«Nada como escribir un libro para darte cuenta todo lo que no sabes».
Harold («Hal») Puthoff
Hal Puthoff llegó al laboratorio de física experimental de la Universidad Stanford en 1963. Allí desarrolló y patentó un láser infrarrojo de alta potencia que podía ajustar su frecuencia dinámicamente. Hasta entonces, los láser podían ser ajustados a cierta frecuencia, pero solo una vez. Además de trabajar en el laboratorio de Física y supervisar estudiantes, Hal daba clases en el departamento de Ingeniería Eléctrica. Junto a su supervisor Richard Harris Pantell, escribió Fundamentals of Quantum Electronics (1969), un libro que al día de hoy ha sido traducido al Francés, Chino y Ruso. A pesar de no contar con una versión digital, es libro cuenta con más de 700 citas.
Hal recuerda que mientras escribía este libro se preguntó sobre las implicaciones de la física en los organismos vivos, en cosas tan simples como el césped. «¿Son solo átomos o tal vez hay otros campos que deberíamos estar estudiando?». Fue persiguiendo preguntas como estas que Hal conoció a Cleve Backster, un experto en polígrafos. Backster había conectado estas máquinas que supuestamente te avisan si alguien está mintiendo a algunas de sus plantas y su interpretación fue que las plantas conversaban.
Imagínate dos niños con juguetes, uno tiene rayos láser y el otro tiene un polígrafo para leer seres vivos. Estos dos niños quieren mezclar sus juguetes, pero como los juguetes son caros y prestados, escriben una propuesta de investigación. La idea era crear un cultivo de algas, separarlo en mitades, lanzarle rayos láser a una de las partes y ver si la otra tenía alguna opinión poligráfica al respecto.
Creo que todo hubiera salido según el plan, sino hubiera sido por la intervención de una persona inesperada, un pintor que, además de ser pintor, aseguraba tener poderes psíquicos. Fue esta persona quien acuñó el término «visión remota» porque él la practicaba. Ingo Swann no tenía nada en contra de los experimentos con las algas, pero creía firmemente que él podía convertir ese juego de niños en algo extremadamente mejor.
Swann leyó la propuesta de investigación con plantas en el escritorio de Becker y le escribió una carta a Hal. «Veo que tú investigas la física clásica y tal vez la física que puede ser afectada por la biología, ¿por qué quieres trabajar con las algas que no pueden decirte nada en lugar de trabajar con alguien como yo?» Hal leyendo esta carta bien pudo ser Andrés Delgado leyendo «visión remota» en el libro de extraterrestres. Según sus propias palabras, Hal Puthoff hubiera tirado la carta al cesto de basura sin darle un segundo vistazo, pero pegada a la carta estaba un reporte experimental de City College (Nueva York). En este reporte, la psicóloga Gertrude R. Schmeidler atestiguaba que Ingo Swann había sido capaz de manipular un sensor de temperatura —o quién sabe si la temperatura misma— ubicado a poca distancia de su cuerpo.
Puthoff invitó a Swann al laboratorio de Física. Todos sus compañeros de trabajo lo abuchearon diciendo que todas estas personas son charlatanes. Lo cuál no fue en vano, pues uno de ellos le dio una idea maquiavélica: diseñar un experimento donde un engaño exitoso fuera tan o más significativo que el efecto directo del experimento. Algo así como subir una montaña en menos de un minuto, incluso con la mejor tecnología, no debería ser posible. La marina estadounidense había gastado millones para aislar un chip cuántico de toda interferencia eléctrica, magnética y acústica, incluyendo el aislamiento de superconductores. Afectar ese chip debía ser técnicamente tan imposible como subir al Everest en un minuto, sin importar si uno lo hacía siguiendo las reglas o rompiéndolas.
Cuando Swann llegó a Stanford, Hal lo llevó al edificio Varian, donde se encontraba este magnetómetro de quartz. El dispositivo estaba enterrado en un pozo de concreto. Hal señaló el dispositivo con el dedo y le dijo a Swann «esto es como el experimento que hiciste con los termistores de City College pero en esteroides, trata de alterar esto». Al día de hoy, estos magnetómetros tipo SQUID están entre los instrumentos más sensibles construidos por el hombre. Cualquier alteración se manifiesta en fluctuaciones de una línea continua en forma de S impresa por el magnetómetro. Esta línea se mantuvo estable por una hora entera antes del experimento y en los dos días subsecuentes, pero cuando Hal instruyó a Swann que alterara el instrumento, esta línea cambió prácticamente a su voluntad.

Tres investigadores del laboratorio y varios estudiantes de postgrado estuvieron presentes durante el experimento. Si esta fue una coincidencia, fue la madre de todas las coincidencias. Le preguntaron a Swann cómo logró alterar el magnetómetro. Swann explicó que ese fue un efecto secundario. Como Swann no estaba familiarizado con el equipo, trató de ver (en su mente) la estructura interna del magnetómetro y fue entonces cuando le notificaron que, de hecho, la onda había cambiado. La onda variaba en función de lo que él estaba «viendo» dentro del aparato. Hal estaba intrigado así que le pidió a Swann que describiera lo que había visto, cosa que hizo de forma rudimentaria pero acertada.
Este y otros detalles de la prueba se encuentran redactados en una carta que Hal circuló a varios de sus colegas. Eventualmente, gente de la agencia central de inteligencia (CIA) leyó la carta y, poco después, llamaron a su puerta. Hal tenía un historial de contratos con la agencia nacional de inteligencia y tenía las autorizaciones que le permitirían trabajar con ellos. La CIA le confesó a Hal que los soviéticos invierten millones en ese tipo de investigación, pero que ningún científico en Estados Unidos tomaba en serio el tema.
Una de las aplicaciones principales de el espionaje psíquico o la telepatía era el poder comunicarse con submarinos a grandes profundidades. El agua actúa como una barrera natural contra la gran mayoría de ondas electromagnéticas y más allá de los 40 metros de profundidad, comunicarse con estas naves de guerra se volvía difícil o incluso imposible. La capacidad de Ingo Swann de ver a través de todas las capas de aislamiento sugerían la existencia de otro «medio» mediante el cual se podrían establecer comunicaciones efectivas.
El periodista científico Jim Schnabel detalló toda la historia de lo que luego se conociera como el proyecto Stargate en su libro Remote Viewers: The Secret History of American Psychic Spies. El éxito inicial de Swann contribuyó al financiamiento de varios experimentos subsecuentes que confirmaron la inutilidad del aislamiento electromagnético frente a las lecturas psíquicas. Una vez establecido este hecho, los investigadores empezaron a empujar las condiciones de transmisión cada vez un poco más. Primero, realizaron los experimentos a mayor distancia y tuvieron éxito.
¿Qué tan lejos? La respuesta podría sorprenderte. Conscientes de que la sonda espacial Voyager atravesaría pronto por Júpiter, se pidió a dos psíquicos recoger impresiones específicas sobre ese planeta. Tanto Ingo Swann como Harold Sherman describieron la presencia de cristales en la atmósfera en el año 1973, la presencia de cristales de amoniaco fue confirmada por la sonda Galileo en el año 2000. Swann además describió anillos de cristal en bandas que se observan como escarcha pero muchos más cercanos al planeta. La presencia de anillos en Júpiter fue confirmada por la sonda Voyager en 1979.
Hal, siendo físico, estaba muy consciente de que el espacio-tiempo es una sola cosa, así que la progresión natural del experimento fue ubicar al objetivo más allá en el tiempo. Los investigadores establecieron protocolos de visión remota precognitiva, en el que uno de ellos salía del centro de investigación en Menlo Park a las diez de la mañana y esperaba media hora antes de seleccionar uno de diez objetivos al azar. En esa media hora —entre las 10H10 y las 10H25 para ser exacto—, el sujeto de investigación describiría dónde estará la persona que salió de Menlo Park entre las 10H45 y las 11H00. Solo después de haber recopilado toda la información, se generaba un número aleatorio y se escogía el sobre.
En uno de esos experimentos, Hal llevó a una de las personas de la oficina a un campus aledaño, pues eso era lo que estaba contenido en el sobre que abrieron a las 10H30. La torre contiene exhibiciones y archivos y se encuentra a 345 pies sobre el nivel del mar. Pat Price, quizá el mejor psíquico con que trabajo Hal durante su tiempo en Menlo Park fue el psíquico de la sesión. He dejado algunas de las descripciones de Price al pie de las tres fotos en la galería de abajo. Después de decir esas frases, Price simplemente sentenció: «Parece ser la Torre Hoover».
Si alguien quiere un resumen detallado de la evidencia científica sobre investigación parapsicológica, les recomiendo revisar este artículo de Etzel Cardeña publicado en American Psychologist. Por ahora, he tomado unos pocos ejemplos para ilustrar mi punto: la evidencia científica sugiere que la consciencia humana puede viajar el espacio-tiempo. Y si vamos un poco más lejos, parece ser que puede incluso alterarlo.
Al finalizar el libro de Schabel, tenía más preguntas que respuestas. Quizá una de las más importantes era, y entonces ¿qué es la consciencia?