«En los últimos años nos estamos acercando a una teoría que sugiere que
Brian Cox
el espacio-tiempo no es fundamental, sino que existe una estructura más profunda».
¡Hola mami!
Créeme que no eres la única persona a la que le cuesta entender las cosas sobre las que estoy escribiendo. De hecho, el capítulo previo fue exactamente lo que Hal Puthoff contestó cuando le preguntaron, ¿cuándo tuviste tu primer «shock ontológico»? En otras palabras, cuándo fue que se dio cuenta que el mundo no es lo que parece. Tal vez una frase más común para esto sería una «crisis existencial».
A mí me pasó exactamente lo mismo, gran parte de mi vida pensé que la evidencia experimental jamás iba a poder captar siquiera un fenómeno sobrenatural y que al encontrarme uno siempre tendría que vivir con la duda de si algo extraordinario pasó o fueron mis ganas de querer creer que encontraron algún atajo mental. Por ejemplo, cuando tú sanaste repentinamente de un vértigo paroxístico durante una oración, siempre me quedó la duda de si tal vez la relajación o el calor local fueron lo que realmente te curo. A pesar de que tuviste un examen médico antes y después. Siempre estuvo para mí la explicación alternativa «normal».
Mi «crisis existencial» más reciente, sin embargo, se fue poco a poco transformando en un «alivio existencial» y si me das un poco de tiempo para seguir hablando del tema, creo que te va a pasar algo parecido. En mi caso, fue porque sentí que la evidencia científica apunta cada vez más a que la vida es, en efecto, mágica y es mucho más inspirador vivir en un mundo así que en un mundo que funciona como una máquina. En tu caso, creo que esta evidencia debería animarte porque parece ser que, a pesar de todo los caminos de la ciencia —que pregunta sobre el cómo suceden las cosas— y el de la religión —que se concierne con su por qué más profundo— empiezan poco a poco a apuntar en la misma dirección.
Por ejemplo, hay dos cualidades que yo diría son denominadores comunes en la mayoría de religiones: (1) la existencia de un yo superior o trascendental, que en la religión católica comúnmente se conoce como «alma» y la supervivencia de dicho alma a la muerte. Usaré este concepto a manera de metáfora para explicar cómo podría funcionar la visión remota, al mismo tiempo que uso conceptos de física. Para nuestra buena suerte, parece que las historias religiosas pueden fácilmente ser interpretadas desde conceptos de física convencionales.
Por ejemplo, si te pregunto que será de ti cuando mueras, seguramente me explicarás que una parte de ti sobrevivirá en una dimensión más elevada. Es común escuchar que el alma revive todos los pasos de tu vida en un sólo instante. De hecho, es algo comúnmente reportado en gente con experiencias cercanas a la muerte. Al mismo tiempo, es común que el alma pueda acercarse a sus seres queridos, bien sea como protector temporal o quizá para darles un último adiós. Esto parecería sugerir que el alma se «mueve» como si el tiempo y el espacio no fueran barrera alguna.
La pregunta que debes hacerte ahora es, ¿eres un alma ahora o únicamente cuando estás muerta? En la enseñanza católica, el alma es creada por Dios en el momento en que un nuevo ser humano es concebido. Por tanto, desde ya, eres un alma. Si también asumes que el mundo espiritual está por encima del mundo material, entonces vas a poder seguir mi explicación física en el siguiente párrafo.
Nunca Jamás
¿Te acuerdas de Peter Pan? Me encantaba esa película. Peter Pan tenía una sombra y esa sombra tenía voluntad propia. Básicamente estaba viva, pero estaba confinada a vivir en un mundo enteramente plano. Puede ir para adelante y para atrás, para la izquierda o la derecha, pero nunca elevase o hundirse porque «arriba» o «abajo» simplemente no existen para la sombra. Nosotros somos la sombra de Peter Pan, vemos pasar el tiempo, nos podemos mover de unas cuantas formas, pero nuestro entendimiento de la realidad está bastante limitado.
Peter Pan es el alma, es quien realmente «mueve» a la sombra, pero la sombra no es muy consciente de ello. Solo va por la vida, siendo arrastrada de acá para allá, pensando que es una sombra y nada más, y que lo único que existe es Planilandia.
Al igual que la sombra de Peter Pan, estamos limitados por nuestra percepción de las dimensiones en las que vivimos. En el plano en el que nos movemos, lo que parece imposible, como dibujar un punto en medio de un círculo sin levantar la mano, es simplemente una cuestión de perspectiva. Un video de un reto sobre este tema ilustra cómo, al manipular la tercera dimensión (doblando la hoja), es posible realizar algo que, en un plano bidimensional, parecería fuera de alcance.
Este ejercicio nos invita a reflexionar sobre las dimensiones superiores, que podrían permitirnos realizar acciones «imposibles» desde nuestra realidad. Así como la sombra no es consciente de que está siendo movida por Peter Pan, nosotros a menudo no somos conscientes de nuestra alma, que funcionaría en dimensiones más allá de las que percibimos, limitando nuestra comprensión de lo que es posible. Nuestro mundo tiene cuatro dimensiones: arriba-abajo, izquierda-derecha, adelante-atrás y antes-después. Sin embargo, si existiera una quinta dimensión, la del alma, esa quinta dimensión podría hacer «origami» con las otras cuatro.
Morirse un poquito
Las personas que participaron en los programas de visión remota no tenían un dominio completo durante sus sesiones. Había días en los que no podían ver nada y cuando sí lo hacían, a veces recogían impresiones mixtas o incorrectas. Sus visiones no eran una ciencia exacta, Jessica Utts, profesora de estadísitica en la Universidad de California, los comparó con los jugadores de baseball, diciendo que, en promedio, lograban «impactar la bola» uno de cada tres golpes de bate.
Por supuesto, como en toda profesión hay personas que tienen más talento que otras. Una de las personas que tuvo muy buenos resultados fue Joseph McMoneagle, a quien de ahora en adelante llamaré «Joe» (suena como el «Geo» en «George»).
En este punto, he visto tantas entrevistas y leído tantos libros que no sé dónde aprendí lo que te voy a contar, pero sé que pasó en Japón, donde Joe ayudó a descubrir restos arqueológicos antiguos. Joe fue una celebridad en ese país. Era invitado recurrente en sus programas de televisión. En una ocasión, trajeron una máquina para estudiar su cerebro. Según Joe, para ver a distancia debía «apagar su cerebro». Cuando se llevó a cabo la demostración, el científico que realizaba el estudio tuvo su propia crisis existencial porque dijo que jamás había visto alguien que pudiera «apagarse» tanto.
Si bien no voy a profundizar en los detalles del protocolo de la visión remota o mis impresiones al respecto. Por ahora, quería dejar claro qué bases conceptuales uso para entender al fenómeno. No tenemos un alma, somos alma, y si inhibimos ciertas partes de nuestro cerebro, podríamos conectar un poco más con nuestro yo profundo. En otras palabras, volver a tejer ese vínculo entre la sombra y Peter Pan.
No apto para desalmados
Entender el mecanismo de la visión remota es importante no sólo para poder replicar y refinar la técnica, sino porque entender el «cómo» funciona nos da pistas sobre «quién» podría ejecutarla. Si leemos que hay gente que puede surfear en el espacio-tiempo, una pregunta natural que sigue a eso sería, ¿y yo puedo hacerlo?
Una de mis historias favoritas en el libro de Schnabel que mencioné en el capítulo previo es la historia de Laura Dickens, una empleada de la CIA que llegó al laboratorio de Hal proclamando desde Washington y le dijo frontalmente que venía a probar que su investigación era un fraude. Hicieron uno de estos experimentos donde el psíquico tiene que describir una localidad. Laura no estaba impresionada a pesar de que la descripción fue acertada. Dijo que «debe ser un truco».
Al día siguiente pidió ser ella quien conduzca, fue al sitio seleccionado aleatoriamente, pero en medio de la sesión, empezó a manejar de nuevo porque sospechaba que la vez anterior un auto o un helicóptero los pudo haber seguido. Hal casi tuvo un infarto, porque era una brecha del protocolo experimental. Laura regresó a revisar las notas del psíquico, quien había descrito el sitio elegido aleatoriamente, había reportado que las personas se subieron al auto y luego describió el segundo sitio.
Laura se quedó callada pero no se veía convencida. «Voy a consultarlo con la almohada». Hal y su colaborador Russell Targ se dieron cuenta de que no iba a ser fácil convencer a Dickens y se les ocurrió una idea. Si «ver para creer» no iba con ella, ahora iban a intentar el «hacer para creer». Cuando llegó al día siguiente, no había ningún psíquico en la sala. Solo estaban Russell y Hal, quienes le dijeron: «tú vas a hacer la visión remota». Laura le dijo que no creía en esas mierdas, pero Hal y Russell la convencieron de que sería una buena forma de que evalúe el protocolo experimental.
- Cierra los ojos y dime que ves.
- OK. Está oscuro. Mis ojos están cerrados. Veo la parte de atrás de mis pestañas.
- Vamos, ¡usa tu imaginación!
- Vale, tengo una gran imaginación. Veo un puente y un riachuelo
Hal regresó y les llevó a la ubicación, un puente sobre un riachuelo en el campus de la universidad. Laura parecía alterada, pero racionalizó lo que pasó diciendo que Russell le debió haber inducido la respuesta de alguna manera. Al día siguiente pidió repetir el experimento sin nadie en la habitación. Se selló la puerta. Una tercera persona seleccionó el destino para evitar acusaciones de protocolos débiles. El sitio seleccionado fue la Reserva natural de Baylands, en Palo Alto. Al regresar, Russell y Hal encontraron a Laura acurrucada en una esquina, cubriéndose las orejas con las manos (para evitar mensajes subliminales) y con su libreta bien pegada al pecho (por si había cámaras que la espiaban). Hal y Russell vieron sus dibujos y sonrieron. Cuando llegaron a la reserva, Laura no estaba nada contenta.
Pero Laura no era del tipo de personas que se da por vencida fácilmente. Después de la última sesión, se dio cuenta de cuál era el truco. Cuando vieron su dibujo, se dijo a sí misma, los investigadores la llevaron al lugar que más se le parecía. Así que en su último experimento, quiso que la lleven al sitio antes de mostrarles sus dibujos. El sitio era un parque infantil a tres kilómetros del centro de investigación. Había algunos juegos, pero uno de los que más sobresalía era la «rueda» o «torniquete». Ese juego donde los niños se agarran de algo porque, una vez que lo haces girar, la fuerza centrífuga amenaza con sacarte volando. Al llegar al sitio, Laura apuntó a ese juego y dijo «es eso, ¿verdad?» Y luego: «Dios mío, realmente funciona».

Uno de los hallazgos de la revisión sistemática sobre visión remota que mencioné previamente, fue que los experimentos con novatos tuvieron resultados bastante similares (estadísticamente) a los de sujetos preseleccionados. Si bien no hay como establecer conclusiones definitivas sobre el tema porque no se han realizado tantos experimentos con novatos, esto parece sugerir que todos podríamos hacer visión remota.
Si algunos no lo logramos en vida, definitivamente lo lograremos en la secuela.