Un modelo para entender la mecánica cuántica de forma intuitiva

Todos los modelos son erróneos, pero algunos son útiles.

Si alguna vez leíste sobre mecánica cuántica, es muy probable que te sintieras confundido o simplemente tonto. Al fin y al cabo, la mecánica cuántica es contraintuitiva, o eso nos dicen la mayoría de los expertos en la materia, incluyendo a los divulgadores científicos. «Si te sientes confundido», suelen decir, «vas por buen camino». Pero la mecánica cuántica es contraintuitiva porque, hasta hace muy poco, los científicos no podían imaginar la idea de que las partículas son tan rápidas que retroceden en el tiempo. Sin embargo, experimentos recientes muestran que la luz a veces es «más rápida que la luz».

Cuando nos permitimos pensar que las partículas transitan el tiempo en ambas direcciones, la mecánica cuántica se vuelve de repente muy fácil de explicar, al menos como modelo. Aquí propongo un conjunto de herramientas para que puedas explicar a otros cómo estos viajes en el tiempo explican algunos fenómenos característicos de la mecánica cuántica.

Planilandia

Planilandia es un recurso muy útil cuando queremos estudiar la complejidad de nuestra realidad. Para crearla, tendrás que eliminar una de nuestras dimensiones espaciales y quedarte con un plano. Carl Sagan utilizó Planilandia en su época para explicar lo difícil que puede ser para un planilandés entender nuestra tercera dimensión. En nuestro caso, usaremos Planilandia para apreciar mejor a la dimensión del tiempo.

Cuando quiero explicar mecánica cuántica, suelo usar un objeto familiar: un tanque para peces. Si colocas el plano directamente sobre la superficie del agua, tendrás una clara separación de capas y otros comprendan fácilmente lo que sucede en el entorno. En Planilandia, el tiempo está en la tercera dimensión: arriba-abajo. El aire representa el futuro y el agua representa el pasado.

La gravedad es lo que crea al tiempo

Intuitivamente entendemos que el tiempo se mueve solo en una dirección. En cierto modo, esto es muy similar al efecto de la gravedad en nuestro mundo. Las cosas van casi siempre de arriba para abajo. Nuestra gravedad es la que genera la sensación de tiempo en planilandia. Desde fuera de la pecera, nosotros los humanos podemos ver que las cosas pueden moverse hacia arriba y hacia abajo sin que sea contraintuitivo. También sabemos que las cosas interactúan en esta tercera dimensión, independientemente de si interactúan con planilandia.

Explicar cómo se ve un objeto que “cae en el tiempo” en planilandia y los límites de la percepción.

Los habitantes de planilandia no siempre perciben la interacción en la tercera dimensión (el tiempo). Esto no significa que no sucedan cosas por encima o por debajo de Planilandia. Otra limitación crítica es que tampoco pueden distinguir entre objetos que caen y objetos que suben, porque para ellos el fenómeno es exactamente el mismo. Solo pueden ver lo que cruza su plano mientras lo cruza.

Si tienes un vaso de agua a mano, escoge un objeto cercano y sumérgelo. Imagina que lo único que puedes ver es exactamente lo que sucede a nivel de la superficie. Primero muévelo hacia abajo, luego en la dirección opuesta. Tú ves la tercera dimensión y para ti es fácil saber en qué dirección se mueve el objeto. Desde la perspectiva de un planilandés, es imposible saber si el objeto baja o sube. Ambas direcciones se verían iguales. Estas limitantes forman parte también de la ciencia en Planilandia, similar a las limitaciones de nuestra propia relatividad general. Sobre todo en lo que tiene que ver con nuestra percepción del tiempo. Si vemos el video de una burbuja flotando contra un fondo de un color homogéneo, tendríamos mucha dificultad en saber si la burbuja viene o va. Alguien podría reproducir el video en dirección contraria y no podríamos ser capaces de distinguir cuál es el video real entre ambas versiones.

Ahora, vamos a llevar una de estas burbujas a Planilandia. Usamos burbujas porque la mayoría de la gente ha jugado con ellas y pueden comprender su imprevisibilidad y fragilidad. Esta naturaleza refleja lo «aleatorio» y efímero de partículas pequeñas como los fotones y los electrones.

Las burbujas como una “excepción” a la gravedad

Las burbujas son especiales porque rebotan, tanto en superficies duras como en el agua (añadimos un poco de jarabe y glicerina para asegurarnos de que esto ocurra). En otras palabras, se mueven en la dirección arriba-abajo incluso cuando están en contacto directo con la superficie. ¿Por qué las burbujas son tan desconcertantes para los habitantes de Planilandia? ¡Son completamente impredecibles! Una burbuja de jabón puede:

  1. Mantener el mismo diámetro (porque está en la superficie), o
  2. Hacerse más grande o más pequeña (porque está “rebotando” o vibrando como respuesta a estímulos externos, hundiéndose, o elevándose), o
  3. Cambiar entre las dos configuraciones anteriores (porque el aire la perturba, por ejemplo), o 
  4. Desaparecer (porque estalló o se levantó por completo).

Como dije antes, las burbujas son las partículas cuánticas de Planilandia. Las burbujas de nuestro mundo son los fotones, y seguramente otras partículas cuánticas. Experimentos recientes sugieren que los fotones, de hecho, oscilan en el tiempo en ambas direcciones. Sabemos esto porque en 2023, unos científicos dividieron un haz de luz en el tiempo y la luz se comportó como una onda, generando un patrón de interferencia. Esto significa que los fotones tomaron todos los caminos posibles en el tiempo. Recuerda, los fotones son las burbujas inestables de nuestra realidad.

Explique la analogía del experimento de doble rendija con las burbujas

En nuestro mundo, la luz se comporta como una onda si no la perturbamos, pero cuando intentamos medirla, se comporta como una partícula. Algo similar ocurre con las burbujas. Si las miden indirectamente , por ejemplo, tomando fotos consecutivas del plano mientras la burbuja está allí, observarán cambios en el diámetro a lo largo del tiempo que no parecen predecibles. Una brisa leve hará vibrar a la burbuja, otro estímulo la puede levantar un poco y estímulos más fuertes pueden levantarla totalmente o reventarla. Si dibujas estos cambios de diámetro, obtendrás una distribución de probabilidad de diámetro. Si los planilandeses podrían, de alguna manera, medir su propio plano, verían literalmente las ondas creadas por la burbuja.

Desde nuestra perspectiva, podemos determinar el tamaño de una burbuja; sin embargo, los científicos que estudian Planilandia solo pueden considerar estos diámetros como una onda de probabilidad. Una burbuja puede ser grande o pequeña, y quienes viven en este mundo no pueden saberlo realmente porque desconocen su profundidad. También saben que esta naturaleza ondulatoria no dura mucho, ya que si una burbuja se mueve, pronto desaparecerá. Lo importante aquí es que entendamos que la burbuja parece ser una partícula dinámica e inestable.

Cuando los científicos que estudian Planilandia intentan medir la burbuja directamente , su naturaleza errática desaparece, ya que de repente se comporta como un objeto bidimensional. En realidad, la reventaron y solo les quedó el borde, que para ellos no es realmente diferente, pues es todo lo que siempre pudieron percibir de la burbuja. Nosotros hacemos algo similar al detectar fotones: interactuamos físicamente con ellos. Sin embargo, la observación indirecta no altera su estado «natural». Podemos pensar en nuestros dispositivos de medición de fotones como si fueran una aguja. Cuando medimos al fotón, lo reventamos, y pierde su capacidad de «vibrar» en el antes-después.

Opcional: utilizar mosquitos para explicar el entrelazamiento cuántico

Los mosquitos pueden posarse en el agua gracias a la tensión superficial. Un habitante de Planilandia vería cada pata como un objeto independiente y pensaría en ellas como tal. Sin embargo, al mover una de las patas, todas se elevan a la vez. Desde su perspectiva, estos parecerían ser objetos «entrelazados» cuánticamente. Lo cierto es que estos objetos están conectados en la tercera dimensión, la que los habitantes de Planilandia no pueden percibir. Dado que el entrelazamiento se refiere a la posición de la partícula, tal vez se podría decir que diferentes mosquitos «abren» sus patas en diferentes ángulos, y al medir una pata en relación con sus dos ejes, pueden saber cómo «se moverán» o «se movieron» las otras patas. 

Resumen

  • Nosotros somos los habitantes de Planilandia. Habitualmente percibimos cuatro dimensiones (tres espaciales y una temporal) bajo la premisa de que el tiempo es unidireccional, porque esa es la dirección preferida por el ojo macroscópico. Sin embargo, el avance constante del tiempo es más una percepción humana que una realidad definitiva. Tanto la relatividad general como la mecánica cuántica permiten bucles temporales bajo ciertas condiciones o modelos. En otras palabras, que las partículas se muevan hacia atrás en el tiempo.
  • Los científicos suelen describir las partículas como ondas de probabilidad. Una posible explicación es que las partículas rebotan constantemente en el tiempo, moviéndose tanto hacia adelante como hacia atrás. Por ello, aparecen en nuestro presente más de una vez, lo que resulta en lo que llamamos «superposición».
  • El “colapso” de la función de onda es el resultado de no permitir el movimiento de partículas en una dirección hacia atrás en el tiempo a medida que se “adhieren” a un equipo que está “cayendo” en el tiempo.
  • Las partículas entrelazadas cuánticamente se dividen en el espacio, pero permanecen entrelazadas en un tiempo pasado/futuro, por lo que la medición desencadena la misma reacción en ambas partículas, independientemente de la distancia. Esto es muy fácil de entender al visualizar el tiempo como un eje vertical en Planilandia.

Parte 5: La barca de Teseo

Hola mamá,

Hoy fui a la Universidad de Ottawa a devolver un par de libros. Dos volúmenes de Biología y Reencarnación de Ian Stevenson. Un médico psiquiatra nacido en Montreal y criado aquí en la ciudad. Ian Stevenson dedicó la segunda mitad de su vida a investigar casos de niños que a edades muy tempranas, entre dos y cinco años, reportaban espontáneamente memorias de vidas pasadas. Los casos no son todos iguales, pero algunos niños han sido capaces de recordar cosas como sus nombres y apellidos, los nombres de sus familiares, su profesión, el color de las paredes y el techo de la casa, el número de habitaciones, la configuración de las calles y sitios geográficos aledaños, su ciudad y, por lo general, la causa de su última muerte.

La mayoría de estos casos investigados ocurrieron en Asia, donde su religión y cultura aceptan a la reencarnación como parte de la vida. Sin embargo, también hay casos reportados en Europa y Norte América, entre padres cristianos o ateos que han quedado totalmente desconcertados con un niño que habla de su vida pasada. A la fecha de hoy, la Universidad de Virginia ha documentado más de 2.500 de estos casos. En la mayoría de casos, los niños dan suficiente detalle para identificar a la persona a la que se refieren. Estos casos son considerados «resueltos» y de estos hay cerca de 1.600.

Uno de los casos más interesantes es el de James, un niño nacido en San Mateo, California, que dijo «avión» entre sus primeras palabras y cada vez que veía o escuchaba de uno hablaba de «choques» cerca de veinte veces al día. Su familia le regaló algunos modelos de madera porque el niño estaba obsesionado y, poco antes de cumplir los dos años, sus papás lo llevaron a un museo aeronaútico y James estaba fascinado. Sin embargo, poco tiempo después de visitar al museo, James empezó a tener pesadillas constantes, a veces hasta cinco noches por semana. En estas pesadillas pataleaba de una forma particular. Sus papás lo llevaron a un pediatra quien les explicó que se trataba de terrores nocturnos normales.

Después de un tiempo, James empezó a jugar con sus aviones estrellándolos de frente contra la mesa del comedor, esa mesa tiene decenas de abolladuras, y te lo digo porque vi las fotos. Finalmente, un día James despierta de una de sus pesadillas y explica que el «hombre pequeño» está tratando de patear la cabina del avión para poder salir. Cuando sus papás le preguntan quién es el hombre pequeño, James explica que él es el hombre pequeño, que su avión estaba en llamas y se estrelló, porque le dispararon. Sus papás le preguntaron quién le disparó y él respondió con un tono exasperado que fueron «los japoneses».

Como te comentaba, los recuerdos son bastante detallados. James sabía que fueron los japoneses por «el gran sol rojo» (seguramente en referencia a la bandera de Japón). Su avión era un Corsaire y había despegado de un bote llamado Natoma. Es en este punto que sus papás empiezan a contemplar estos recuerdos como un posible caso de reencarnación y tratan de buscar información sobre una persona que haya muerto en estas condiciones. Le preguntan a James si había alguien más con él y James da el nombre y apellido de otro piloto: Jack Larsen.

Todo esto que he contado hasta ahora, con excepción de sus primeras palabras, fue documentado de una u otra manera antes de que los papás de James supieran que, en efecto, alguien con todos estos antecedentes (y otros que no he mencionado) existió. James M. Huston, Jr. fue un piloto estadounidense que murió el 3 de marzo de 1945, disparado por aviones japoneses en la batalla de Iwo Jima. Es difícil llegar a cualquier otra conclusión que no sea la reencarnación una vez que se analizan la línea temporal de eventos y la información disponible al momento que James mencionó cada uno de sus recuerdos. La única explicación alternativa que queda es que James sea un psíquico con acceso a información de la vida de James Huston y que, por alguna razón, piense que se trata de su anterior vida.

En su libro «El mundo y sus demonios», Carl Sagan se dedica explícitamente a fomentar el escepticismo frente a afirmaciones extraordinarias. Al mismo tiempo, reconoce tres cosas que merecen un estudio más profundo debido a los indicios existentes al momento de escribir el libro. Primero, mencionó la transmisión anómala de información, de la cuál ya he hablado. Segundo, habló de la capacidad de ciertas personas de alterar la generación de números aleatorios, que se relaciona indirectamente con la historia de Ingo Swann y el magnetómetro, porque en ambos casos lo que se altera es la radiactividad nuclear, la cual se piensa que es aleatoria. Finalmente, habló de como «niños pequeños a veces relatan detalles de una vida anterior, que al comprobarlos resultan ser exactos y que no podrían haber conocido de ninguna otra manera que no fuera a través de la reencarnación».

Los casos recopilados por Ian Stevenson son fascinantes, no solo por lo que sugiere la evidencia sino porque se leen como diarios de guerra. Están llenos de una honestidad profunda sobre sus propios errores y las limitaciones de su investigación. Son además documentos que te hermanan con culturas ajenas que abordan temas lingüísticos, culturales, geográficos y que son irresistibles para cualquier persona a la que le guste la ciencia. Pero, dicho sea de paso, son miles y miles de páginas. Los volúmenes que pedí prestados a la universidad de Ottawa contienen solo unos doscientos casos y suman más de dos mil páginas. Por ello, si alguien quiere sumergirse en el tema, les recomiendo el libro «Life Before Life» del psiquiatra infantil Jim Tucker.

Jim Tucker hace un excelente trabajo resumiendo lo mucho o poco que uno puede aprender de estos casos. Por ejemplo, que los niños que recuerdan su muerte son más frecuentemente aquellos que tuvieron una muerte violenta. En estos casos, es común que los niños desarrollen fobias relacionadas con la causa de muerte. Los niños también llegan con gustos culinarios propios. Por ejemplo, algunos niños nacidos en Burma recordaban haber vivido como soldados japoneses. Y era común que pidieran pescado crudo a sus madres, a pesar de que esa comida no era común en la región.

También sabemos un poco sobre cuánto demora alguien en «volver» a vivir. En la mayoría de casos, el tiempo suele ser corto, con una media de dieciséis meses. Algunos niños también recuerdan el periodo entre vida y vida. Hay historias con descripciones «de otro mundo», pero comparten las páginas con algo que realmente no me esperaba: recuerdos totalmente triviales y absurdos. Como una niña que decidió seguir a la ambulancia que se llevó a su cuerpo y resultó perdida en un pueblo a pocos kilómetros, donde ¿accidentalmente? volvió a nacer.

Otra faceta interesante de las reencarnaciones son las marcas de nacimiento, que eran precisamente el tema de uno de los volúmenes que saqué de la biblioteca. Por ejemplo, un niño recordaba haber muerto de un disparo en el pecho. Al nacer, su piel tenía una mancha que semejaba el disparo a quemar ropa, con pólvora desperdigada cerca del orificio de entrada de la bala. Este niño fue uno de los casos resueltos en los que Ian pudo encontrar registros médicos o de autopsia que no solo permitían confirmar la historia sino comparar la marca de nacimiento con la herida mortal.

En una carta dirigida a la revista científica Lancet, Ian Stevenson describió diferencias entre gemelos con el mismo ADN que correspondían a historias sobre supuestas vidas pasadas. Los estudios en gemelos son particularmente interesantes porque ofrecen un control natural sobre factores genéticos y ambientales. La carta no es evidencia contundente, pero analizada en conjunto con sus demás contribuciones ciertamente nos deben hacer reflexionar sobre la influencia de lo que sea que sobrevive a la muerte en nuestra formación anatómica y de personalidad.

Existen también los casos de culturas en Alaska y regiones de Canadá donde los indígenas anuncian pistas de su renacimiento y, en algunos casos, las personas marcan el cadaver para poder identificar al nuevo bebé en caso de que nazca. Este tipo de prácticas no es exclusiva de esta región y también se ha reportado el uso de marcas experimentales en otras partes del mundo. ¿Lo peor de todo? Parecen funcionar.

Todas mis lecturas sobre reencarnación han sido una montaña rusa, tanto intelectual como emocional. Quizá mi parte favorita es la conclusión obvia de que nuestra esencia persiste en un mundo (o dimensión) que no podemos percibir. No te voy a mentir, mi segunda reacción impulsiva fue pensar en si alguno de los nacidos en la familia vino trayendo algún muertito de regreso. Me ilusiona la idea de que las familias se vuelven a reunir porque fue algo reportado frecuentemente, sobre todo en Asia.

Quizá una de las preguntas fundamentales que sigo sin poder responderme es lo que implica la herencia del cuerpo viejo al cuerpo nuevo, que se ven a través del uso de marcas experimentales y la correspondencia entre heridas pasadas y marcas y defectos de nacimiento. Si somos más que la suma de dos conjuntos de ADN y nuestra consciencia modifica la materia, ¿qué tan maleable es esa consciencia? ¿cómo podemos cambiarla? Y, si lo hacemos, ¿pueden esos cambios modificar los cuerpos de nuestra actual existencia?

Parte 4: La quinta dimensión

«En los últimos años nos estamos acercando a una teoría que sugiere que
el espacio-tiempo no es fundamental, sino que existe una estructura más profunda».

Brian Cox

¡Hola mami!

Créeme que no eres la única persona a la que le cuesta entender las cosas sobre las que estoy escribiendo. De hecho, el capítulo previo fue exactamente lo que Hal Puthoff contestó cuando le preguntaron, ¿cuándo tuviste tu primer «shock ontológico»? En otras palabras, cuándo fue que se dio cuenta que el mundo no es lo que parece. Tal vez una frase más común para esto sería una «crisis existencial».

A mí me pasó exactamente lo mismo, gran parte de mi vida pensé que la evidencia experimental jamás iba a poder captar siquiera un fenómeno sobrenatural y que al encontrarme uno siempre tendría que vivir con la duda de si algo extraordinario pasó o fueron mis ganas de querer creer que encontraron algún atajo mental. Por ejemplo, cuando tú sanaste repentinamente de un vértigo paroxístico durante una oración, siempre me quedó la duda de si tal vez la relajación o el calor local fueron lo que realmente te curo. A pesar de que tuviste un examen médico antes y después. Siempre estuvo para mí la explicación alternativa «normal».

Mi «crisis existencial» más reciente, sin embargo, se fue poco a poco transformando en un «alivio existencial» y si me das un poco de tiempo para seguir hablando del tema, creo que te va a pasar algo parecido. En mi caso, fue porque sentí que la evidencia científica apunta cada vez más a que la vida es, en efecto, mágica y es mucho más inspirador vivir en un mundo así que en un mundo que funciona como una máquina. En tu caso, creo que esta evidencia debería animarte porque parece ser que, a pesar de todo los caminos de la ciencia —que pregunta sobre el cómo suceden las cosas— y el de la religión —que se concierne con su por qué más profundo— empiezan poco a poco a apuntar en la misma dirección.

Por ejemplo, hay dos cualidades que yo diría son denominadores comunes en la mayoría de religiones: (1) la existencia de un yo superior o trascendental, que en la religión católica comúnmente se conoce como «alma» y la supervivencia de dicho alma a la muerte. Usaré este concepto a manera de metáfora para explicar cómo podría funcionar la visión remota, al mismo tiempo que uso conceptos de física. Para nuestra buena suerte, parece que las historias religiosas pueden fácilmente ser interpretadas desde conceptos de física convencionales.

Por ejemplo, si te pregunto que será de ti cuando mueras, seguramente me explicarás que una parte de ti sobrevivirá en una dimensión más elevada. Es común escuchar que el alma revive todos los pasos de tu vida en un sólo instante. De hecho, es algo comúnmente reportado en gente con experiencias cercanas a la muerte. Al mismo tiempo, es común que el alma pueda acercarse a sus seres queridos, bien sea como protector temporal o quizá para darles un último adiós. Esto parecería sugerir que el alma se «mueve» como si el tiempo y el espacio no fueran barrera alguna.

La pregunta que debes hacerte ahora es, ¿eres un alma ahora o únicamente cuando estás muerta? En la enseñanza católica, el alma es creada por Dios en el momento en que un nuevo ser humano es concebido. Por tanto, desde ya, eres un alma. Si también asumes que el mundo espiritual está por encima del mundo material, entonces vas a poder seguir mi explicación física en el siguiente párrafo.

Nunca Jamás

¿Te acuerdas de Peter Pan? Me encantaba esa película. Peter Pan tenía una sombra y esa sombra tenía voluntad propia. Básicamente estaba viva, pero estaba confinada a vivir en un mundo enteramente plano. Puede ir para adelante y para atrás, para la izquierda o la derecha, pero nunca elevase o hundirse porque «arriba» o «abajo» simplemente no existen para la sombra. Nosotros somos la sombra de Peter Pan, vemos pasar el tiempo, nos podemos mover de unas cuantas formas, pero nuestro entendimiento de la realidad está bastante limitado.

Peter Pan es el alma, es quien realmente «mueve» a la sombra, pero la sombra no es muy consciente de ello. Solo va por la vida, siendo arrastrada de acá para allá, pensando que es una sombra y nada más, y que lo único que existe es Planilandia.

Al igual que la sombra de Peter Pan, estamos limitados por nuestra percepción de las dimensiones en las que vivimos. En el plano en el que nos movemos, lo que parece imposible, como dibujar un punto en medio de un círculo sin levantar la mano, es simplemente una cuestión de perspectiva. Un video de un reto sobre este tema ilustra cómo, al manipular la tercera dimensión (doblando la hoja), es posible realizar algo que, en un plano bidimensional, parecería fuera de alcance.

Este ejercicio nos invita a reflexionar sobre las dimensiones superiores, que podrían permitirnos realizar acciones «imposibles» desde nuestra realidad. Así como la sombra no es consciente de que está siendo movida por Peter Pan, nosotros a menudo no somos conscientes de nuestra alma, que funcionaría en dimensiones más allá de las que percibimos, limitando nuestra comprensión de lo que es posible. Nuestro mundo tiene cuatro dimensiones: arriba-abajo, izquierda-derecha, adelante-atrás y antes-después. Sin embargo, si existiera una quinta dimensión, la del alma, esa quinta dimensión podría hacer «origami» con las otras cuatro.

Morirse un poquito

Las personas que participaron en los programas de visión remota no tenían un dominio completo durante sus sesiones. Había días en los que no podían ver nada y cuando sí lo hacían, a veces recogían impresiones mixtas o incorrectas. Sus visiones no eran una ciencia exacta, Jessica Utts, profesora de estadísitica en la Universidad de California, los comparó con los jugadores de baseball, diciendo que, en promedio, lograban «impactar la bola» uno de cada tres golpes de bate.

Por supuesto, como en toda profesión hay personas que tienen más talento que otras. Una de las personas que tuvo muy buenos resultados fue Joseph McMoneagle, a quien de ahora en adelante llamaré «Joe» (suena como el «Geo» en «George»).

En este punto, he visto tantas entrevistas y leído tantos libros que no sé dónde aprendí lo que te voy a contar, pero sé que pasó en Japón, donde Joe ayudó a descubrir restos arqueológicos antiguos. Joe fue una celebridad en ese país. Era invitado recurrente en sus programas de televisión. En una ocasión, trajeron una máquina para estudiar su cerebro. Según Joe, para ver a distancia debía «apagar su cerebro». Cuando se llevó a cabo la demostración, el científico que realizaba el estudio tuvo su propia crisis existencial porque dijo que jamás había visto alguien que pudiera «apagarse» tanto.

Si bien no voy a profundizar en los detalles del protocolo de la visión remota o mis impresiones al respecto. Por ahora, quería dejar claro qué bases conceptuales uso para entender al fenómeno. No tenemos un alma, somos alma, y si inhibimos ciertas partes de nuestro cerebro, podríamos conectar un poco más con nuestro yo profundo. En otras palabras, volver a tejer ese vínculo entre la sombra y Peter Pan.

No apto para desalmados

Entender el mecanismo de la visión remota es importante no sólo para poder replicar y refinar la técnica, sino porque entender el «cómo» funciona nos da pistas sobre «quién» podría ejecutarla. Si leemos que hay gente que puede surfear en el espacio-tiempo, una pregunta natural que sigue a eso sería, ¿y yo puedo hacerlo?

Una de mis historias favoritas en el libro de Schnabel que mencioné en el capítulo previo es la historia de Laura Dickens, una empleada de la CIA que llegó al laboratorio de Hal proclamando desde Washington y le dijo frontalmente que venía a probar que su investigación era un fraude. Hicieron uno de estos experimentos donde el psíquico tiene que describir una localidad. Laura no estaba impresionada a pesar de que la descripción fue acertada. Dijo que «debe ser un truco».

Al día siguiente pidió ser ella quien conduzca, fue al sitio seleccionado aleatoriamente, pero en medio de la sesión, empezó a manejar de nuevo porque sospechaba que la vez anterior un auto o un helicóptero los pudo haber seguido. Hal casi tuvo un infarto, porque era una brecha del protocolo experimental. Laura regresó a revisar las notas del psíquico, quien había descrito el sitio elegido aleatoriamente, había reportado que las personas se subieron al auto y luego describió el segundo sitio.

Laura se quedó callada pero no se veía convencida. «Voy a consultarlo con la almohada». Hal y su colaborador Russell Targ se dieron cuenta de que no iba a ser fácil convencer a Dickens y se les ocurrió una idea. Si «ver para creer» no iba con ella, ahora iban a intentar el «hacer para creer». Cuando llegó al día siguiente, no había ningún psíquico en la sala. Solo estaban Russell y Hal, quienes le dijeron: «tú vas a hacer la visión remota». Laura le dijo que no creía en esas mierdas, pero Hal y Russell la convencieron de que sería una buena forma de que evalúe el protocolo experimental.

  • Cierra los ojos y dime que ves.
  • OK. Está oscuro. Mis ojos están cerrados. Veo la parte de atrás de mis pestañas.
  • Vamos, ¡usa tu imaginación!
  • Vale, tengo una gran imaginación. Veo un puente y un riachuelo

Hal regresó y les llevó a la ubicación, un puente sobre un riachuelo en el campus de la universidad. Laura parecía alterada, pero racionalizó lo que pasó diciendo que Russell le debió haber inducido la respuesta de alguna manera. Al día siguiente pidió repetir el experimento sin nadie en la habitación. Se selló la puerta. Una tercera persona seleccionó el destino para evitar acusaciones de protocolos débiles. El sitio seleccionado fue la Reserva natural de Baylands, en Palo Alto. Al regresar, Russell y Hal encontraron a Laura acurrucada en una esquina, cubriéndose las orejas con las manos (para evitar mensajes subliminales) y con su libreta bien pegada al pecho (por si había cámaras que la espiaban). Hal y Russell vieron sus dibujos y sonrieron. Cuando llegaron a la reserva, Laura no estaba nada contenta.

Pero Laura no era del tipo de personas que se da por vencida fácilmente. Después de la última sesión, se dio cuenta de cuál era el truco. Cuando vieron su dibujo, se dijo a sí misma, los investigadores la llevaron al lugar que más se le parecía. Así que en su último experimento, quiso que la lleven al sitio antes de mostrarles sus dibujos. El sitio era un parque infantil a tres kilómetros del centro de investigación. Había algunos juegos, pero uno de los que más sobresalía era la «rueda» o «torniquete». Ese juego donde los niños se agarran de algo porque, una vez que lo haces girar, la fuerza centrífuga amenaza con sacarte volando. Al llegar al sitio, Laura apuntó a ese juego y dijo «es eso, ¿verdad?» Y luego: «Dios mío, realmente funciona».

Uno de los hallazgos de la revisión sistemática sobre visión remota que mencioné previamente, fue que los experimentos con novatos tuvieron resultados bastante similares (estadísticamente) a los de sujetos preseleccionados. Si bien no hay como establecer conclusiones definitivas sobre el tema porque no se han realizado tantos experimentos con novatos, esto parece sugerir que todos podríamos hacer visión remota.

Si algunos no lo logramos en vida, definitivamente lo lograremos en la secuela (Parte 5).

Parte 3: Viajes en el tiempo

«Nada como escribir un libro para darte cuenta todo lo que no sabes».
Harold («Hal») Puthoff

Hal Puthoff llegó al laboratorio de física experimental de la Universidad Stanford en 1963. Allí desarrolló y patentó un láser infrarrojo de alta potencia que podía ajustar su frecuencia dinámicamente. Hasta entonces, los láser podían ser ajustados a cierta frecuencia, pero solo una vez. Además de trabajar en el laboratorio de Física y supervisar estudiantes, Hal daba clases en el departamento de Ingeniería Eléctrica. Junto a su supervisor Richard Harris Pantell, escribió Fundamentals of Quantum Electronics (1969), un libro que al día de hoy ha sido traducido al Francés, Chino y Ruso. A pesar de no contar con una versión digital, es libro cuenta con más de 700 citas.

Hal recuerda que mientras escribía este libro se preguntó sobre las implicaciones de la física en los organismos vivos, en cosas tan simples como el césped. «¿Son solo átomos o tal vez hay otros campos que deberíamos estar estudiando?». Fue persiguiendo preguntas como estas que Hal conoció a Cleve Backster, un experto en polígrafos. Backster había conectado estas máquinas que supuestamente te avisan si alguien está mintiendo a algunas de sus plantas y su interpretación fue que las plantas conversaban.

Imagínate dos niños con juguetes, uno tiene rayos láser y el otro tiene un polígrafo para leer seres vivos. Estos dos niños quieren mezclar sus juguetes, pero como los juguetes son caros y prestados, escriben una propuesta de investigación. La idea era crear un cultivo de algas, separarlo en mitades, lanzarle rayos láser a una de las partes y ver si la otra tenía alguna opinión poligráfica al respecto.

Creo que todo hubiera salido según el plan, sino hubiera sido por la intervención de una persona inesperada, un pintor que, además de ser pintor, aseguraba tener poderes psíquicos. Fue esta persona quien acuñó el término «visión remota» porque él la practicaba. Ingo Swann no tenía nada en contra de los experimentos con las algas, pero creía firmemente que él podía convertir ese juego de niños en algo extremadamente mejor.

Swann leyó la propuesta de investigación con plantas en el escritorio de Becker y le escribió una carta a Hal. «Veo que tú investigas la física clásica y tal vez la física que puede ser afectada por la biología, ¿por qué quieres trabajar con las algas que no pueden decirte nada en lugar de trabajar con alguien como yo?» Hal leyendo esta carta bien pudo ser Andrés Delgado leyendo «visión remota» en el libro de extraterrestres. Según sus propias palabras, Hal Puthoff hubiera tirado la carta al cesto de basura sin darle un segundo vistazo, pero pegada a la carta estaba un reporte experimental de City College (Nueva York). En este reporte, la psicóloga Gertrude R. Schmeidler atestiguaba que Ingo Swann había sido capaz de manipular un sensor de temperatura —o quién sabe si la temperatura misma— ubicado a poca distancia de su cuerpo.

Puthoff invitó a Swann al laboratorio de Física. Todos sus compañeros de trabajo lo abuchearon diciendo que todas estas personas son charlatanes. Lo cuál no fue en vano, pues uno de ellos le dio una idea maquiavélica: diseñar un experimento donde un engaño exitoso fuera tan o más significativo que el efecto directo del experimento. Algo así como subir una montaña en menos de un minuto, incluso con la mejor tecnología, no debería ser posible. La marina estadounidense había gastado millones para aislar un chip cuántico de toda interferencia eléctrica, magnética y acústica, incluyendo el aislamiento de superconductores. Afectar ese chip debía ser técnicamente tan imposible como subir al Everest en un minuto, sin importar si uno lo hacía siguiendo las reglas o rompiéndolas.

Cuando Swann llegó a Stanford, Hal lo llevó al edificio Varian, donde se encontraba este magnetómetro de quartz. El dispositivo estaba enterrado en un pozo de concreto. Hal señaló el dispositivo con el dedo y le dijo a Swann «esto es como el experimento que hiciste con los termistores de City College pero en esteroides, trata de alterar esto». Al día de hoy, estos magnetómetros tipo SQUID están entre los instrumentos más sensibles construidos por el hombre. Cualquier alteración se manifiesta en fluctuaciones de una línea continua en forma de S impresa por el magnetómetro. Esta línea se mantuvo estable por una hora entera antes del experimento y en los dos días subsecuentes, pero cuando Hal instruyó a Swann que alterara el instrumento, esta línea cambió prácticamente a su voluntad.

Tres investigadores del laboratorio y varios estudiantes de postgrado estuvieron presentes durante el experimento. Si esta fue una coincidencia, fue la madre de todas las coincidencias. Le preguntaron a Swann cómo logró alterar el magnetómetro. Swann explicó que ese fue un efecto secundario. Como Swann no estaba familiarizado con el equipo, trató de ver (en su mente) la estructura interna del magnetómetro y fue entonces cuando le notificaron que, de hecho, la onda había cambiado. La onda variaba en función de lo que él estaba «viendo» dentro del aparato. Hal estaba intrigado así que le pidió a Swann que describiera lo que había visto, cosa que hizo de forma rudimentaria pero acertada.

Este y otros detalles de la prueba se encuentran redactados en una carta que Hal circuló a varios de sus colegas. Eventualmente, gente de la agencia central de inteligencia (CIA) leyó la carta y, poco después, llamaron a su puerta. Hal tenía un historial de contratos con la agencia nacional de seguridad y tenía las autorizaciones que le permitirían trabajar con ellos. La CIA le confesó a Hal que los soviéticos invierten millones en ese tipo de investigación, pero que ningún científico en Estados Unidos tomaba en serio el tema.

Una de las aplicaciones principales que esperaban desarrollar mediante el espionaje psíquico o la telepatía era el poder comunicarse con submarinos a grandes profundidades. El agua actúa como una barrera natural contra la gran mayoría de ondas electromagnéticas y más allá de los 40 metros de profundidad, comunicarse con estas naves de guerra se volvía difícil o incluso imposible. La capacidad de Ingo Swann de ver a través de todas las capas de aislamiento sugerían la existencia de otro «medio» mediante el cual se podrían establecer comunicaciones efectivas.

El periodista científico Jim Schnabel detalló toda la historia de lo que luego se conociera como el proyecto Stargate en su libro Remote Viewers: The Secret History of American Psychic Spies. El éxito inicial de Swann contribuyó al financiamiento de varios experimentos subsecuentes que confirmaron la inutilidad del aislamiento electromagnético frente a las lecturas psíquicas. Una vez establecido este hecho, los investigadores empezaron a empujar las condiciones de transmisión cada vez un poco más. Primero, realizaron los experimentos a mayor distancia y tuvieron éxito.

¿Qué tan lejos? La respuesta podría sorprenderte. Conscientes de que la sonda espacial Voyager atravesaría pronto por Júpiter, se pidió a dos psíquicos recoger impresiones específicas sobre ese planeta. Tanto Ingo Swann como Harold Sherman describieron la presencia de cristales en la atmósfera en el año 1973, la presencia de cristales de amoniaco fue confirmada por la sonda Galileo en el año 2000. Swann además describió anillos de cristal en bandas que se observan como escarcha pero muchos más cercanos al planeta. La presencia de anillos en Júpiter fue confirmada por la sonda Voyager en 1979.

Hal, siendo físico, estaba muy consciente de que el espacio-tiempo es una sola cosa, así que la progresión natural del experimento fue ubicar al objetivo más allá en el tiempo. Los investigadores establecieron protocolos de visión remota precognitiva, en el que uno de ellos salía del centro de investigación en Menlo Park a las diez de la mañana y esperaba media hora antes de seleccionar uno de diez objetivos al azar. En esa media hora —entre las 10H10 y las 10H25 para ser exacto—, el sujeto de investigación describiría dónde estará la persona que salió de Menlo Park entre las 10H45 y las 11H00. Solo después de haber recopilado toda la información, se generaba un número aleatorio y se escogía el sobre.

En uno de esos experimentos, Hal llevó a una de las personas de la oficina a un campus aledaño, pues eso era lo que estaba contenido en el sobre que abrieron a las 10H30. La torre contiene exhibiciones y archivos y se encuentra a 345 pies sobre el nivel del mar. Pat Price, quizá el mejor psíquico con que trabajo Hal durante su tiempo en Menlo Park fue el psíquico de la sesión. He dejado algunas de las descripciones de Price al pie de las tres fotos en la galería de abajo. Después de decir esas frases, Price simplemente sentenció: «Parece ser la Torre Hoover».

Los hallazgos de Hal fueron publicados en dos de las mejores revistas científicas: Nature y IEEE. He leído a detalle estos artículos y a sus críticos y mi opinión personal es que las conclusiones del estudio son robustas. Como ya mencioné, hubo mucha más investigación en los años subsiguientes. Y no solo sobre visión remota, sino sobre otras formas de transmisión anómala de información. Si alguien quiere un resumen detallado de la evidencia científica sobre investigación parapsicológica, les recomiendo revisar este artículo de Etzel Cardeña publicado en American Psychologist. Por ahora, he tomado unos pocos ejemplos para ilustrar mi punto: la evidencia científica sugiere que la consciencia humana puede viajar el espacio-tiempo. Y si vamos un poco más lejos, parece ser que puede incluso alterarlo.

Al finalizar el libro de Schabel, tenía más preguntas que respuestas. Quizá una de las más importantes era, y entonces ¿qué es la consciencia? (Parte 4)

Parte 2: Visión remota

Hola madre, ¿cómo vas? Acá en Ottawa se está acabando el invierno y cada día tenemos cada vez más horas de sol. Si uno se distrae, puede imaginarse que estamos en un clima normal como el de casa, pero al acercarme a la ventana, todavía puedo ver un poco de nieve enterrando la parte baja de nuestras bicicletas. Esperemos que en las próximas dos semanas esas moléculas de agua empiecen a separarse primero en gotas y luego en gases, para poder ir a visitar los campos de tulipanes que Holanda envía cada año.

Como te comenté en mi última carta, a fines del año pasado empecé a buscar información experimental sobre la tal «visión remota». Primero te voy a explicar qué es esto de la visión remota, cómo se hacen estos experimentos y luego te cuento qué es lo que encontré al revisar la evidencia.

¿Qué es la visión remota?

Hay una larga historia atrás de este término que no voy a abordar aquí, pero en resumen es una supuesta capacidad de ver cosas en la mente que no puedes ver con tus ojos, escuchar con tus orejas, o inferir a través de la lógica. Los investigadores actuales usan un término un poco más específico que es «transmisión anómala de información». Usualmente las personas necesitan un espacio tranquilo, apagar el cerebro y prepararse para recibir información en un estado entre dormido y despierto. No te concentras para ver, más bien estás en este estado parecido a cuando te olvidas una palabra y estás a punto de acordarte y la tienes «en la punta de la lengua».

¿Cómo se hacen experimentos de visión remota?

Tal vez un ejemplo sea más fácil de entender. El experimento sería algo así. Tú eres la persona que va a recibir información y te enviamos a un cuarto aislado. Por ejemplo, el antiguo cuarto de mi abuelo Isaac. Yo te digo que alguien va a seleccionar un objeto y tú tienes que generar pistas sobre este objeto: principalmente dibujos y palabras. Usualmente se asigna un horario, por ejemplo de tres a cuatro de la tarde.

Antes de empezar el experimento, le llamo a mi hermana a la sala —que es un lugar que no puedes ver o escuchar— y le pido que seleccione un objeto al azar: puede ser un rompecabezas de madera, un ramo de flores o un cuadro, o cualquier otra cosa. Tú no sabes qué objeto seleccionamos ni de qué manera (tal vez le diga que vaya y compre algo en la tienda). Al mismo tiempo, nosotros no sabemos qué dibujaste o escribiste entre las tres y las cuatro de la tarde.

Una tercera persona, digamos el Jorge, evalúa tu dibujo. Si es que el dibujo corresponde al objeto, eso quiere decir que hubo un acierto. Como esto es un poco subjetivo, es común que se seleccionen una serie de objetos como «controles» y se le pida al juez que ordene los objetos según cuál se parezca más al dibujo. Y es un acierto si el primero objeto es el que se supone que debas adivinar. Y así se hacen las matemáticas para calcular si realmente viste algo o fue el simple azar.

Este es un protocolo básico y se ha refinado mucho desde los estudios iniciales, pero creo que te da la idea general de cómo los científicos evalúan el tema.

¿Qué dice la evidencia?

La exploración científica de un tema no es tan diferente que buscar información en google. La diferencia radica principalmente en que uno busca información en bibliotecas especializadas que filtran todo lo que no sean artículos o libros científicos, aunque siempre existe la posibilidad de que se filtren publicaciones de baja calidad.

La búsqueda es el primer paso. Cualquiera puede crear una revista científica con relativamente pocos recursos y paciencia. Así que revistas emergentes usualmente se colan dentro de los resultados de búsqueda y uno debe saber reconocer entre una investigación sólida, un mal primer intento o el fraude. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de encontrar investigaciones excelentes en revistas pequeñas o investigaciones muy malas en revistas excelentes, como Nature or Science.

Una forma de ahorrarse todo este trabajo es buscar una revisión sistemática sobre el tema. En otras palabras, si alguien más ya se dio el trabajo de leer todo sobre un tema, uno puede leer directamente un «resumen científico» de «toda» la evidencia que existe sobre un tema en específico. Yo he escrito y publicado algunos de estos resúmenes sobre otros temas. Por ejemplo, esta revisión sistemática sobre terapia de conversión de género y sexualidad, que publiqué el mes pasado.

Una revisión no necesariamente es buena, también puede estar plagada de defectos. De hecho, mi publicación más citada al momento fue una revisión de revisiones sistemáticas sobre los efectos de los entornos urbanos en la salud mental. Este tipo de trabajo me permitió familiarizarme con el tipo de cosas que debe hacer un equipo de revisores sistemáticos para producir un resumen de alta calidad.

Dejo todo esto como antecedente porque decidí buscar revisiones sistemáticas sobre visión remota. Para mi buena suerte, el primer resultado fue este borrador que analiza la evidencia publicada entre 1974 y 2022. Estos borradores o «pre-prints» aún necesitan ser revisados por otras personas antes de ser publicados. Sin embargo, uno puede acceder a estas versiones tempranas con ojo crítico. Luego encontré que esta revisión se había ya publicado en una revista no muy conocida, lo cual honestamente me apena.

No entendí mucho del lenguaje que el artículo usaba durante mi primera leída. Pero los artículos siempre están sintetizados en sus tablas y dibujos. En el corazón de las revisiones sistemáticas, están los diagramas de flujo, que te dicen cuántos estudios se han encontrado (36 en este caso) y un gráfico de bosque, donde uno puede observar el efecto estadístico de cada estudio.

Usualmente tienen una línea en la mitad, que representa una línea de partida arbitraria que el experimento debe superar. Por ejemplo, en nuestro experimento en casa, hay cuatro objetos. Entonces la probabilidad de que Jorge seleccione tu dibujo con el objeto siempre va a ser de al menos uno en cuatro (1/4) o 25%. En este caso, usaríamos ese 25% como la línea puntiaguda.

El cuadrado se ubica donde cae el porcentaje de aciertos respecto a esa línea. Los experimentos con pocos intentos se representan con cuadrados pequeños y viceversa. También calculamos un par de «brazos» para cada experimento. Estos brazos son nuestra estimación del rango de aciertos que tendríamos si repitiéramos este experimento. Por eso, un experimento «funciona» si ambos brazos del experimento pasan más allá de esa línea. Si tu experimento tiene pocos intentos, tienes menos certeza de cuál es el valor real del experimento, por eso los cuadrados más pequeños tienen brazos más largos.

Figura por Tressoldi, P. E., & Katz, D. (2023). Remote Viewing: A 1974-2022 Systematic Review and Meta-Analysis. Journal of Scientific Exploration, 37(3), 467-489. https://doi.org/10.31275/20232931, bajo licencia CC-By Attribution-NonCommercial 4.0 International.

Al final del gráfico, se hace una línea horizontal y por debajo se pone una «suma estadística» de todos los estudios existentes. Básicamente pretendemos que los 36 experimentos fueron uno solo y calculamos un nuevo resultado. A eso le decimos meta-análisis. Y este en particular mostraba que los experimentos de ver «más allá de lo evidente» obtenían muy buenos resultados, mucho más allá de lo que se espera gracias al azar.

En este punto de la historia, empecé a descargar algunos de los artículos originales. Estaba casi seguro que iba a encontrar fallas metodológicas obvias que explicaban un porcentaje alto de aciertos. En estos casos, el meta-análisis no es otra cosa que una suma de errores. Lo que me llamó la atención no fueron los cálculos estadísticos, para nada. Era la cantidad de aciertos exactos que muchos de estos artículos tenían, que hacían que la estadística parezca totalmente inútil. Por ejemplo, el dibujo de cometa en este artículo.

Una caja de Pandora se abrió el momento que leí sobre este y otros estudios, no porque existiera la transmisión anómala de información sino por lo que eso implicaba (Parte 3).