Mi año en libros

Creo que no había leído tanto desde que estaba en el colegio. Aunque leí cerca de un libro por semana, apenas recuerdo las historias que leí. Salvo por diez negritos, un par de líneas de otra vuelta de tuerca y las obras de Herman Hesse, mis viejos libros no llegaron ni a recuerdo.

¿Qué tan seguido piensan en la incertidumbre de ser viejo? A veces se me ocurre que mis ojitos se van a deteriorar y no podre leer estas palabras. Quizá si eso sucede, alguien considerará mis sentimientos y leerá estas líneas en voz alta. Y si soy un viejo amargado y quisquilloso, pues activo el software que lee los sitios web en voz alta (eso si no he olvidado de pagar el hosting del blog). Pero ¿y si la vejez es más dura? ¿Y si la demencia me roba esta hermosa dicha que es poder reconocer mis propias palabras? Salud por los libros, amigos, que nos permiten vivir más allá de nuestra desgracia personal.

Siento que les debo mucho, gracias amigos libros por acompañarme en el desempleo entre marzo y agosto. Gracias por haberme inspirado en mi carrera corta de Youtuber. Gracias por ayudarme a dormir cuando el celular deteriora mi salud mental. Gracias por permitirme hacer amigos, por ayudarme a tener conversaciones interesantes, por prestarme vidas. Gracias. GRACIAS. Son de las mejores cosas que le pasaron al universo.

Mis recomendaciones de este año:

  • Si te intriga el universo, We have no idea (Daniel Whiteson & Jorge Cham). Después de cierta edad, a la sociedad le vale madres lo que aprendas. Este libro hace el favor de desasnarte respecto a nuestra comprensión del universo con un lenguaje apenas más complejo que de escuela.
  • Si te intriga la literatura femenina, Pelea de Gallos (María Fernanda Ampuero). Es un libro de cuentos potente, atrevido, doloroso, realista y hermoso (de esa belleza que aterra).
  • Si quieres sorprenderte, Arrugas. Paco Roca no ha escrito una mejor novela gráfica. No sé si alguien más haya hecho otra tan conmovedora.
  • Si tienes una relación amor-odio con tu escritor interior, La vista desde las últimas filas (Neil Gaiman).
  • Si nunca has leído ciencia ficción, Crónicas marcianas (Ray Bradbury). El temor que tenemos a las invasiones extraterrestres, explica el autor, bien podría tratarse de una proyección sociológica bastante aterradora.
  • Si extrañas la infancia, Un cuento navideño (Truman Capote).
  • Si quieres viajar, New York: a mod portrait of the city (Vladimír Fuka & Zdeněk Mahler). Este libro se escribió en 1964, se embauló y salió a la luz en esta década. Resulta que es totalmente actual.

Menciones de honor:

  • El dilema, Richard North Patterson
  • La soledad de los números primos, Paolo Giorano
  • Extraordinary Knowing: Science, Skepticism, and the Inexplicable Powers of the Human Mind, Elizabeth Lloyd Mayer

Diciembre, 2019

Hola mamá,

Estoy en la última semana del primer cuatrimestre de clases. Acabo de tomar un segundo aire porque ayer (durante todo el día) y hoy hasta hace pocas horas, sentí que ya no daba más. Tú sabes que no es la primera vez que me siento así; es mi tercer invierno en Vancouver. Aunque este año hizo mucho más sol que en 2015, estos días apenas vi el sol. Tuve muchísimas tareas y ya entrega todo en cuatro de mis cinco materias, pero falta la más difícil y tengo que enfocarme durante unos pocos días más.

Como digo, es mi segundo aire y siento que vuelvo a tener un poco de energía. Por eso te escribo, que esté sentado escribiendo es buena señal. Cuando estoy derrotado, apenas hablo. Me siento como «poca margarina en demasiado pan», como diría el tío Bilbo en la película Lord of the Rings. Y así estaba. Te cuento que todo va bastante bien, por ahora. A menudo, Andre y yo nos detenemos a reflexionar sobre lo afortunados que somos. Así que sí, estamos bien, pero estas son épocas en que los extraño más intensamente. Me encantaría estar en casa, salir a tomar un café y leer un libro, ¡un libro que no sea de epidemiología o teoría de investigación!

Bueno, mi último deber lo entrego el trece. Hasta entonces, no habrá mucho que contar. Lo que te digo es que disfruto aprender estadística aplicada a la investigación: siempre quise aprender y poder analizar bases de datos. ¡Al fin puedo analizar bases de datos sin googlear tanto! También disfruto el trabajo, a veces no hago mis deberes a tiempo por trabajar. En fin, parece que mañana va a salir el sol unas pocas horas. Fingers crossed!

Un beso,

Andrés

¡Candidato, candidato!

¡Hola mamá!

¿Te acuerdas que te conté de que iba mi doctorado? Bueno, ahora resulta que todo eso tiene que esperar. La primera parte de un doctorado consiste en pasar de ser un estudiante a ser un candidato a doctor. La diferencia está en que para ser candidato no me basta con hacer campañas y reunir firmas (¿indignante, verdad?), sino que tengo que pasar algunos exámenes. Específicamente, los exámenes de las materias obligatorias para todo doctorante.

Este examen ocurre algún momento durante el segundo año y es conocido como examen comprehensivo o comprehensive examination. Pero como aquí en la Universidad todo el mundo está ocupado y no tiene tiempo para decir palabras completas, les dicen simplemente Comp’s. En mi caso, tengo que saber de estadística, epidemiología e investigación. Según nos explicaron, el examen dura una semana y cada día de la semana te prueban en algo distinto. Algunas veces son preguntas (como en cualquier otra prueba), pero también hay ejercicios más complejos como elaborar una propuesta de investigación a partir de unos pocos datos desperdigados ese rato.

Nuestros compañeros de años pasados dicen que nos olvidemos por un rato de investigar y nos enfoquemos en estudiar bien para los Comp’s. Ahora mismo, por ejemplo, tengo cuatro materias obligatorias:

  • Estadística
  • Epidemiología
  • Métodos de investigación (pero con un nombre más extravagante); y
  • Seminario de doctorado —que es donde nos dan consejos sobre la carrera y donde me vine a enterar de esto—.

Además estoy inscrito en la clase que dicta mi supervisor: «salud pública, transporte y los ambientes construidos». Así que estoy bastante ocupado.

No obstante, creo que lo peor ya pasó. Las ocupaciones de mudarme de un país a otro se sienten cada vez menos y he tomado ritmo durante los últimos días. Hoy, por primera vez, me senté en una clase y sentí que le puse toda mi atención; sin pensar en ningún pendiente para ese o el próximo día. Fue bonito, me sentí el estudiante de siempre (a los años).

Espero que ahora que todo está más sereno, pueda empezar a adelantarme a las clases como era mi costumbre para poder también trabajar un poco, aunque creo que me equivoqué al coger cinco materias en lugar de cuatro. En todo caso, esto no durará más allá de enero, después pienso tomar menos materias para hacer mejor uso de mi tiempo.

Reportando desde Vancouver.

Tu hijo,

Andrés.

Mitad doctor, mitad alcalde

¡Hola mamá!

(Le prometí a mamá que escribiría esto después de llegar a Vancouver. Desde que mi vida profesional transformó en un culebrero, nunca sabe qué contestar cuando le preguntan qué estoy haciendo con mi vida. Este texto es una breve explicación de esta nueva etapa de mi vida).

Mamá, llegamos bien. Nos hemos instalado en una linda casa y ya tuve mi primera semana de clases. Por lo que he visto, no me voy a jalar el primer año. Me falta poco para conocer todos los profesores: llegué un miércoles y mis clases empiezan los martes. Pero desde la próxima semana, ya podré contarte sobre todos y cada uno de ellos.

Apenas tuve tiempo de explicarte el tema de mi doctorado, o cómo funciona, y por eso te escribo esta carta, porque quiero dedicarte mi tiempo y mis letras, que están entre las cosas más preciadas que tengo.

Mucha gente sabe que hay varios grados académicos: licenciatura, maestría, doctorado; saben que uno es más importante que otro, pero no conocen en qué difiere su esencia. Te lo quería explicar antes de hablarte de mi campo de estudio.

Los licenciados obtienen una licencia para hacer algo. La licenciatura en diseño les permite diseñar, así como la licencia de conducir te permite manejar un auto. La maestría, en cambio, te permite enseñar un oficio. En teoría conocer lo suficiente de una materia para contagiarla a otra persona. Si conducir fuera una profesión, la maestría te enseña lo suficiente de vías, autos y leyes para enseñar a manejar a alguien más. Yo, en cambio, estoy haciendo un doctorado. Es decir que además de poder ganarme la vida con eso y enseñarlo a los demás, debo averiguar si hay algo que no sepamos sobre los autos, las leyes o las vías y darle una respuesta.

Hacer un doctorado es dar un paso al vacío porque casi nunca sabemos lo que no sabemos. Las universidades saben que esto es muy arriesgado y, por eso, te asignan a alguien que te guíe en el camino. La palabra que ellos usan es «supervisor». Esta persona es un experto en el tema que pretender abordar —además de ser experto en burocracia universitaria—. Para ser admitido en una universidad a hacer un doctorado, necesitas al menos una de estas dos cosas:

  1. Encontrar un supervisor que quiera trabajar contigo; o
  2. Encontrar algo que la humanidad no sabe  y tener una idea sobre cómo averiguarlo.

Usualmente te piden ambos, pero si tienes suerte y alguna especie de talento, puede que te admitan con solo uno de estos elementos. Ese fue mi caso, mamá. ¡Tengo supervisor pero aún no tengo un proyecto de investigación!

Mi supervisor se llama Lawrence Frank, pero le gusta ser llamado Larry. Lo escogí de entre una lista larguísima de científicos en UBC. Le escribí para decirle que me gusta mucho el tema que él trabaja y decidió que podemos trabajar juntos. Larry es un científico muy respetado, pero también es bastante jovial, creo que nos vamos a llevar bien porque ya sabes que soy poco serio. Él investiga cómo la forma en que se construyen las ciudades afecta el tránsito de los autos, las motos, los trenes, las bicis y la gente. Y cómo el estar activo o sentado hace que la gente sea más sana o más enferma. Dicho de otra manera, si un buen alcalde y una ministra de salud eficiente tuvieran un hijo —y le enseñaran todo lo que saben—, tendrían a alguien como Larry.

De momento, sólo sé que yo también investigaré sobre ese tema. Pronto me uniré a su equipo de investigación en el laboratorio de diseño comunitario y salud. Al menos ese es mi plan. No sé si estudie el efecto del urbanismo en la diabetes, la presión arterial, la salud mental, o en alguna otra enfermedad crónica; cuando lo sepa te escribo. Pero te adelanto que algo así será. Y utilizaré datos reales de la ciudad de Vancouver, mapas, datos geográficos y ojalá pueda transformar mi investigación en recomendaciones reales al alcalde.

Eso mamá, si alguien te pregunta que hago, diles que es un doctorado con dos mitades: ser doctor y ser alcalde.

Te quiero mucho,

Andrés