el capítulo previo fue exactamente lo que Hal Puthoff contestó cuando le preguntaron, ¿cuándo tuviste tu primer «shock ontológico»? En otras palabras, cuándo fue que se dio cuenta que el mundo no es lo que parece. Tal vez una frase más común para esto sería una «crisis existencial».

A mí me pasó exactamente lo mismo, gran parte de mi vida pensé que la evidencia experimental jamás iba a poder captar siquiera un fenómeno sobrenatural y que al encontrarme uno siempre tendría que vivir con la duda de si algo extraordinario pasó o fueron mis ganas de querer creer que encontraron algún atajo mental. Por ejemplo, cuando tú sanaste repentinamente de un vértigo paroxístico durante una oración, siempre me quedó la duda de si tal vez la relajación o el calor local fueron lo que realmente te curo. A pesar de que tuviste un examen médico antes y después. Siempre estuvo para mí la explicación alternativa «normal».

Mi «crisis existencial» más reciente, sin embargo, se fue poco a poco transformando en un «alivio existencial» y si me das un poco de tiempo para seguir hablando del tema, creo que te va a pasar algo parecido. En mi caso, fue porque sentí que la evidencia científica apunta cada vez más a que la vida es, en efecto, mágica y es mucho más inspirador vivir en un mundo así que en un mundo que funciona como una máquina. En tu caso, creo que esta evidencia debería animarte porque parece ser que, a pesar de todo los caminos de la ciencia —que pregunta sobre el cómo suceden las cosas— y el de la religión —que se concierne con su por qué más profundo— empiezan poco a poco a apuntar en la misma dirección.

Por ejemplo, hay dos cualidades que yo diría son denominadores comunes en la mayoría de religiones: (1) la existencia de un yo superior o trascendental, que en la religión católica comúnmente se conoce como «alma» y la supervivencia de dicho alma a la muerte. Usaré este concepto a manera de metáfora para explicar cómo podría funcionar la visión remota, al mismo tiempo que uso conceptos de física. Para nuestra buena suerte, parece que las historias religiosas pueden fácilmente ser interpretadas desde conceptos de física convencionales.

Por ejemplo, si te pregunto que será de ti cuando mueras, seguramente me explicarás que una parte de ti sobrevivirá en una dimensión más elevada. Es común escuchar que el alma revive todos los pasos de tu vida en un sólo instante. De hecho, es algo comúnmente reportado en gente con experiencias cercanas a la muerte. Al mismo tiempo, es común que el alma pueda acercarse a sus seres queridos, bien sea como protector temporal o quizá para darles un último adiós. Esto parecería sugerir que el alma se «mueve» como si el tiempo y el espacio no fueran barrera alguna.

La pregunta que debes hacerte ahora es, ¿eres un alma ahora o únicamente cuando estás muerta? En la enseñanza católica, el alma es creada por Dios en el momento en que un nuevo ser humano es concebido. Por tanto, desde ya, eres un alma. Si también asumes que el mundo espiritual está por encima del mundo material, entonces vas a poder seguir mi explicación física en el siguiente párrafo.

Nunca Jamás

¿Te acuerdas de Peter Pan? Me encantaba esa película. Peter Pan tenía una sombra y esa sombra tenía voluntad propia. Básicamente estaba viva, pero estaba confinada a vivir en un mundo enteramente plano. Puede ir para adelante y para atrás, para la izquierda o la derecha, pero nunca elevase o hundirse porque «arriba» o «abajo» simplemente no existen para la sombra. Nosotros somos la sombra de Peter Pan, vemos pasar el tiempo, nos podemos mover de unas cuantas formas, pero nuestro entendimiento de la realidad está bastante limitado.

Peter Pan es el alma, es quien realmente «mueve» a la sombra, pero la sombra no es muy consciente de ello. Solo va por la vida, siendo arrastrada de acá para allá, pensando que es una sombra y nada más, y que lo único que existe es Planilandia.

Al igual que la sombra de Peter Pan, estamos limitados por nuestra percepción de las dimensiones en las que vivimos. En el plano en el que nos movemos, lo que parece imposible, como dibujar un punto en medio de un círculo sin levantar la mano, es simplemente una cuestión de perspectiva. Un video de un reto sobre este tema ilustra cómo, al manipular la tercera dimensión (doblando la hoja), es posible realizar algo que, en un plano bidimensional, parecería fuera de alcance.

Este ejercicio nos invita a reflexionar sobre las dimensiones superiores, que podrían permitirnos realizar acciones «imposibles» desde nuestra realidad. Así como la sombra no es consciente de que está siendo movida por Peter Pan, nosotros a menudo no somos conscientes de nuestra alma, que funcionaría en dimensiones más allá de las que percibimos, limitando nuestra comprensión de lo que es posible. Nuestro mundo tiene cuatro dimensiones: arriba-abajo, izquierda-derecha, adelante-atrás y antes-después. Sin embargo, si existiera una quinta dimensión, la del alma, esa quinta dimensión podría hacer «origami» con las otras cuatro.

Morirse un poquito

Las personas que participaron en los programas de visión remota no tenían un dominio completo durante sus sesiones. Había días en los que no podían ver nada y cuando sí lo hacían, a veces recogían impresiones mixtas o incorrectas. Sus visiones no eran una ciencia exacta, Jessica Utts, profesora de estadísitica en la Universidad de California, los comparó con los jugadores de baseball, diciendo que, en promedio, lograban «impactar la bola» uno de cada tres golpes de bate.

Por supuesto, como en toda profesión hay personas que tienen más talento que otras. Una de las personas que tuvo muy buenos resultados fue Joseph McMoneagle, a quien de ahora en adelante llamaré «Joe» (suena como el «Geo» en «George»).

En este punto, he visto tantas entrevistas y leído tantos libros que no sé dónde aprendí lo que te voy a contar, pero sé que pasó en Japón, donde Joe ayudó a descubrir restos arqueológicos antiguos. Joe fue una celebridad en ese país. Era invitado recurrente en sus programas de televisión. En una ocasión, trajeron una máquina para estudiar su cerebro. Según Joe, para ver a distancia debía «apagar su cerebro». Cuando se llevó a cabo la demostración, el científico que realizaba el estudio tuvo su propia crisis existencial porque dijo que jamás había visto alguien que pudiera «apagarse» tanto.

Si bien no voy a profundizar en los detalles del protocolo de la visión remota o mis impresiones al respecto. Por ahora, quería dejar claro qué bases conceptuales uso para entender al fenómeno. No tenemos un alma, somos alma, y si inhibimos ciertas partes de nuestro cerebro, podríamos conectar un poco más con nuestro yo profundo. En otras palabras, volver a tejer ese vínculo entre la sombra y Peter Pan.

No apto para desalmados

Entender el mecanismo de la visión remota es importante no sólo para poder replicar y refinar la técnica, sino porque entender el «cómo» funciona nos da pistas sobre «quién» podría ejecutarla. Si leemos que hay gente que puede surfear en el espacio-tiempo, una pregunta natural que sigue a eso sería, ¿y yo puedo hacerlo?

Una de mis historias favoritas en el libro de Schnabel que mencioné en el capítulo previo es la historia de Laura Dickens, una empleada de la CIA que llegó al laboratorio de Hal proclamando desde Washington y le dijo frontalmente que venía a probar que su investigación era un fraude. Hicieron uno de estos experimentos donde el psíquico tiene que describir una localidad. Laura no estaba impresionada a pesar de que la descripción fue acertada. Dijo que «debe ser un truco».

Al día siguiente pidió ser ella quien conduzca, fue al sitio seleccionado aleatoriamente, pero en medio de la sesión, empezó a manejar de nuevo porque sospechaba que la vez anterior un auto o un helicóptero los pudo haber seguido. Hal casi tuvo un infarto, porque era una brecha del protocolo experimental. Laura regresó a revisar las notas del psíquico, quien había descrito el sitio elegido aleatoriamente, había reportado que las personas se subieron al auto y luego describió el segundo sitio.

Laura se quedó callada pero no se veía convencida. «Voy a consultarlo con la almohada». Hal y su colaborador Russell Targ se dieron cuenta de que no iba a ser fácil convencer a Dickens y se les ocurrió una idea. Si «ver para creer» no iba con ella, ahora iban a intentar el «hacer para creer». Cuando llegó al día siguiente, no había ningún psíquico en la sala. Solo estaban Russell y Hal, quienes le dijeron: «tú vas a hacer la visión remota». Laura le dijo que no creía en esas mierdas, pero Hal y Russell la convencieron de que sería una buena forma de que evalúe el protocolo experimental.

  • Cierra los ojos y dime que ves.
  • OK. Está oscuro. Mis ojos están cerrados. Veo la parte de atrás de mis pestañas.
  • Vamos, ¡usa tu imaginación!
  • Vale, tengo una gran imaginación. Veo un puente y un riachuelo

Hal regresó y les llevó a la ubicación, un puente sobre un riachuelo en el campus de la universidad. Laura parecía alterada, pero racionalizó lo que pasó diciendo que Russell le debió haber inducido la respuesta de alguna manera. Al día siguiente pidió repetir el experimento sin nadie en la habitación. Se selló la puerta. Una tercera persona seleccionó el destino para evitar acusaciones de protocolos débiles. El sitio seleccionado fue la Reserva natural de Baylands, en Palo Alto. Al regresar, Russell y Hal encontraron a Laura acurrucada en una esquina, cubriéndose las orejas con las manos (para evitar mensajes subliminales) y con su libreta bien pegada al pecho (por si había cámaras que la espiaban). Hal y Russell vieron sus dibujos y sonrieron. Cuando llegaron a la reserva, Laura no estaba nada contenta.

Pero Laura no era del tipo de personas que se da por vencida fácilmente. Después de la última sesión, se dio cuenta de cuál era el truco. Cuando vieron su dibujo, se dijo a sí misma, los investigadores la llevaron al lugar que más se le parecía. Así que en su último experimento, quiso que la lleven al sitio antes de mostrarles sus dibujos. El sitio era un parque infantil a tres kilómetros del centro de investigación. Había algunos juegos, pero uno de los que más sobresalía era la «rueda» o «torniquete». Ese juego donde los niños se agarran de algo porque, una vez que lo haces girar, la fuerza centrífuga amenaza con sacarte volando. Al llegar al sitio, Laura apuntó a ese juego y dijo «es eso, ¿verdad?» Y luego: «Dios mío, realmente funciona».

Uno de los hallazgos de la revisión sistemática sobre visión remota que mencioné previamente, fue que los experimentos con novatos tuvieron resultados bastante similares (estadísticamente) a los de sujetos preseleccionados. Si bien no hay como establecer conclusiones definitivas sobre el tema porque no se han realizado tantos experimentos con novatos, esto parece sugerir que todos podríamos hacer visión remota.

Si algunos no lo logramos en vida, definitivamente lo lograremos en la secuela.

Parte 2: Visión remota

Hola madre, ¿cómo vas? Acá en Ottawa se está acabando el invierno y cada día tenemos cada vez más horas de sol. Si uno se distrae, puede imaginarse que estamos en un clima normal como el de casa, pero al acercarme a la ventana, todavía puedo ver un poco de nieve enterrando la parte baja de nuestras bicicletas. Esperemos que en las próximas dos semanas esas moléculas de agua empiecen a separarse primero en gotas y luego en gases, para poder ir a visitar los campos de tulipanes que Holanda envía cada año.

Como te comenté en mi última carta, a fines del año pasado empecé a buscar información experimental sobre la tal «visión remota». Primero te voy a explicar qué es esto de la visión remota, cómo se hacen estos experimentos y luego te cuento qué es lo que encontré al revisar la evidencia.

¿Qué es la visión remota?

Hay una larga historia atrás de este término que no voy a abordar aquí, pero en resumen es una supuesta capacidad de ver cosas en la mente que no puedes ver con tus ojos, escuchar con tus orejas, o inferir a través de la lógica. Los investigadores actuales usan un término un poco más específico que es «transmisión anómala de información». Usualmente las personas necesitan un espacio tranquilo, apagar el cerebro y prepararse para recibir información en un estado entre dormido y despierto. No te concentras para ver, más bien estás en este estado parecido a cuando te olvidas una palabra y estás a punto de acordarte y la tienes «en la punta de la lengua».

¿Cómo se hacen experimentos de visión remota?

Tal vez un ejemplo sea más fácil de entender. El experimento sería algo así. Tú eres la persona que va a recibir información y te enviamos a un cuarto aislado. Por ejemplo, el antiguo cuarto de mi abuelo Isaac. Yo te digo que alguien va a seleccionar un objeto y tú tienes que generar pistas sobre este objeto: principalmente dibujos y palabras. Usualmente se asigna un horario, por ejemplo de tres a cuatro de la tarde.

Antes de empezar el experimento, le llamo a mi hermana a la sala —que es un lugar que no puedes ver o escuchar— y le pido que seleccione un objeto al azar: puede ser un rompecabezas de madera, un ramo de flores o un cuadro, o cualquier otra cosa. Tú no sabes qué objeto seleccionamos ni de qué manera (tal vez le diga que vaya y compre algo en la tienda). Al mismo tiempo, nosotros no sabemos qué dibujaste o escribiste entre las tres y las cuatro de la tarde.

Una tercera persona, digamos el Jorge, evalúa tu dibujo. Si es que el dibujo corresponde al objeto, eso quiere decir que hubo un acierto. Como esto es un poco subjetivo, es común que se seleccionen una serie de objetos como «controles» y se le pida al juez que ordene los objetos según cuál se parezca más al dibujo. Y es un acierto si el primero objeto es el que se supone que debas adivinar. Y así se hacen las matemáticas para calcular si realmente viste algo o fue el simple azar.

Este es un protocolo básico y se ha refinado mucho desde los estudios iniciales, pero creo que te da la idea general de cómo los científicos evalúan el tema.

¿Qué dice la evidencia?

La exploración científica de un tema no es tan diferente que buscar información en google. La diferencia radica principalmente en que uno busca información en bibliotecas especializadas que filtran todo lo que no sean artículos o libros científicos, aunque siempre existe la posibilidad de que se filtren publicaciones de baja calidad.

La búsqueda es el primer paso. Cualquiera puede crear una revista científica con relativamente pocos recursos y paciencia. Así que revistas emergentes usualmente se colan dentro de los resultados de búsqueda y uno debe saber reconocer entre una investigación sólida, un mal primer intento o el fraude. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de encontrar investigaciones excelentes en revistas pequeñas o investigaciones muy malas en revistas excelentes, como Nature or Science.

Una forma de ahorrarse todo este trabajo es buscar una revisión sistemática sobre el tema. En otras palabras, si alguien más ya se dio el trabajo de leer todo sobre un tema, uno puede leer directamente un «resumen científico» de «toda» la evidencia que existe sobre un tema en específico. Yo he escrito y publicado algunos de estos resúmenes sobre otros temas. Por ejemplo, esta revisión sistemática sobre terapia de conversión de género y sexualidad, que publiqué el mes pasado.

Una revisión no necesariamente es buena, también puede estar plagada de defectos. De hecho, mi publicación más citada al momento fue una revisión de revisiones sistemáticas sobre los efectos de los entornos urbanos en la salud mental. Este tipo de trabajo me permitió familiarizarme con el tipo de cosas que debe hacer un equipo de revisores sistemáticos para producir un resumen de alta calidad.

Dejo todo esto como antecedente porque decidí buscar revisiones sistemáticas sobre visión remota. Para mi buena suerte, el primer resultado fue este borrador que analiza la evidencia publicada entre 1974 y 2022. Estos borradores o «pre-prints» aún necesitan ser revisados por otras personas antes de ser publicados. Sin embargo, uno puede acceder a estas versiones tempranas con ojo crítico. Luego encontré que esta revisión se había ya publicado en una revista no muy conocida, lo cual honestamente me apena.

No entendí mucho del lenguaje que el artículo usaba durante mi primera leída. Pero los artículos siempre están sintetizados en sus tablas y dibujos. En el corazón de las revisiones sistemáticas, están los diagramas de flujo, que te dicen cuántos estudios se han encontrado (36 en este caso) y un gráfico de bosque, donde uno puede observar el efecto estadístico de cada estudio.

Usualmente tienen una línea en la mitad, que representa una línea de partida arbitraria que el experimento debe superar. Por ejemplo, en nuestro experimento en casa, hay cuatro objetos. Entonces la probabilidad de que Jorge seleccione tu dibujo con el objeto siempre va a ser de al menos uno en cuatro (1/4) o 25%. En este caso, usaríamos ese 25% como la línea puntiaguda.

El cuadrado se ubica donde cae el porcentaje de aciertos respecto a esa línea. Los experimentos con pocos intentos se representan con cuadrados pequeños y viceversa. También calculamos un par de «brazos» para cada experimento. Estos brazos son nuestra estimación del rango de aciertos que tendríamos si repitiéramos este experimento. Por eso, un experimento «funciona» si ambos brazos del experimento pasan más allá de esa línea. Si tu experimento tiene pocos intentos, tienes menos certeza de cuál es el valor real del experimento, por eso los cuadrados más pequeños tienen brazos más largos.

Figura por Tressoldi, P. E., & Katz, D. (2023). Remote Viewing: A 1974-2022 Systematic Review and Meta-Analysis. Journal of Scientific Exploration, 37(3), 467-489. https://doi.org/10.31275/20232931, bajo licencia CC-By Attribution-NonCommercial 4.0 International.

Al final del gráfico, se hace una línea horizontal y por debajo se pone una «suma estadística» de todos los estudios existentes. Básicamente pretendemos que los 36 experimentos fueron uno solo y calculamos un nuevo resultado. A eso le decimos meta-análisis. Y este en particular mostraba que los experimentos de ver «más allá de lo evidente» obtenían muy buenos resultados, mucho más allá de lo que se espera gracias al azar.

En este punto de la historia, empecé a descargar algunos de los artículos originales. Estaba casi seguro que iba a encontrar fallas metodológicas obvias que explicaban un porcentaje alto de aciertos. En estos casos, el meta-análisis no es otra cosa que una suma de errores. Lo que me llamó la atención no fueron los cálculos estadísticos, para nada. Era la cantidad de aciertos exactos que muchos de estos artículos tenían, que hacían que la estadística parezca totalmente inútil. Por ejemplo, el dibujo de cometa en este artículo.

Una caja de Pandora se abrió el momento que leí sobre este y otros estudios, no porque existiera la transmisión anómala de información sino por lo que eso implicaba.

Tener un hijo, escribir un libro, TREPAR un árbol

Los ecuatorianos no tenemos estaciones. No podemos experimentar el cambio de color en las hojas, verlas secas en el suelo, no verlas o verlas pequeñas. Realmente no notamos el paso del tiempo con la misma urgencia que los países que borden lejos del paralelo cero. Pero tenemos algo a cambio: nuestras celebraciones anuales. Matt —que emigró de Canadá a Quito— comentaba en twitter que el cuenta los años en fanescas. Personalmente, prefiero contarlos en coladas moradas. Las fanescas se hacían en casa de la tía con toda la familia, pero la colada morada no. Para eso necesitábamos un horno de verdad. Ladrillos apiñados, bandejas de lata ennegrecidas, una pila de leña y alguna de mis huertas.

Casi todos los quiteños compartimos un origen humilde. Algo que tristemente se está perdiendo. Alguno de nuestros abuelos emigró del campo. Creció rodeado de sembríos y animales. En mi casa, la celebración de día de los muertos podía llevarnos a hacer pan en uno de tres sitios: Sangolquí, San Antonio o Guayllabamba. Y no faltaba nunca las historias de gallinas, del arado, pero más importante que nada, las historias del árbol de aguacate. Mis tíos, ya cuarentones, tentaban el destino volviendo a subir al árbol de aguacate.

¿Saben cuál sería un buen indicador de salud pública? El número de árboles a los que te has subido el último año. Así de simple. Esa cifra implica:

  1. Hay suficientes espacios verdes a tu alrededor y han estado ahí al menos unos años: Las áreas verdes nos protegen de la contaminación ambiental, proveen de espacios para el ejercicio, dan sombra en épocas de temperaturas extremas y reducen nuestros niveles de ansiedad.
  2. Te has entrenado lo suficiente como para levantar el peso de tu propio cuerpo: La gran mayoría de árboles cuelgan ramas sobre nuestras cabezas. Levantarse implica que puedes hacer algo parecido a un pull-up sin romperte la espalda. Que tienes suficiente masa muscular para no quebrarte en el descenso.
  3. Tienes un buen círculo social o has aprendido a contemplar: ¿Para qué demonios alguien va a querer subir a un árbol? Subir a un árbol es divertido cuando hay alguien más que te vea a hacerlo. En mi caso, lo hago para entretener a mi hija y para presumirle a mi esposa que sí puedo hacerlo. A veces también subo cuando estoy solo, de la misma manera que hay gente que hace cumbres para serenarse y sentirse dueña de su vida. En cualquier caso, son ejemplos de soltura emocional.

El 15 de mayo de 2032, el exdirector del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Byron Villacís, dictaminó que se incluya una pregunta extra en el censo nacional de población: “¿cuántos árboles ha subido usted en el último año?” La preguntaba aceptaba números ordinales de cero al infinito. Cuando la gente respondía que ninguno, se debía averiguar la razón: “¿puede usted identificar al menos un árbol trepable a 200 metros o menos de su hogar?”, “¿cuál es el tiempo promedio que le tomó el subir a un árbol la última vez que realizó esta actividad?”, “¿cuenta usted con los conocimientos y destrezas adecuadas para ejercer esta actividad?”, “¿puede nombrar al menos un familiar o amigo cercano con quien realizar esta actividad?”

Fue una verdadera pena observar los resultados de la encuesta. Únicamente el 5% de la población había subido al menos un árbol durante el último año y sólo un 2% lo había hecho más de una vez. Una gran mayoría de personas no pudo responder si existía un árbol trepable en sus alrededores inmediatos. Esta estadística estuvo asociada al uso de auto como forma de transportación. En otras palabras, la gente que maneja ni siquiera se entera acerca de la cuadra en la que vive.

Los encuestadores reportaron problemas de codificación para intentaron reportar el tiempo promedio de escalada. Dado que en las pruebas piloto los encuestados no recordaban con exactitud cuándo habían subido a un árbol por última vez, los encuestadores fueron entrenados para narrar su subida de árbol más memorable. Escuchar “¿cuál fue su subida más memorable?” ponía a la gente contenta, pero caía en profunda reflexión al pasar a las siguientes preguntas: ¿todavía te puedes subir a un árbol? ¿tienes con quién?

Como consecuencia, se ha creado un proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo para incrementar el número de escaladas en las zonas urbanas. Algunas de las estrategias incluyen pausas activas en horas de trabajo para escalar un árbol al menos una vez al mes, adecuación de espacios que permita clara identificación de árboles trepables y una intervención para que la gente gane músculo y baje de peso. Es aquí realmente donde comienza nuestra historia.