Freedom House: El internet declinó durante el último año de mandato de Correa

Ecuador tuvo un descenso de dos puntos en el último reporte de Freedom House sobre libertad en internet. Anualmente, esta ONG califica el desempeño de varios países siguiendo una metodología numérica que pondera obstáculos en el acceso, limitaciones al contenido y violaciones a los derechos de los usuarios. El reporte es escrito por expertos locales en cada uno de los países y, en estos dos últimos años, me tocó esa tarea en lo que respecta a Ecuador. En 2016, decidí publicar el reporte anónimamente debido a las malas experiencias que he tenido al reportar información de dominio público sobre el gobierno.

Sin embargo, este año he decidido hacerlo públicamente debido a los cambios de actitud desde el gobierno hacia personas críticas. Los reportes cubren doce meses, de junio de un año a mayo del siguiente, por lo que este informe cubre los últimos meses del mandato de Rafael Correa y las elecciones presidenciales, en las cuáles se reportaron varios incidentes de hackeo a candidatos y periodistas. Adicionalmente se resalta la agresión física a periodistas por opiniones expresadas en línea lo que a Ecuador le significó un descenso de dos puntos en su calificación.

El reporte sobre Ecuador puede leerse en inglés en su totalidad en formato PDF o en línea y describe las tendencias en la libertad de internet en Ecuador. El texto no es una descripción de cada uno de los ataques contra internet, pero contiene acciones representativas de cada ataque.

En Ecuador, los siguientes diarios y medios televisivos han dado cobertura al reporte internacional y, parcialmente, a los hallazgos locales:

 

Ciclos de financiamiento de artículos de investigación vigente y optimizado [traducción]

El día jueves estaré hablando sobre derecho de autor, licencias Creative Commons y su relación con investigación y repositorios académicos. Para ello traduje (vía MS Paint) los modelos de financiamiento de artículos científicos vigente y optimizado.

La web profunda

La edición 426 de Mundo Diners contiene un artículo escrito por Marcela Ribadeneira sobre la Deep Web, la parte de internet que no es indexada por motores de búsqueda como Google. Muchas personas hablan de su experiencia en la internet profunda, drogas, armas, hackers… pero hay ocasiones en que la luz llega a aguas profundas.

Marcela me entrevistó sobre el tema y comparto con ustedes un fragmento del artículo donde explico otras perspectivas de la web oscura:

Pero la Dark Web no es un terreno donde se mueven exclusivamente las per­sonas que quieren cometer delitos. Allí también están quienes reclaman las liber­tades y derechos que la era digital podría amenazar con coartar, quienes militan en respuesta al control que ciertos monopo­lios tendrían sobre aspectos esenciales de la vida contemporánea (hay manifiestos al respecto en cada rincón). “Creo que existe una metáfora perfecta para la Deep Web”, dice Andrés Delgado, investigador de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Él explica que en el filme El demo­ledor, la sociedad se ha convertido en un espacio hipervigilado e hipercontrolado. “En ese mundo, los ‘extremistas’ deciden mudarse a las cloacas de la ciudad para poder vivir en libertad.

Las cloacas es­tán plagadas de criminales. Sí, ahí está lo macabro y desviado, pero también están aquellos que se excluyen del modelo social por otras razones —dice Andrés—. Al fi­nal de la película, cuando cae un régimen progresista-autoritario, la rebelión viene precisamente de las cloacas”. En la analo­gía, Internet convencional vendría a ser la superficie de ese mundo, mientras que el mundo de las cloacas, la Deep Web.

Pueden leer el artículo completo aquí.

Ser académico

Ayer envié un artículo sobre [no les puedo decir por no arruinar el anonimato de la revisión de pares] a una revista científica. Creo que esta es la parte del acto investigativo donde uno produce adrenalina y siente la ansiedad propia del chico que se declara a la pretendida por primera vez. Bien dijo Hitchcock, «there is no terror in the bang only in the anticipation of it.» No hay terror en el disparo, sólo en la espera para que jalen el gatillo.

Inicialmente me había hecho a la idea de que rechacen mi artículo. Primero, porque soy neófito. Segundo, porque mi metodología fue bastante sencilla y la calidad del dato es, por decirlo así, cuestionable. Quizá una mezcla de apuro y la típica falta de información en el país. Pero hoy, HOY, acabo de encontrar un artículo similar en esa revista y, podría decir, que mi artículo es mejor. Así que ahora creo que deberían aceptar mi artículo. Mi vida estaba mejor sin expectativas.

El lado bueno del rechazo, asumiendo que pasa, es que quedo liberado del silencio impositivo de la revisión de pares y quedo libre de divulgar mis resultados en, digamos, este blog. Lo malo es que si hago eso la universidad para la que trabajo pensará que no laboro. Sería genial que me pagaran para escribir cosas interesantes en este blog, pero ese no es el negocio. Si me rechazan, tendría que enviar mi artículo a una revista de menor impacto (de hecho, ya sé a cuál enviaría) y, tal vez, esperar otros tantos meses.

Si aceptan el artículo, por otro lado, me toca esperar al menos hasta diciembre para compartirles los resultados de mi investigación. No es que la información vaya a ser menos relevante en ese mes (bueno, un poco) pero creo que ese ligero retraso es como pedirle a una chica que ha luchado tanto por embarazarse, esperar uno o dos meses para poder dar la buena nueva a su pareja. Osea, no es malo en sí, pero es antinatural. Queda uno despojado de emoción, porque en dos meses, se normaliza el asunto y no hay historia normal que sea entretenida. Uno debería poder llenarse de entusiasmo al comunicar aquello a lo que le has invertido tiempo y entusiasmo.

El blogging, el periodismo, el arte… te dan esa oportunidad, pero la ciencia no. En la ciencia se necesitan revisores, la ciencia se hace, entonces, al menos entre tres. Y con personal tan escaso, las cosas toman tiempo. Y si tu campo no es un hotspot en las universidades, es decir, si los fondos para ese área son pocos, lo más probable es que la revisión demore más. Ay, la universidad.

 

Crecer en la Vicentina

No sé porque mi papá y yo empezamos a hablar de profesiones, que haciendo uno descubre si hay o no vocación. Me dijo que así se dio cuenta que no quería ser electricista. Eso me extraño bastante porque eso tiene mucho de lógica y ese tipo de cosas siempre nos ha gustado a ambos. A mí me encanta lo que hacen los electricistas. Siempre termino cambiando focos y poniendo enchufes. Entonces le pregunté… ¿por qué no te gustó?

«Debo haber tenido unos trece años, me fui de ayudante de don César, del barrio mismo era. Como no sabía hacer nada, me tocaba picar piedra. No me gustaba. Se me hacía pedazos la cara porque me saltaba todo el ladrillo». Trece años. A pesar de que estaba fea la cosa, le entro la curiosidad y se metió a estudiar a un instituto… «que amperios, los ohms, no sé qué nomás»

La clase empezaba 18:30. «Al comienzo yo anotaba todito pero no medí pues el cansancio». Se quedaba dormido en plena clase. Entre risas se acuerda de la expresión que le devolvía a la luz del salón de clases nocturnas:  «¡Despierten al querubín!» Duró 3 meses.

«Me metí a trabajar», «decidí inscribirme», «me retiré». A los trece años, mi papá ya tenía vida de adulto. Sé que empezó a fumar poco antes. También  me contó de su último año de bachillerato. Para ese entonces mi papá tenía años de experiencia laboral y trabajaba en La Química. Con más experiencia que el profesor, corregirlo empezó a hacerse un hábito. Levanta la mano mientras me repite las letanías de esos trimestres: «Profesor no es así», «profesor está mal».

Y siempre hay un sapo: «No pues profe, vamos apostando la jaba» Las clases eran los sábados tarde y el profesor pagaba las cervezas que alimentaban el chuchaqui del domingo. Pasaron varias de esas y todo bien pero, de repente, los estudiantes (sus compañeros) ya no le preguntaban al profesor sino a mi papá. Eso ya no le gustó. Atrapado en una situación que entre la pereza y el fastidio, fue a hablar con el profesor.

«Verá, esto no está bien. Usted es el profesor y yo soy el alumno. A usted le tienen que preguntar, así que vamos a arreglar. Mire, la próxima clase usted va a decir algo y yo le voy a contradecir frente a la clase. Vamos a apostar y esta vez el que se va a equivocar soy yo… pero usted paga las cervezas».